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9 de febrero de 2025

LA UTILIDAD DEL SUFRIMIENTO


“Pues el hombre nace para la aflicción [sufrir], como las chispas vuelan hacia arriba.
[...]. Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre; por medio del dolor lo hace entender”.
Job 36:15; Job 5:7

“No deben ser considerados valientes los que más heridas reciben, sino los que más sufren por ellas”.
San Ambrosio

“La justicia de los mártires es perfecta, porque alcanzaron la perfección al sufrir la pasión. Por esta razón no se ora por ellos en la Iglesia. Se ora por otros fieles difuntos, pero no por los mártires; tan perfectos salieron de esta vida que no son nuestros protegidos, sino nuestros protectores”.
San Agustín

Mario Felipe Daza Pérez

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Hemos escrito en otras entradas sobre la paciencia, del cual se origina la etimología de “pati” que significa en sí mismo sufrir, por tanto, si la primera palabra está referido al tiempo esperado de soportar las adversidades, el segundo es el dolor en sí mismo del acontecimiento, ya no tanto la capacidad para retener ese hecho, por ejemplo, una enfermedad con fortaleza, siendo por tanto esta última el germen para el aguante, ya decía Tolstoi, “Busca en el sufrimiento la semilla de tu futuro crecimiento espiritual”, ya que sin su ejercicio no puede haber paciencia, pero si que puede haber sufrimiento o dolor sin paciencia, pero no es lo ideal, ya decía San Serafín de Sarov, “Si el Señor permite al hombre experimentar enfermedades, también le dará el poder de la paciencia”, también, “por medio de la enfermedad, el hombre se recupera a sí mismo”, esto, siempre y cuando venga de Él, y no de nosotros mismos.

Dice San Pedro Damián, “La mejor penitencia es tener paciencia con los dolores que Dios permite”, igual como hacemos penitencia ya sea con nuestros deberes diarios, las oraciones que hacemos día a día, el ayuno, la mortificaciones, que pueden entrar todos ellos dentro de este género, el fin de todo además, de los otros medios que se consiguen de la gracia es el ejercitar al “hombre paciente”, ahora del cual de viene con sufrimiento, no necesariamente físico, como las enfermedades, la pobreza, entre otros, sino en muchos casos psicológicos (almaticos), y espirituales, del cual creemos que este último es más importante, como lo puede para mencionar un ejemplo, el abandono de la gracia, el retiro de un don, como el de la fortaleza, etc, puede pasar no porque lo hayas perdido en sí, sino porque hace parte de los mismos ejercicios ascéticos que Dios tiene para ti en esta vida de combate, lucha.

Si bien podemos reducir el sufrimiento, muchas veces no lo podemos eliminar, hasta en otras ocasiones (que son muchas para muchos) se deben tomar para toda la vida, como lo puede ser la pérdida de un ser querido, el maltrato sistemático que se tuvo de niño, el abuso sexual que sufrió alguien cuando joven, que a la postre es un mal, pero que Dios dentro de este sufrir saca provecho, para su hijo, como para el prójimo, y lo permite, no porque sea vengativo, ni injusto, al contrario porque con ello contribuye al orden de las cosas, al restablecimiento de las leyes divinas, como racionales del hombre, de este modo podemos decir que existe una ética como una fe centrada en el sufrir con paciencia, del cual todo hombre debe educarse según su condición y capacidad.

Existe una falacia recurrente de la psicología sobre todo que se repite muchas veces del menciona que “el sufrimiento es opcional, electivo y el dolor inevitable”, y esto es mendaz, tanto el uno como el otro puede ser temporal, permanente, como parcial o total, sin que en algunas ocasiones se puede escoger lo uno lo otro, otra cosa, es que se sobrelleve, se domine, como la concupiscencia, que no se puede eliminar, sino aguantar, ordenar, a través de la fortaleza, ya sea humana, pero más que todo divina, esta última sacude cualquier residuo remanente que la Santísima Trinidad accede. Por ello es que el ser fuerte no solo es una elección sino una capacidad que se adquiere con la paciencia, prioritariamente en el ámbito mental, traslúcido en el alma, y en el espíritu más que en el cuerpo, del cual este último se le achaca el dolor que también puede ser psicológico y no solo físico.

El sufrimiento dentro de la paciencia requiere pruebas, como si se tratara de un test (solo cuando es mandado por Dios) no ocasionado por uno mismo, por tanto, en cada tribulación, adversidad, El, sabrá hasta qué punto podrás soportarlo, para un bien en sí mismo, ya sea para adquirir humildad, caridad, mansedumbre, etc. Una madre que llora frente a su hijo que ha muerto no solo sufre un dolor, que puede ser temporal o permanente, interno (almático) sino que también sufre así no quiera, toda la vida, por mucho que diga, que lo ha colmado, lo controla con la fortaleza que ha tenido, según su condición de vida, pero sobre todo con el don de paciencia que le ha dado Dios como regalo divino, se dice en Santiago 5:10-11: “Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso”.

El sufrimiento es útil siempre y cuando lo sepamos llevar, sea emocional, físico, espiritual, como se quiera, pensemos cuando creemos que Dios no nos escucha, eso es sufrir, sin ningún tipo de dolor, en cambio cuando estamos adoloridos por las rodilla debido a la vejez, eso puede que no sea sufrimiento, sino un malestar, así podemos predicar de otras limitaciones, por tanto, muchas veces el “suffere” viene más de adentro que de afuera, como lo es en algunas veces la ansiedad, la depresión, como también los males que causan los pecados, las pasiones, por no querer tal cosa, lo que entra es la desesperación, las pasiones, los vicios, como la tristeza o la pereza, por esto es que el sufrimiento puede ser malo, o diabólico, y no necesariamente santo ni benigno, en todo caso el alma se afecta negativa o positivamente y por tanto la conciencia y sus partes. Ya decía el Elder o Anciano Efrén: “El hombre es el rey de la creación, pero su corona está tejida de espinas”.

Como decía C.S Lewis, el sufrimiento puede ser curación siempre y cuando sepamos cómo utilizarlo (véase, “El problema del dolor”), por tanto, no podemos sufrir por sufrir, sino saberlo hacer para una utilidad (medio), entre ellas conseguir o maximizar la humildad, que es lo que quiere Dios, no para volvernos mayormente soberbio, sino el “saber ser sufrido”, por ello es que en este valor está encerrado una “sabiduría del dolor” que lleva a esta virtud del “pati”, si se le puede llamar así, que trae valentía, por quien sufre, recibe heridas, cicatrices, no porque las puedes eliminar sino que las aguantas con fortaleza, hasta que cesan, es el poder soportarlo con magnanimidad, ya decía Publio Siro, “No es fácil combinar el sufrimiento con la sabiduría”, pensemos el caso extremo de los campos de concentración, las víctimas sufrieron no solo en cuerpo sino también en alma, según su condición o capacidad de aguante, esto es una de las consideraciones que hace Victor Frankl, dentro de la corriente creada como logoterapia.

El sufrimiento bien llevado, sea de la condición que sea, lleva a la victoria del alma, a alcanzar virtudes o maximizarlas del cual se encuentra atascado, pensemos en Job, y su comprensión del dolor y del sufrimiento, no tanto de sus amigos, que estaban disparatados. Siendo esto un misterio como lo expresaba San Agustín, su mayor embate es que crea humildad, o la engrandece para el hombre, por tanto, a pesar de que el hombre la evita, el dolor y el sufrir se unen como comunión personal, para derrotar el placer temporal, de la cual se traduce como un acercamiento a Dios, y un combate de la negligencia, el olvido como de la concupiscencia. Debemos tener claro que no toda enfermedad proviene de Dios, puede que la provoquemos nosotros mismos, con los malos hábitos o el demonio, y aun así se puede sacar provecho humillándonos, pero esto no es tan querido por la Santísima Trinidad, ya que la cuestión es que la acción siempre provenga de su voluntad no de la tuya para que tenga réditos, y así es que ganas experiencias, obras, frutos mayormente, coronas fortalecidas.

¿Cuál es el fin de todo esto? A pesar de ser un misterio, nos atrevemos a decir que por es purificación, ya que el hombre es concupiscente por naturaleza, y nace lastimado, por tanto, es deber del hombre esforzarse para permitir que por la gracia se limpie de toda impureza, entre estos motivos, están como medios además de la penitencias que hacemos voluntariamente, las que son involuntarias, entre ellas las tribulaciones, adversidades, pobreza voluntarias/involuntarias, enfermedades, llamadas desgracias (benignas) que puede que para el alma no lo sea, eso nunca lo vamos a comprender, en todo caso todo tiene un propósito especial que es la expiación de los pecados, de allí que ante el sufrimiento como puente para estos beneficios, incluyendo el dolor que suele ser más temporal como semilla para la primera.

El sufrimiento del verdadero cristiano, puede decirse que es mayor que es de los demás, porque no solo carga con las generalidades de los dolores, sino también que conlleva la penitencia, las mortificaciones, el rechazo del mundo, de los placeres, y combate en contra la naturaleza caída como de los demonios que le atormentan, y mas esta época que está dotado además de un hiperacionalismo, consumismo, hedonismo, una destrucción a través de la psicología del alma, como el debilitamiento del espíritu por medio de la carne, en cambio su cruz tallada especialmente a la medida, es un gran regalo de Dios, de colaboración al Reino de Dios, del cual tendrá su recompensa, dotado de una corona hecha para ese soldado, atleta que combatió contra la podredumbre.

Algo que aclarar es que el sufrimiento en sí mismo no es querido por Dios, en ningún momento es un bien en sí mismo, sino que se ha convertido en un medio para la purificación del hombre en su caída, del cual se hace útil para convertirlo además para salvarlo, en principio no está destinado como un plan de Dios definitivo, ni principal, sino temporal tomado como un trampolín del cual figura mientras viva el hombre en la tierra, del que se surte después de su arremetida, desde luego que concibe la “naturaleza adámica”, de lo que ha hecho también con diferentes modos, como lo fue con la entrega de su cuerpo, sangre y llagas, como redención total, los martirios de los santos, el ascetismo de los monjes, etc, en esto está la colaboración/esfuerzo que hagamos de este misterio divino, del que se surte con el sufrir, el dolor, el lagrimeo, arrepentimiento, las enfermedades físicas o psicológicas, siempre en utilidad de quien las aprovecha

Entiendan hermanos, que por mucho que se ejerciten, tomemos vitaminas, nos nutramos, tenemos un cuerpo corrupto, que a la larga se va desgastando, no en cambio el alma, que es el fin del ser humano, para alcanzar la perfección de la santidad, que en parte se consigue acá en la tierra, y otra en proceso de la purificación que se tenga, dentro de la “ascensión de la escalera divina” o bien sea en el purgatorio, todo ello según el plan divino de la Santísima Trinidad, todo esto por la senda del progreso espiritual que es ilimitado del cual está ceñido con la fortaleza ya anteriormente mencionado, en la magnanimidad y la paciencia, por esto es que como medios nos sirve para limpiar nuestra impurezas no por el esfuerzo en sí mismo, que vale, sino porque a través de ellos llega la gracia de Dios, como recompensa, dice Marcos el Asceta: “en los dolores [sufrimientos] involuntarios reside la misericordia de Dios, que atrae al arrepentimiento a quien los soporta”.

San Agustín, en el sermón 254 y 285 expresa lo siguiente [en ese orden]:

“La tristeza según Dios obra la penitencia saludable, de la que jamás hay que arrepentirse. A quien está triste según Dios le vuelve triste el arrepentimiento por sus pecados. La tristeza que nace de la propia maldad con el sufrimiento engendra la justicia. Ante todo, ha de desagradarte lo que eres para poder ser lo que no eres. La tristeza según Dios -dice- obra la penitencia saludable, de que jamás hay que arrepentirse. Penitencia saludable, dijo. ¿De qué salud se trata? De la que nunca puedes arrepentirte. Llevamos una vida de la que debemos arrepentirnos; llevamos una vida de la que hubimos de arrepentirnos, pero no podemos llegar a la vida que no requiere arrepentimiento si no es a través del arrepentimiento por la mala vida”.

“No es la pena, sino la causa, lo que hace a uno mártir de Dios. Dios se deleita con nuestra justicia, no con los tormentos que sufrimos. Y en el momento del juicio del Dios omnipotente y veraz no se pregunta por lo que uno haya sufrido, sino por qué lo ha sufrido. El que podamos signarnos con la cruz del Señor no lo debemos al sufrimiento del Señor, sino al motivo del mismo”.

El sufrimiento es útil si lo soportamos estoicamente (como adjetivo) pero mejor “cristianamente”, liberándonos de las pasiones, y de aquel hombre viejo que tanto nos persigue, de los pecados, los vicios. El sufrir involuntaria e útilmente es camino correcto a seguir que es aguantado espiritualmente por cada uno, esto, para que sea tomado en virtud, conforme a la divina voluntad, del cual se convierten en medios para alcanzar la gracia del Espíritu Santo (fin último), una vía ascética hacia la verdad y la vida, que no debe ser buscados ni deseado, ya que es hasta peligroso, por ser muchas veces un obstáculo para santidad, debido a que se permitirá a que llegue la negligencia o el olvido de Dios, como quien comete una falta contra la pureza, no solo daña su proceso sino que causa un sufrimiento innecesario para el alma producto de su voluntad pecaminosa/orgullosa del cual perjudica a otros creando escándalo al no conseguir la humillación.

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