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22 de diciembre de 2024

ENTENDIENDO EL REINO ESPIRITUAL Y SUS LEYES


“Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios”.
Mateo 12:28

“Somos colaboradores de Dios”
San Pablo, 1 Corintios 3:9

Mario Felipe Daza Pérez

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Entendiendo un poco sobre el reino espiritual y sus normatividades según la tradición, tenemos que dentro de este ámbito (como pasa en la sociedad, pero cuyo eslabón es más sofisticado, ordenado, configurado…) existen unas “leyes” que deben ser cumplidas o no (subsunción) según su estándar, del que podemos llamar “reglas” de las cuales algunas de ellas son inalterables, otras parcialmente modificables, de hecho, se puede hablar incluso de unos “derechos legales”, como si de aplicación del Ius Civile se tratara en estas instancias, del que incluimos un “sistema administrativo de justicia”, estructurado según una jerarquización pre-establecida, compuesta parecidamente como si fuera territorialmente algo así, una “monarquía constitucionalizada”, en términos humanos, pero perfeccionado bajo un andamiaje decisorios de libertad.

Muchos racionalistas, ateos, agnósticos, le puede parecer interesante, creativo, a otros irrisorio, chistoso, ridículo, u otros calificativos que serán bienvenidos en su introducción, igual, no tratamos de escribir algo científico, ni por casualidad (porque es teológico y espiritual, según la experiencia), por tanto, no le probamos nada a nadie, sino que se esboza, en todo caso, la descripción —para los que creen— de este mundo, según como lo ha venido componiendo los Padres de la Iglesia, los monjes, santos, y demás las Sagradas Escrituras, entre ellos, teólogos que tienen conocimiento sobre el tema, entre estos, exorcistas, o grandes escritores como Santo Tomas de Aquino, e inclusive psicólogos expertos como Adam Blai, quien dice que este Reino y las leyes que la componen son netamente legalistas (positivistas).

Si nos remitimos al texto bíblico tenemos que San Pablo, fue muy exacto/contundente en describir como está compuesto el reino espiritual en Efesios 6 por ello que sugiera armarse con la gracia de Dios, y tener una armadura para combatir, y poder resistir contra las asechanzas, “insidias diaboli”. Termina diciendo en el versículo 12: “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre [humanos], sino contra los Principados, contra las Potestades [exousia, gobernar jurisdicción], contra los Dominadores de este mundo tenebroso [Demonios o ángeles caídos], contra los Espíritus del Mal que están en las alturas [primer y segundo cielo]”. Debe entenderse aquí varios conceptos que no entraremos a detallar, entre ellos, el de autoridad [administrativa], jerarquía [organización], dominio [área, centro de operaciones]. En todo caso, como se prevé el combate, su lucha nos afecta a todos.

Desde este enfoque esgrimimos que el Reino Espiritual y sus leyes son netamente iuspositivista, del cual se cumplen o no se cumplen y estas además están compuestas en reglas y subreglas que se subsumen en un mundo que llamamos cosmológicas (eternas), naturales (racionales), preter/sobrenaturales (divinas), como humanas (positivas) para resumir mejor, la consideramos de la siguiente manera:

  • Leyes eternas: Son aquellas normas que son inalterables, determinadas en componer el cosmos y todo lo que deriva de la creación, aunque podría haber cierta alteración de ese orden (sin que signifique caos), según voluntad divina: conservación de la materia y su posible modificación, la gravedad, etc.
  • Leyes divinas: Son aquellas normas que son inmutables por naturaleza, pero que puede ser alterables por Dios en ciertos casos y excepcionalmente, por divina providencia, ya sea por solicitudes fervientes, súplicas, gracias, etc, mientras que no vaya en contra de la primera ley, o por cláusula pétreas, como sucede con las llamadas causalidades que se convierten en Diosidencias, cura de enfermos, ocasión de peligros, etc.
  • Leyes racionales o naturales en estricto sentido: Son aquellas normas que nos son dadas para mantener el orden de la creación bajo unos parámetros normativos, se trata de la consecución de la belleza divina (pulchrum), pero son alteradas normalmente por el hombre cuando las transgrede, indistintamente de su condición religiosa (aquí entra la paradoja del bien y del mal), o secular. Dentro de ella se lleva de paquete antropológicamente hablando, una "conciencia espiritual", inserta en el alma, por lo que es aplicable para todos los seres humanos —sin excepción— (incluso a recién nacidos, según investigaciones del neurocientifico Mariano Sigman), por tanto, entra quieras o no al nacer la noción de justicia (así seas un Robinson Crusoe, o vivas en el Himalaya), luego se deriva de ella la aplicación de la misericordia según la voluntad [divina] providencial (que es una excepción motu propio), y que es ajena a nuestros juicios. 
  • Leyes positivas: Son aquellas normas que hace el hombre netamente para vivir, siguiendo las leyes anteriores, en principio, que son alterables principalmente por apartarse de la verdad, (ignorancia, negligencia u olvido) y que puede ir contra su propia naturaleza, como sucede cuando se expiden leyes de aborto, eutanasia, y otros temas irracionales/contra natura (como las que propone ahora el transhumanismo), en otros casos podrían ir cierto sentido en consonancia con las normas anteriores, que debería ser lo generalizado, lo sano, correcto, como lo son las normas que prohíben o permiten algo en específico.

Como muchos creen las leyes del Reino de Dios sigue una pirámide normativa (como la que se dice de Kelsen o de su creador Merkl, discípulo del primero), por tanto en esta escala, se tiene como si se tratara de una constitucionalización o más bien de una divinización de estas leyes, que van bajando hasta consolidarse según lo que se configura en esta “monarquía legalista” (benévola), por tanto no es culpa de Dios, sino del hombre hacer leyes positivas que vayan en contra del sentido natural (derecho naturales) del ser humano (como las que ahora se diseñan desde la presunta singularidad), por eso es que al positivista no le importe mucho estos conceptos internos (de allí que encontrarás ateos, cristianos, o no defiendo esta tesis de la separación moral), del cual resurge la idea que nos toca darle al “César lo que es del César y Dios lo que es de Dios”. Lo correcto sería entonces tomar a través de la “intersubjetivización de la justicia” (que podemos llamar tambien de valores morales objetivos) su consolidación, regulando sus aspectos, pero para esto es necesario contar con una sociedad netamente culturalizada, es decir que comparta las mismas esencias culturales en nuestro caso, del Evangelio, como modelo a seguir.

Teniendo claro brevemente que existen distintas leyes, contamos tambien que para que pueda existir justa, eficaz y válidamente, es necesario exigir su cumplimiento, pero que sea valorada es menester contar con la libertad del hombre, que no es otro cosa que el llamado “libre albedrío” o a veces, aunque de mejor forma denominado “libre voluntad”, en exclusivo de lo moral en el que el hombre decide si se abstiene del mal o no, sino tambien de hacer el bien, esto implica por supuesto una modificación y una subsunción a las reglas y distintas subreglas de las normas que la componen, dentro de este contexto dado. Una vez decides hacer esto o aquello, otorgas por así decirlo según tu manifestación sea: expresa, tácita, completa o parcial, a los seres (divinos o no) alguna clase de “derechos”, que podemos llamarlo según la concepción "ius civilista", como si de posesión, o mera tenencia se tratara, en el que se incluye no solo a personas, sino tambien a inmuebles, objetos, animales y hasta de líneas familiares (cortes generacionales).

Partiendo de una base antropológica netamente cristiana-católica-ortodoxa, el hombre se compone de tres (3) elementos, esto son, i) cuerpo (soma), alma (psyche) y espíritu (pneuma), del cual San Agustín la reduce a las dos (2) primeras. Según el exorcista Luzón Peña, somos “espíritus corporizados” en “cuerpos espiritualizados”. Está claro que el alma solo le pertenece a Dios [propiedad o nuda propiedad], y no puede ser tocado ni siquiera por el hombre, solo trabajado (acciones, virtudes, esfuerzos) o influenciados por los demonios, la carne o lo mundano (tentaciones, pecados, faltas, vicios, rencor, ataduras, maleficios, heridas del seno materno: directas e indirectas), a la final cuando mueres regresas a su esposo (místico), la Santisima Trinidad, o se separa (condena). En lo que respecta a la primera sustancia, siendo concupiscible, corrompible, lastimada, podemos decir que hace parte del mundo, de la materia, por ello que toque renunciar a ello, en pos de la salvación, y de allí que el hombre haga de él lo que quiera (para bien o para mal) aunque se estime que sea un templo del Espíritu Santo, del cual debe ser cuidado con pureza, aun así, dentro de la libertad el ser humano tiene la facultad para decidir tomar un mal camino o distinto.

El hombre, por medio de su actos, pensamientos, obras, palabras u omisiones, toma decisiones para el alma (inclusive sin que necesariamente se manifieste en actos materiales, pueden ser mentalmente ejecutados) estos, se pueden suscribir verbal, u intelectivamente, expresa, tácitamente, parcial o completamente, dirigirse todas la intenciones hacia el mal o el maligno, conforme el uso de sus facultades corpóreas, en forma consciente e inconsciente, (de allí del mal de la ignorancia no humana sino de lo espiritual, de la negligencia de tus deberes religiosos y olvido del recuerdo de Dios, tu creador), la cual a través de las leyes se reflejan no en las normas positivas, sino en las racionales (naturales) las cual transgrede los principios morales establecidos, dando lugar al acceso o a los derecho en las acciones a tomar por parte de los ángeles caídos, referente a sus operaciones espirituales, del cual se surte de unas suma de conductas que pueden presentarse (solicitor) ante el Señor para hacer, cuya posesión, o mera tenencia, será posible, si y solo si, el humano se lo permite (excepcionalmente podría ser aceptado por Dios por misterios ocultos, como santificación).

La regla general dentro del mantenimiento del orden, está en que estas solicitudes se hacen a través de permisos concedidos por Dios, como si se tratara de derechos espirituales debido a autorizaciones que como hemos dicho lo hace el hombre conscientemente (negligencia) o inconscientemente (ignorancia u olvido), del cual levanta por así decirlo la “cobertura de protección divina” para dar paso a las acciones legales ordinarias y según el caso en específico extraordinaria del maligno, que en todo caso son limitadas (depende de la condición) y el acceso otorgado, material e inmaterialmente, ya sea generando una posesión o mera tenencia del cuerpo parcial o total (ya que el alma no se puede tocar, pero si influenciar), en este caso como se predica en la ley positiva, “Ignorantia iuris non excusat”, dentro de lo que respecta para la guerra espiritual.

Una vez entra a reclamar estos derechos, según el caso, su intensidad, frecuencia, y múltiples factores, se conceden por medio de la acción ordinaria o extraordinaria, conforme el resultado querido, ya sea de infestación (objetos o animales), opresión, influencia, vejación, obsesiones, tentaciones, y posesiones, (en este caso no se habla de una mera tenencia, para efectos prácticos lo tomamos como la primera de ellas), estas a su vez pueden mostrarse en sus consecuencias, parciales o totales, ya sea en el acto de consagración, llamado mental, verbal, conductual que hayas hecho/tenido, de acuerdo a lo que se permita, igualmente entrar al cuerpo (que es lo máximo que se permite) no necesariamente es poseerlo. Tengamos claro que nunca tampoco es de su propiedad [solo le pertenece a Dios], por lo que normalmente sucede cuando se transgreden las reglas divinas (o racionales) como los mandamientos y demás conductas ceñidas en la Sagradas Escrituras y la Santa Tradición el hombre cae.

Pongamos un ejemplo práctico que normalmente sucede en el mundo material y que tiene su eco en el plano espiritual. Ciertas personas se le da por ser fisgonas (por ello que la curiosidad sea un mal en sí mismo, y no cuando se trate de conocer cosas santas), cierto día comienzan con un grupo de amigos jugar a la “oui-ja” (adjúntale, cartomancia, reiki, yoga, angelología, religiones falsas, ateísmo, ignorancia, incredulidad, etc), normalmente quienes lo hacen no saben mucho de los peligros que esto acarrea, por eso lo hacen, lo que no tienen de presente (al menos conscientemente) es que se abre un bache en el mundo preternatural, que queda registrado como si de derecho se tratara, es como si fuera un “cheque en blanco” (o promesa de compra-venta) para ser cobrado cuando fuera, la letra o las arras, así haya pasado años, lustros, o décadas, y la persona se olvida del suceso pero los seres invitados a la sesión no, esto por cierto, da unos permisos, acceso por el mismo hombre que Dios respeta a través de la libertad moral (por ignorancia, negligencia u olvido), en la entrada de esos espíritus malignos a sus vidas y a veces líneas familiares, en cuanto a la reclamación que puedan hacer según la condición (que no sabemos cuál sería: infestación, obsesión, posesión) a su cuerpo, objetos, cosas, etc y esto es lo sumamente peligroso.

Estas consagraciones, acciones, conductas tomadas normalmente aceptadas dentro del orden establecido en las leyes eternas, divinas, racionales (se modifican, algunas excepcionalmente, y otras en algunos puntos rara vez), aunque se hacen explícitas o tácitas, no necesariamente con puño y letra se materializan como pasan en el mundo material, sino también puede dar origen desde el pensamiento, esto no significa que por el hecho de llamar o hacer uso de un nombre demoníaco puedas quedar perjudicado de una vez (es muy poco probable), porque para que ello suceda debes ser considerado un sistemático pecador o defraudador de las reglas creadas por Dios, de sus leyes, incluso aun si cometieras faltas o muchas de ellas, no por ello quedas sin cobertura, esto tiene sus misterios, y tambien unas sub-reglas, en todo caso, para evitarlo se debe llevar una vida sacramentada, en práctica de la virtud, y sobre todo en gracia, ser un penitente (a través de la confesión) asiduo y eucarístico, así mismo ejercer la oración incesante, trabajar ascéticamente, para bajar los riesgos aún más de estas reclamaciones legales.

Nos dice el famoso exorcista (recientemente fallecido) Sante Babolin, en su texto, “Ministerio del Exorcismo”:

“De mi experiencia en los exorcismos, he descubierto que el maligno es extrañamente, un legalista intransigente [positivista duro] y por cierto conoce todas nuestras acciones pecaminosas, pero solo la envoltura externa, y no la intención del corazón, a nuestro exterior le pone su intención, identificando la finalidad del acto exterior (finis operis) con la finalidad de quien realizar la acción (finis operantis). Por ejemplo, alguien puede comer porque tiene hambre o tambien para acompañar a alguien que está solo, aunque no tenga apetito” (p. 85).

En caso tal de que se haya reclamado ciertos derechos, normalmente el poseedor o tenedor va a querer defenderlo hasta lo último (se crean ciertos derechos policivos, que le llaman de la guarda, para asegurar lo ganado), por esto es que implique un nivel de acceso según el derecho que le hayas cedido, conforme a su intensidad, ya sea: expresa, tácita, mental, verbal, etc, porque todo esto conlleva a sus abertura (o puertas) se tengan abiertas según el permiso que Dios acepte para actuar en esa o esas personas (tomando como factor incipiente la facultad que tú o Él haya querido). Según sus acciones (validadas) ordinarias o extraordinarias, cuyo solución será en una parte cambiar a una vida en gracia (sobre todo acudir al sacramento de la confesión). Liberarse como contrademanda (reconvención), es urgente y necesario cuando no funcione nada de lo anterior, por tanto se necesitará de un exorcismo, que sería como una quimioterapia (en términos médicos) o el ejercicio de múltiples acciones legales (piénsese en solicitud de archivo, descargos, alegatos, etc) que se da según su capacidad no solo frente a la persona, sino tambien en lugares, objetos y hasta animales, por esto que toque luego expulsarlo con violencia (liberarse), con el poder del Espíritu Santo (Paráclito) como manda la Iglesia, contando con el servicio de un experto que no es otro que el del sacerdote autorizado por el obispo.

Los exorcistas coinciden que no hay mayor exorcismo que acudir al sacramento de la penitencia o reconciliación (confesión), entre ellos el Padre Gabriel Amorth, dicen que esto te quita inmediatamente todo yugo de los lazos maligno, es decir, acaba unilateralmente todo contrato/arreglo que se tenga (o derechos) con ellos pero no necesariamente o inmediatamente sus consecuencias. Por eso es que el sujeto debe seguir trabajando en su liberalización, mientras comienza a nutrirse con una buena nutrición espiritual y doctrina sana, dotada de arrepentimiento (contrito), esfuerzos arduos (ayunos, penitencias, mortificaciones, etc), haciendo de sí una conversión perpetua (metanoia) dejando al lado lo mundano (progresivamente), y todo lo que le hace daño al espíritu, identificándose cada más con la entrada del reino divino, ejerciendo tus derechos naturales, racionales, ordenadas/disciplinadamente con el discernimiento (santa discretio), y prudencia del caso, practicando la virtud y la oración incesante [hesicasmo].

Se debe resaltar que cuando San Pablo fue llevado al cielo, no fue a uno solo sino a tres (3) cielos distintos (Shamayim, en hebreo o en Griego, Ouranos, “In” en este caso es plural”, véase 2 Corintios 12), uno de ellos es donde estaba inicialmente, exactamente este suelo donde nos encontramos, es decir, el visible, de esto se comprende, planeta tierra, el sol, las demás estrellas (que es él lo material), existe otro que podemos llamarlo el cosmológico (intermedio), del cual pululan demonios (hasta en los aires) pero que no se ve, es oscuro, al menos invisible y el tercero es donde mora Dios, santos, ángeles, almas, etc, por tanto, es cierto que el maligno tiene acceso a esta tierra (ya que es príncipe del mundo, pero por la esclavitud de los pecados, quienes se inserten en ellos) como de uno de otros cielos, al menos el segundo (de allí que se analicen avistamientos de OVNIS, presuntos extraterrestres, etc), y con ello se ejerce ciertas solicitudes de lugar (como le sucedió a Job) en posición de “acusador” (Satán y su séquitos), del cual se compone en todo caso, sea como fuera, una guerra espiritual que no podemos evitar, por lo menos mientras vivamos.

Por eso cuando oremos, debemos hacerlo puramente, sin distracción y lo más purificado posible del cuerpo (ascéticamente) en penitencia, humillarse contritamente, en ayuno, que si bien Dios nos escucha en todo nuestros rezos, tenemos muchas veces (casi siempre) interferencia debido a la obstaculización que se da en el Reino Espiritual (los cielos), por tanto, el combate es de esta clase, y no entre nosotros mismos [aunque seamos carnales, por el momento], (véase, Daniel 10: 12-14), los príncipes de este mundo, se oponen a este llamado, súplica, gracias…, tal cual como le pasó al profeta que tuvo que ayunar por veintiún (21) días porque hubo resistencia en su rezo, una oposición de algo, o alguien, cuya batalla se situó/sitúa en un lugar y en los pensamientos [mente], y esto es algo que muchos desconocemos de este campo y no le damos importancia (por ignorancia más que todo), por esto que resulte peligroso leer cosas (sobre todo por curiosidad) que nos desvíen de nuestro propósito espiritual (como las malignas), y nos llevan al mundo-mundano, a lo vano, idolatrías, esotérico, etc, lo cual amplía aún más nuestra negligencia u olvido de lo que debemos saber realmente. No perdamos el tiempo hermanos.

Debemos entender, que mientras vivamos la lucha contra el mundo, el pecado y el maligno es permanente (véase Job 7:1), se debe combatir como hemos dicho, con oración incesante, práctica sacramental y de la virtud, como llevar una vida ascética, esto con ayuda de la gracia de Dios, que únicamente nos une en su fortaleza. No somos nada, sino unos gusanos, polvo y ceniza, solo es a través del Espíritu Santo que podemos vencer en los dos reinos, para llegar al tercer cielo (todo es un mundo legislado) y la tierra (material y espiritual) no se escapa de ella, tengamos claro que el hombre tan solo es un elemento del cosmos, tal como lo consideraba San Gregorio de Nisa, San Isidoro de Pelusio o Simeón el Nuevo Teólogo, somos un mundo dentro de otro mundo [micropartes]. Téngase por claro que desde cuando se nace, se viene de fábrica enfermo (espiritualmente hablando), y toca cuidarnos, y trabajar en la virtud, el cultivo de la fe, para poder obtener la gracia por adopción.

Ahora, para poder desterrar las acciones, reclamaciones, solicitudes, del demonio como del mundo existen muchas opciones, pero la única será estar siempre en gracia del cual conlleva si o si como metodología contar con una vida sacramentada, en penitencia y oración, ascética, por tanto, entre más la elevemos, podemos cubrirnos aún más con la sangre y llagas de Cristo (véase, Apocalipsis 12:11 o el texto de Sor Angela Musolesi, “Vencer el Demonio con Jesús”), lo lamentable es que vivimos pecaminosamente, de nada servirá hacer las oraciones, si no seguimos las normas [las leyes que son vinculantes]. Para los posesos, tenedores que están atados a una materia le es posible salvarse, renunciando al contrato/acuerdo, ya que lo que hicieron espiritualmente se refleja en su alma y a su vez en su cuerpo (y al revés), esta dicotomía, o bien tricotomía si le sumamos el elemento espiritual, se justifica, en la libertad del hombre, por la envidia de los caídos, en la bondad de ser hechura de Dios a imagen y semejanza, por esto que se interponga acciones dentro de las dimensiones antropológicas del hombre.

De acuerdo con el exorcista ya citado Sante Babolin y que este a sigue a su vez a San Pablo, predica que nuestra objetivo (scopos) es aceptar a Cristo, y esto implica sufrimientos, riesgos, y por tanto combates, esto significa salir algunas veces lesionado, no tanto físicamente, sino mental y almaticamente (espiritualmente), nuestra misión por tanto es resistirlo lo más que se puede con intervención de la ayuda divina, como lo sugieren algunos protestantes preocupados, entre ellos Derek Prince (véase, la Guerra espiritual). Por tanto, debemos orar, predicar (véase, 2 de Timoteo 4:1-4) o testimoniar (véase, Hechos 1:8) con tal de ganar a otros hermanos —convertirlos— (metanoia), en lo que se refiere al “antistenai”, que es no resistir al malo (sed libera nos), o mantener posiciones, es estar en pie, ser estratégico, revestir de la coraza, del escudo o portar la espada de Dios, que significa a su vez defenderse pero avanzar, sin que esto implique tomar por tu propia cuenta o pretender dañar el maligno con tus propias fuerzas.

Todo vicio lleva consigo su cura, que no es otra cosa que la virtud, por tanto, podemos decir que todo lo contrario lleva su némesis, por ejemplo, para la desobediencia, es la obediencia y  la humildad (pegatina, reina de las virtudes). Todo lo que causa estrago al mundo genera un desorden, caos, que necesita recomposición, orden es decir, disciplina no solo en lo físico, almático sino también en lo espiritual, si en el mundo entró el pecado, se debe sacar, y para esto es necesario que los hijos de Dios lleven una vida en consagración y de cobertura de protección del cual debes aprovechar con perseverancia en la fe. Entendamos que aunque no peleamos o no queramos, el maligno esta contra nosotros (si o si), porque somos hechura a imagen y semejanza de Dios y esto nos pone ya con cierta desbalanza, de envidia, soberbia, etc (concupiscencias) que nos tiene, la cual aplica toda su rabia, odio..., a nosotros sus criaturas racionales (e incluso el resto de animales), y más si son justos. El llamado es formar un esquema, un protocolo, una metodología (como los que dicta la religión católica) para así obtener los frutos del Espíritu Santo, y mantenerte protegido por su gracia.

Recordemos que cuando Jesús, venció en la Cruz, ganó no la batalla sino la guerra, no para Él, sino para nosotros, este hecho nos salva de la muerte [espiritual], del pecado [esclavitud] entregándonos nuevamente las llaves a la vida eterna que ahora nosotros debemos conseguir la corona con su imitación. Ya nos enseño conforme el Evangelio cuál es el camino a seguir, nos mostró la verdad [salir de la ignorancia] con su palabra (tradición), que es el hardcore de nuestra manual de vida, que debemos ceñirnos al pie de la letra, según nuestras condiciones, vocaciones y capacidades. Ser obediente y humildes es nuestro esfuerzo primario, no olvidemos que Él dio su vida por amor y nos devuelve la gracia por bondad en adopción, esto es lo más grande que existe, aun sin entender en nuestra mente limitada dicha caridad, esto ha sido crucial en el Reino Espiritual porque significa arrebatar a Satanás y a su gente el “exousia”, toda potestad, autoridad, que había tomado para sí en contra nuestra.

De esto se comprende que el primer elemento del mundo de las tinieblas dentro del Reino Espiritual además de hacer creer que él no existe, es el querer mantenernos en la ignorancia, con ciertas incredulidad o incredulidades nacidas sobre todo desde la ilustración, como el ateísmo, agnosticismo, escepticismo secular..., todo esto por supuesto nos ha hecho perder la fe y el tiempo. Digamos que esta la estrategia incipiente de sus acciones y una de las más seguras. Una vez sabido, practicando con devoción el cristianismo e instruyéndose, vienen otras etapas, que trabaja de la mano con la negligencia en cuanto a nuestros deberes, atacándonos, indirecta y a veces directamente pretendiendo alejarnos de la oración pura, y por último siendo ya más experimentado, aunado a la segunda, y seguida del vicio de la acedia, permite que no recuerdes a Dios, y lo olvides que es el más preocupante de los sucesos para los allegados, soldados, atletas de Cristo, y todo esto se debe a que no solo estamos rodeados de un racionalismo burdo, sino también de un hiperconsumo, [pos] modernismo, esoterismo societarios, wokismo, como de materialismo ingente, del cuando nos hace perder/salir de la verdad, fomentando así la orgullo/vanagloria, ego, (los vicios), etc.

Con la armadura de la oración y la ascesis, con espada del Evangelio en la mano, y la coraza de la justicia en la otra, contamos así con una “cobertura de protección divina” como cristiano, esto hace además que haga necesario, para poder resistir, a las acechanzas, insidias, ataques, etc del maligno. Entiende que debes acudir al reclamo de la sangre y llagas de Cristo (véase, Romanos 5:9 y Hebreos 13:12), como de todas sus devociones, para así extender el escudo, yelmo, coraza, etc de Él, siempre encaminados en la esperanza (spes) de la salvación: orando, rezando mental pero tambien vocalmente, las Escrituras, en pos de la cooperación (coredención) que debes de hacer en el cargue de tu cruz, en el plan económico de la salvación (oikonomia). No podemos quedarnos desprotegidos, cobijemos a nuestros familiares, amigos, etc, como falange, cohorte, sometiéndonos a la disciplina espiritual, y tomando la previsión, la marcha hacia el llamado de Dios, que no es ataque sino contribución espontanea al Reino de la Cruz (scientia crucis), con caridad/conocimiento (scientia amoris) revestidos en la predicación, contemplación, testimonios.. del cual desmoronan el Reino de las Tinieblas, destruyendo sus fortalezas (véase, 2 Corintios 10:4).

Hermanos/as, se hace menester, sean creyentes o no, devotos, cristianos, de cualquier denominación: velar [nepsis] y orar incesantemente [hesicasmo] para ir madurando en la fe, armándonos, con la gracia que Dios nos da, para contribuir así en nuestra salvación y la de otros (prójimo): ayunemos, hagamos penitencia, mortificaciones, etc pero con amor, son solo estos los medios para obtener la consecución del Espíritu Santo (como lo afirmaba tanto San Serafín de Sarov), por esto que se deba rezar con postraciones (postratio) también que se haga válido aclamar hasta por los poros, hagamos rosarios, jaculatorias mentalmente sin descuidar la boca (voz alta) para que sienta el poder espiritual hasta el infierno (véase, Apocalipsis, 16:13-14), como hacen los espíritus inmundos como ranas [sapos], cuando blasfeman/vituperan a Dios. 

Así mismo no los indica Salmos 149: 4-9 referido a la alabanza conforme a nuestra victoria y de lo que será el triunfo inmaculado de los corazones de Jesús y María:

“Porque Dios en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes.
Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría:
los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos filos;
para ejecutar venganza en las naciones, castigos en los pueblos,
para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates,
para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus amigos”.

Por último, llevando la Palabra de Dios (véase, Isaías 55:11) consigo mismo [interiormente, desde el corazón], sumado a las alabanzas, himnos, tropario, y demás formas de glorificar [doxología] podemos vencer y resistir a esos tantos que nos acechan, es hora de estar armados de autoridad, y poder, pero no por nosotros mismos, o fuerzas, sino por aquel que quiere la victoria para sus hijos, que no es otro que la Santísima Trinidad, en ese triunfo demarcado del Reino divino, y sus normas [legislaciones], a través de la Iglesia, cuyo corone la tiene la Santísima Theotokos, del cual el Rosario permite además como una arma poderosa destruir con martillazos el reino oculto de Satanás y sus amiguetes bellacos, tal cual como lo esta haciendo la Gospa, al aplastar la cabeza de la serpiente (véase, Génesis 3:15) poniendo al descubierto sus planes/tretas/marañas, como la de sus instrumentos los impíos [herejes, apóstatas, etc], pero para ello primero debemos santificarnos, siendo justos [virtuosos], a través del camino espiritual sano, tradicional, correcto, ortodoxo.

15 de diciembre de 2024

EL DESAPEGO MATERIAL/EMOCIONAL ES GRADUAL


“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas [apegos], malos deseos y avaricia, que es idolatría”
Colosenses 3:5

“Hijos míos, guardaos de los ídolos…”
1 Juan 5:21

“La humildad es un desapego de uno mismo en todo, renuncia de la propia voluntad”
Jean Claude Larchet

“Sin nepsis (vigilancia) no hay desapego material/emocional (apatheia)”

Mario Felipe Daza Pérez

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Dice San Juan Clímaco o de la Escalera que para el ascenso divino se necesita obediencia, ya que a través de ella nace la humildad, y esto es necesario para librarse de las pasiones (apatheia), es el desprendimiento por tanto la limpieza de los sentidos que nos llega de las cosas materiales/emocionales [mentales] más que las espirituales, en este sentido según San Máximo el confesor quien es humilde y desapegado tiene la recompensa de la moderación de la fe, y los demás dones del Espíritu Santo, sumados a otros como el discernimiento del cual se toma del amor de Dios, ya que sin estos bienes nadie verá a Dios (ni su rostro) ni tendrá el conocimiento espiritual suficiente para llegar a Él.

En estos casos el monacato sobre todo de enfoque oriental (hesicasta) se orienta en la práctica de la nepsis (vigilancia), que es el desapego no solo de la materia, sino de lo inteligible, de lo que llega al pensamiento, como pueden ser las emociones o los mismos pensamientos (aspectos mentales o del nous), para así llegar a una tranquilidad o imperturbabilidad (apatheia) de los sentidos, viendo siempre nuestro interior [ojo espiritual] hacia Dios, hacia lo unitivo [theosis], en comunión mística con la Santísima Trinidad [luz increada]. Una cosa común es hablar de las idolatrías entre ellas de las riquezas [pasiones desordenadas o malos deseos], como la codicia del poder y entre otras cosas más, que son apenas visibles para el hombre pero que lo llevan a la ruina por la adquisición de bienes que no son importantes para su salvación.

Dice San Marcos el Asceta, en sus “Discursos”:

Tú me dirás que nosotros ni atesoramos oro ni tenemos riquezas. Y yo te digo que ni el oro ni las riquezas causan daño, sino [...] usarlas mal con pasión [deseo, apego]. Nosotros, aunque no tengamos riquezas dirigimos la pasión de la codicia hacia cosas que no tienen valor y por tanto, somos más infelices que los que tienen muchas riquezas [pobreza de espíritu] porque, después de haber tenido el cuidado de abandonar esta miseria universal, estamos en la pasión de los placeres, como si Dios no nos viera. Porque huimos, si al amor del dinero, pero no huimos al amor del placer, no atesoramos oro, pero acumulamos cosas sin valor, no buscamos cargos y puestos de autoridad, pero buscamos a toda costa la gloria y las alabanzas [vanagloria], dejamos las riquezas, pero no rechazamos las ventajas que se derivan de ellas”.

Quien esté apegado a lo terreno, no le será posible trascender [transfigurarse, ver la luz del Tabor], y esto no importa si tiene riquezas o no, aunque es más probable que se atasque quien las tengas que quien no, pero no necesariamente tiene que ver en todo, por tanto, en todo caso se necesita de una “pobreza espiritual”, es decir material, y no de forma (como de votos), en cuanto a lo que se refiere a la posesión de los bienes de este mundo que no son tuyos ni de nadie (mera posesión), sino sólo del creador (véase, la “parábola del rico insensato”). La sabiduría nos lleva a reunir todas las virtudes para que podamos desprendernos de lo material, y poner nuestros ojos, escucha, y demás sentido hacia Dios.

Normalmente se habla/escribe hoy en día sobre el “prosoche”, o el focus, el mantenerse en el presente, conceptos que siempre han existido, en este caso el cristianismo se centra también en el ahora, que es el que puede cambiar el sentido, con tu esfuerzo, ya sea aflicción, compunción, arrepentimiento, perdón, desapego, y demás, es lo que verdaderamente importa para justificar la “gracia”, quitando de por medio todas las preocupaciones mundanas, las ansiedades (pasado o futuro), por esto, que debamos entender cómo funciona antropológicamente el hombre, cuáles son sus causas de pecado, como lo que desprende la ignorancia, el olvido o la negligencia, con tal de poder entenderlas y trabajar en ellas, esto, para poder volcarnos hacia la santificación, como lo hicieron los patriarcas, profetas, apóstoles, cumplir y obedecer según la voluntad del Señor.

Para poseer a Cristo, en su plenitud, debemos dejar todo, esto es, toda lo material, espiritualmente hablando, centrado en el desapego, en el desprendimiento de las preocupaciones, obsesión, ansiedad, estrés, no necesariamente los bienes de la tierra que nos han sido dado, sino no dejarnos esclavizar por ellos, no es convertirlos en ídolos, es solo administrarlos según la necesidad, según su ocasión, momento…, para la mejora del bienestar nuestro, de las familias y del prójimo, lo que nos insta Dios, es que existe cosas más importantes que esas, como es el trabajo de nuestra alma, por ello que se enfoque siempre en el Evangelio en la cura del alma, no de las bienes terrenos, pues, no se trata de llenarnos los ojos de codicia (concupiscencia), o de ambición, al contrario, sino de mantenerla en la virtud, mortificando nuestros sentidos de toda impureza, pasión, deseos, etc (véase, Colosenses 3:5): “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”.

El culto que tenemos hoy en día de los apegos es impresionante, que podemos llamarle con toda seguridad “ídolos”, se muestran ejemplos en toda la Biblia, entre ellos en Ezequiel 14:4, y de esto se desprende todo raíz de pecados, entre ellos la codicia, que dice San Pablo que es la fuente de todos los vicios. Tenemos que no solo estamos compinchados con lo material, que sería lo más común: riqueza, poder, puesto de trabajo, etc, sino con emociones hacia otros, como si fueran nuestros e inclusive cosas que no controlamos, como los equipos de fútbol, actores, cantantes, apariencias de cuerpo, ideologías, belleza, en fin, vanidad, todo es vanidad (véase Eclesiastés 1), del cual se consagran no expresamente como si se tratara de un juramento o un contrato, sino tácitamente, adorándolos, como “dioses”, rinden homenaje y culto a estas imágenes de barro como si fuera un todo.

Debemos poner razón que gran parte del apego se debe a nosotros mismos, esto debido a múltiples causas, pero también una porción es culpa del mundo (racionalismo, consumismo, etc), esto es lo que nos ha llevado al civilización de la libertad, fraternidad e igualdad, en favor del de la materialización de las cosas, del cual ha generado gran despegue de la concupiscencia, aumentándola, fomentando la codicia, la avaricia, la envidia, y demás ídolos y vicios capitales, por esto es que fomentar una pobreza de espíritu es un buen remedio para todo este tipo de problemas, adicional a esto, tenemos además de la simplicidad, austeridad, templanza, el desapego, el ayuno (de todo tipo, como el de dopamina, reseteo de la actividad neuronal), obrar con caridad (limosna), mortificarse, aprender de Jesús que es manso y humilde de Corazón siguiendo su Evangelio, seamos apegados solo a la fe cristiana, la verdadera, la católica (véase Filipenses 2:11).

En época navideña, o cualquier otra fecha que deseemos debemos engendrar generosidad para el prójimo, seamos caritativos, que además de borrar inmensos pecados dicen los Padres de la Iglesia (véase, Libro de Tobit), entre ellos Juan Crisóstomo indica que “es mejor que resucitar a los muertos”, el desprendimiento por lo que tiene y no usas es lo ideal, se determina regalándolo a lo más favorecidos o dando de qué comer a los pobres, que es lo que manda el Evangelio, no sólo debemos deshacernos de objetos, materia, sino también de emociones negativas, perdonando a doquier a todo aquel que le hicieras daño, repartiendo abrazos, cariño, amor, arrepentimiento a la lata, a la hora de saludar, al bendecir y démosle un abrazo a ese hermano, reconozcamos las cualidades del otro, callemos en su defectos, resaltemos sus virtudes.

Entendamos que la vida mientras que vivamos en lucha (véase Job 7), es combate ascético diario, cada vez que comienza un día, es otro batalla que dar, (perseverancia) con disciplina, a pesar de los pecados, faltas, vicios, estamos en un campo de espadachín, donde la carne (nuestros deseos), es lastimada por la concupiscencia, el mundo está en contra del alma justa, y el demonio con sus influencias y ataques, se nos ponen como obstáculo para salir adelante, pero esto no es óbice para ganar, porque bien como dijo Jesús, “Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo [theosis]. En el mundo, ustedes habrán de sufrir [luchar]; pero tengan valor [coraje, parresia, valentía]: yo he vencido al mundo” (véase Juan 16:33), y como ejemplo para seguirlo según nuestras capacidades y condiciones debemos hacerlo mismo cargando la cruz cotidiana que se no has puesto, arrastrándola, y no yendo en contra de ella, en ese desierto interior (hesicasmo), conforme a las promesas, votos, consagraciones…, que hemos hecho, en todo caso de las fidelidades, que hacemos con la pobreza espiritual, pureza, obediencia, humildad, etc, y todo ello unido a una forma de la sabiduría que comienza con el Santo Temor de Dios.

Cuando sufrimos tristemente [no luchamos] y dolorosamente sin amor [no nos esforzamos], es porque estamos apegados, tenemos poco ágape y poquita fe [leve cultivo], a pesar de las tribulaciones, la paciencia será agradable según la caridad que tengamos da las cosa que no sucedan, por el eros (intensidad) que tengamos hacia el Señor, la Santísima Trinidad, nos dará a través de su luz la liberación de los deseos o de las pasiones desordenadas, pero se hace primeramente con la purificación de los sentidos [soma], del cuerpo, y luego del alma, la cual conlleva meses o años, para algunos u otros, por ejemplo la tristeza (contraria al penthos, la santa, que vigila el corazón) que es un vicio tendiente a la pérdida de los bienes materiales o por no poseer eso que tanto quieres, un puesto trabajo dado a otro, etc, esto es precisamente falta de amor a Dios, porque el esfuerzo de empeñarnos a agradar es incompatible con poseer un espíritu santo [vía unitiva].

Ya decía San Serafín de Sarov, (el San Francisco ruso) en “Vida, necesidades y enseñanzas”, Editorial del Monasterio del Hermitage, p. 389-390:

“Para conservar la paz de vuestra alma, debéis alejar de vosotros la tristeza y esforzaros en tener un alma alegre, no triste, según las sabias palabras de Jesús Eclesiástico: mucha tristeza mata y no sirve en ella”.

El camino hacia el desprendimiento de lo material/emocional [mental], al desapego es la vía a tomar para la nepsis, y la vigilancia en la apatheia, una imperturbabilidad del cual quita todo obstáculo de esas pasiones (desapasionamiento a los deseos o placeres desordenados), la cual impregna nuestro intelecto (nous), por ejemplo, cuando le respondo a alguien con ofensas, porque tuve un apego a una idea porque el perro hizo necesidades en mi cama, esto responde a una mala conducta, de que algo no anda bien en mi psyche, indistintamente, de que el otro te haya ofendido o no, no tendría por qué haber respondido con el mismo agravio, nada de eso va a cambiar para mejorar la conducta, lo que se debe hacer es rechazar ab initio este tipo de pensamiento desde el instante en que entra (aunque para eso requiere de mucho entrenamiento, por eso que se debe comenzar desde ya).

Sin nepsis (vigilancia) no hay desapego material/emocional (apatheia), ni mental, por tanto es el esfuerzo hacia lo justo, al arrepentimiento, a la aflicción, compunción, al rechazo, y demás lo que nos hace volcar hacia la gracia divina que en últimas su justificación descansa en la fuerza del Espíritu Santo, quien es la que lo repele y te das las herramientas para hacerlo, por ello que, que la disciplina, la constancia, perseverancia nos sostenga en la batalla, ex ante (o paralelamente) es necesario una limpieza de cuerpo y alma (catarsis) antes de llegar a la contemplación o theoria, porque no es posible el combate espiritual sino estemos en el camino a la pureza, esto es, purificando el corazón, los pensamientos, los actos carnales, las palabras etc, y esto tiene razón en la psyche, con una barrida de mente, del cual requiere mucho tiempo y dedicación, construyendo así un hábito de vigilancia, en pro del conocimiento divino, en ayuda del Paráclito, nuestro abogado.

Nadie puede decir que su carácter, temperamento es así y no puede cambiar porque son sus genes, porque es mentira, nada le impedirá ejercer la nepsis para orientarse a la apatheia, porque es mendaz este argumento, todo en esta vida es trabajo y duro querido hermano, hasta el más irascible de los viles, y el más pecador de los pecadores se puede componer con esfuerzo, disciplina del alma, encaminándose a conseguir la gracia santificante quien es en últimas quien salva (también puede ser inyectada de una vez, cuando Él quiere), son pocas cosas las que nacen con nosotros, pero esto no influyen en nuestro perfeccionamiento espiritual, en la excelencia, la santidad, o la justicia, lo que está grabado es algo que se desgrava o viceversa, con Cristo médico se compone, huyendo de las ocasiones del pecado, del achaque de las pasiones, del placer, para unirnos nuevamente a Dios (comunión), a través de luchas permanentes, sufrimientos, paciencias, etc.

El desapego material/emocional [mental] como hemos sugerido es paulatino, se trabaja poco a poco, a medidas que crecemos espiritualmente nos vamos fortaleciendo (don de la fortaleza), el desprecio de las cosas de las cosas de este mundo, como de uno mismo trae este mismo desapasionamiento (apatheia), y no se trata odiar en si los bienes del mundo porque sí, sino de lo mundano, de lo que no sirve, de las vanidades, las apariencias, los juicios inmediatos. Los cristianos, debemos centrándonos mayormente hacia Dios, alcanzado la nepsis, recordando la muerte diariamente (memento mori), el presente (carpe diem), solo así alcanzaremos la luz divina increada, saliendo de las esclavitudes de las pasiones del cuerpo mismo, abofeteando la idolatría.

Dice San Nicetas Sthethatos

El ayuno equilibrado, acompañado de las vigilias, la meditación y la oración, hace que el hombre alcance pronto la zona de la apatheia [imperturbabilidad], cuando tiene el alma inundada por las lágrimas de la humildad [la aflicción, es el aguijón del alma dice Clímaco] y cuando arde de amor a Dios”.

Dice San Evagrio Póntico:

El ayuno, las vigilias y la oración favorecen la obtención de la apatheia [desapego] que nos diviniza [theosis], porque el ayuno, cuando es legítimo e íntegro, unido a la misericordia, conduce al creyente, sin demoras, al umbral de la purificación”.

Desde la libertad moral del hombre, que le llaman “libre albedrío” tenemos la responsabilidad para aceptar o rechazar los pensamientos, actos, o no, frente a esta conducta que nos gusta llamar mejor la “libre voluntad”, ya que se trata mejor de un deber moral, está determinado como la obligación que te permite tener los esfuerzos o no para alcanzar la perfección (perfectibilidad), ya sea como seguir la comodidad (zona de confort) o no, para matar o salvar el alma, vencer los obstáculos, dificultades, o achacarse, están entonces en tu espíritu las armas para conseguir de ti un alma magna para la lucha y el combate ascético piadoso, justo, acompañado de las obras, de esa fe intensa, que necesitas para desaferrarse a los apegos, pasiones, deseos desordenados.

Si pudiéramos poner algunos tips o consejos [método] al menos en nosotros los “noviciados” en cuanto a aplicación de los ejercicios espirituales, según la experiencia (tomando la ciencia de los santos), teniendo en cuenta además las recomendaciones de los Padres de la Iglesia, pero entre ellos científicos de la santidad, como lo fueron los primeros monjes (San Nilo el Asceta, San Evagrio Póntico, San Efrén, San Isaac, entre otros), brevemente podemos mencionar conforme para conseguir una nepsis en la lucha contra el apasionamiento y luego tomar si se quiere inmediata o mediatamente una apatheia en pos del crecimiento espiritual los siguientes puntos (numerus apertus). Veamos.

  • Fomentar el Santo Temor de Dios, que el principio de la sabiduría
  • Debemos cultivar la atención (focus), rechazar los pensamientos no santos
  • Vivir el presente, no desesperarse, arrepentirse, perdonar a diario
  • Ayunar (según días previsto o según el calendario de la Iglesia)
  • Busca la quietud (hesicasmo), el recogimiento, el silencio interior (desierto)
  • Controla lo que digas, piensas o haces (piensa en Jesús)
  • Mortifícate (v.g. duerme en el suelo de vez en cuando, pasa frío, calor, etc)
  • Se manso (pacificador), no menso (ignorante),
  • Cultiva la humildad/obediencia en tus deberes/responsabilidades
  • Se caritativo, da limosna los pobres
  • Lleva una vida modesta, austera, simple
  • Haz vigilias de vez en cuando (privarse de sueño)
  • Trata de hacer oración con lágrimas (penthos) o al menos con compunción
  • Desprecia las comodidades (en ciertas ocasiones)
  • Ora incesantemente (sobre todo mentalmente, con jaculatorias)
  • Lee la vida de los santos, imítalos según tus condiciones/capacidades
  • Recuerda la muerte a diario (memento mori), toma el día como el último

No en vano Cristo haya dicho (véase Mateo 11: 28-30), “Vengan a mí, todos ustedes [los apegados] que están cansados [de lo material, de lo vano, de las cargas pesadas de la vida] y oprimidos [por las cosas de este mundo, y emocionales] que yo los aliviaré”, esto significa que Jesús es el médico que nos alivia y sana, desde el fondo del corazón, desde los pensamientos, palabras y obras con tal de salir de este fango en el que estamos. Hermano, si ves que el agua te está entrando hasta el cuello lo más racional es que tires todo lo que lleves contigo (material) para hacer menos peso en tu vida para así no arrastrar tu alma (barco) junto con la basura, porque entonces no trabajar el alma, que es lo único que se salva, lo inmortal es quedarse en la ruina, la muerte. En este caso el apasionamiento son esas valijas, que hace más pesado el viaje, lo que en muchas ocasiones se torna imposible pasarla a la luminosidad (puerto seguro) de la transfiguración.

8 de diciembre de 2024

SER AGRADECIDOS ES EL MEJOR REGALO QUE PODEMOS DAR


“Sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos da todo”
San Nicolás de Bari (el verdadero Santa Claus)

“Si haces el bien, hazlo sólo para Dios. Por eso no debes prestar atención a la ingratitud de los hombres”
San Ambrosio de Milán

Mario Felipe Daza Pérez

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Ser agradecidos, hasta agraciados, y todo lo que tenga que ver con la gratitud, tiene que ver a su vez con la bondad, caridad, humildad…, ya decía San Juan Crisóstomo que el verdadero ser grato es el humilde, ya que se toma como un deber cuyo empuje torna necesario y urgente para nuestras vidas, así mismo podemos predicar de otras virtudes, que todo seguidor de Cristo debe seguir, entre ellos Maria, la primera discípula de su hijo, de allí que sea incluyente a la voluntad del Padre, cuando exactamente dio el “Fiat”, con el “Magníficat”, agradeciendo así ser “esclava del Señor”, y ella agradeció ese gesto, de su haber colocado la tarea de guiar a la humanidad de la salvación, de igual forma lo hicieron los primeros apóstoles, sus sucesores, y ahora nosotros quienes seguimos la Santa Tradición.

El agradecido da gracias no solo por lo grande, sino también por lo pequeño, y existen varias formas de hacerlo, por tanto, no solo es decirlo sino demostrarlo. Vivir en estado de agradecimiento es por tanto una virtud (véase, Colosenses 3:15), ser agradecidos por lo que se es y por lo que no tambien, esto implica ver a los demás como superiores a nosotros, siempre, aunque tengas un puesto mejor laboral/profesionalmente o no, la idea es servir, no ser servido, (véase, Filipenses 2:3), esto radica no solo en lo material, que es donde más se cree que se da, sino también en el campo espiritual, esto, por supuesto trae mayores “gracias divinas” como recompensa por lo que hacemos caritativamente.

El efecto de dar, es entregar para no recibir, de nada vale regalar cuando estamos pensando ser luego recompensados con un favor, indistintamente de que venga o no después, esto no es ser limpio de corazón. El agradecimiento, siempre debe ser visto como deuda para toda la vida, así lo hayas pagado, el servicio es permanente, según las condiciones de cada quien, es decir, hasta donde se puede, sensatamente concebido en las necesidades y esto por supuesto implica humildad, porque requiere que estemos abiertos a cooperar, a aceptar debilidades, de otros (división de trabajo), lenguaje emocional (psicología positiva), etc.

El defecto de esta virtud en este sentido siempre será la ingratitud, esto es, ya sea porque nos acordamos solo del momentico en que nos dan, o simplemente porque decimos un “gracias” pero de mentira, después nos olvidamos de lo que hicieron por nosotros, de allí que sea contrario a la humildad, y nazca por supuesto soberbia, aumento de ego, malas fe, en una mala conversión cristiana que todo lo deben, porque eres el importante, y todo te lo debería de dar por tu condición de no sé quién, haces de la pleitesía el ídolo, la máscara del orgullo que se esconde como manchar para tu alma pegada con vanidad, en especial con la vanagloria ya decía el Padre Pio este es el vicio que “carcome la santidad”, cuya carencia puede venir de la ignorancia, negligencia u olvido.

Cuando es descuido doloso, es decir, negligencia, se tiende a una personalidad de de tipo presuntuoso, ya sea debido a causas familiares (cargas), epigenéticas, entornos, etc, es un indicio de la baja disciplina espiritual que se tiene, y la poca edificación del alma, ya que tus actos estarán dotados de vanidades, y vanaglorias, del cual espera siempre recompensas, lo que te lleva desconocer los favores que otros te hacen, las ayudas recibidas por alguien, y si notas le restas importancia con el olvido voluntario, porque el valor está en tu interior (lo haces de él un centro egocéntrico), el “Yo”, permite incluso la entrada de otros vicios, envidia, reconocer, resentimiento, reconocer a falta de humildad.

Pensamos en el que es mal agradecido con Dios, que lo somos en algún momento o constantemente, sobre todo con nuestros actos, de lo mucho que recibimos aunque lo desconozcamos y esto es moral, por ejemplo, cuando recibimos las riquezas, o materialidades de la vida no decimos nada para Él, ya que nada de eso nos pertenece, y creemos que por nuestro propio esfuerzo podemos arrollar a los demás a causa de estos medios, cuando todo lo fue creado por la Santísima Trinidad, todos los bienes absolutamente pertenecen al creador, ya decía San Agustín, “lo único que es nuestro son nuestros pecados”, (véase, Sermón 21) y aun asi ni miramos de los mucho que pudimos haber caído, y que su mano nos ha preservado de las faltas por divina providencia (ley divina).

El hecho de haber nacido es un agradecimiento eterno en sí mismo, porque las probabilidades son casi nulas, aun así, tampoco damos las gracias, sino que decimos que fue “azar”, aun así perdemos el tiempo y no aprovechamos nuestra vida para las cosas valiosas, sino que la llenamos de placeres inmediatos, deseos, vicios, y no para servir. Hermanos, seamos conscientes que el Señor nos llamó y escogió (desde la concepción) para ayudar en la cooperación de su gracia, a su plan divino que es un misterio. Por tanto, estamos en deuda con nuestro creador, una obligación común, de todos los hombres que debamos reparar, conmutativamente, (véase, Orígenes en Tratado sobre la oración, 28, 1) y ser agradecido con nuestros Padres (en el sentido abierto de la palabra: terrenales o no), mostremos reconocimiento de los beneficios que nos han dado, por tanto, paguémoslo con trabajos, esfuerzos, etc, que son los sacrificios únicos que le puedes dar al Señor.

Lo que somos cristianos sabemos que tenemos un ángel guardián que nos cuida, ¿cuantas veces le hemos agradecido por los peligros a los que no ha sacado?, y esto se lo debemos agradecer a diario, esto es humildad, ser por tanto gratos, conlleva a ser un depositarios de las “gracias inmerecidas” que entrega Dios a sus hijos fieles, debemos dar gracias por lo que tenemos, y por lo que no tenemos, por lo que hay y no hay, por los sufrimientos, duelos, cuando damos o recibimos, por lo que entra, por lo que sale, comemos, tomamos, por todo y cuando esto suceda en tu vida tu alma se transformará aún más, permitirá que Dios te entregue más, no necesariamente bienes materiales sino espirituales, dones, carismas, crecimiento, etc, se aumentan, conservan, multiplican para la perfección tuya y la del prójimo.

En el Evangelio de Lucas (véase Capítulo 10:21-24) se expone la pregunta ¿por qué, Jesús, y el Espíritu Santo, ha escondido misterios, saberes, verdaderos a los “sabihondos humanos” o a los “instruidos”, mientras que a la gente, simple, sencilla los ilumina?, simplemente porque son agradecidos, son humildes, en todo caso, es la Santísima Trinidad quien (como, donde y que) revela todo, por eso afirma “dichosos los ojos que pudieron ver, y lo que podían oír”, porque muchos de estos “intelectualoides” no pudieron, o recordemos en el mismo libro (véase, Capítulo 17:11-19), cuando el salvador sanó a un grupo de leprosos, pero sólo uno fue el que se devolvió a darle las gracias, ¿qué paso con los demás que sane?, por eso le dijo “levántate y vete, tu fe te ha salvado” (ya que esta se demuestra en la gratitud), esto significa que no solo lo curo materialmente (cuerpo) sino también el alma en pos de sus crecimiento espiritual (en aras de la salvación que es lo que interesa y no se ve con los ojos del mundo).

Muchos, entre ellos, los desagradecidos está pendiente del dinero no más (idolatría) no de cómo hacer el bien, y esto es problema que se torna actualmente en la sociedad hiperconsumista, lo que no permite oír y o ver la estancia espiritual que muchos otros, agradecidos, humildes si tienen, ya decía San Isaac el sirio, “La boca que siempre da gracias, recibe bendición de Dios; y en el corazón que se gasta en acción de gracias, surge la gracia”, esto es, la gratitud consciente o inconsciente, trae muchas recompensas, pero sobre todos bienes almaticos que llevan a la excelencia, no necesariamente de los frutos de este mundo (que si los da, para los interesados) sino para lo del otro mundo, en todo caso también se aprende a ser agradecidos progresivamente y debemos comenzar desde ya para poder obrar, y pedirle a la Santísima Trinidad que nos otorgue estos favores inmerecidos.

Ahora, hagamos una oración a la Trinidad Santísima para que nos sea dado tales recompensas mayormente:

“Santísima Trinidad, lléname de tu insaciable deseo de captar almas. Llévame a tus perdidos hijos descarriados y a tus pobres criaturas, y con los brazos extendidos y con lágrimas, cambia mi corazón por el tuyo. Expandiendo el fuego de tu amor, la luz divina y su alegría todo mi ser está lleno de acción de gracias porque tú me trajiste a la vida con un solo pensamiento de amor. Me creaste pequeño e insignificante, para darme alturas por encima de los ángeles. Vengo de la nada y te ofrecí tan poco; sin embargo, tu recompensa para mí es un lugar más allá de los sueños, un hogar luminoso en una tierra de paz perpetua”.

Cuando hayamos logrado tal estado de gratitud, del cual nace con actos gratos, repetitivos, podemos ver los beneficios almaticos concedidos (aunque no sean inmediatamente), que nacen a partir de la humildad/obediencia del hombre, como virtud, ya decía Cicerón sobre este valor que no sólo es la más grande de las virtudes, sino que engendra todas las demás, y el fabulista griego Esopo, expresaba que es un signo de nobleza espiritual, por ello que muchos antes que devolver el favor, o alguna deuda, terminemos haciendo daños como pago para no pagar, y esto es lo que trae el poder de los vicios, la “ingratitud”, producto del rencor y la venganza, como beneficio maléfico de la soberbia, por ello Aristóteles atribuye que el agradecimiento sea un sentimiento que envejece prematuramente.

La gratitud, como ven, siendo una virtud, menor o mayor (según los valores asignados), se puede traducir en el lenguaje espiritual como “bendecir por dar”, es decir, quien es grato es bendecido por naturaleza, y nace del sentimiento mismo del hombre, del alma ennoblecido por su prójimo y por tanto para Dios, por ello que el Señor nunca lo olvida y lo descuida, le está dando todo el tiempo, es un servicio por sus servicios (Serviam Deus) aunque no se sepa, de allí que Cicerón diga que “ninguna deuda es más urgente que dar gracias”. Por esto “dar las gracias” así se de boca trae muchas bendiciones, pidamos entonces a la Santísima Trinidad que bendiga tanto a nuestros amigos como a nuestros enemigos, para que seamos mayormente recompensados.

Entendamos que Dios es un ser dador de gracias, sobre todo de misericordia, no olvidemos eso nunca, es rico en piedad, lento en justicia, aun así, solemos ser desatinados aprovechando de su benevolencia, y abusando de su poder, son pocos los agradecidos que actúan en cumplimiento del Evangelio, cuando precisamente Él actúa desinteresadamente por mera bondad infinita. Hoy, en este día hermanos en la fiesta del dogma del Inmaculado Concepción de María, regalémosle a la Santísima Trinidad, y a todo su reino un favor, vayamos a confesarnos, digámosle al sacerdote nuestros propios pecados, arrepintiéndonos de nuestras faltas, o hacer oraciones para nuestros hermanos, ya decía San Agustín, en la Carta 20, dirigida a Antonio: "Es más grata a Dios la plegaria por el hermano, pues en ella se ofrece un sacrificio de caridad", créanme que esta es la mejor acción de gracias a Dios que le podemos dar.

1 de diciembre de 2024

LA FIDELIDAD HUMANA HACIA DIOS


“El que es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho”
Lucas 16:10

“La prosperidad pide fidelidad; la adversidad la exige”.
Séneca

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”. 
Eclesiastés 5:4-6 

Mario Felipe Daza Pérez

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Normalmente se trata de aparear la “fidelidad” con el amor, en especial con el matrimonio, pero no necesariamente se asocia a esta característica, por ejemplo, San Juan Crisóstomo en sus homilías destaca mucho la unión entre el marido y la mujer como de los hijos en el crecimiento de las virtudes, pero no solo es esto. Lo que queremos hacer valer frente aquello es que “ser fiel, paga” en todas sus maneras, ya que tiene unas recompensas no tanto humanas, sino divinas, por parte de las promesas propuestas desde el Evangelio, y no por temor, sino por amor (ágape) hacia Dios. Ser leal, es algo propio de la caridad, y no del miedo, lo que tendemos a relacionarlos, y esto es lo que ata por supuesto a la perseverancia de la gracia.

Solemos ser fieles a nosotros mismos, a nuestros principios, propósitos, objetivos, pero ¿con Dios? los deberes espirituales, o hacia el prójimo es un deber de todo cristiano, ser fiel denota siempre cumplir con nuestros compromisos, que hemos asumido, en este caso desde nuestra convención, diariamente, si hemos realizado algún pacto con alguien se debe ejecutar, si hemos hecho votos para con Cristo, también (denota por grados), esta confianza va unida al amor, como se ha dicho, no es coercitiva, si lo es, ya no sirve, porque todo se trata de una unión, agarre, en la fuerza comunicativa que nos entrega la Santísima Trinidad a través del Espíritu Santo según lo que surge como alianza duradera.

Existen varias pasajes bíblicos que nos indica cómo se edifica esta roca, entre ellos en uno de los libros del pentateuco como lo es Deuteronomio (véase, 32:4 o 7:9), del que explaya que Dios es fiel hasta lo último, ya que guarda sus promesas, y las cumple, de generación en generación, tal cual como se lo dice al profeta Jeremías (véase 1:12), “Pues así soy yo, velador de mi palabra, para cumplirla”, esto nos hace ver que es un Dios, celoso, leal, ejecutor de lo que piensa-dice, fiel a sí mismo, pero también al hombre (dentro de un orden establecido), en cambio no tanto pasa esto con el ser humano para con Él, puesto que espera la misma contrapartida de nuestro esfuerzo, sacrificio, penitencias, ascesis cooperación, etc, del cual se renueva a diario, con nuestra conversión permanente (consagración), como tal aconteció con muchos de sus fieles profetas/discípulos: Job, Moisés, Abraham.

La fidelidad como virtud muy poco se habla y no se tiene en cuenta (vislumbrando que se da por grados), de hecho, hasta el mismo Jesús (en su naturaleza humana-divina) le tocó ser fiel hasta la muerte, puesto que le tocó cumplir hasta el último de sus días con sus cargas, para nuestra salvación, lo mismo sucede en el sentido de la cooperación del cual debemos hacer ahora nosotros desde nuestras condiciones/capacidades, dejar así una marca, para estar en comunión con Él (consagrándonos), los llamado fieles a Cristo, discípulos, apóstoles…, que actualmente se ha venido transgredido por el acomodado a los Evangelios (subjetivismo) por parte de sus mismos “fieles”, pastores, laicos, y demás, que han querido rebajar su exigencia y esto sí que es un problema grave.

La fidelidad hacia Dios se esconde incluso en los más grandes pecadores que somos, demarcada por la debilidad, y es a través del sacramento de la confesión/oración, es lo que hace que tengamos presencia en él nuevamente, por nuestro lado almático, y espiritual, no carnal, por ello la obediencia como virtud y la humildad en el cumplimiento del Evangelio, fiel y lealmente (compromiso moral/emocional), de allí que debamos marcar una disciplina para poder cumplir con los compromisos propuestos, con los votos, promesas, consagraciones, en ese acto de libertad de amor para con el Señor, cuando Él siempre lo es, a pesar de ello, pide lo mismo para con nosotros, aunque tengamos flaquezas, quiere que nos esforcemos, nos arrepintamos, lloremos, luchemos o pidamos la gracia para no pecar más.

Aunque el término fidelidad (más específico) y lealtad (más general) suelen estar asociados, no significa lo mismo (aunque lo pongan a veces como sinónimos), el primero, hace alusión a una noción más estricta, que exige compromisos formales, enmarcado mayormente en la exclusividad de nuestra fe, en este caso solo del cristianismo; en cambio la lealtad, no necesariamente se refiere a que algo debe ser cumplido para con alguien a rajatabla sino que se debe a un compromiso material, desde una parte moral y emocional, de hacer lo correcto, honesto, pero no necesariamente con fidelidad, es más que todo una devoción como ser humano por causas, fines específicos, ligado al honor, y no a un contrato, pareja, amistad, en este caso ambos valores marcan una sola vía legítima hacía Dios.

El compromiso de mantenerse firmes, coherentes, fiel, ortodoxos a esa promesa, en el cumplimiento del evangelio, votos, mandamientos, se distingue como fidelidad a los mandatos divinos, mientras que acompañamos esa devoción a seguirlo para que se cumpla o no en esa fin cristiano como lo es la lealtad, del cual incluye una disciplina que es distinta a la motivación (con ganas o no), ligado a la carga emocional, pero también moral, el primero siendo externo, se mantiene en ese acuerdo tácito, expreso, verbal, etc, y que siendo exclusivo, es estricta, exigente, más inclinado hacia lo religioso, el segundo en lo interno, indistintamente haya pactos o no, está mayormente relacionado con el afecto, es flexible, voluntario, y está mayormente inclinado hacia lo espiritual.

Desde enfoque ser fiel, paga, ya que la lealtad como sentimiento interno y material penetra hasta lo último de tu discipulado, misión, milicia, etc, acá en la tierra (homo viator), no solo porque cuentas con cobertura de Dios, sino que también te convierte por adopción en hijo de Dios, por cooperación, adopción, por su misericordia, y eso ya es una ganancia extrema, lo mismo debes hacer, para que tus amigos y familiares conozcan el camino de la verdad y la vida, llevándolos a lo correcto (ortodoxo) siendo obedientes, perseverantes hasta la muerte en los mandamientos, con fe, firmes, magnánimos, antes las dificultades, tribulaciones que nos pone la vida, como lo hizo Jesucristo para el mundo entero para salvarnos, y que nos entrega dichas enseñanzas a través de la palabra y la Santa Tradición para nuestra salvación.

Dice un pasaje del antiguo testamento, “Otorga [Dios] la fidelidad que le prometiste a Jacob, a Abraham, como juraste a nuestros padres, desde los días de antaño. Eso es lo que te pedimos” (véase, Miqueas 7:20 ), pero también dice, "Pero fiel es el Señor, que os fortalecerá y protegerá del maligno”, (véase, 2 Tesalonicenses 3:3), como notan la fidelidad se trata de ser perseverante hasta el final de nuestras vidas En este caso los mandamientos son para cumplirlo fielmente, según no los dicte espíritu que more en ti, y así actuarás [para mal o para bien] la verdadera enseñanza será en todo momento poder seguir las enseñanzas dejadas por Cristo, aferrándonos a la ortodoxia católica.

Dios nos da los instrumentos, los medios para salvarnos, y con su gracia nos arropa por mera misericordia o bondad infinita, pero para ello debemos tener voluntad fuerte, de guerrero, en esos actos, para llegar a ser justos mientras vivíamos, y luego santos cuando triunfemos, por esto, es que mantenerse fiel es un estado que se concibe en varios grados o formas, que tiene como propósito mantenernos en comunión la Santísima Trinidad, esta fidelidad que conlleva lealtad va atada a la práctica del Evangelio, es decir, la imitación de Jesucristo, en sus enseñanzas y en aplicación de sus actos, cuestión que ha sido alterada por el [pos] modernismo, o acomodado según sus conveniencias. En estos casos a la misión, apostolado, discipulado… que se te ha encomendado, por tanto, el dejar de hacerlo en ese llamado que tienes de practicar las virtudes, los sacramentos, vida ascética, etc en el cumplimiento de los juramentos es falta a ello.

Expresa San Agustín en el Sermón 21 en sus puntos 5 y 7:

“¿La fidelidad (fides) es plata? ¿Es oro, o una moneda, o una res, o tierra, o cielo? No es ninguna de estas cosas y, sin embargo, es algo. No sólo es algo, sino algo muy grande. Dejando de lado ésta por un momento, hablaré de aquella fidelidad (fides) que vulgarmente se llama también fe; no de aquella excelsa que exige de ti tu Señor, sino de aquella que reclamas de tu siervo. Hablo de ella porque también te la exige a ti el Señor, para que no defraudes a nadie, guardes la fidelidad en tus negocios, mantengas la misma a tu mujer en el lecho. También tú Señor exige de ti tal fidelidad.

Si el esclavo a quien concedes la libertad no te hubiese guardado fidelidad, ni se hubiese hecho merecedor de aquella mediante esta y le hubieses sorprendido en algunos fraudes en tu casa, ¿Qué gritarías?: «Mal esclavo, me eres infiel. ¿Ignoras que te compré? ¿No sabes que conté mi sangre por ti?» Guarda a tu Señor la fidelidad que exiges de tu esclavo. Ves el oro, ves también la fidelidad. No la exigirías si no la vieras; no la alabarías si no la vieras; no le darías como regalo la libertad si no la vieras; pero el oro lo ves con los ojos de la carne; la fidelidad, con los ojos del corazón. Cuanto mejores son los ojos del corazón que los de la carne, tanto mejor es lo que ves con ellos”.

Como hemos comentado a lo largo de este artículo, la fidelidad conlleva lealtad, pero puede que lealtad no exactamente traiga fidelidad, en todo caso son virtudes no cardinales, sino esenciales del ser humano y que debe practicar hasta morir, que en el primer caso, se data de la ejecución de los compromisos, votos, consagraciones, pactos, pero también morales y emocionales, jurídica y espiritualmente suscritos para con Dios, y esto es no faltar a la palabra dada, como nos la ha transmitido la Santísima Trinidad en Eclesiastés 5:4-6, “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”. Por esto que aquí se tenga que integrar también la perseverancia en esa disciplina espiritual marcada por el fiel seguidor y discípulo de Cristo, para poder ganar la gracia final, fin último de todo hombre almático, ya que quien es fiel en lo poco lo será en lo mucho (véase, Lucas 16:10) y es así como santificaremos nuestras vidas, con lo pequeño, hasta ir a lo grande (corona).

Hermanos/as, ejecutemos nuestras promesas de Servir a Dios (Serviam Deus), todos los bautizados, confirmados, practiquemos la vida consagrada, cuyo juramento hemos hecho (de cualquier forma/nivel), según nuestras capacidades o condiciones, como laico, religioso, monje, etc, siendo leales, pero también fieles a la vida consagrada que hicimos (o que tengamos que hacer) a los Sagrados Corazones de Jesús y Maria (sin dejar a un lado a San José y de más santos), cumpliendo con nuestra misión aquí en la tierra, mientras vivamos, ya sea tomando los consejos evangélicos (simples, sencillos, o formales) de la obediencia (humildad), castidad (continencia) y pobreza (espiritual), estos juramentos (cualquiera que sea) nos llevará al desapego por lo material, a la sabiduría, ciencia, oración y demás dones del Espíritu Santo, en el servicio que quiere la Santísima Trinidad que prestemos, en lo que significa a su Iglesia Militante, como lo hizo la Santísima Theotokos, Virgo fidelis.

24 de noviembre de 2024

LA IRA JUSTA


“En tres (3) partes se divide el alma: i) mente, ii) sabiduría e iii) ira”
Pitágoras

“¿Estás enojado? Enójate por tus pecados, golpea tu alma, aflige tu conciencia, pero sé severo en el juicio y terrible castigador de tus propios pecados. Este es el beneficio de la ira, por eso Dios la puso en nosotros”
San Juan Crisóstomo

Mario Felipe Daza Pérez

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La ira es tratada la mayoría de las veces como un mal y un vicio, pero su valor original se debe también a un valor positivo del ser humano (que fue lo inicial), que ha sido desordenado como facultad almática desde sus tiempos remotos (la caída del hombre), por ello que sea visto o tomado como algo nocivo, la cual implica calmarse ante hechos contrarios de cualquier índole, la cuestión está en que su acción tuvo su primera vez fundada en algo beneficioso y que fue dada precisamente por Dios como “don” [virtud] al hombre para que fuese utilizada ante el reclamo de la justicia, y aun mayor para la glorificación (doxología) de la Santísima Trinidad (según su momento), de esto podemos predicar que existe una llamada “ira justa”, o “santa”, del cual permite repeler los ataques de nuestros adversarios como cuerpo místico (pero no de manera personal) y ante todo de nuestros pecados o faltas, sin este poder no podríamos atacar tan duramente nuestras caídas y las acciones del maligno.

Como hemos dicho, existen dos (2) clases de ira para el ser humano, una negativa, la mayormente aceptada, y la positiva, la real, la primera es citada en mayor medida en el diario vivir más que la segunda, porque se ha convertido en una enfermedad del alma, espiritual, del cual debemos emerger en su terapéutica para recomponer sus cauces naturales, por tanto, si tomamos su virtud en su estudio, diremos que tiene que ver con el coraje, la mansedumbre, la parresía, la paciencia, pero sobre todo con la magnanimidad de las personas, es allí donde radica lo que sería la contra a este problema. Bajo estos hechos la ira-pasión es un apetito del alma irascible, del cual puede tener múltiples causas en su parte nociva, pero para la parte que queremos compartir el fin siempre es el mismo, que es de defender un bien mayor, tal cual como lo es la fe.

Tenemos muchos ejemplos no solo de la ira de los hombres en la Biblia el cual utilizaron este recurso en contra del pecado, las herejías, apostasías, sino también el mismo Jesucristo, (véase, Marcos 3,1-6, Juan 2,13-16, 1ª Corintios 5), por tanto, su accionar no solo está predicado de su modo comportamental, como de su hablar sino tambien en Dios. El enojo es justo cuando es causado hacia un mal verdadero y cuando no exceda su medida, por lo que debe ser proporcional, necesario y útil para no caer en la soberbia, de allí, que deba ser prudente, recordemos lo que sucedió con el hecho de los mercaderes del Templo, fue una encolarización justificado, expresamente cuando dice “mi casa será de oración”, pero ustedes lo han hecho una “cueva de bandidos” (véase Lucas 19: 45-48) y es esto es lo que realmente está pasando con la crisis de la Iglesia [militante] actualmente, no tanto por su acomodo del Evangelio que es falta en si vergonzosa, sino por la omisión de denunciar estos hechos por parte del clero: Sacerdotes, Frailes, pero en su mayor medida en la responsabilidad de los Obispos que son los sucesores de los apóstoles.

La ira justa no se trata de recurrir a ella porque el abanico se dañó, el amigo que le prestamos no nos pagó, porque el vecino habla muy duro, tampoco lo es porque me injurian, o cuando contesto una grosería con otra, esto será en muchas ocasiones sentir molestia, algunas veces estar airado, aunque puede ser también enojo justificado pero no necesariamente santo o justo, por lo que este ultimo es visto como una pasión (buena, mala o indiferente) más que como una virtud en sí misma, del cual se debe y puede mejorar, pero no es necesariamente tampoco un vicio, el quid esta es saber discernir cuando no estar atado en este estado iracundo del hombre, del cual proviene originalmente de las facultades del alma y que brota del corazón (sentir), ante situaciones medianas, cortas o complejas, actuando con desproporción a lo que se quiere arreglar, por tanto, responder de la misma forma o agravada que mi agresor, en exceso e incluso por defecto al no hacer nada, tambien es grave.

Con esto queremos decir que todo acto de legítimo de defensa, por ejemplo, proteger la vida, ante un caso de valentía porque están hiriendo a tu esposa e hijos es una ira justificada, pero no necesariamente santa, o justa, aunque puede ser tomada como válida, que puede excederse, aunque el no hacer nada tambien podría figurar como pusilanimidad, la cual es un mal ante una falta de valentía, o de magnanimidad, en todo caso, siempre será ideal ver el contexto en sí en concreto (condiciones). Habrá veces que debemos resistir (katejon) ante la injusticia del cual resulta necesario, otras veces por la impotencia, y también porque no controlas la situación, a pesar de que denuncies o no los hechos, todo esto toca analizarlo con las virtudes cardinales, de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, y con los dones que te ha entregado el Espíritu Santo en el bautizo y confirmación (crismación), en todo caso debe estar en permanente oración para que sea Él que te guíe, antes de, de una ocasión de pecado, falta o vicio, por eso es que se necesite orar incesantemente (es un mandato que por lo general olvidamos, o por negligencia).

Aquel que mate a un hermano, o lo hiera sin estado de necesidad o legítima defensa, comete pecado, en contra de la caridad y la fe, (véase, Mateo 5:22), la ira-pasión se puede convertir fácilmente en ira-vicio pero esto pasa cuando se convierte en algo sistemático y recurrente, es decir, no viene de la noche a la mañana, algo pequeño se convierte en grande con el tiempo, la cuestión está en no poder dominar la razón (instintos), esto, para que luego no sea transformada en rencor, odio, venganza..., (como la muerte de familias), por tanto, es necesario regular las emociones y para esto se necesita de mucho coraje (la némesis) que es la mansedumbre, paciencia para poder aguantar estos achaques, Séneca diría (en su libro como el mismo nombre sobre la ira), la “clemencia” (que tanto le pedía a su pupilo Nerón), por ello que se deba nuevamente estar en estado de gracia y orar mucho para poder reaccionar, con humildad (en contra del orgullo que provoca este vicio).

El estoico cordobés expresa lo siguiente en el libro citado:

“Indispensable es desterrar del alma toda sospecha y conjetura ocasionada a injustas iras. Aquél me ha saludado con poca cortesía, aquel otro no correspondió cariñosamente a mi ósculo; éste ha interrumpido bruscamente una frase comenzada; aquél no me ha invitado a su banquete, y el semblante del otro no me ha parecido muy risueño. Nunca faltará pretexto a la sospecha: contemplemos con mayor sencillez las cosas, y juzguémoslas con más benignidad. Creamos solamente lo que hiera nuestros ojos, lo que sea evidente, y siempre que descubramos la falta de fundamento de nuestras sospechas, refrendamos nuestra credulidad”.

El hecho de ser iracundo para actos benéficos, no tendría estos hechos ningún problema, por tratarse de iras justas más no injustas, de hecho es una virtud necesaria (véase, San Agustín o Santo Tomas), no debemos ser indiferentes ante el mal, ni tampoco tolerantes, sino que debemos reaccionar contra él con astucia de serpiente y mansedumbre de paloma, conforme a nuestra capacidad y condición de nuestras vidas, evitando en todo caso llegar a la soberbia/orgullo/envidia, de esto que sea necesario alimentarnos bien (nutrición adecuada), realizar ejercicios físicos, como practicar la virtud, y tener una vida sacramentada, para tratar de tener una vida ecuánime, ante los apasionamientos, distinto a la llamada ira de Dios (véase, Isaías 26:20), que no solamente es justa, santa, sino también divina, necesaria, casos abundan de ella: Sodoma y Gomorra, el diluvio de Noe, Nínive (perdonado), etc.

El llamado a tener una ira santa es que lo sepamos utilizar, como recurso, no se trata de anular la facultad, es decir su energía debe estar proyectado al servicio de Dios (Serviam Deus) no de ti mismo (soberbia) ni los demás, ni tampoco del demonio, sino a favor de la Santísima Trinidad, odiando el pecado, que es lo que mata el alma, y sobre todo los pecados imperdonables, como los vicios. Si recordamos Jesucristo durante su vida terrestre fue manso y humilde de corazón y de Él solo toca aprender, la violencia del Señor es incomprensible y totalmente distinta al de los hombres (misterios), no se puede ni siquiera diferenciar, las consecuencias, ya que son indescifrables, para el primero, es todo un orden, en todo caso es lentitud ante la justicia, pero muy rico en misericordia, es demasiado paciente, que a diferencia de la ira del humano en su estado iracundo negativo se debe a su soberbia, idolatría personal del creerse dios (matando, hiriendo, injuriando, etc).

Existe una confusión actualmente en creer que el cristiano es un hombre de no violencia, y lo contrario, es un hombre de violencia contra si mismo, es manso, pero menso, también trae espada para luchar, cuando se requiera defender la fe, no es pacifista, es guerrero al Servicio de gloria de Dios, es valiente, y lo hace por amor (y no tanto por miedo), en sintonía con los preceptos de la Santísima Trinidad (véase Romanos 12:19), la cuestión de la ira es poder dominarla para poder utilizarla correctamente, e incluso la pasional, para que nunca se convierta en ira-viciosa, en pro de la razón, y del espíritu santo, de un hombre justo, ya se dice en Daniel 12:4-9 (citado por Santo Tomas): “Sin la cólera ni la ciencia avanzaría, ni los juicios se ejecutarán, ni los crímenes serían castigados”. Puede que la encolarización bendita despierte otras virtudes, o prácticas virtuosas en nosotros, por ejemplo, una mejora en la ascesis, en la parresía, en nuestra habla cristiana, etc por esto es que debemos ejercerla.

Lo que debemos evitar en todo caso es la ira proveniente de nuestros propios deseos o pasiones, que no siempre es injustificada, pero por lo general lo son, como cuando se le dio muerte a Abel por envidia/orgullo, o cuando se cometen homicidios, hurtos, etc, con rapiña, solo por no saber dominarse (apatheia), y esto es lo que implica saber manejar las virtudes cardinales (conociéndose a si mismo), con la prudencia, moderación (templanza) etc, mezclando los dones y carismas, que si bien no todos los hijos del Señor las tienen plenamente, si que lo toman en un inicio hacia el propósito de Dios, como lo hizo Moisés, Elías, Pablo, Jeremías, algunos devenidas directamente por la providencia del Señor (gracia), pero otras veces insertadas en el mismo intelecto-cristiano, propio del espíritu santo del ser humano, en sintonía con el Espíritu Santo, Paráclito, esto, dominando la pasión lo más posible en pro de lo correcto, ya decía Aristóteles en Ética a Nicómaco: "Cualquiera puede enojarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado adecuado y en el momento adecuado, por el motivo adecuado y de la manera adecuada, no es fácil". 

La ira contra el pecado por ejemplo con los actos de glotonería, fornicación y de mas (pasiones carnales), debe ser más que necesaria, para resistir las emboscadas de nuestros enemigos, ahora si para corregir los defectos que la causan, por ejemplo el alcohol, entre ellos, la cerveza, el whisky, o el vino, ya sea por su exceso o simplemente tomándolo, estos efectos llegan a generar ciertas reacciones cerebrales que harán de ti un recuerdo de tu vida pasada (hombre viejo), por tanto, que debes reprender/rechazar anulando todo acto que conlleve a estas conductas con un estado iracundo, pero justo, santo, contra la perdición de nuestras almas, ese Egipto, y Babilonia deben ser arrancados de nuestras vidas con furia, con el poder de los instrumentos que nos entrega la Iglesia, con la gracia, pero ex ante, con el esfuerzo del arrepentimiento, la humildad, y las lágrimas de ser viles pecadores.

Nuestra ira siempre será aceptada e inclusive violentamente si se trata de defender la ortodoxia, la doctrina sana de la fe, y no tanto para defendernos a nosotros mismos, que suele ser egoísta, solo porque alguien dice algo en contra de nosotros, llegamos al resentimiento, aquí la justicia se explaya cuando hablan mal de tu prójimo o de la misma Iglesia (véase, Éxodo 32 y Números 25), dice San Agustín (véase, capítulo 45, en "El espíritu y el alma"): "De la irascibilidad nace el odio. En efecto, la ira engendra odio, y del odio viene el dolor y el temor. Por ejemplo, cuando nos airamos contra nuestros pecados, y comenzamos a odiarlos, nos dolemos porque hemos pecado, y tememos las penas por los pecados” y expresa también en la exposición segunda del Salmo 30, en su punto 4: “La ira todavía no es odio. Te puedes airar contra tu hijo, pero no lo odias: no lo desheredas, aunque te ve airado; y precisamente tu ira es para que no pierda con su mala vida y sus costumbres depravadas lo que tú le reservas”.

San Paisios del Monte Athos en Palabras Espirituales, Vol. 2, dice lo siguiente:

"El hombre espiritual, cuando lo mueve la ira a defenderse en un asunto personal, sufre de puro egoísmo, está bajo la obra del diablo. Recibe corrientes diabólicas del exterior. Si alguien es agraviado o ridiculizado, otros deben defenderlo por justicia y no por su interés personal. No es apropiado luchar por uno mismo. Otra cosa es reaccionar para defender temas espirituales serios, temas relacionados con nuestra fe, con la ortodoxia. Este es tu deber. Cuando piensas en los demás y te resistes a ayudarlos, entonces este acto es puro, porque se hace por amor".

Hermanos, si tanto nos queremos enojar, hagámoslo con el pecado, con lo que está mal, no por ofensas que otros nos hacen, por lastima, ni nada de eso, que solo alimentan la soberbia/orgullo, saberse controlarse es una virtud que hace parte de las virtudes cardinales, y debe ser ejecutadas con prudencia, Pablo se enojó, Elías se puso iracundo, Pedro se molestó, Jesucristo ni se diga, pero con sabiduría, moderación, amor, no con venganza, rencor, odio, la ira debe ser justa, santa, no pasional, sino inteligente, para evitar un mal en sí mismo, de nosotros mismos u otros, quitando de sí el vicio que conlleva, la enfermedad, volviéndolo un remedio cuando lo volcamos hacia lo correcto, lo ortodoxia, en aras de la justicia, la piedad, lo justo, igual cuando los ángeles en su contra-revolución lucharon con ira contra las miríadas de ángeles caídos defendiendo el honor y gloria de Dios (doxología).

Para el teólogo ortodoxo, Jean Claude Larchet, las funciones de la ira son, citando a varios padres de la Iglesia y monjes:

“Cuando en la agresión en un hombre sano (Adán antes de la caída, el hombre restaurado en Cristo) es oponerse a todo lo que pueda alejarlo de Dios, desviándose del camino de deificación que fue puesto a la creación. Este poder del alma, dicen los Santos Padres, fue puesto por Dios en el alma humana para poder luchar contra el mal, más precisamente para repeler los ataques de los demonios, para resistir las tentaciones, para no recibir y cortar los malos pensamientos que los enemigos que le dijeron eran similares en espíritu. La ira justa fue dada a nuestra naturaleza por Dios que nos construyó..., como arma de justicia", dice San Diadoco de Fótice. Si la hubiera usado contra la serpiente, Eva no habría acabado poseída por el placer apasionado”.

En resumen, debemos usar correctamente la ira como es, para combatir al maligno, el pecado, enfurecernos contra la injusticia hacia Dios, el daño a la Iglesia, la ira es por tanto buena si se sabe utilizar, una herramienta útil para el alma, es la encolarización ante actos benéficos, del cual proporciona armas dice Virgilio en Eneida, (véase, I, 150) suficientes para el combate, o la furia según Publio Siro (véase Máximas, 178) para salir victoriosos.