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2 de febrero de 2025

LA PACIENCIA ES UN DON DE DIOS


“Por la paciencia salvaremos nuestra alma”.
Lucas 21:19.

“La paciencia es esperar. No esperar pasivamente, que es pereza. Pero seguir adelante cuando el camino es difícil y lento, eso es paciencia”.
San Agustín

“Es la paciencia la que les revela toda gracia, y es a través de la paciencia como los santos recibieron todo lo que se les prometió”.
San Pacomio el Grande

Mario Felipe Daza Pérez

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Si hay algo que debemos tener identificado como ser humano es la “paciencia”, un valor asociado a la virtud cardinal de la fortaleza, del cual despliega ciertos sentimientos de aguante, sobre todo acomodados al dolor o al sufrimiento, de hecho, si nos vamos a su etimología, demarca una esencia de “sufrir” (pati), por algo o alguien, del cual implica resiliencia que en nuestro caso debe estar apoyado en Dios, en la Santísima Trinidad como de su estructuración de su reino, del cual debe ser de beneficio para nuestros propósitos justos/santos como para el prójimo, aunque suene para los racionalistas un contrasentido. Aristóteles en estos casos se refiere a la "metriopatía" (véase, Ética a Nicómaco) lo que distingue un punto intermedio entre las emociones encontradas por quien está adolorido ya sea por una muerte de un ser querido, alguna enfermedad, situación en específico, etc.

Siendo la paciencia una virtud de gran valor que se debe ejercitar algunos en mayor medida que en otros, y según sus circunstancias, capacidades, condicionales, etc, especificas, como subvalor de la fortaleza, también esta se encuentra inmerso en la prudencia, esto debido a que debemos saber que decisiones tomar frente a los casos de sufrimientos, en especial por esa moderación de las pasiones -pathos- (que también podemos llamar epoché, o a veces de apatheia) del cual se caracteriza de “saber” esperar con calma sin apresuramientos indebidos (toma de decisiones), mejor dicho, se trata de dar tiempo al tiempo, sobre todo cuando las cosas no dependen de nosotros (dicotomía del control) por lo cual se debe mantener la razón, la iluminación de conciencia (oración) y no desesperarse por los acontecimientos, evitando sus tristezas/perezas, pasividades, estados iracundos, por ejemplo, pensemos como lo hizo el santo Job, o en Daniel.

Ser pacientes significa en muchos casos luchar y sufrir, esto, para que haya corona, hace parte su regimiento a unas reglas, las normas que debe aceptar todo atleta para combatir, en esta se recoge la espera de la batalla, el fin donde se nos revela la gracia, lo prometido, al momento de aumentar la fortaleza, también se gradúa este valor en consecuencia con el sufrimiento, para así poder conquistar nuestros vicios, combatir contra el maligno, adquirir mansedumbre, humildad, etc. A medida que crece el entrenamiento también se elevan estos dolores, pequeños o grandes, según su capacidad, cuyo objetivo es tener mayor fe, del cual crece como árbol, y se endurece a raíz de las victorias en las tentaciones (trigos), abusos maliciosos, adversidades, problemas, del cual evoca como última la virtud teologal de la esperanza, es decir de la salvación, cuyo medio fue la perseverancia (paciencia) de la gracia.

Con la paciencia se consiguen muchas cosas, que a la postre son un misterio desde el punto de vista espiritual, del cual nos produce, en todo caso, se resumen en "salvación", dentro de la economía del reino espiritual, es su modalidad de la que hablamos como lo es la verdadera, la santa, no la humana o diabólica, de la que es producido por la tristeza de los bienes temporales, materiales, sino aquello del cual tiene coraje/parresía hacia las cosas de Dios para su consecución y crecimiento almático. De nada sirve ser paciente ante las iniquidades porque es vano, y es peor si te convierte en un colaborador pero del mundo y del plano infernal, por tanto, aquel que quiere unirse a la victoria debe hacerlo con dolores, sufrimiento, lagrimas, cicatrices, humillaciones, todo esto, en "actos pacientes", la cual implica no solo enfermedades (como generalmente se cree), sino también aplicado en otras aristas que no necesariamente son físicas, sino también mentales, del alma, entre ellos la oración, la penitencia, la mortificación, el negarse así mismo, la "violencia" que se habla en el Evangelio.

Si no te presenta algo que tú quieres hace tiempo, no se te resuelve una adversidad de hace años, no superas un duelo o muerte de un ser querido, no se te quita una represión injustificada, sino que al contrario, aumentan las tentaciones, o las obsesiones demoníacas, todo ello es para bien, todo esto lo debes tolerar con paciencia, ya que se trata de crecimiento, y esto es aumento de la fe y por tanto, su espera se resume como salvación, la cual trabaja a tu beneficio para la santificación de tu alma, es de allí que debamos ejercitarnos hacia la práctica de la virtud, ya que al no ser pacientes en el combate de los vicios te deja "out" en muchos casos "game over" de la oikonomia predestinada, por esto, que insistamos que el confesarse frecuentemente, arrepentirnos contritamente, a menudo, nos sirve como herramientas valiosas para llegar al objetivo final, haciendo de nuestra vida una permanente metanoia (conversión), por esto la paciencia jugando a favor, se propicia para la lucha de las pasiones y de la concupiscencia, esto, con el fin de no volver a pecar o al menos enmendar nuestros errores, aunque caigas, porque su espera no te lleva al desespera, sino a soportarte según la misericordia de Dios, de allí que Tertuliano lo llame la "madre de la piedad".

Se dice en Guía cristiana para los tiempos actuales: conversaciones con el padre Ambrose (Yurasov), vol. 2, Editorial Sophia, 2009, p. 182, lo siguiente:

“El gran escritor ruso Dostoievski era un gran devoto de la ortodoxia. Pero tenía una debilidad: su pasión por el juego. A menudo viajaba al extranjero y jugaba allí. No había manera de que pudiera escapar de ella. Pero una mañana, en el momento en que despertó, de repente sintió una gran repulsión hacia este juego. Dios se apiadó de él y liberó su alma de esta perniciosa pasión. ¿Por qué? Porque siempre se arrepintió de esta debilidad. Debemos aprender a ser pacientes, sin entristecernos y desesperarnos, luchando siempre con nuestras pasiones, porque: "Las buenas obras y el esfuerzo borrarán todo en nuestra vida".

Por tanto, amigo, hermano, no te desesperes si caes tantas veces en los pecados que una vez te arrepientes contritamente, no desesperes, ten paciencia, ya que las faltas lo que hacen es desordenarte de tus motivos de salvación, más bien levántate y lucha ahora con más fuerzas y furor, pacientemente, tal cual como lo dice San Juan Clímaco: “No te sorprendas de caer cada día; no te rindas, sino mantente firme con valentía. Y con seguridad, el ángel que te guarda honrará tu paciencia”. Todo esto se debe aguantar con "patos", con sufrir no tanto físico (visible), sino psicológico (invisible), lo que significa que la lucha de tus pecados se hace desde el plano mental, es decir, almatico, sobre todo cuando se trata de impurezas, que llevaron años arraigadas en tu psyche, y que no se pueden ahora pretender quitar en un instante, debemos ser prudentes, sensatos, si es queremos imitar según nuestras capacidades/condiciones las vida de Jesucristo, cargando nuestra propia cruz, siendo en últimas un colaborador del Reino de Dios, pero solo se consigue siendo perseverantes, constantes, pacientes en los sufrimientos, y adversidades que se nos presenta.

Es normal que quien entra a trabajar en el servicio de Dios (Serviam Deus), sufra tentaciones (hasta elevadas) hasta incluso caiga muchas veces, sin que esto implique restar progresos, cada vez que alcanzas algún grado de santidad aun mayor, o digamos de justicia, los demonios lo ven, y se sienten en derecho (abuso jurídico) de combatirla para arrastra hacia ellos una obediencia irregular (de su voluntad), y esto lo hacen por odio, por ello que debamos esforzarnos siempre en no caer, pero si alguna vez lo hacemos, tenemos que soportar con paciencia y someternos a la voluntad de Dios, implorando nuevamente su misericordia, para ser restablecido el orden divino en nuestras vidas, con esfuerzo, contritamente ante la confesión sacramental, ya decía San Juan Bosco, "una hora de paciencia vale más que un día de ayuno", ya que se trata de resistir, dificultades con humildad/mansedumbre, en favor de la "Crux Sacra" precisando la cizaña y arrancándola con la perseverancia, con la disciplina de los sacramentos y de la oración, como de la ascesis

Cuando veas que las cosas caminan mal y no salen como pretender, debes tener paciencia, no trates de desesperarse, que puede que estas siendo probado, en todo caso no dejes que el miedo se apodere de ti, sea que tenga tentaciones fuertes, obsesiones, u otra asechanza, sea lo que sea sufre pacientemente volviendo a Dios con la confesión (no te quedes callado ante tu confesor y guía espiritual, ¡denuncia!) y de más sacramentos (entre ellos la comunión), y la oración (en versión hesicasta), no cedas ante los planes del enemigo, que es lo que quiere tratar de hacer para condenarte, no abandones nunca el combate, aunque creamos que lo perdimos todo, espiritualmente hablando (hasta materialmente), de allí de parecer como una roca edificante, para parecer una fortaleza inexpugnable cada vez que le importa menos estos ataques, no pelees, ora, no te molestes, tranquilízate, porque es esta una de las virtudes que más se ejerce en el Reino Espiritual.

Dice Abba Efrén el Filoteísta: “La enfermedad es un ayuno involuntario. El enfermo cumplirá su ayuno con paciencia y acción de gracias, porque no puede hacer otra cosa”, en este caso nos toca esperar, y no necesariamente "pasivamente" ya que su efecto sería la pereza, sino más bien como decía San Agustín, tratemos de  “seguir adelante cuando el camino es difícil y lento”,  activamente en las tareas, haciendo lo que nos toca según nuestra condición/capacidad, de enfermos, ya sea como miserable pecador o justo, debes ser paciente con tus dolencias, manteniendo la oración, pero también siendo paciente en algunos momentos contigo mismo como con tu prójimo, familiares, amigos, etc, todo esto sirve de abono para ganar réditos en la corona a través de trabajos duros, y el sufrir (pati), por supuesto que es un camino es largo de esfuerzo pero con recompensa, ya que está aunado con fortaleza para las caídas, valentía/coraje en la magnanimidad ante las tribulaciones/adversidades con Dios mismo.

Por esto podemos decir con certeza que Dios quiere que todos seamos pacientes, porque de esto se trata parte de su acción y economía de la salvación, no hay ningún santo ya en el cielo que no lo sea, ni tampoco ningún justo (perfectibilidad) que no lo practique, porque implica sus actos no sólo salvación, sino también perfección, dotado como la cualidad primogénita de la caridad, del amor, de la bondad del Señor, que es el ser paciente porque es eterno y nos las comparte como regalo divino. Cualquiera que quiere ejercerse en esta virtud debe aprovechar al máximo, todo lo que le llegue a su vida por providencia y no por cuenta propia, tal cual como lo indicaba San Juan de Kronstadt: “Soporta voluntariamente la pobreza, las tribulaciones y los trabajos, soporta los insultos, las humillaciones, las imperfecciones del prójimo, los pecados y las malas acciones, si no tienen por objeto dañar a los que le rodean”, debemos cumplir los mandatos, su voluntad, y todo esto debe ir acompañado de mayor oración, limosna, obras, esto da calidad en la virtud, más que cantidad cómo se dice en Romanos 5:3-5 se convierte en una "virtud probada" que refleja esperanza (spes).

De esto es claro responder, aunque no lo entendamos qué de las pruebas, enfermedades, sufrimientos, adversidades, nace la "fuerza del alma" (magnanimidad), y que se lleva a cabo a través de la paciencia, una escuela pura santa (o un curso) que está presente en la "Scientia Crucis", tanto como en la "Scientia amoris", producto directo del amor, de la caridad, bondad de Dios, para salvarnos, ya que con este recurso venceremos al enemigo, a través además de la oración, la penitencia, la mortificación, la ascesis, del cuya virtud se prueba en el fuego, en todas las instancias y circunstancias, ante las injurias, ofensas, calamidades, deseos, pasiones, tentaciones, en todo tipo de condición, capacidad, ya que esta medida para cada uno en la calidad como en la cantidad requerida del trabajo almático que necesitas para tu salvación, dentro de la economía que tiene Dios para ti en el grado de santidad, por ello que haga parte de las virtudes teologales de la fe/caridad/esperanza y así nos lo demuestra Tertuliano en su "Tratado sobre la Paciencia", cuando expresa que este valor "atempera el dolor ante la muerte" (véase, Cap. IX).

Se expresa en libro primero de Tesalonicense 4:13 de las Sagradas Escrituras: “No nos entristezcamos por la muerte de nadie, como los gentiles, que no tienen esperanza" sigue esta pasaje en el mismo son explicando Padre de la Iglesia (no canonizado) anteriormente mencionado que la impaciencia presagia mal de nuestra esperanza y es traición a nuestra fe ya que parte es acción propia de las asechanzas de nuestro enemigo dotado de meras artimañas, de la cual recurre en primera como la "madre de todas las virtudes", por ello que distinga el apologista entre la paciencia del alma y paciencia del cuerpo, como de la llamada paciencia pagana (la falsa) y la cristiana, de estas últimas la primera le llama la diabólica, la segunda santa, de hecho, podemos hablar incluso de la Paciencia de Dios para con nosotros, en el aguante, de nuestros vicios (gula, lujuria, fornicación o de la iniquidad en sí) de allí que vea nuevamente este valor como la "Madre de la misericordia".

Como vemos, de la virtud de la paciencia podemos sacar muchas enseñanzas (véase San Cipriano en "De Bono Patientia", cual lo relaciona también con el amor y la humilitas), conjugaciones conceptuales, pero ante todo persistencia, lucha ante el dolor, el sufrimiento, de la tribulación, la adversidad, y demás sustantivos, se muestra en todo caso cierta impasibilidad, "apatheia", que debe derivar un "epoché" ante el juicio (toma de decisiones) o reacción, en la adquisición del conocimiento de ti mismo, y por tanto del divino, que se nos muestra de esta manera, como virtud de los fuertes, del cual impregna en el carácter, temperamento de la persona (para Séneca hace parte del "coraje"), en la forma de responder ante esos hechos involuntarios, es decir, acogiendo sin tanta murmuración, enojo, reproche, sino con resiliencia, sabiduría, del cual describe la fuerza del alma (magnanimidad) de lo que quiere la providencia divina para ti, del cual se ejercita siempre voluntaria pero más involuntariamente (véase, Pastor Hermas, del cual destaca este valor como propio de la perfección y del hombre virtuoso para llegar a la salvación), estrechamente vinculado con las tres (3) virtudes teologales ya mencionadas, aunque gradualmente.

San Agustín, igual que los distintos Padres de la Iglesia cree que la paciencia (con un libro de igual nombre: “De patientia”) es una virtud que se ejerce por el libre albedrío pero que puede llevar a la soberbia u orgullo, por eso es que consigna que el paciente lo debe ser por "divina gracia" (providencia divina), que es la ideal, es decir la santa, del cual su abono se da por el amor, es decir por la caridad  para con nosotros, lo mismo lo predica el doctor Santo Tomas de Aquino, cuya fuerza va irradiada no sólo en el don de la fortaleza para soportar cualquier mal o asechanza del maligno, sino para sufrir en la construcción del bien propio y ajeno, haciendo crecer el estado almático. Explícitamente expresa lo siguiente el Obispo de Hipona del cual lo dispone únicamente la verdadera como un “don o regalo de Dios” no del hombre sino de la Santísima Trinidad, llamándola como la “caridad de la fortaleza de los justos” (véase cap. XVII), es decir de la gracia teologal en vías a la santificación. Veamos. 

“La virtud del alma que se llama paciencia es un don de Dios tan grande, que Él mismo, que nos la otorga, pone de relieve la suya, cuando aguarda a los malos hasta que se corrijan. Así, aunque Dios nada puede padecer, y el término paciencia se deriva de padecer (patientia, a patiendo), no solo creemos firmemente que Dios es paciente, sino que también lo confesamos para nuestra salvación”.

“Así pues, aunque la paciencia sea una virtud del espíritu, el alma ha de practicarla tanto en sí misma como en su cuerpo. En sí misma se practica la paciencia cuando, mientras el cuerpo permanece ileso e intacto y se lo incita a una acción desafortunada, como una torpeza de obra o se le invita de palabra a ejecutar o decir algo que no es conveniente o decente, y sufre con paciencia todos los males para no cometer mal alguno de palabra o de obra”.

“El santo Job toleró a este demonio cuando fue atormentado con ambas tentaciones, pero en ambas salió victorioso con el vigor constante de la paciencia y con las armas de la piedad. Más cauto fue Job en los dolores que Adán entre flores. Toleró en su carne los propios dolores, y en su corazón los ajenos errores. A la esposa corrigió en su insensatez, y a los amigos enseñó la sapiencia, y en todo conservó la paciencia”.

Hermanos, lo escrito, escrito está, para preservar hasta el final debemos ejercitarnos en la paciencia no por nuestros méritos esencialmente sino para salvarnos, según nuestras capacidades/condiciones, aprendiendo a morir (memento mori) es una herramienta clave para acordarnos de lo que debemos hacer, aún más sabiendo hacer las cosas se nos vuelve mas fácil trabajarlas, por la fortaleza, esto, en favor de los propósitos del reino de Dios, por tanto, debemos aprovechar entonces nuestros talentos/habilidades, indistintamente de nuestra edad para desarrollar lo aprendido y tener mucha paciencia de los frutos conseguidos o a conseguir, ya que el que no es paciente, podemos decirlo con casi certeza no se salvará o al menos sufrirá mucho, y no para bien, sino para mal, y esta misma vida que tenemos los que nos permite aprovecharla para poder así llegar a ser inteligente o mejor, sabio, por tanto, esforcémonos a ser valientes, magnánimos con humildad, mansedumbre, pero sobre todo tomando nuestra alma en camino a la formación en la "patientia" de lo que han hechos los justos y luego de los santos, repliquémoslo, como ellos lo hicieron con Jesucristo.

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