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23 de febrero de 2025

¿SE PUEDE LLEGAR AMAR A LOS ENEMIGOS?


“Si Dios esperó con paciencia a los impíos, ¿Quién eres tú para odiarlos? No debes odiar al hereje, sino su herejía; no al blasfemo, sino su blasfemia”
Juan Crisóstomo, Homilía sobre Romanos, 7

“Según amemos y perdonemos a nuestro prójimo [enemigos], así seremos juzgados”

Mario Felipe Daza Pérez

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Muchos pensaran que el enemigo solo es ese sujeto que nos ha hecho daño, o aquel grupo sinvergüenza que está dañándonos a cada rato, o de esas personas malas que sabemos cómo están llevando las cosas y que nos afectan mancomunadamente, pensemos en quienes atacan por dentro y afuera la Piedras Edificadas por Cristo (Iglesia), quien comenzó Pedro (Cefas) y siguen sus sucesores. Tenemos claro de los problemas que se están presentando adentro por la falta de tradición [ortodoxia], esto no es óbice para dejar de orar por la situación ni tampoco de seguir combatiendo, el beneficioso de todo esto es querer el bien inclusive de quienes nos molestan/agravian, que en todo caso es voluntad de Dios su permisión, y esto nos debes afectar, sea en la salud de un hermano o su muerte, sea quien sea, nos debe doler, aun suponiéndonos como "enemigos", ya que todos los hombres somos iguales en creación, ya decía San Silouan el Athonita, “ama a tu prójimo, porque es nuestra vida, el otro siempre vas a ser tú”, y eso es lo que quiere Jesús que repliques en todos lados.

“Quien ama a sus enemigos, se ama asi mismo en plenitud”, incluso aprender a amar ya es perfeccionar la caridad como una virtud que viene de Dios mismo, del cual no solo perdona pecados, y se arrepiente, sino que se edifica espiritualmente hablando en todo el sentido de la palabra, en resumen, todo en el reino espiritual se basa en el ladrillo del amor que es la humildad que es la sal del hombre virtuoso. Muchos podrán pensar equivocadamente que el “enemigo” es el diablo, pues sí, eso dice los santos que debemos tenerlo como tal, aun así, es Dios quien lo reprende, no nosotros, otros dirán que son los mismos humanos, pues no, ya que somos hermanos, de la misma naturaleza, por tanto, si alguien nos tiene odio, aunque sea muy difícil de reconocer en nuestro caso debemos hacer algo para que eso se resuelva, y si no, se lo dejamos en manos de la Santísima Trinidad, como de la Reina y Madre, Maria.

El enemigo no es solo quien te tiene ganas de matar, o quien te injuria, sino que puede estar en tu mismo hogar, puede ser tu pareja, hijo, o en este caso alguna autoridad, por eso que toque orar por ellos, porque esto no solo aumenta la humildad, sino que trae muchas bendiciones para ti como ejercicio piadoso/justo, así que quien discute contigo puede volverse tu acusador (satán), contrincante en ese momento u otro episodio, y por tanto, es tu deber como cristiano apaciguar las aguas, y rezar/obrar por él, para mejorar a su vez las relaciones con Dios, y demostrar de que estas hecho (fortaleza), como hombre en Cristo y que respondes como el Santo Job con amor, ya que la relación con la Santísima Trinidad solo se da por caridad.

Una de las cosas por tener en cuenta en este aspecto y del porque en el Evangelio Cristo manda a amar a los enemigos y como bienaventuranza, no solo es por humildad, es porque él personalmente no tiene enemigos porque es Dios, además de comprender la situación que pasa en todo los demás humanos (psyche), sean ya ignorantes, negligentes, olvidadizos, en todo caso, somos materias concupiscentes, que no sabemos que el verdadero mal, se esconde en el maligno en su personificación, por esto además que nos haya pedido que pidiéramos perdón por todo, aunque no hayamos tenido la culpa, lo mismo el arrepentirnos sin fin es esencial, no en si por el otro sino por ti mismo, para la salvación, ya que te impide además de purificarse por limpiarte en cuerpo y alma, en consecuención de un corazón puro.

Podrán decir los hermanos, que eso piensas tú porque vives acomodado o el otro porque no hace nada, llegan a preguntarse analices eso porque a ti no han asesinado toda la familia, o porque no te ha sucedido tal acontecimiento, diríamos que eso no tiene nada que ver, porque en cuanto a más hechos te pasan, más humildad debes de tener y todo el comportamiento contrario debes confrontar frente a quien te lo hace, y es la venganza perfecta (en el buen sentido) en el reino espiritual, no se trata de no hacer nada, sino de perdonar, obrar piadosa/justamente, y en caso de proseguir, dejar la justicia en manos de Dios, Él lo decide todo, no nosotros, realmente no conocemos los corazones de las otras personas, a menos que tengamos el carisma de la cardiognosis, que muy probablemente nadie lo tendrá porque sí, a menos que la Santísima Trinidad a través del Espíritu Santo, así lo quiera.

Resulta que es tan importante “amar a los enemigos” tan así que el cristianismo es la única religión que lo manda hacer, no solo como modelo de vida, sino como mandamiento divino, y esto es otra las razones para considerar la ortodoxia católica como la única religión verdadera, de hecho, es un cambio celestial que no se concibe ni siquiera en el antiguo testamento (se apalabra solamente a la misericordia y no del enemigo como del perdón, recordemos al Rey David cuando tiene piedad de Saúl). Podemos tener caridad frente a algunos de como dar de comer, de no desearle el mal a otro pero no de “amar” a quién nos hace daño, de todo esto resulta necesario además sentir compasión y alegría cuando tenemos al enemigo con nosotros de nuestro lado, ya que así podemos ser nosotros mismos cuando nos comportamos mal, ya sea con la esposa, novia, amigos, desconocido, cualquiera de ellos puede ser uno, cuando pase eso recordemos la Oración de Jesús o el Padre Nuestro, sobre todo el aparte que dice: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Dice San Agustín, en el Sermón 56 en este tema, lo siguiente:

“Con todo, no os parezca imposible; yo sé, yo conozco, yo he comprobado que existen cristianos que aman a sus enemigos. Si os parece imposible, no lo hagáis. Pues ¿Qué provecho sacas del mal de tu enemigo? Si no tuviera mal ninguno, tampoco sería tu enemigo. Deséale el bien: si pone fin al mal, dejará de ser enemigo tuyo. ¿Acaso es tu enemigo porque posee alma y carne? Es lo mismo que tú: tú tienes alma, él también la tiene: tienes carne, él también. Los dos primeros hombres, Adán y Eva, fueron nuestros padres. Él es el padre, ella la madre; en consecuencia, somos hermanos. Dejemos de lado el primer origen. Dios es nuestro Padre, la Iglesia es nuestra Madre. Por tanto, somos hermanos. «Pero mi enemigo es pagano, es judío o hereje». ¡Oh Iglesia! Tu enemigo es pagano, o judío, o hereje: es tierra. Si tú eres cielo, invoca al Padre que está en los cielos y ora por tus enemigos. Porque también Saulo era enemigo de la Iglesia; aun así [la Iglesia] oró por él y se convirtió en amigo. No solo dejó de ser perseguidor, sino que se esforzó por ser una ayuda. Y si buscas la verdad, se oró contra él; pero contra su maldad, no contra su naturaleza. Ora también tú contra la maldad de tu enemigo; muera ella, y viva él. Pues si llega a morir tu enemigo, te parecerá haberte quedado sin enemigo, pero tampoco habrás hallado un amigo. Si, en cambio, muere su maldad, has encontrado también un amigo”.

El amar a nuestros enemigos no es fácil y por tanto es un esfuerzo enorme, que se requiere hacer frente a las personas que no valoramos, no pasa lo mismo frente a los demonios, con la excepción que podamos tener de los ataques de los blasfemos, impíos que van en contra de Dios directamente existen ciertas flexibilidades en cuestión de justicia pero por sus actos no por su condición de persona, por ello que Jesús utiliza dentro de sus parábola para ampliar este amor, a los samaritanos que eran profundamente odiados pero aun así ayudaron, de hecho, se dice que es el acto más difícil de sostener, e incluso de lo que podría ser los “pecados de carne” (carnales), esto, debido a que nuestros caídas espirituales, concupiscentes que tenemos desde la naturaleza adámicas se encuentra lastimada, es por esto que debemos orar por ellos y por todos los hombres, así nos caigan mal, esto traería mayores bendiciones para tu vida, cuando lo haces, por la humanidad (hijo del hombre), por lo divino (hijo de Dios), en torno a su corrección, no su represión.

Si uno se pone analizar bien, puede hasta incluso sacar beneficios de los enemigos, que de los necios de los amigos, ya que dicen a menudo la verdad en nuestras caras, de lo que te puede molestar o de lo que ellos quieren decirte para herirte, que como buen cristiano no solo lo debes tomar como algo positivo, sino edificador, como ejemplo, digamos que te digan “gordo/a asqueroso”, para un insensato, le molestará el comentario, pero a un sabio y temeroso de Dios, le agradará no solo por la injuria (gloria, corona) en sí que debe soportar, sino porque está fomentando una situación que puede ser verdad, de lo que debes hacer que ni siquiera tus familiares te han dicho, por tanto debes rebajar y perder grasa, de este modo no solo lo escuchas, sino que tomas sus consejos, aprendiendo de él, pero en sentido contrario (virtuoso), como diría Aristóteles, “los hombres sabios aprenden muchos de sus enemigos”: ¿entonces porque no amar a este tipo de personas?

El mandato de “amar a nuestros enemigos” se puede tomar como una escisión en el sentido in extremis de lo que sería el “amar el prójimo” que como hemos decantado ninguna religión ni espiritualidad la tiene como propio, solo el cristianismo, de allí que este concepto, bienaventuranza, hasta modelo de vida, deba ser aprendido como ejercicio no solo piadoso sino de justicia, aunque no lo queramos ver así, de esto se desprende además que no hay “enemigo pequeño”, por muy tonta que veamos una persona esa es la que nos puede hundir o salvar, por ello que no debamos partir de las apariencia, el ideal deberá ser siempre de tratar a todos por igual en dignidad como persona. Hasta incluso podemos tener enemistades ocultas, que no sabemos, y por esto, es que debemos ser concernientes de la situación, hagamos más bien que estos se vuelvan en nuestros amigos, aun sin saberlo, de esto se toma que, a los herejes, cismáticos, se aman, pero no su error, no su por sus faltas, ni por sus conductas sino como hombres que pueden ser sanados por Dios.

Por último, si bien Cristo mandó a “amar a los enemigos”, existen ciertos casos de excepción que nos puede remitir los Padres o Doctores de la Iglesia, entre ellos San Agustina, Santo Tomas o San Bernardo (véase, De Laude Novae Militiae) como para citar unos ejemplos, y esto se presenta en casos particulares, que por eso no tomamos aquí generalmente, pero que tiene su eco en la defensa del cristiano, como del que puede partir el tema de la “guerra justa”, o en su defecto cuando está de por medio la virtud de la “justicia”, como “orden” también “disciplinario” de las cosas divinas, pensemos en la legítima defensa. Podemos mucho querer el bien del otro, incluso de quien nos desagrada, pero en todo caso debemos defender la vida, la del tercero o la del bien común, debemos siempre resistir al mal (katejon), como al maligno (armas espirituales), y esto se hace con la corrección de lo que resulta dañino para la comunidad (ecclesia), o de peligro (como los heréticos), pensemos en el tema también de los cruzados (acción defensiva). El rechazo de injusticia siempre debe tomarse en protección de los más afectados/necesitados, sin que se torne personal, por tanto, una cosa es soportar personalmente y otra castigar a los malvados, del cual además es un deber cristiano.

16 de febrero de 2025

EL ARREPENTIMIENTO NO TIENE LÍMITES


“La única esperanza de salvación de los engaños y herejías, de las innovaciones y de las trampas de los malvados y del diablo es la oración, el arrepentimiento y la humildad”.
Elder José el Hesicasta

“Dios nos envía pruebas inesperadas para enseñarnos a practicar la vida ascética y nos conducen al arrepentimiento incluso cuando somos reacios a ello”
San Marcos el Asceta

“Los ministros de la gracia de Dios, por el Espíritu Santo, han hablado del arrepentimiento”.
San Clemente de Roma

“Busca el arrepentimiento todo el tiempo y no te dejes llevar por la pereza ni un solo momento”.
San Antonio el Grande

Mario Felipe Daza Pérez

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El problema del ser humano, no es la cantidad de pecados que cometa, porque de un acto divino pueden ser perdonados todos ellos, sea cuales fueren, la gravedad se centra en el no querernos arrepentirnos, aunque digamos que no lo volvemos hacer, lo que debemos aprender en toda medida es estar en permanente conversión de “hombres arrepentidos”, sumado al uso de la “confesión frecuente”, en vía de la toma de la comunión que es vida misma, adjunto al hesicasmo, en velo de una contrición perfecta, para luego no caer en desesperación, por ejemplo, como cuando luchamos contra la impureza, está no solo se hace desde el cuerpo sino también en el alma, pero para ello es importante el “arrepentirnos”, en compañía de la oración incesante, el lloriqueo santo, la lectura santa, las postraciones, etc de todo lo que tenga que ver con el aspecto central dentro de la transformación popularmente conocido como “metanoia” o “cambio de mentalidad” en “estado permanente”.

Podemos aprovechar todas las “cuaresmas” de nuestras vida, si se quiere desde esta que viene para arrepentirnos nuevamente por todo, no solo haciendo ayunos, mortificaciones, aumentando la devoción hacia lo espiritual, sino tratando de curar pasiones de todo tipo, lloremos, lavemos nuestras culpas, con coraje, confesémonos humildemente, aceptemos los sufrimientos como reparación, de los malos actos de nuestras vidas, las palabras, los pensamientos, maledicencias, juzgamientos injustos e impurezas cometidas, ya decía Juan Crisóstomo: “El pecado es una herida; el arrepentimiento es una medicina” y esta última trae valentía, magnanimidad para el estado almático del cual es concedido la gloria a través del dolor, de la cruz, esto es, por medio de las pruebas, volviéndose a Dios en una actitud activa y positiva hacia el cambio que se consigue con la ascesis, el esfuerzo y el combate que se da gradualmente en camino a la gracia.

Si uno se arrepiente frecuentemente, tal cual como se utiliza el sacramento de la confesión a menudo (ya que es una indulgencia de indulgencia), estamos por seguro que los demonios no tendrán cabida sobre en nuestro ser, al volvernos violentos contra nosotros mismos, con el ascetismo se expulsa como vinagre cualquier suciedad de la plata, por sus oraciones, lágrimas, conversiones, obras, etc, se consigue un valor alto de magnanimidad en la lucha en el combate espiritual que hace difícil a los espíritus malignos prevalecer, y esto lo hace precisamente la humildad de los actos, como de los pensamientos, de lo que se consigue más adelante como las virtudes, de nada sirve ser el jefe, gobernante, líder, si tu alma se condenará, por tanto, las asechanzas del maligno resultan beneficiosos si y sólo si resulta positivo para nuestra humillación, ya dice San Macario, “Ante Él es más agradable un pecador con arrepentimiento que un justo con orgullo”.

Por lo general, los cristianos de tradición, vemos las cosas blanco y negro, aunque las leyes divinas se miden a rajatabla muchas veces, existe casos de cierta flexibilidad no al pecado, no al demonio, tampoco a ser parte de un bando, sino en cuento a la debilidad humana, que conforma las faltas cometidas, que se corrigen a través del “arrepentimiento sin límites”, como dice San Efraín el Sirio, “El arrepentimiento es la escalera que nos levanta del lugar donde hemos caído”, una cosa es caer, y otra levantarse, y esta última es la que hace agradable al Señor, si una persona desfallece espiritualmente pero sigue intentando, esto es humildad, y por amor a Dios la misericordia llegará, por tanto, es crecimiento, justicia que no se pierde con el tiempo, sino que se va acumulando, ya decía San Silouan el Athonita: “El hombre continuamente debe arrepentirse en todo tiempo, hasta la muerte”.

Dice San Agustín en el Sermón 19.2:

“Pues ¿qué es el arrepentimiento, sino la ira contra uno mismo? El que se arrepiente se aíran contra sí mismo. En efecto, salvo el caso de que sea ficticio, ¿de dónde proceden los golpes de pecho? ¿Por qué te hieres si no estás arrepentido? Así, pues, cuando golpeas tu pecho, te aíras con tu corazón para satisfacer a tu Señor. De ese modo puede entenderse también lo que está escrito: Airaos y no pequéis. Aírate por haber pecado y, dado que te castigas a ti mismo, no peques más. Despierta tu corazón con el arrepentimiento, y ello será un sacrificio a Dios”.

Las batallas espirituales se ganan con cicatrices, lágrimas, llantos, heridas, etc grandes o pequeñas, en este caso el arrepentimiento real, lleva a ganar esas luchas, porque se nutre de la pegatina de la humildad, que es una obra del combate contra las pasiones, un muro con que se edifica en el cemento de las experiencias santas, del cual se va haciendo más fuerte, y esto es importante saberlo no solo con quien luchamos, sino que y como lo hacemos, en nuestros actos, sino también en nuestras mentes y el corazón, desde el alma y la carne, en simbiosis, para llegar a tener una curación de vida en Cristo Jesús, como requisito sine qua non de la salvación, conservado dentro de la ilimitada forma de arrepentirnos que no tiene límites, en el curso a la perfección (perfectibilidad) del cual se ciñe mientras vivamos, en el tiempo y espacio hasta el último segundo de nuestras vidas.

No importa que tan impuros seamos, si nos arrepentimos con sinceridad llegamos a la salvación, lo que se trata es cambiar el amor carnal por el amor espiritual de la Trinidad Santísima, por ello que sea bueno tener atención en el recuerdo de las faltas pasadas, o presentes, para no cometerlas más, el que busca este estado se deifica (theosis), lo mismo el que lo haga con el hermano, ven ambos la gracia de Dios, por esto que sea necesario la humildad para que pueda llegar, si no, nos engañamos a nosotros mismos, así hayamos confesados los pecados. El corazón contrito es el que trasciende, el que eleva el hombre, por tanto es un “don”, esto hasta que sea eliminados por completo, consiguiendo la impasibilidad (apatheia), sintiendo aflicción por los vicios, dolor, sufrimiento por estos defectos: forja el carácter del santo, y la gracia del Espíritu Santo, ya decía San Tikhon de Zadonsk: “Los pecadores que se arrepienten todavía son salvos; tanto los publicanos como los fornicarios limpiados por el arrepentimiento entran en el Reino de los Cielos”.

El problema de la Iglesia moderna (sinodal) es la llamada “teología de la prosperidad” que no se centra ya en el arrepentimiento sino en el realizamiento de los objetivos personales, que le llaman “éxitos”, que por lo general son “egocéntricos”, eufemísticamente, “propios” donde el mensaje del perdón, del sufrimiento, del cargue de la cruz, queda en un segundo plano o de nula presencia en la vida del cristiano. El alma crece pero en la lucha, en la adversidad, en las tribulaciones en la prueba que soporta, no en la zona de comodidad, en la pereza, la acedia, lo que necesita el justo/piadoso para que sea santo es que pelee, con un espíritu de arrepentimiento, contrición, penitencia, reparación, oración, en una vida sacramentada, por esto es que el “arrepentirse no tiene límites” y se extiende para todo el tiempo mientras vivas, a la final, lo que verdaderamente Dios tiene en cuenta es lo que se aloja en el corazón, de cómo obramos según nuestras acciones.

En los dichos de los Padres del Desierto sobre el Abba Sisoe se cuenta, sobre la “humildad perfecta” y el “arrepentimiento sin fin o “sin límites”, lo siguiente:

“Los discípulos, reunidos a su alrededor, vieron de pronto que el rostro de su anciano brillaba como el sol. ¡Mirad, nuestro Padre ha sido arrebatado en el espíritu!, Decían: Padre, ¡ya no tienes necesidad de arrepentirte. Entonces, Abba Sisoe, con una humildad les dio su última y más profunda enseñanza: En verdad, no sé si he comenzado siquiera a arrepentirme. En ese momento, la celda se llenó de luz increada y Sisoe, transfigurado”.

Hermanos, el que tiene verdadero arrepentimiento, lleva en la actitud de contrición la humildad del acto de reproche por lo que ha hecho, vergüenza santa, y cuenta sus faltas no por orgullo sino para que no se cometan más, y nadie caiga porque puede que mañana no lo tenga, debemos los pecadores violentarnos todo tiempo, esto hace que la gracia del Espíritu Santo habite en él o no, no lo sabemos, por esto, practiquemos la búsqueda del desapasionamiento, para que el dolor, se vuelva más sabio para los justos, y que con el lloriqueo obtengamos la tristeza santa. Esforcémonos por cambiar las cosas del mundo por la de Dios, para nuestra salvación y al de otros (véase Isaías 30:15), el esfuerzo es el camino proporcional que nos aloja en el perdón, pero no solo esto, sino también a la misericordia de Dios que es desmedida, en últimas, son los frutos los que nos dirán si estamos arrepentidos o no (véase Mateo 3:8) y además si fueran aceptadas, que en todo caso de concederse debe ser visto siempre como abandono del pecado y no solamente como un deber "penitenciario" sino una acción alegre y positiva en el celo de un hombre nuevo.

Por último, puede que a muchos en la vida nos hayan servido no conocer las causas de los pecados al menos no al principio o más tarde, pero parece que otros no lo quieren conocerlo para hacernos los bobos, y no arrepentirse, precisamente para no volverlos a cometer se debe salir de la ignorancia, por ejemplo, muchísimos no sabemos cómo funciona la gula pero creemos que está bien no saber, para no caer en ese vicio, pero cometemos un grave problema, que viene del corazón para el juicio de Dios, que ahora ahonda tu alma al pensar que no sabías y esto es fatal, por tanto, el reconocer una falta, así sea conociéndolo y yendo contra su voluntad, y así caigas, cuando te arrepientes de ello, te levantes, y vas creciendo, y esto sí que es una construcción espiritual que te eleva en la ascensión en la escalera divina, que haces para volverte humilde que es lo que realmente te cambia y te salva, lo contrario te lleva al orgullo, como a la desobediencia igual que a Satanás, como dice San Ambrosio de Milán, “El verdadero arrepentimiento es dejar de pecar”.

9 de febrero de 2025

LA UTILIDAD DEL SUFRIMIENTO


“Pues el hombre nace para la aflicción [sufrir], como las chispas vuelan hacia arriba.
[...]. Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre; por medio del dolor lo hace entender”.
Job 36:15; Job 5:7

“No deben ser considerados valientes los que más heridas reciben, sino los que más sufren por ellas”.
San Ambrosio

“La justicia de los mártires es perfecta, porque alcanzaron la perfección al sufrir la pasión. Por esta razón no se ora por ellos en la Iglesia. Se ora por otros fieles difuntos, pero no por los mártires; tan perfectos salieron de esta vida que no son nuestros protegidos, sino nuestros protectores”.
San Agustín

Mario Felipe Daza Pérez

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Hemos escrito en otras entradas sobre la paciencia, del cual se origina la etimología de “pati” que significa en sí mismo sufrir, por tanto, si la primera palabra está referido al tiempo esperado de soportar las adversidades, el segundo es el dolor en sí mismo del acontecimiento, ya no tanto la capacidad para retener ese hecho, por ejemplo, una enfermedad con fortaleza, siendo por tanto esta última el germen para el aguante, ya decía Tolstoi, “Busca en el sufrimiento la semilla de tu futuro crecimiento espiritual”, ya que sin su ejercicio no puede haber paciencia, pero si que puede haber sufrimiento o dolor sin paciencia, pero no es lo ideal, ya decía San Serafín de Sarov, “Si el Señor permite al hombre experimentar enfermedades, también le dará el poder de la paciencia”, también, “por medio de la enfermedad, el hombre se recupera a sí mismo”, esto, siempre y cuando venga de Él, y no de nosotros mismos.

Dice San Pedro Damián, “La mejor penitencia es tener paciencia con los dolores que Dios permite”, igual como hacemos penitencia ya sea con nuestros deberes diarios, las oraciones que hacemos día a día, el ayuno, la mortificaciones, que pueden entrar todos ellos dentro de este género, el fin de todo además, de los otros medios que se consiguen de la gracia es el ejercitar al “hombre paciente”, ahora del cual de viene con sufrimiento, no necesariamente físico, como las enfermedades, la pobreza, entre otros, sino en muchos casos psicológicos (almaticos), y espirituales, del cual creemos que este último es más importante, como lo puede para mencionar un ejemplo, el abandono de la gracia, el retiro de un don, como el de la fortaleza, etc, puede pasar no porque lo hayas perdido en sí, sino porque hace parte de los mismos ejercicios ascéticos que Dios tiene para ti en esta vida de combate, lucha.

Si bien podemos reducir el sufrimiento, muchas veces no lo podemos eliminar, hasta en otras ocasiones (que son muchas para muchos) se deben tomar para toda la vida, como lo puede ser la pérdida de un ser querido, el maltrato sistemático que se tuvo de niño, el abuso sexual que sufrió alguien cuando joven, que a la postre es un mal, pero que Dios dentro de este sufrir saca provecho, para su hijo, como para el prójimo, y lo permite, no porque sea vengativo, ni injusto, al contrario porque con ello contribuye al orden de las cosas, al restablecimiento de las leyes divinas, como racionales del hombre, de este modo podemos decir que existe una ética como una fe centrada en el sufrir con paciencia, del cual todo hombre debe educarse según su condición y capacidad.

Existe una falacia recurrente de la psicología sobre todo que se repite muchas veces del menciona que “el sufrimiento es opcional, electivo y el dolor inevitable”, y esto es mendaz, tanto el uno como el otro puede ser temporal, permanente, como parcial o total, sin que en algunas ocasiones se puede escoger lo uno lo otro, otra cosa, es que se sobrelleve, se domine, como la concupiscencia, que no se puede eliminar, sino aguantar, ordenar, a través de la fortaleza, ya sea humana, pero más que todo divina, esta última sacude cualquier residuo remanente que la Santísima Trinidad accede. Por ello es que el ser fuerte no solo es una elección sino una capacidad que se adquiere con la paciencia, prioritariamente en el ámbito mental, traslúcido en el alma, y en el espíritu más que en el cuerpo, del cual este último se le achaca el dolor que también puede ser psicológico y no solo físico.

El sufrimiento dentro de la paciencia requiere pruebas, como si se tratara de un test (solo cuando es mandado por Dios) no ocasionado por uno mismo, por tanto, en cada tribulación, adversidad, El, sabrá hasta qué punto podrás soportarlo, para un bien en sí mismo, ya sea para adquirir humildad, caridad, mansedumbre, etc. Una madre que llora frente a su hijo que ha muerto no solo sufre un dolor, que puede ser temporal o permanente, interno (almático) sino que también sufre así no quiera, toda la vida, por mucho que diga, que lo ha colmado, lo controla con la fortaleza que ha tenido, según su condición de vida, pero sobre todo con el don de paciencia que le ha dado Dios como regalo divino, se dice en Santiago 5:10-11: “Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso”.

El sufrimiento es útil siempre y cuando lo sepamos llevar, sea emocional, físico, espiritual, como se quiera, pensemos cuando creemos que Dios no nos escucha, eso es sufrir, sin ningún tipo de dolor, en cambio cuando estamos adoloridos por las rodilla debido a la vejez, eso puede que no sea sufrimiento, sino un malestar, así podemos predicar de otras limitaciones, por tanto, muchas veces el “suffere” viene más de adentro que de afuera, como lo es en algunas veces la ansiedad, la depresión, como también los males que causan los pecados, las pasiones, por no querer tal cosa, lo que entra es la desesperación, las pasiones, los vicios, como la tristeza o la pereza, por esto es que el sufrimiento puede ser malo, o diabólico, y no necesariamente santo ni benigno, en todo caso el alma se afecta negativa o positivamente y por tanto la conciencia y sus partes. Ya decía el Elder o Anciano Efrén: “El hombre es el rey de la creación, pero su corona está tejida de espinas”.

Como decía C.S Lewis, el sufrimiento puede ser curación siempre y cuando sepamos cómo utilizarlo (véase, “El problema del dolor”), por tanto, no podemos sufrir por sufrir, sino saberlo hacer para una utilidad (medio), entre ellas conseguir o maximizar la humildad, que es lo que quiere Dios, no para volvernos mayormente soberbio, sino el “saber ser sufrido”, por ello es que en este valor está encerrado una “sabiduría del dolor” que lleva a esta virtud del “pati”, si se le puede llamar así, que trae valentía, por quien sufre, recibe heridas, cicatrices, no porque las puedes eliminar sino que las aguantas con fortaleza, hasta que cesan, es el poder soportarlo con magnanimidad, ya decía Publio Siro, “No es fácil combinar el sufrimiento con la sabiduría”, pensemos el caso extremo de los campos de concentración, las víctimas sufrieron no solo en cuerpo sino también en alma, según su condición o capacidad de aguante, esto es una de las consideraciones que hace Victor Frankl, dentro de la corriente creada como logoterapia.

El sufrimiento bien llevado, sea de la condición que sea, lleva a la victoria del alma, a alcanzar virtudes o maximizarlas del cual se encuentra atascado, pensemos en Job, y su comprensión del dolor y del sufrimiento, no tanto de sus amigos, que estaban disparatados. Siendo esto un misterio como lo expresaba San Agustín, su mayor embate es que crea humildad, o la engrandece para el hombre, por tanto, a pesar de que el hombre la evita, el dolor y el sufrir se unen como comunión personal, para derrotar el placer temporal, de la cual se traduce como un acercamiento a Dios, y un combate de la negligencia, el olvido como de la concupiscencia. Debemos tener claro que no toda enfermedad proviene de Dios, puede que la provoquemos nosotros mismos, con los malos hábitos o el demonio, y aun así se puede sacar provecho humillándonos, pero esto no es tan querido por la Santísima Trinidad, ya que la cuestión es que la acción siempre provenga de su voluntad no de la tuya para que tenga réditos, y así es que ganas experiencias, obras, frutos mayormente, coronas fortalecidas.

¿Cuál es el fin de todo esto? A pesar de ser un misterio, nos atrevemos a decir que por es purificación, ya que el hombre es concupiscente por naturaleza, y nace lastimado, por tanto, es deber del hombre esforzarse para permitir que por la gracia se limpie de toda impureza, entre estos motivos, están como medios además de la penitencias que hacemos voluntariamente, las que son involuntarias, entre ellas las tribulaciones, adversidades, pobreza voluntarias/involuntarias, enfermedades, llamadas desgracias (benignas) que puede que para el alma no lo sea, eso nunca lo vamos a comprender, en todo caso todo tiene un propósito especial que es la expiación de los pecados, de allí que ante el sufrimiento como puente para estos beneficios, incluyendo el dolor que suele ser más temporal como semilla para la primera.

El sufrimiento del verdadero cristiano, puede decirse que es mayor que es de los demás, porque no solo carga con las generalidades de los dolores, sino también que conlleva la penitencia, las mortificaciones, el rechazo del mundo, de los placeres, y combate en contra la naturaleza caída como de los demonios que le atormentan, y mas esta época que está dotado además de un hiperacionalismo, consumismo, hedonismo, una destrucción a través de la psicología del alma, como el debilitamiento del espíritu por medio de la carne, en cambio su cruz tallada especialmente a la medida, es un gran regalo de Dios, de colaboración al Reino de Dios, del cual tendrá su recompensa, dotado de una corona hecha para ese soldado, atleta que combatió contra la podredumbre.

Algo que aclarar es que el sufrimiento en sí mismo no es querido por Dios, en ningún momento es un bien en sí mismo, sino que se ha convertido en un medio para la purificación del hombre en su caída, del cual se hace útil para convertirlo además para salvarlo, en principio no está destinado como un plan de Dios definitivo, ni principal, sino temporal tomado como un trampolín del cual figura mientras viva el hombre en la tierra, del que se surte después de su arremetida, desde luego que concibe la “naturaleza adámica”, de lo que ha hecho también con diferentes modos, como lo fue con la entrega de su cuerpo, sangre y llagas, como redención total, los martirios de los santos, el ascetismo de los monjes, etc, en esto está la colaboración/esfuerzo que hagamos de este misterio divino, del que se surte con el sufrir, el dolor, el lagrimeo, arrepentimiento, las enfermedades físicas o psicológicas, siempre en utilidad de quien las aprovecha

Entiendan hermanos, que por mucho que se ejerciten, tomemos vitaminas, nos nutramos, tenemos un cuerpo corrupto, que a la larga se va desgastando, no en cambio el alma, que es el fin del ser humano, para alcanzar la perfección de la santidad, que en parte se consigue acá en la tierra, y otra en proceso de la purificación que se tenga, dentro de la “ascensión de la escalera divina” o bien sea en el purgatorio, todo ello según el plan divino de la Santísima Trinidad, todo esto por la senda del progreso espiritual que es ilimitado del cual está ceñido con la fortaleza ya anteriormente mencionado, en la magnanimidad y la paciencia, por esto es que como medios nos sirve para limpiar nuestra impurezas no por el esfuerzo en sí mismo, que vale, sino porque a través de ellos llega la gracia de Dios, como recompensa, dice Marcos el Asceta: “en los dolores [sufrimientos] involuntarios reside la misericordia de Dios, que atrae al arrepentimiento a quien los soporta”.

San Agustín, en el sermón 254 y 285 expresa lo siguiente [en ese orden]:

“La tristeza según Dios obra la penitencia saludable, de la que jamás hay que arrepentirse. A quien está triste según Dios le vuelve triste el arrepentimiento por sus pecados. La tristeza que nace de la propia maldad con el sufrimiento engendra la justicia. Ante todo, ha de desagradarte lo que eres para poder ser lo que no eres. La tristeza según Dios -dice- obra la penitencia saludable, de que jamás hay que arrepentirse. Penitencia saludable, dijo. ¿De qué salud se trata? De la que nunca puedes arrepentirte. Llevamos una vida de la que debemos arrepentirnos; llevamos una vida de la que hubimos de arrepentirnos, pero no podemos llegar a la vida que no requiere arrepentimiento si no es a través del arrepentimiento por la mala vida”.

“No es la pena, sino la causa, lo que hace a uno mártir de Dios. Dios se deleita con nuestra justicia, no con los tormentos que sufrimos. Y en el momento del juicio del Dios omnipotente y veraz no se pregunta por lo que uno haya sufrido, sino por qué lo ha sufrido. El que podamos signarnos con la cruz del Señor no lo debemos al sufrimiento del Señor, sino al motivo del mismo”.

El sufrimiento es útil si lo soportamos estoicamente (como adjetivo) pero mejor “cristianamente”, liberándonos de las pasiones, y de aquel hombre viejo que tanto nos persigue, de los pecados, los vicios. El sufrir involuntaria e útilmente es camino correcto a seguir que es aguantado espiritualmente por cada uno, esto, para que sea tomado en virtud, conforme a la divina voluntad, del cual se convierten en medios para alcanzar la gracia del Espíritu Santo (fin último), una vía ascética hacia la verdad y la vida, que no debe ser buscados ni deseado, ya que es hasta peligroso, por ser muchas veces un obstáculo para santidad, debido a que se permitirá a que llegue la negligencia o el olvido de Dios, como quien comete una falta contra la pureza, no solo daña su proceso sino que causa un sufrimiento innecesario para el alma producto de su voluntad pecaminosa/orgullosa del cual perjudica a otros creando escándalo al no conseguir la humillación.

2 de febrero de 2025

LA PACIENCIA ES UN DON DE DIOS


“Por la paciencia salvaremos nuestra alma”.
Lucas 21:19.

“La paciencia es esperar. No esperar pasivamente, que es pereza. Pero seguir adelante cuando el camino es difícil y lento, eso es paciencia”.
San Agustín

“Es la paciencia la que les revela toda gracia, y es a través de la paciencia como los santos recibieron todo lo que se les prometió”.
San Pacomio el Grande

Mario Felipe Daza Pérez

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Si hay algo que debemos tener identificado como ser humano es la “paciencia”, un valor asociado a la virtud cardinal de la fortaleza, del cual despliega ciertos sentimientos de aguante, sobre todo acomodados al dolor o al sufrimiento, de hecho, si nos vamos a su etimología, demarca una esencia de “sufrir” (pati), por algo o alguien, del cual implica resiliencia que en nuestro caso debe estar apoyado en Dios, en la Santísima Trinidad como de su estructuración de su reino, del cual debe ser de beneficio para nuestros propósitos justos/santos como para el prójimo, aunque suene para los racionalistas un contrasentido. Aristóteles en estos casos se refiere a la "metriopatía" (véase, Ética a Nicómaco) lo que distingue un punto intermedio entre las emociones encontradas por quien está adolorido ya sea por una muerte de un ser querido, alguna enfermedad, situación en específico, etc.

Siendo la paciencia una virtud de gran valor que se debe ejercitar algunos en mayor medida que en otros, y según sus circunstancias, capacidades, condicionales, etc, especificas, como subvalor de la fortaleza, también esta se encuentra inmerso en la prudencia, esto debido a que debemos saber que decisiones tomar frente a los casos de sufrimientos, en especial por esa moderación de las pasiones -pathos- (que también podemos llamar epoché, o a veces de apatheia) del cual se caracteriza de “saber” esperar con calma sin apresuramientos indebidos (toma de decisiones), mejor dicho, se trata de dar tiempo al tiempo, sobre todo cuando las cosas no dependen de nosotros (dicotomía del control) por lo cual se debe mantener la razón, la iluminación de conciencia (oración) y no desesperarse por los acontecimientos, evitando sus tristezas/perezas, pasividades, estados iracundos, por ejemplo, pensemos como lo hizo el santo Job, o en Daniel.

Ser pacientes significa en muchos casos luchar y sufrir, esto, para que haya corona, hace parte su regimiento a unas reglas, las normas que debe aceptar todo atleta para combatir, en esta se recoge la espera de la batalla, el fin donde se nos revela la gracia, lo prometido, al momento de aumentar la fortaleza, también se gradúa este valor en consecuencia con el sufrimiento, para así poder conquistar nuestros vicios, combatir contra el maligno, adquirir mansedumbre, humildad, etc. A medida que crece el entrenamiento también se elevan estos dolores, pequeños o grandes, según su capacidad, cuyo objetivo es tener mayor fe, del cual crece como árbol, y se endurece a raíz de las victorias en las tentaciones (trigos), abusos maliciosos, adversidades, problemas, del cual evoca como última la virtud teologal de la esperanza, es decir de la salvación, cuyo medio fue la perseverancia (paciencia) de la gracia.

Con la paciencia se consiguen muchas cosas, que a la postre son un misterio desde el punto de vista espiritual, del cual nos produce, en todo caso, se resumen en "salvación", dentro de la economía del reino espiritual, es su modalidad de la que hablamos como lo es la verdadera, la santa, no la humana o diabólica, de la que es producido por la tristeza de los bienes temporales, materiales, sino aquello del cual tiene coraje/parresía hacia las cosas de Dios para su consecución y crecimiento almático. De nada sirve ser paciente ante las iniquidades porque es vano, y es peor si te convierte en un colaborador pero del mundo y del plano infernal, por tanto, aquel que quiere unirse a la victoria debe hacerlo con dolores, sufrimiento, lagrimas, cicatrices, humillaciones, todo esto, en "actos pacientes", la cual implica no solo enfermedades (como generalmente se cree), sino también aplicado en otras aristas que no necesariamente son físicas, sino también mentales, del alma, entre ellos la oración, la penitencia, la mortificación, el negarse así mismo, la "violencia" que se habla en el Evangelio.

Si no te presenta algo que tú quieres hace tiempo, no se te resuelve una adversidad de hace años, no superas un duelo o muerte de un ser querido, no se te quita una represión injustificada, sino que al contrario, aumentan las tentaciones, o las obsesiones demoníacas, todo ello es para bien, todo esto lo debes tolerar con paciencia, ya que se trata de crecimiento, y esto es aumento de la fe y por tanto, su espera se resume como salvación, la cual trabaja a tu beneficio para la santificación de tu alma, es de allí que debamos ejercitarnos hacia la práctica de la virtud, ya que al no ser pacientes en el combate de los vicios te deja "out" en muchos casos "game over" de la oikonomia predestinada, por esto, que insistamos que el confesarse frecuentemente, arrepentirnos contritamente, a menudo, nos sirve como herramientas valiosas para llegar al objetivo final, haciendo de nuestra vida una permanente metanoia (conversión), por esto la paciencia jugando a favor, se propicia para la lucha de las pasiones y de la concupiscencia, esto, con el fin de no volver a pecar o al menos enmendar nuestros errores, aunque caigas, porque su espera no te lleva al desespera, sino a soportarte según la misericordia de Dios, de allí que Tertuliano lo llame la "madre de la piedad".

Se dice en Guía cristiana para los tiempos actuales: conversaciones con el padre Ambrose (Yurasov), vol. 2, Editorial Sophia, 2009, p. 182, lo siguiente:

“El gran escritor ruso Dostoievski era un gran devoto de la ortodoxia. Pero tenía una debilidad: su pasión por el juego. A menudo viajaba al extranjero y jugaba allí. No había manera de que pudiera escapar de ella. Pero una mañana, en el momento en que despertó, de repente sintió una gran repulsión hacia este juego. Dios se apiadó de él y liberó su alma de esta perniciosa pasión. ¿Por qué? Porque siempre se arrepintió de esta debilidad. Debemos aprender a ser pacientes, sin entristecernos y desesperarnos, luchando siempre con nuestras pasiones, porque: "Las buenas obras y el esfuerzo borrarán todo en nuestra vida".

Por tanto, amigo, hermano, no te desesperes si caes tantas veces en los pecados que una vez te arrepientes contritamente, no desesperes, ten paciencia, ya que las faltas lo que hacen es desordenarte de tus motivos de salvación, más bien levántate y lucha ahora con más fuerzas y furor, pacientemente, tal cual como lo dice San Juan Clímaco: “No te sorprendas de caer cada día; no te rindas, sino mantente firme con valentía. Y con seguridad, el ángel que te guarda honrará tu paciencia”. Todo esto se debe aguantar con "patos", con sufrir no tanto físico (visible), sino psicológico (invisible), lo que significa que la lucha de tus pecados se hace desde el plano mental, es decir, almatico, sobre todo cuando se trata de impurezas, que llevaron años arraigadas en tu psyche, y que no se pueden ahora pretender quitar en un instante, debemos ser prudentes, sensatos, si es queremos imitar según nuestras capacidades/condiciones las vida de Jesucristo, cargando nuestra propia cruz, siendo en últimas un colaborador del Reino de Dios, pero solo se consigue siendo perseverantes, constantes, pacientes en los sufrimientos, y adversidades que se nos presenta.

Es normal que quien entra a trabajar en el servicio de Dios (Serviam Deus), sufra tentaciones (hasta elevadas) hasta incluso caiga muchas veces, sin que esto implique restar progresos, cada vez que alcanzas algún grado de santidad aun mayor, o digamos de justicia, los demonios lo ven, y se sienten en derecho (abuso jurídico) de combatirla para arrastra hacia ellos una obediencia irregular (de su voluntad), y esto lo hacen por odio, por ello que debamos esforzarnos siempre en no caer, pero si alguna vez lo hacemos, tenemos que soportar con paciencia y someternos a la voluntad de Dios, implorando nuevamente su misericordia, para ser restablecido el orden divino en nuestras vidas, con esfuerzo, contritamente ante la confesión sacramental, ya decía San Juan Bosco, "una hora de paciencia vale más que un día de ayuno", ya que se trata de resistir, dificultades con humildad/mansedumbre, en favor de la "Crux Sacra" precisando la cizaña y arrancándola con la perseverancia, con la disciplina de los sacramentos y de la oración, como de la ascesis

Cuando veas que las cosas caminan mal y no salen como pretender, debes tener paciencia, no trates de desesperarse, que puede que estas siendo probado, en todo caso no dejes que el miedo se apodere de ti, sea que tenga tentaciones fuertes, obsesiones, u otra asechanza, sea lo que sea sufre pacientemente volviendo a Dios con la confesión (no te quedes callado ante tu confesor y guía espiritual, ¡denuncia!) y de más sacramentos (entre ellos la comunión), y la oración (en versión hesicasta), no cedas ante los planes del enemigo, que es lo que quiere tratar de hacer para condenarte, no abandones nunca el combate, aunque creamos que lo perdimos todo, espiritualmente hablando (hasta materialmente), de allí de parecer como una roca edificante, para parecer una fortaleza inexpugnable cada vez que le importa menos estos ataques, no pelees, ora, no te molestes, tranquilízate, porque es esta una de las virtudes que más se ejerce en el Reino Espiritual.

Dice Abba Efrén el Filoteísta: “La enfermedad es un ayuno involuntario. El enfermo cumplirá su ayuno con paciencia y acción de gracias, porque no puede hacer otra cosa”, en este caso nos toca esperar, y no necesariamente "pasivamente" ya que su efecto sería la pereza, sino más bien como decía San Agustín, tratemos de  “seguir adelante cuando el camino es difícil y lento”,  activamente en las tareas, haciendo lo que nos toca según nuestra condición/capacidad, de enfermos, ya sea como miserable pecador o justo, debes ser paciente con tus dolencias, manteniendo la oración, pero también siendo paciente en algunos momentos contigo mismo como con tu prójimo, familiares, amigos, etc, todo esto sirve de abono para ganar réditos en la corona a través de trabajos duros, y el sufrir (pati), por supuesto que es un camino es largo de esfuerzo pero con recompensa, ya que está aunado con fortaleza para las caídas, valentía/coraje en la magnanimidad ante las tribulaciones/adversidades con Dios mismo.

Por esto podemos decir con certeza que Dios quiere que todos seamos pacientes, porque de esto se trata parte de su acción y economía de la salvación, no hay ningún santo ya en el cielo que no lo sea, ni tampoco ningún justo (perfectibilidad) que no lo practique, porque implica sus actos no sólo salvación, sino también perfección, dotado como la cualidad primogénita de la caridad, del amor, de la bondad del Señor, que es el ser paciente porque es eterno y nos las comparte como regalo divino. Cualquiera que quiere ejercerse en esta virtud debe aprovechar al máximo, todo lo que le llegue a su vida por providencia y no por cuenta propia, tal cual como lo indicaba San Juan de Kronstadt: “Soporta voluntariamente la pobreza, las tribulaciones y los trabajos, soporta los insultos, las humillaciones, las imperfecciones del prójimo, los pecados y las malas acciones, si no tienen por objeto dañar a los que le rodean”, debemos cumplir los mandatos, su voluntad, y todo esto debe ir acompañado de mayor oración, limosna, obras, esto da calidad en la virtud, más que cantidad cómo se dice en Romanos 5:3-5 se convierte en una "virtud probada" que refleja esperanza (spes).

De esto es claro responder, aunque no lo entendamos qué de las pruebas, enfermedades, sufrimientos, adversidades, nace la "fuerza del alma" (magnanimidad), y que se lleva a cabo a través de la paciencia, una escuela pura santa (o un curso) que está presente en la "Scientia Crucis", tanto como en la "Scientia amoris", producto directo del amor, de la caridad, bondad de Dios, para salvarnos, ya que con este recurso venceremos al enemigo, a través además de la oración, la penitencia, la mortificación, la ascesis, del cuya virtud se prueba en el fuego, en todas las instancias y circunstancias, ante las injurias, ofensas, calamidades, deseos, pasiones, tentaciones, en todo tipo de condición, capacidad, ya que esta medida para cada uno en la calidad como en la cantidad requerida del trabajo almático que necesitas para tu salvación, dentro de la economía que tiene Dios para ti en el grado de santidad, por ello que haga parte de las virtudes teologales de la fe/caridad/esperanza y así nos lo demuestra Tertuliano en su "Tratado sobre la Paciencia", cuando expresa que este valor "atempera el dolor ante la muerte" (véase, Cap. IX).

Se expresa en libro primero de Tesalonicense 4:13 de las Sagradas Escrituras: “No nos entristezcamos por la muerte de nadie, como los gentiles, que no tienen esperanza" sigue esta pasaje en el mismo son explicando Padre de la Iglesia (no canonizado) anteriormente mencionado que la impaciencia presagia mal de nuestra esperanza y es traición a nuestra fe ya que parte es acción propia de las asechanzas de nuestro enemigo dotado de meras artimañas, de la cual recurre en primera como la "madre de todas las virtudes", por ello que distinga el apologista entre la paciencia del alma y paciencia del cuerpo, como de la llamada paciencia pagana (la falsa) y la cristiana, de estas últimas la primera le llama la diabólica, la segunda santa, de hecho, podemos hablar incluso de la Paciencia de Dios para con nosotros, en el aguante, de nuestros vicios (gula, lujuria, fornicación o de la iniquidad en sí) de allí que vea nuevamente este valor como la "Madre de la misericordia".

Como vemos, de la virtud de la paciencia podemos sacar muchas enseñanzas (véase San Cipriano en "De Bono Patientia", cual lo relaciona también con el amor y la humilitas), conjugaciones conceptuales, pero ante todo persistencia, lucha ante el dolor, el sufrimiento, de la tribulación, la adversidad, y demás sustantivos, se muestra en todo caso cierta impasibilidad, "apatheia", que debe derivar un "epoché" ante el juicio (toma de decisiones) o reacción, en la adquisición del conocimiento de ti mismo, y por tanto del divino, que se nos muestra de esta manera, como virtud de los fuertes, del cual impregna en el carácter, temperamento de la persona (para Séneca hace parte del "coraje"), en la forma de responder ante esos hechos involuntarios, es decir, acogiendo sin tanta murmuración, enojo, reproche, sino con resiliencia, sabiduría, del cual describe la fuerza del alma (magnanimidad) de lo que quiere la providencia divina para ti, del cual se ejercita siempre voluntaria pero más involuntariamente (véase, Pastor Hermas, del cual destaca este valor como propio de la perfección y del hombre virtuoso para llegar a la salvación), estrechamente vinculado con las tres (3) virtudes teologales ya mencionadas, aunque gradualmente.

San Agustín, igual que los distintos Padres de la Iglesia cree que la paciencia (con un libro de igual nombre: “De patientia”) es una virtud que se ejerce por el libre albedrío pero que puede llevar a la soberbia u orgullo, por eso es que consigna que el paciente lo debe ser por "divina gracia" (providencia divina), que es la ideal, es decir la santa, del cual su abono se da por el amor, es decir por la caridad  para con nosotros, lo mismo lo predica el doctor Santo Tomas de Aquino, cuya fuerza va irradiada no sólo en el don de la fortaleza para soportar cualquier mal o asechanza del maligno, sino para sufrir en la construcción del bien propio y ajeno, haciendo crecer el estado almático. Explícitamente expresa lo siguiente el Obispo de Hipona del cual lo dispone únicamente la verdadera como un “don o regalo de Dios” no del hombre sino de la Santísima Trinidad, llamándola como la “caridad de la fortaleza de los justos” (véase cap. XVII), es decir de la gracia teologal en vías a la santificación. Veamos. 

“La virtud del alma que se llama paciencia es un don de Dios tan grande, que Él mismo, que nos la otorga, pone de relieve la suya, cuando aguarda a los malos hasta que se corrijan. Así, aunque Dios nada puede padecer, y el término paciencia se deriva de padecer (patientia, a patiendo), no solo creemos firmemente que Dios es paciente, sino que también lo confesamos para nuestra salvación”.

“Así pues, aunque la paciencia sea una virtud del espíritu, el alma ha de practicarla tanto en sí misma como en su cuerpo. En sí misma se practica la paciencia cuando, mientras el cuerpo permanece ileso e intacto y se lo incita a una acción desafortunada, como una torpeza de obra o se le invita de palabra a ejecutar o decir algo que no es conveniente o decente, y sufre con paciencia todos los males para no cometer mal alguno de palabra o de obra”.

“El santo Job toleró a este demonio cuando fue atormentado con ambas tentaciones, pero en ambas salió victorioso con el vigor constante de la paciencia y con las armas de la piedad. Más cauto fue Job en los dolores que Adán entre flores. Toleró en su carne los propios dolores, y en su corazón los ajenos errores. A la esposa corrigió en su insensatez, y a los amigos enseñó la sapiencia, y en todo conservó la paciencia”.

Hermanos, lo escrito, escrito está, para preservar hasta el final debemos ejercitarnos en la paciencia no por nuestros méritos esencialmente sino para salvarnos, según nuestras capacidades/condiciones, aprendiendo a morir (memento mori) es una herramienta clave para acordarnos de lo que debemos hacer, aún más sabiendo hacer las cosas se nos vuelve mas fácil trabajarlas, por la fortaleza, esto, en favor de los propósitos del reino de Dios, por tanto, debemos aprovechar entonces nuestros talentos/habilidades, indistintamente de nuestra edad para desarrollar lo aprendido y tener mucha paciencia de los frutos conseguidos o a conseguir, ya que el que no es paciente, podemos decirlo con casi certeza no se salvará o al menos sufrirá mucho, y no para bien, sino para mal, y esta misma vida que tenemos los que nos permite aprovecharla para poder así llegar a ser inteligente o mejor, sabio, por tanto, esforcémonos a ser valientes, magnánimos con humildad, mansedumbre, pero sobre todo tomando nuestra alma en camino a la formación en la "patientia" de lo que han hechos los justos y luego de los santos, repliquémoslo, como ellos lo hicieron con Jesucristo.