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2 de marzo de 2025

LA CONSERVACIÓN DE LA HUMILDAD


"El arrepentimiento levanta al hombre. El luto llama a la puerta del cielo. La santa humildad la abre"
San Juan Clímaco

"La humildad es lo único que ningún demonio puede imitar"
San Juan Clímaco

Mario Felipe Daza Pérez

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Se puede decir casi con seguridad que quien no tiene humildad no podrá salvarse, los santos monjes se refieren a ella como la "sal de las virtudes", es decir, que por buenas obras que hayamos hecho, sino está condimentada con esta pegatina, cemento, no sirvió de nada, trabajamos en vano y por tanto no se tendrá en cuenta para el reino de los cielos. Por tanto, quien ayune, se mortifique, no solo sin un propósito para la gracia, en favor de la Santísima Trinidad, no le convendrá nada en favor, porque le puede incluso achacar la soberbia por el mismo acto sin discernimiento. Más bien en este tiempo que devenga de cuaresma, o penitencial debemos reconocer nuestras debilidades, para alcanzar esta humillación que es necesario para nuestra salvación, que se consigue una y otra vez con el arrepentimiento sin fin de nuestras faltas, pasadas, presentes, y pidiendo no caer en las posibles futuras. Lo que no genera humildad, produce orgullo, esto carcome el alma entera, del cual está en la cima de la perfección, sobre todo de los más avezados que ya han dominado la "carnis" es como si destrozara todas las virtudes anteriormente construidos desde sus cimientos.

Son los pecados los que dañan el hombre, los santos padres, y monjes lo relacionan con una úlcera (ceguera espiritual), pero antes que este se torne, se puede tomar como una gastritis (vanagloria), que va dañando no el cuerpo sino alma, hasta alcanzar su mayor grado de putrefacción (orgullo), que es el vicio, hasta el pecado sistemático, imperdonable de la desobediencia, que es la resistencia a la gracia, el no querer salir del fango a pesar de las oportunidades dadas. Muchos caemos, si, pero no es óbice para poder levantarse nuevamente, de hecho, el verdadero santo es que se lastima, se cae pero que rápidamente tomar el rumbo nuevamente en el que quedó para seguir avanzando en su camino, en la vía por la humildad, del debajeo (humillación), porque en práctica estos errores son permitidos por Dios, muchas veces precisamente para evitar el mal de los males, como lo es la soberbia, como la desobediencia plena, del cual coincide con la voluntad demoníaca, por esto es que la Santísima Trinidad, nos sugiere seguir su divina voluntad para ajustarnos a sus fines, y así poder salvarnos cumpliendo con los mandamientos y el Evangelio.

Conservar la humildad es crucial, es parecido a mantener la gracia, que, aunque siendo diferentes, se estima un mayor esfuerzo hacia Dios, (verticalmente hablando), más que de uno mismo, en el punto primero, esta debe estar cimentado en otras virtudes con tal de no enorgullecernos por cosas impías, necias, que no valen la pena, debemos por tanto tener la perseverancia en esa humildad que es difícil de contener, (que depende en muchos casos de nosotros). Por tanto, mantenerse dentro de los límites de la humildad es necesario para toda la vida, para no caer, es extremadamente complicado para el hombre dentro de la exigencia que hace diario para no desfallecer, por eso que requiere al 100% estar acompañado de la gracia santificante, ante cualquier tropiezo la Santísima Trinidad deja que te tropieces, pero para evitar un mal peor. Está claro que esta no se produce asi no más, a menos que sea un regalo divino (muy difícil de obtener, por adopción), por tanto, se comienza desde cero con mero trabajo espiritual, esto es, con simpleza, mansedumbre, pobreza de espíritu, temor de Dios, cultivo de fe, y demás virtudes, del cual aseguran ese ungüento que clarifica el alma.

Se dice dentro de los apotegmas de los Padres del Desierto que Abba Macarios:

"Regresaba del pantano a su celda, llevando algunas hojas de palma, se encontró en el camino con el diablo con una guadaña. Este último lo golpeó todo lo que quiso, pero en vano. Y le dijo: ¿Qué poder tienes, Macario, que me hace impotente ante ti? Todo lo que tú haces, lo hago yo también. Tú ayunas, yo también. Tú velas, yo no duermo en absoluto. Sólo en una cosa me vences. Abba Macarios preguntó qué era aquello. Dijo: Tu humildad. Por eso no puedo hacer nada contra ti".

Si queremos liberarnos de nuestras pasiones, debemos ser sencillos, austeros, con lo poco se obtiene la humildad, este es el primer paso, digamos que es el abono de siempre y la sazón de todas las virtudes, para poder recoger de este magna valor una virtud transversal, que se mantiene con el esfuerzo, con el fuego que se prueba, dotándolos hacia lo espiritual, Hace que sea difícil de contener en ciertos casos, aunque pueda venir algunas veces temporal o permanentemente en el tiempo, por gracia depende de la condición/capacidad de cada quién, eso no lo sabemos porque pasa, es un misterio, en todo caso, debemos pedir siempre arrepentimiento de nuestros actos, todo el tiempo, como lo dice el Santo Ortodoxo San Paisios del Monte Athos, hermanos, en la oración no solicitamos "luces divinas, ni milagros, ni profecías, ni dones espirituales, nada más que el perdón, ya que el arrepentirte e traerá humildad, la humildad te traerá la Gracia de Dios, y Dios tendrá en Su Gracia todo lo que necesites para tu salvación o cualquier cosa que puedas necesitar para ayudar a otra alma".

¿Cómo saber si estamos arrepentidos o si tenemos la gracia? Nos dice San Serafín de Sarov que a través del temor de Dios, por medio de la sabiduría, pues si comenzamos a juzgarnos a nosotros mismos, si dejamos de ver las faltas de los demás es un indicio de que se está haciendo lo correcto de acuerdo a la virtud, como dice San Máximo el Confesor, "El que se ocupa de los pecados ajenos o juzga a su hermano por sospecha, aún no ha comenzado a arrepentirse ni a examinarse a sí mismo para descubrir sus propios pecados", si hacemos esto o lo otro, muy difícilmente los demonios podrán atormentarnos, porque nos ven la iluminación que proviene de los pensamientos buenos (humillación), por tanto a mayor no solo acciones, sino también mentalidades santas, nos alejamos de los ángeles caídos, ya que no controlan lo que brotan del corazón, a pesar de poner o no tentación recurrentes en nuestra mente, e intelecto (nous), por ello es que debamos pedir incesantemente limpieza de cuerpo y alma de toda impureza, para poder asemejarnos a Dios hacia el camino a la deificación (theosis).

A solo Dios le está dado conocer los corazones de las personas, sabe cómo brotan, pone pruebas, pero también aflicciones, sufrimientos, éxitos, logros, de todo tipo, para poder batallar contra el mal (en sentido amplio), la Santísima Trinidad revela a sus siervos (buenos o malos) así no le obedezcan sus providencias, en algunas ocasiones por misterio desconocido algunos de los pensamientos son puestos a impíos, herejes, maleantes, solo por un fin, hasta de gente que no se lo merece le puede decir lo que sucederá, esto es algo desconocido para nuestra limitada capacidad. Lo que sí está permitido al maligno conocer, es nuestra astucia demoníaca, de lo que vaya acorde a su plan, más no la astucia de Dios, por ello, cuando siembran una idea la conocen de antemano, porque ellos fueron quienes la plantearon, lo que no saben es cómo la vas a tratar, aunque sospechen de su finalidad, por tanto por experiencia, las entiende psicológica/antropológicamente, en lo demás, su visibilidad es entenebrecida, oscura hasta que no nos arrepintamos contritamente, o hagamos el lloriqueo santo nuestro alivio, en general no conocen lo que nos transmite los seres celestiales por comunicación, aunque esto es materia aún de análisis por parte de los estudiosos del tema, como de los exorcistas.

Tengamos claro hermanos que la conservación de la humildad es la única "virtud sazonada" que nos mantiene a salvo de las tinieblas, y fuera de la oscuridad (existe una línea delgada que mantener), porque si por ejemplo hacemos una limosna con soberbia, para que todos vean, el demonio lo sabe, porque conoce que no fue de corazón, sino a gloria tuya (vanagloria), en cambio si realizas unas buena acción para salvar a alguien, con recta intención (caridad), sin orgullo, no lo conoce y le da rabia, por tanto lo aleja, y esto es un tesoro que vas acumulado en el cielo, por tanto, la mayoría de las veces (salvo que Dios lo quiera, de otro modo) es el hombre mismo quien le da derecho (en muchos casos posesión) para que los ángeles caídos lo pueda molestar (según los permisos concedidos), haya o no ignorancia, por esto que entre aquí de la mano no tanto el tema del ejercicio de la piedad (oración, ascesis), sino también de la justicia (obras), la cual no es excluyente, sino complementario para poder limitar su acción adecuadamente. Recordemos nuevamente el relato contado en los apotegmas de los Padres del Desierto como el que se cuenta en el que el maligno no había podido molestar a los monjes de cierto sitio menos uno que luego se fue contra él, un tal Teopempt, esto fue porque el abad Macario educó al que faltaba, y esto fue porque le enseñó el rol de la humillación, con amor, ya esto no le permitirá leer sus pensamientos malvados, por tanto se retracta todo "acto jurídico espiritual" (permiso), para quien elige la gracia de Dios, que está escondida en la conservación de la humildad.