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8 de diciembre de 2024

SER AGRADECIDOS ES EL MEJOR REGALO QUE PODEMOS DAR


“Sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos da todo”
San Nicolás de Bari (el verdadero Santa Claus)

“Si haces el bien, hazlo sólo para Dios. Por eso no debes prestar atención a la ingratitud de los hombres”
San Ambrosio de Milán

Mario Felipe Daza Pérez

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Ser agradecidos, hasta agraciados, y todo lo que tenga que ver con la gratitud, tiene que ver a su vez con la bondad, caridad, humildad…, ya decía San Juan Crisóstomo que el verdadero ser grato es el humilde, ya que se toma como un deber cuyo empuje torna necesario y urgente para nuestras vidas, así mismo podemos predicar de otras virtudes, que todo seguidor de Cristo debe seguir, entre ellos Maria, la primera discípula de su hijo, de allí que sea incluyente a la voluntad del Padre, cuando exactamente dio el “Fiat”, con el “Magníficat”, agradeciendo así ser “esclava del Señor”, y ella agradeció ese gesto, de su haber colocado la tarea de guiar a la humanidad de la salvación, de igual forma lo hicieron los primeros apóstoles, sus sucesores, y ahora nosotros quienes seguimos la Santa Tradición.

El agradecido da gracias no solo por lo grande, sino también por lo pequeño, y existen varias formas de hacerlo, por tanto, no solo es decirlo sino demostrarlo. Vivir en estado de agradecimiento es por tanto una virtud (véase, Colosenses 3:15), ser agradecidos por lo que se es y por lo que no tambien, esto implica ver a los demás como superiores a nosotros, siempre, aunque tengas un puesto mejor laboral/profesionalmente o no, la idea es servir, no ser servido, (véase, Filipenses 2:3), esto radica no solo en lo material, que es donde más se cree que se da, sino también en el campo espiritual, esto, por supuesto trae mayores “gracias divinas” como recompensa por lo que hacemos caritativamente.

El efecto de dar, es entregar para no recibir, de nada vale regalar cuando estamos pensando ser luego recompensados con un favor, indistintamente de que venga o no después, esto no es ser limpio de corazón. El agradecimiento, siempre debe ser visto como deuda para toda la vida, así lo hayas pagado, el servicio es permanente, según las condiciones de cada quien, es decir, hasta donde se puede, sensatamente concebido en las necesidades y esto por supuesto implica humildad, porque requiere que estemos abiertos a cooperar, a aceptar debilidades, de otros (división de trabajo), lenguaje emocional (psicología positiva), etc.

El defecto de esta virtud en este sentido siempre será la ingratitud, esto es, ya sea porque nos acordamos solo del momentico en que nos dan, o simplemente porque decimos un “gracias” pero de mentira, después nos olvidamos de lo que hicieron por nosotros, de allí que sea contrario a la humildad, y nazca por supuesto soberbia, aumento de ego, malas fe, en una mala conversión cristiana que todo lo deben, porque eres el importante, y todo te lo debería de dar por tu condición de no sé quién, haces de la pleitesía el ídolo, la máscara del orgullo que se esconde como manchar para tu alma pegada con vanidad, en especial con la vanagloria ya decía el Padre Pio este es el vicio que “carcome la santidad”, cuya carencia puede venir de la ignorancia, negligencia u olvido.

Cuando es descuido doloso, es decir, negligencia, se tiende a una personalidad de de tipo presuntuoso, ya sea debido a causas familiares (cargas), epigenéticas, entornos, etc, es un indicio de la baja disciplina espiritual que se tiene, y la poca edificación del alma, ya que tus actos estarán dotados de vanidades, y vanaglorias, del cual espera siempre recompensas, lo que te lleva desconocer los favores que otros te hacen, las ayudas recibidas por alguien, y si notas le restas importancia con el olvido voluntario, porque el valor está en tu interior (lo haces de él un centro egocéntrico), el “Yo”, permite incluso la entrada de otros vicios, envidia, reconocer, resentimiento, reconocer a falta de humildad.

Pensamos en el que es mal agradecido con Dios, que lo somos en algún momento o constantemente, sobre todo con nuestros actos, de lo mucho que recibimos aunque lo desconozcamos y esto es moral, por ejemplo, cuando recibimos las riquezas, o materialidades de la vida no decimos nada para Él, ya que nada de eso nos pertenece, y creemos que por nuestro propio esfuerzo podemos arrollar a los demás a causa de estos medios, cuando todo lo fue creado por la Santísima Trinidad, todos los bienes absolutamente pertenecen al creador, ya decía San Agustín, “lo único que es nuestro son nuestros pecados”, (véase, Sermón 21) y aun asi ni miramos de los mucho que pudimos haber caído, y que su mano nos ha preservado de las faltas por divina providencia (ley divina).

El hecho de haber nacido es un agradecimiento eterno en sí mismo, porque las probabilidades son casi nulas, aun así, tampoco damos las gracias, sino que decimos que fue “azar”, aun así perdemos el tiempo y no aprovechamos nuestra vida para las cosas valiosas, sino que la llenamos de placeres inmediatos, deseos, vicios, y no para servir. Hermanos, seamos conscientes que el Señor nos llamó y escogió (desde la concepción) para ayudar en la cooperación de su gracia, a su plan divino que es un misterio. Por tanto, estamos en deuda con nuestro creador, una obligación común, de todos los hombres que debamos reparar, conmutativamente, (véase, Orígenes en Tratado sobre la oración, 28, 1) y ser agradecido con nuestros Padres (en el sentido abierto de la palabra: terrenales o no), mostremos reconocimiento de los beneficios que nos han dado, por tanto, paguémoslo con trabajos, esfuerzos, etc, que son los sacrificios únicos que le puedes dar al Señor.

Lo que somos cristianos sabemos que tenemos un ángel guardián que nos cuida, ¿cuantas veces le hemos agradecido por los peligros a los que no ha sacado?, y esto se lo debemos agradecer a diario, esto es humildad, ser por tanto gratos, conlleva a ser un depositarios de las “gracias inmerecidas” que entrega Dios a sus hijos fieles, debemos dar gracias por lo que tenemos, y por lo que no tenemos, por lo que hay y no hay, por los sufrimientos, duelos, cuando damos o recibimos, por lo que entra, por lo que sale, comemos, tomamos, por todo y cuando esto suceda en tu vida tu alma se transformará aún más, permitirá que Dios te entregue más, no necesariamente bienes materiales sino espirituales, dones, carismas, crecimiento, etc, se aumentan, conservan, multiplican para la perfección tuya y la del prójimo.

En el Evangelio de Lucas (véase Capítulo 10:21-24) se expone la pregunta ¿por qué, Jesús, y el Espíritu Santo, ha escondido misterios, saberes, verdaderos a los “sabihondos humanos” o a los “instruidos”, mientras que a la gente, simple, sencilla los ilumina?, simplemente porque son agradecidos, son humildes, en todo caso, es la Santísima Trinidad quien (como, donde y que) revela todo, por eso afirma “dichosos los ojos que pudieron ver, y lo que podían oír”, porque muchos de estos “intelectualoides” no pudieron, o recordemos en el mismo libro (véase, Capítulo 17:11-19), cuando el salvador sanó a un grupo de leprosos, pero sólo uno fue el que se devolvió a darle las gracias, ¿qué paso con los demás que sane?, por eso le dijo “levántate y vete, tu fe te ha salvado” (ya que esta se demuestra en la gratitud), esto significa que no solo lo curo materialmente (cuerpo) sino también el alma en pos de sus crecimiento espiritual (en aras de la salvación que es lo que interesa y no se ve con los ojos del mundo).

Muchos, entre ellos, los desagradecidos está pendiente del dinero no más (idolatría) no de cómo hacer el bien, y esto es problema que se torna actualmente en la sociedad hiperconsumista, lo que no permite oír y o ver la estancia espiritual que muchos otros, agradecidos, humildes si tienen, ya decía San Isaac el sirio, “La boca que siempre da gracias, recibe bendición de Dios; y en el corazón que se gasta en acción de gracias, surge la gracia”, esto es, la gratitud consciente o inconsciente, trae muchas recompensas, pero sobre todos bienes almaticos que llevan a la excelencia, no necesariamente de los frutos de este mundo (que si los da, para los interesados) sino para lo del otro mundo, en todo caso también se aprende a ser agradecidos progresivamente y debemos comenzar desde ya para poder obrar, y pedirle a la Santísima Trinidad que nos otorgue estos favores inmerecidos.

Ahora, hagamos una oración a la Trinidad Santísima para que nos sea dado tales recompensas mayormente:

“Santísima Trinidad, lléname de tu insaciable deseo de captar almas. Llévame a tus perdidos hijos descarriados y a tus pobres criaturas, y con los brazos extendidos y con lágrimas, cambia mi corazón por el tuyo. Expandiendo el fuego de tu amor, la luz divina y su alegría todo mi ser está lleno de acción de gracias porque tú me trajiste a la vida con un solo pensamiento de amor. Me creaste pequeño e insignificante, para darme alturas por encima de los ángeles. Vengo de la nada y te ofrecí tan poco; sin embargo, tu recompensa para mí es un lugar más allá de los sueños, un hogar luminoso en una tierra de paz perpetua”.

Cuando hayamos logrado tal estado de gratitud, del cual nace con actos gratos, repetitivos, podemos ver los beneficios almaticos concedidos (aunque no sean inmediatamente), que nacen a partir de la humildad/obediencia del hombre, como virtud, ya decía Cicerón sobre este valor que no sólo es la más grande de las virtudes, sino que engendra todas las demás, y el fabulista griego Esopo, expresaba que es un signo de nobleza espiritual, por ello que muchos antes que devolver el favor, o alguna deuda, terminemos haciendo daños como pago para no pagar, y esto es lo que trae el poder de los vicios, la “ingratitud”, producto del rencor y la venganza, como beneficio maléfico de la soberbia, por ello Aristóteles atribuye que el agradecimiento sea un sentimiento que envejece prematuramente.

La gratitud, como ven, siendo una virtud, menor o mayor (según los valores asignados), se puede traducir en el lenguaje espiritual como “bendecir por dar”, es decir, quien es grato es bendecido por naturaleza, y nace del sentimiento mismo del hombre, del alma ennoblecido por su prójimo y por tanto para Dios, por ello que el Señor nunca lo olvida y lo descuida, le está dando todo el tiempo, es un servicio por sus servicios (Serviam Deus) aunque no se sepa, de allí que Cicerón diga que “ninguna deuda es más urgente que dar gracias”. Por esto “dar las gracias” así se de boca trae muchas bendiciones, pidamos entonces a la Santísima Trinidad que bendiga tanto a nuestros amigos como a nuestros enemigos, para que seamos mayormente recompensados.

Entendamos que Dios es un ser dador de gracias, sobre todo de misericordia, no olvidemos eso nunca, es rico en piedad, lento en justicia, aun así, solemos ser desatinados aprovechando de su benevolencia, y abusando de su poder, son pocos los agradecidos que actúan en cumplimiento del Evangelio, cuando precisamente Él actúa desinteresadamente por mera bondad infinita. Hoy, en este día hermanos en la fiesta del dogma del Inmaculado Concepción de María, regalémosle a la Santísima Trinidad, y a todo su reino un favor, vayamos a confesarnos, digámosle al sacerdote nuestros propios pecados, arrepintiéndonos de nuestras faltas, o hacer oraciones para nuestros hermanos, ya decía San Agustín, en la Carta 20, dirigida a Antonio: "Es más grata a Dios la plegaria por el hermano, pues en ella se ofrece un sacrificio de caridad", créanme que esta es la mejor acción de gracias a Dios que le podemos dar.