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15 de diciembre de 2024

EL DESAPEGO MATERIAL/EMOCIONAL ES GRADUAL


“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas [apegos], malos deseos y avaricia, que es idolatría”
Colosenses 3:5

“Hijos míos, guardaos de los ídolos…”
1 Juan 5:21

“La humildad es un desapego de uno mismo en todo, renuncia de la propia voluntad”
Jean Claude Larchet

“Sin nepsis (vigilancia) no hay desapego material/emocional (apatheia)”

Mario Felipe Daza Pérez

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Dice San Juan Clímaco o de la Escalera que para el ascenso divino se necesita obediencia, ya que a través de ella nace la humildad, y esto es necesario para librarse de las pasiones (apatheia), es el desprendimiento por tanto la limpieza de los sentidos que nos llega de las cosas materiales/emocionales [mentales] más que las espirituales, en este sentido según San Máximo el confesor quien es humilde y desapegado tiene la recompensa de la moderación de la fe, y los demás dones del Espíritu Santo, sumados a otros como el discernimiento del cual se toma del amor de Dios, ya que sin estos bienes nadie verá a Dios (ni su rostro) ni tendrá el conocimiento espiritual suficiente para llegar a Él.

En estos casos el monacato sobre todo de enfoque oriental (hesicasta) se orienta en la práctica de la nepsis (vigilancia), que es el desapego no solo de la materia, sino de lo inteligible, de lo que llega al pensamiento, como pueden ser las emociones o los mismos pensamientos (aspectos mentales o del nous), para así llegar a una tranquilidad o imperturbabilidad (apatheia) de los sentidos, viendo siempre nuestro interior [ojo espiritual] hacia Dios, hacia lo unitivo [theosis], en comunión mística con la Santísima Trinidad [luz increada]. Una cosa común es hablar de las idolatrías entre ellas de las riquezas [pasiones desordenadas o malos deseos], como la codicia del poder y entre otras cosas más, que son apenas visibles para el hombre pero que lo llevan a la ruina por la adquisición de bienes que no son importantes para su salvación.

Dice San Marcos el Asceta, en sus “Discursos”:

Tú me dirás que nosotros ni atesoramos oro ni tenemos riquezas. Y yo te digo que ni el oro ni las riquezas causan daño, sino [...] usarlas mal con pasión [deseo, apego]. Nosotros, aunque no tengamos riquezas dirigimos la pasión de la codicia hacia cosas que no tienen valor y por tanto, somos más infelices que los que tienen muchas riquezas [pobreza de espíritu] porque, después de haber tenido el cuidado de abandonar esta miseria universal, estamos en la pasión de los placeres, como si Dios no nos viera. Porque huimos, si al amor del dinero, pero no huimos al amor del placer, no atesoramos oro, pero acumulamos cosas sin valor, no buscamos cargos y puestos de autoridad, pero buscamos a toda costa la gloria y las alabanzas [vanagloria], dejamos las riquezas, pero no rechazamos las ventajas que se derivan de ellas”.

Quien esté apegado a lo terreno, no le será posible trascender [transfigurarse, ver la luz del Tabor], y esto no importa si tiene riquezas o no, aunque es más probable que se atasque quien las tengas que quien no, pero no necesariamente tiene que ver en todo, por tanto, en todo caso se necesita de una “pobreza espiritual”, es decir material, y no de forma (como de votos), en cuanto a lo que se refiere a la posesión de los bienes de este mundo que no son tuyos ni de nadie (mera posesión), sino sólo del creador (véase, la “parábola del rico insensato”). La sabiduría nos lleva a reunir todas las virtudes para que podamos desprendernos de lo material, y poner nuestros ojos, escucha, y demás sentido hacia Dios.

Normalmente se habla/escribe hoy en día sobre el “prosoche”, o el focus, el mantenerse en el presente, conceptos que siempre han existido, en este caso el cristianismo se centra también en el ahora, que es el que puede cambiar el sentido, con tu esfuerzo, ya sea aflicción, compunción, arrepentimiento, perdón, desapego, y demás, es lo que verdaderamente importa para justificar la “gracia”, quitando de por medio todas las preocupaciones mundanas, las ansiedades (pasado o futuro), por esto, que debamos entender cómo funciona antropológicamente el hombre, cuáles son sus causas de pecado, como lo que desprende la ignorancia, el olvido o la negligencia, con tal de poder entenderlas y trabajar en ellas, esto, para poder volcarnos hacia la santificación, como lo hicieron los patriarcas, profetas, apóstoles, cumplir y obedecer según la voluntad del Señor.

Para poseer a Cristo, en su plenitud, debemos dejar todo, esto es, toda lo material, espiritualmente hablando, centrado en el desapego, en el desprendimiento de las preocupaciones, obsesión, ansiedad, estrés, no necesariamente los bienes de la tierra que nos han sido dado, sino no dejarnos esclavizar por ellos, no es convertirlos en ídolos, es solo administrarlos según la necesidad, según su ocasión, momento…, para la mejora del bienestar nuestro, de las familias y del prójimo, lo que nos insta Dios, es que existe cosas más importantes que esas, como es el trabajo de nuestra alma, por ello que se enfoque siempre en el Evangelio en la cura del alma, no de las bienes terrenos, pues, no se trata de llenarnos los ojos de codicia (concupiscencia), o de ambición, al contrario, sino de mantenerla en la virtud, mortificando nuestros sentidos de toda impureza, pasión, deseos, etc (véase, Colosenses 3:5): “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”.

El culto que tenemos hoy en día de los apegos es impresionante, que podemos llamarle con toda seguridad “ídolos”, se muestran ejemplos en toda la Biblia, entre ellos en Ezequiel 14:4, y de esto se desprende todo raíz de pecados, entre ellos la codicia, que dice San Pablo que es la fuente de todos los vicios. Tenemos que no solo estamos compinchados con lo material, que sería lo más común: riqueza, poder, puesto de trabajo, etc, sino con emociones hacia otros, como si fueran nuestros e inclusive cosas que no controlamos, como los equipos de fútbol, actores, cantantes, apariencias de cuerpo, ideologías, belleza, en fin, vanidad, todo es vanidad (véase Eclesiastés 1), del cual se consagran no expresamente como si se tratara de un juramento o un contrato, sino tácitamente, adorándolos, como “dioses”, rinden homenaje y culto a estas imágenes de barro como si fuera un todo.

Debemos poner razón que gran parte del apego se debe a nosotros mismos, esto debido a múltiples causas, pero también una porción es culpa del mundo (racionalismo, consumismo, etc), esto es lo que nos ha llevado al civilización de la libertad, fraternidad e igualdad, en favor del de la materialización de las cosas, del cual ha generado gran despegue de la concupiscencia, aumentándola, fomentando la codicia, la avaricia, la envidia, y demás ídolos y vicios capitales, por esto es que fomentar una pobreza de espíritu es un buen remedio para todo este tipo de problemas, adicional a esto, tenemos además de la simplicidad, austeridad, templanza, el desapego, el ayuno (de todo tipo, como el de dopamina, reseteo de la actividad neuronal), obrar con caridad (limosna), mortificarse, aprender de Jesús que es manso y humilde de Corazón siguiendo su Evangelio, seamos apegados solo a la fe cristiana, la verdadera, la católica (véase Filipenses 2:11).

En época navideña, o cualquier otra fecha que deseemos debemos engendrar generosidad para el prójimo, seamos caritativos, que además de borrar inmensos pecados dicen los Padres de la Iglesia (véase, Libro de Tobit), entre ellos Juan Crisóstomo indica que “es mejor que resucitar a los muertos”, el desprendimiento por lo que tiene y no usas es lo ideal, se determina regalándolo a lo más favorecidos o dando de qué comer a los pobres, que es lo que manda el Evangelio, no sólo debemos deshacernos de objetos, materia, sino también de emociones negativas, perdonando a doquier a todo aquel que le hicieras daño, repartiendo abrazos, cariño, amor, arrepentimiento a la lata, a la hora de saludar, al bendecir y démosle un abrazo a ese hermano, reconozcamos las cualidades del otro, callemos en su defectos, resaltemos sus virtudes.

Entendamos que la vida mientras que vivamos en lucha (véase Job 7), es combate ascético diario, cada vez que comienza un día, es otro batalla que dar, (perseverancia) con disciplina, a pesar de los pecados, faltas, vicios, estamos en un campo de espadachín, donde la carne (nuestros deseos), es lastimada por la concupiscencia, el mundo está en contra del alma justa, y el demonio con sus influencias y ataques, se nos ponen como obstáculo para salir adelante, pero esto no es óbice para ganar, porque bien como dijo Jesús, “Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo [theosis]. En el mundo, ustedes habrán de sufrir [luchar]; pero tengan valor [coraje, parresia, valentía]: yo he vencido al mundo” (véase Juan 16:33), y como ejemplo para seguirlo según nuestras capacidades y condiciones debemos hacerlo mismo cargando la cruz cotidiana que se no has puesto, arrastrándola, y no yendo en contra de ella, en ese desierto interior (hesicasmo), conforme a las promesas, votos, consagraciones…, que hemos hecho, en todo caso de las fidelidades, que hacemos con la pobreza espiritual, pureza, obediencia, humildad, etc, y todo ello unido a una forma de la sabiduría que comienza con el Santo Temor de Dios.

Cuando sufrimos tristemente [no luchamos] y dolorosamente sin amor [no nos esforzamos], es porque estamos apegados, tenemos poco ágape y poquita fe [leve cultivo], a pesar de las tribulaciones, la paciencia será agradable según la caridad que tengamos da las cosa que no sucedan, por el eros (intensidad) que tengamos hacia el Señor, la Santísima Trinidad, nos dará a través de su luz la liberación de los deseos o de las pasiones desordenadas, pero se hace primeramente con la purificación de los sentidos [soma], del cuerpo, y luego del alma, la cual conlleva meses o años, para algunos u otros, por ejemplo la tristeza (contraria al penthos, la santa, que vigila el corazón) que es un vicio tendiente a la pérdida de los bienes materiales o por no poseer eso que tanto quieres, un puesto trabajo dado a otro, etc, esto es precisamente falta de amor a Dios, porque el esfuerzo de empeñarnos a agradar es incompatible con poseer un espíritu santo [vía unitiva].

Ya decía San Serafín de Sarov, (el San Francisco ruso) en “Vida, necesidades y enseñanzas”, Editorial del Monasterio del Hermitage, p. 389-390:

“Para conservar la paz de vuestra alma, debéis alejar de vosotros la tristeza y esforzaros en tener un alma alegre, no triste, según las sabias palabras de Jesús Eclesiástico: mucha tristeza mata y no sirve en ella”.

El camino hacia el desprendimiento de lo material/emocional [mental], al desapego es la vía a tomar para la nepsis, y la vigilancia en la apatheia, una imperturbabilidad del cual quita todo obstáculo de esas pasiones (desapasionamiento a los deseos o placeres desordenados), la cual impregna nuestro intelecto (nous), por ejemplo, cuando le respondo a alguien con ofensas, porque tuve un apego a una idea porque el perro hizo necesidades en mi cama, esto responde a una mala conducta, de que algo no anda bien en mi psyche, indistintamente, de que el otro te haya ofendido o no, no tendría por qué haber respondido con el mismo agravio, nada de eso va a cambiar para mejorar la conducta, lo que se debe hacer es rechazar ab initio este tipo de pensamiento desde el instante en que entra (aunque para eso requiere de mucho entrenamiento, por eso que se debe comenzar desde ya).

Sin nepsis (vigilancia) no hay desapego material/emocional (apatheia), ni mental, por tanto es el esfuerzo hacia lo justo, al arrepentimiento, a la aflicción, compunción, al rechazo, y demás lo que nos hace volcar hacia la gracia divina que en últimas su justificación descansa en la fuerza del Espíritu Santo, quien es la que lo repele y te das las herramientas para hacerlo, por ello que, que la disciplina, la constancia, perseverancia nos sostenga en la batalla, ex ante (o paralelamente) es necesario una limpieza de cuerpo y alma (catarsis) antes de llegar a la contemplación o theoria, porque no es posible el combate espiritual sino estemos en el camino a la pureza, esto es, purificando el corazón, los pensamientos, los actos carnales, las palabras etc, y esto tiene razón en la psyche, con una barrida de mente, del cual requiere mucho tiempo y dedicación, construyendo así un hábito de vigilancia, en pro del conocimiento divino, en ayuda del Paráclito, nuestro abogado.

Nadie puede decir que su carácter, temperamento es así y no puede cambiar porque son sus genes, porque es mentira, nada le impedirá ejercer la nepsis para orientarse a la apatheia, porque es mendaz este argumento, todo en esta vida es trabajo y duro querido hermano, hasta el más irascible de los viles, y el más pecador de los pecadores se puede componer con esfuerzo, disciplina del alma, encaminándose a conseguir la gracia santificante quien es en últimas quien salva (también puede ser inyectada de una vez, cuando Él quiere), son pocas cosas las que nacen con nosotros, pero esto no influyen en nuestro perfeccionamiento espiritual, en la excelencia, la santidad, o la justicia, lo que está grabado es algo que se desgrava o viceversa, con Cristo médico se compone, huyendo de las ocasiones del pecado, del achaque de las pasiones, del placer, para unirnos nuevamente a Dios (comunión), a través de luchas permanentes, sufrimientos, paciencias, etc.

El desapego material/emocional [mental] como hemos sugerido es paulatino, se trabaja poco a poco, a medidas que crecemos espiritualmente nos vamos fortaleciendo (don de la fortaleza), el desprecio de las cosas de las cosas de este mundo, como de uno mismo trae este mismo desapasionamiento (apatheia), y no se trata odiar en si los bienes del mundo porque sí, sino de lo mundano, de lo que no sirve, de las vanidades, las apariencias, los juicios inmediatos. Los cristianos, debemos centrándonos mayormente hacia Dios, alcanzado la nepsis, recordando la muerte diariamente (memento mori), el presente (carpe diem), solo así alcanzaremos la luz divina increada, saliendo de las esclavitudes de las pasiones del cuerpo mismo, abofeteando la idolatría.

Dice San Nicetas Sthethatos

El ayuno equilibrado, acompañado de las vigilias, la meditación y la oración, hace que el hombre alcance pronto la zona de la apatheia [imperturbabilidad], cuando tiene el alma inundada por las lágrimas de la humildad [la aflicción, es el aguijón del alma dice Clímaco] y cuando arde de amor a Dios”.

Dice San Evagrio Póntico:

El ayuno, las vigilias y la oración favorecen la obtención de la apatheia [desapego] que nos diviniza [theosis], porque el ayuno, cuando es legítimo e íntegro, unido a la misericordia, conduce al creyente, sin demoras, al umbral de la purificación”.

Desde la libertad moral del hombre, que le llaman “libre albedrío” tenemos la responsabilidad para aceptar o rechazar los pensamientos, actos, o no, frente a esta conducta que nos gusta llamar mejor la “libre voluntad”, ya que se trata mejor de un deber moral, está determinado como la obligación que te permite tener los esfuerzos o no para alcanzar la perfección (perfectibilidad), ya sea como seguir la comodidad (zona de confort) o no, para matar o salvar el alma, vencer los obstáculos, dificultades, o achacarse, están entonces en tu espíritu las armas para conseguir de ti un alma magna para la lucha y el combate ascético piadoso, justo, acompañado de las obras, de esa fe intensa, que necesitas para desaferrarse a los apegos, pasiones, deseos desordenados.

Si pudiéramos poner algunos tips o consejos [método] al menos en nosotros los “noviciados” en cuanto a aplicación de los ejercicios espirituales, según la experiencia (tomando la ciencia de los santos), teniendo en cuenta además las recomendaciones de los Padres de la Iglesia, pero entre ellos científicos de la santidad, como lo fueron los primeros monjes (San Nilo el Asceta, San Evagrio Póntico, San Efrén, San Isaac, entre otros), brevemente podemos mencionar conforme para conseguir una nepsis en la lucha contra el apasionamiento y luego tomar si se quiere inmediata o mediatamente una apatheia en pos del crecimiento espiritual los siguientes puntos (numerus apertus). Veamos.

  • Fomentar el Santo Temor de Dios, que el principio de la sabiduría
  • Debemos cultivar la atención (focus), rechazar los pensamientos no santos
  • Vivir el presente, no desesperarse, arrepentirse, perdonar a diario
  • Ayunar (según días previsto o según el calendario de la Iglesia)
  • Busca la quietud (hesicasmo), el recogimiento, el silencio interior (desierto)
  • Controla lo que digas, piensas o haces (piensa en Jesús)
  • Mortifícate (v.g. duerme en el suelo de vez en cuando, pasa frío, calor, etc)
  • Se manso (pacificador), no menso (ignorante),
  • Cultiva la humildad/obediencia en tus deberes/responsabilidades
  • Se caritativo, da limosna los pobres
  • Lleva una vida modesta, austera, simple
  • Haz vigilias de vez en cuando (privarse de sueño)
  • Trata de hacer oración con lágrimas (penthos) o al menos con compunción
  • Desprecia las comodidades (en ciertas ocasiones)
  • Ora incesantemente (sobre todo mentalmente, con jaculatorias)
  • Lee la vida de los santos, imítalos según tus condiciones/capacidades
  • Recuerda la muerte a diario (memento mori), toma el día como el último

No en vano Cristo haya dicho (véase Mateo 11: 28-30), “Vengan a mí, todos ustedes [los apegados] que están cansados [de lo material, de lo vano, de las cargas pesadas de la vida] y oprimidos [por las cosas de este mundo, y emocionales] que yo los aliviaré”, esto significa que Jesús es el médico que nos alivia y sana, desde el fondo del corazón, desde los pensamientos, palabras y obras con tal de salir de este fango en el que estamos. Hermano, si ves que el agua te está entrando hasta el cuello lo más racional es que tires todo lo que lleves contigo (material) para hacer menos peso en tu vida para así no arrastrar tu alma (barco) junto con la basura, porque entonces no trabajar el alma, que es lo único que se salva, lo inmortal es quedarse en la ruina, la muerte. En este caso el apasionamiento son esas valijas, que hace más pesado el viaje, lo que en muchas ocasiones se torna imposible pasarla a la luminosidad (puerto seguro) de la transfiguración.