Páginas

Mostrando entradas con la etiqueta enemigos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta enemigos. Mostrar todas las entradas

23 de febrero de 2025

¿SE PUEDE LLEGAR AMAR A LOS ENEMIGOS?


“Si Dios esperó con paciencia a los impíos, ¿Quién eres tú para odiarlos? No debes odiar al hereje, sino su herejía; no al blasfemo, sino su blasfemia”
Juan Crisóstomo, Homilía sobre Romanos, 7

“Según amemos y perdonemos a nuestro prójimo [enemigos], así seremos juzgados”

Mario Felipe Daza Pérez

Puedes descargar este artículo en Word o Pdf, aquí

Muchos pensaran que el enemigo solo es ese sujeto que nos ha hecho daño, o aquel grupo sinvergüenza que está dañándonos a cada rato, o de esas personas malas que sabemos cómo están llevando las cosas y que nos afectan mancomunadamente, pensemos en quienes atacan por dentro y afuera la Piedras Edificadas por Cristo (Iglesia), quien comenzó Pedro (Cefas) y siguen sus sucesores. Tenemos claro de los problemas que se están presentando adentro por la falta de tradición [ortodoxia], esto no es óbice para dejar de orar por la situación ni tampoco de seguir combatiendo, el beneficioso de todo esto es querer el bien inclusive de quienes nos molestan/agravian, que en todo caso es voluntad de Dios su permisión, y esto nos debes afectar, sea en la salud de un hermano o su muerte, sea quien sea, nos debe doler, aun suponiéndonos como "enemigos", ya que todos los hombres somos iguales en creación, ya decía San Silouan el Athonita, “ama a tu prójimo, porque es nuestra vida, el otro siempre vas a ser tú”, y eso es lo que quiere Jesús que repliques en todos lados.

“Quien ama a sus enemigos, se ama asi mismo en plenitud”, incluso aprender a amar ya es perfeccionar la caridad como una virtud que viene de Dios mismo, del cual no solo perdona pecados, y se arrepiente, sino que se edifica espiritualmente hablando en todo el sentido de la palabra, en resumen, todo en el reino espiritual se basa en el ladrillo del amor que es la humildad que es la sal del hombre virtuoso. Muchos podrán pensar equivocadamente que el “enemigo” es el diablo, pues sí, eso dice los santos que debemos tenerlo como tal, aun así, es Dios quien lo reprende, no nosotros, otros dirán que son los mismos humanos, pues no, ya que somos hermanos, de la misma naturaleza, por tanto, si alguien nos tiene odio, aunque sea muy difícil de reconocer en nuestro caso debemos hacer algo para que eso se resuelva, y si no, se lo dejamos en manos de la Santísima Trinidad, como de la Reina y Madre, Maria.

El enemigo no es solo quien te tiene ganas de matar, o quien te injuria, sino que puede estar en tu mismo hogar, puede ser tu pareja, hijo, o en este caso alguna autoridad, por eso que toque orar por ellos, porque esto no solo aumenta la humildad, sino que trae muchas bendiciones para ti como ejercicio piadoso/justo, así que quien discute contigo puede volverse tu acusador (satán), contrincante en ese momento u otro episodio, y por tanto, es tu deber como cristiano apaciguar las aguas, y rezar/obrar por él, para mejorar a su vez las relaciones con Dios, y demostrar de que estas hecho (fortaleza), como hombre en Cristo y que respondes como el Santo Job con amor, ya que la relación con la Santísima Trinidad solo se da por caridad.

Una de las cosas por tener en cuenta en este aspecto y del porque en el Evangelio Cristo manda a amar a los enemigos y como bienaventuranza, no solo es por humildad, es porque él personalmente no tiene enemigos porque es Dios, además de comprender la situación que pasa en todo los demás humanos (psyche), sean ya ignorantes, negligentes, olvidadizos, en todo caso, somos materias concupiscentes, que no sabemos que el verdadero mal, se esconde en el maligno en su personificación, por esto además que nos haya pedido que pidiéramos perdón por todo, aunque no hayamos tenido la culpa, lo mismo el arrepentirnos sin fin es esencial, no en si por el otro sino por ti mismo, para la salvación, ya que te impide además de purificarse por limpiarte en cuerpo y alma, en consecuención de un corazón puro.

Podrán decir los hermanos, que eso piensas tú porque vives acomodado o el otro porque no hace nada, llegan a preguntarse analices eso porque a ti no han asesinado toda la familia, o porque no te ha sucedido tal acontecimiento, diríamos que eso no tiene nada que ver, porque en cuanto a más hechos te pasan, más humildad debes de tener y todo el comportamiento contrario debes confrontar frente a quien te lo hace, y es la venganza perfecta (en el buen sentido) en el reino espiritual, no se trata de no hacer nada, sino de perdonar, obrar piadosa/justamente, y en caso de proseguir, dejar la justicia en manos de Dios, Él lo decide todo, no nosotros, realmente no conocemos los corazones de las otras personas, a menos que tengamos el carisma de la cardiognosis, que muy probablemente nadie lo tendrá porque sí, a menos que la Santísima Trinidad a través del Espíritu Santo, así lo quiera.

Resulta que es tan importante “amar a los enemigos” tan así que el cristianismo es la única religión que lo manda hacer, no solo como modelo de vida, sino como mandamiento divino, y esto es otra las razones para considerar la ortodoxia católica como la única religión verdadera, de hecho, es un cambio celestial que no se concibe ni siquiera en el antiguo testamento (se apalabra solamente a la misericordia y no del enemigo como del perdón, recordemos al Rey David cuando tiene piedad de Saúl). Podemos tener caridad frente a algunos de como dar de comer, de no desearle el mal a otro pero no de “amar” a quién nos hace daño, de todo esto resulta necesario además sentir compasión y alegría cuando tenemos al enemigo con nosotros de nuestro lado, ya que así podemos ser nosotros mismos cuando nos comportamos mal, ya sea con la esposa, novia, amigos, desconocido, cualquiera de ellos puede ser uno, cuando pase eso recordemos la Oración de Jesús o el Padre Nuestro, sobre todo el aparte que dice: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Dice San Agustín, en el Sermón 56 en este tema, lo siguiente:

“Con todo, no os parezca imposible; yo sé, yo conozco, yo he comprobado que existen cristianos que aman a sus enemigos. Si os parece imposible, no lo hagáis. Pues ¿Qué provecho sacas del mal de tu enemigo? Si no tuviera mal ninguno, tampoco sería tu enemigo. Deséale el bien: si pone fin al mal, dejará de ser enemigo tuyo. ¿Acaso es tu enemigo porque posee alma y carne? Es lo mismo que tú: tú tienes alma, él también la tiene: tienes carne, él también. Los dos primeros hombres, Adán y Eva, fueron nuestros padres. Él es el padre, ella la madre; en consecuencia, somos hermanos. Dejemos de lado el primer origen. Dios es nuestro Padre, la Iglesia es nuestra Madre. Por tanto, somos hermanos. «Pero mi enemigo es pagano, es judío o hereje». ¡Oh Iglesia! Tu enemigo es pagano, o judío, o hereje: es tierra. Si tú eres cielo, invoca al Padre que está en los cielos y ora por tus enemigos. Porque también Saulo era enemigo de la Iglesia; aun así [la Iglesia] oró por él y se convirtió en amigo. No solo dejó de ser perseguidor, sino que se esforzó por ser una ayuda. Y si buscas la verdad, se oró contra él; pero contra su maldad, no contra su naturaleza. Ora también tú contra la maldad de tu enemigo; muera ella, y viva él. Pues si llega a morir tu enemigo, te parecerá haberte quedado sin enemigo, pero tampoco habrás hallado un amigo. Si, en cambio, muere su maldad, has encontrado también un amigo”.

El amar a nuestros enemigos no es fácil y por tanto es un esfuerzo enorme, que se requiere hacer frente a las personas que no valoramos, no pasa lo mismo frente a los demonios, con la excepción que podamos tener de los ataques de los blasfemos, impíos que van en contra de Dios directamente existen ciertas flexibilidades en cuestión de justicia pero por sus actos no por su condición de persona, por ello que Jesús utiliza dentro de sus parábola para ampliar este amor, a los samaritanos que eran profundamente odiados pero aun así ayudaron, de hecho, se dice que es el acto más difícil de sostener, e incluso de lo que podría ser los “pecados de carne” (carnales), esto, debido a que nuestros caídas espirituales, concupiscentes que tenemos desde la naturaleza adámicas se encuentra lastimada, es por esto que debemos orar por ellos y por todos los hombres, así nos caigan mal, esto traería mayores bendiciones para tu vida, cuando lo haces, por la humanidad (hijo del hombre), por lo divino (hijo de Dios), en torno a su corrección, no su represión.

Si uno se pone analizar bien, puede hasta incluso sacar beneficios de los enemigos, que de los necios de los amigos, ya que dicen a menudo la verdad en nuestras caras, de lo que te puede molestar o de lo que ellos quieren decirte para herirte, que como buen cristiano no solo lo debes tomar como algo positivo, sino edificador, como ejemplo, digamos que te digan “gordo/a asqueroso”, para un insensato, le molestará el comentario, pero a un sabio y temeroso de Dios, le agradará no solo por la injuria (gloria, corona) en sí que debe soportar, sino porque está fomentando una situación que puede ser verdad, de lo que debes hacer que ni siquiera tus familiares te han dicho, por tanto debes rebajar y perder grasa, de este modo no solo lo escuchas, sino que tomas sus consejos, aprendiendo de él, pero en sentido contrario (virtuoso), como diría Aristóteles, “los hombres sabios aprenden muchos de sus enemigos”: ¿entonces porque no amar a este tipo de personas?

El mandato de “amar a nuestros enemigos” se puede tomar como una escisión en el sentido in extremis de lo que sería el “amar el prójimo” que como hemos decantado ninguna religión ni espiritualidad la tiene como propio, solo el cristianismo, de allí que este concepto, bienaventuranza, hasta modelo de vida, deba ser aprendido como ejercicio no solo piadoso sino de justicia, aunque no lo queramos ver así, de esto se desprende además que no hay “enemigo pequeño”, por muy tonta que veamos una persona esa es la que nos puede hundir o salvar, por ello que no debamos partir de las apariencia, el ideal deberá ser siempre de tratar a todos por igual en dignidad como persona. Hasta incluso podemos tener enemistades ocultas, que no sabemos, y por esto, es que debemos ser concernientes de la situación, hagamos más bien que estos se vuelvan en nuestros amigos, aun sin saberlo, de esto se toma que, a los herejes, cismáticos, se aman, pero no su error, no su por sus faltas, ni por sus conductas sino como hombres que pueden ser sanados por Dios.

Por último, si bien Cristo mandó a “amar a los enemigos”, existen ciertos casos de excepción que nos puede remitir los Padres o Doctores de la Iglesia, entre ellos San Agustina, Santo Tomas o San Bernardo (véase, De Laude Novae Militiae) como para citar unos ejemplos, y esto se presenta en casos particulares, que por eso no tomamos aquí generalmente, pero que tiene su eco en la defensa del cristiano, como del que puede partir el tema de la “guerra justa”, o en su defecto cuando está de por medio la virtud de la “justicia”, como “orden” también “disciplinario” de las cosas divinas, pensemos en la legítima defensa. Podemos mucho querer el bien del otro, incluso de quien nos desagrada, pero en todo caso debemos defender la vida, la del tercero o la del bien común, debemos siempre resistir al mal (katejon), como al maligno (armas espirituales), y esto se hace con la corrección de lo que resulta dañino para la comunidad (ecclesia), o de peligro (como los heréticos), pensemos en el tema también de los cruzados (acción defensiva). El rechazo de injusticia siempre debe tomarse en protección de los más afectados/necesitados, sin que se torne personal, por tanto, una cosa es soportar personalmente y otra castigar a los malvados, del cual además es un deber cristiano.