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1 de diciembre de 2024

LA FIDELIDAD HUMANA HACIA DIOS


“El que es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho”
Lucas 16:10

“La prosperidad pide fidelidad; la adversidad la exige”.
Séneca

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”. 
Eclesiastés 5:4-6 

Mario Felipe Daza Pérez

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Normalmente se trata de aparear la “fidelidad” con el amor, en especial con el matrimonio, pero no necesariamente se asocia a esta característica, por ejemplo, San Juan Crisóstomo en sus homilías destaca mucho la unión entre el marido y la mujer como de los hijos en el crecimiento de las virtudes, pero no solo es esto. Lo que queremos hacer valer frente aquello es que “ser fiel, paga” en todas sus maneras, ya que tiene unas recompensas no tanto humanas, sino divinas, por parte de las promesas propuestas desde el Evangelio, y no por temor, sino por amor (ágape) hacia Dios. Ser leal, es algo propio de la caridad, y no del miedo, lo que tendemos a relacionarlos, y esto es lo que ata por supuesto a la perseverancia de la gracia.

Solemos ser fieles a nosotros mismos, a nuestros principios, propósitos, objetivos, pero ¿con Dios? los deberes espirituales, o hacia el prójimo es un deber de todo cristiano, ser fiel denota siempre cumplir con nuestros compromisos, que hemos asumido, en este caso desde nuestra convención, diariamente, si hemos realizado algún pacto con alguien se debe ejecutar, si hemos hecho votos para con Cristo, también (denota por grados), esta confianza va unida al amor, como se ha dicho, no es coercitiva, si lo es, ya no sirve, porque todo se trata de una unión, agarre, en la fuerza comunicativa que nos entrega la Santísima Trinidad a través del Espíritu Santo según lo que surge como alianza duradera.

Existen varias pasajes bíblicos que nos indica cómo se edifica esta roca, entre ellos en uno de los libros del pentateuco como lo es Deuteronomio (véase, 32:4 o 7:9), del que explaya que Dios es fiel hasta lo último, ya que guarda sus promesas, y las cumple, de generación en generación, tal cual como se lo dice al profeta Jeremías (véase 1:12), “Pues así soy yo, velador de mi palabra, para cumplirla”, esto nos hace ver que es un Dios, celoso, leal, ejecutor de lo que piensa-dice, fiel a sí mismo, pero también al hombre (dentro de un orden establecido), en cambio no tanto pasa esto con el ser humano para con Él, puesto que espera la misma contrapartida de nuestro esfuerzo, sacrificio, penitencias, ascesis cooperación, etc, del cual se renueva a diario, con nuestra conversión permanente (consagración), como tal aconteció con muchos de sus fieles profetas/discípulos: Job, Moisés, Abraham.

La fidelidad como virtud muy poco se habla y no se tiene en cuenta (vislumbrando que se da por grados), de hecho, hasta el mismo Jesús (en su naturaleza humana-divina) le tocó ser fiel hasta la muerte, puesto que le tocó cumplir hasta el último de sus días con sus cargas, para nuestra salvación, lo mismo sucede en el sentido de la cooperación del cual debemos hacer ahora nosotros desde nuestras condiciones/capacidades, dejar así una marca, para estar en comunión con Él (consagrándonos), los llamado fieles a Cristo, discípulos, apóstoles…, que actualmente se ha venido transgredido por el acomodado a los Evangelios (subjetivismo) por parte de sus mismos “fieles”, pastores, laicos, y demás, que han querido rebajar su exigencia y esto sí que es un problema grave.

La fidelidad hacia Dios se esconde incluso en los más grandes pecadores que somos, demarcada por la debilidad, y es a través del sacramento de la confesión/oración, es lo que hace que tengamos presencia en él nuevamente, por nuestro lado almático, y espiritual, no carnal, por ello la obediencia como virtud y la humildad en el cumplimiento del Evangelio, fiel y lealmente (compromiso moral/emocional), de allí que debamos marcar una disciplina para poder cumplir con los compromisos propuestos, con los votos, promesas, consagraciones, en ese acto de libertad de amor para con el Señor, cuando Él siempre lo es, a pesar de ello, pide lo mismo para con nosotros, aunque tengamos flaquezas, quiere que nos esforcemos, nos arrepintamos, lloremos, luchemos o pidamos la gracia para no pecar más.

Aunque el término fidelidad (más específico) y lealtad (más general) suelen estar asociados, no significa lo mismo (aunque lo pongan a veces como sinónimos), el primero, hace alusión a una noción más estricta, que exige compromisos formales, enmarcado mayormente en la exclusividad de nuestra fe, en este caso solo del cristianismo; en cambio la lealtad, no necesariamente se refiere a que algo debe ser cumplido para con alguien a rajatabla sino que se debe a un compromiso material, desde una parte moral y emocional, de hacer lo correcto, honesto, pero no necesariamente con fidelidad, es más que todo una devoción como ser humano por causas, fines específicos, ligado al honor, y no a un contrato, pareja, amistad, en este caso ambos valores marcan una sola vía legítima hacía Dios.

El compromiso de mantenerse firmes, coherentes, fiel, ortodoxos a esa promesa, en el cumplimiento del evangelio, votos, mandamientos, se distingue como fidelidad a los mandatos divinos, mientras que acompañamos esa devoción a seguirlo para que se cumpla o no en esa fin cristiano como lo es la lealtad, del cual incluye una disciplina que es distinta a la motivación (con ganas o no), ligado a la carga emocional, pero también moral, el primero siendo externo, se mantiene en ese acuerdo tácito, expreso, verbal, etc, y que siendo exclusivo, es estricta, exigente, más inclinado hacia lo religioso, el segundo en lo interno, indistintamente haya pactos o no, está mayormente relacionado con el afecto, es flexible, voluntario, y está mayormente inclinado hacia lo espiritual.

Desde enfoque ser fiel, paga, ya que la lealtad como sentimiento interno y material penetra hasta lo último de tu discipulado, misión, milicia, etc, acá en la tierra (homo viator), no solo porque cuentas con cobertura de Dios, sino que también te convierte por adopción en hijo de Dios, por cooperación, adopción, por su misericordia, y eso ya es una ganancia extrema, lo mismo debes hacer, para que tus amigos y familiares conozcan el camino de la verdad y la vida, llevándolos a lo correcto (ortodoxo) siendo obedientes, perseverantes hasta la muerte en los mandamientos, con fe, firmes, magnánimos, antes las dificultades, tribulaciones que nos pone la vida, como lo hizo Jesucristo para el mundo entero para salvarnos, y que nos entrega dichas enseñanzas a través de la palabra y la Santa Tradición para nuestra salvación.

Dice un pasaje del antiguo testamento, “Otorga [Dios] la fidelidad que le prometiste a Jacob, a Abraham, como juraste a nuestros padres, desde los días de antaño. Eso es lo que te pedimos” (véase, Miqueas 7:20 ), pero también dice, "Pero fiel es el Señor, que os fortalecerá y protegerá del maligno”, (véase, 2 Tesalonicenses 3:3), como notan la fidelidad se trata de ser perseverante hasta el final de nuestras vidas En este caso los mandamientos son para cumplirlo fielmente, según no los dicte espíritu que more en ti, y así actuarás [para mal o para bien] la verdadera enseñanza será en todo momento poder seguir las enseñanzas dejadas por Cristo, aferrándonos a la ortodoxia católica.

Dios nos da los instrumentos, los medios para salvarnos, y con su gracia nos arropa por mera misericordia o bondad infinita, pero para ello debemos tener voluntad fuerte, de guerrero, en esos actos, para llegar a ser justos mientras vivíamos, y luego santos cuando triunfemos, por esto, es que mantenerse fiel es un estado que se concibe en varios grados o formas, que tiene como propósito mantenernos en comunión la Santísima Trinidad, esta fidelidad que conlleva lealtad va atada a la práctica del Evangelio, es decir, la imitación de Jesucristo, en sus enseñanzas y en aplicación de sus actos, cuestión que ha sido alterada por el [pos] modernismo, o acomodado según sus conveniencias. En estos casos a la misión, apostolado, discipulado… que se te ha encomendado, por tanto, el dejar de hacerlo en ese llamado que tienes de practicar las virtudes, los sacramentos, vida ascética, etc en el cumplimiento de los juramentos es falta a ello.

Expresa San Agustín en el Sermón 21 en sus puntos 5 y 7:

“¿La fidelidad (fides) es plata? ¿Es oro, o una moneda, o una res, o tierra, o cielo? No es ninguna de estas cosas y, sin embargo, es algo. No sólo es algo, sino algo muy grande. Dejando de lado ésta por un momento, hablaré de aquella fidelidad (fides) que vulgarmente se llama también fe; no de aquella excelsa que exige de ti tu Señor, sino de aquella que reclamas de tu siervo. Hablo de ella porque también te la exige a ti el Señor, para que no defraudes a nadie, guardes la fidelidad en tus negocios, mantengas la misma a tu mujer en el lecho. También tú Señor exige de ti tal fidelidad.

Si el esclavo a quien concedes la libertad no te hubiese guardado fidelidad, ni se hubiese hecho merecedor de aquella mediante esta y le hubieses sorprendido en algunos fraudes en tu casa, ¿Qué gritarías?: «Mal esclavo, me eres infiel. ¿Ignoras que te compré? ¿No sabes que conté mi sangre por ti?» Guarda a tu Señor la fidelidad que exiges de tu esclavo. Ves el oro, ves también la fidelidad. No la exigirías si no la vieras; no la alabarías si no la vieras; no le darías como regalo la libertad si no la vieras; pero el oro lo ves con los ojos de la carne; la fidelidad, con los ojos del corazón. Cuanto mejores son los ojos del corazón que los de la carne, tanto mejor es lo que ves con ellos”.

Como hemos comentado a lo largo de este artículo, la fidelidad conlleva lealtad, pero puede que lealtad no exactamente traiga fidelidad, en todo caso son virtudes no cardinales, sino esenciales del ser humano y que debe practicar hasta morir, que en el primer caso, se data de la ejecución de los compromisos, votos, consagraciones, pactos, pero también morales y emocionales, jurídica y espiritualmente suscritos para con Dios, y esto es no faltar a la palabra dada, como nos la ha transmitido la Santísima Trinidad en Eclesiastés 5:4-6, “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”. Por esto que aquí se tenga que integrar también la perseverancia en esa disciplina espiritual marcada por el fiel seguidor y discípulo de Cristo, para poder ganar la gracia final, fin último de todo hombre almático, ya que quien es fiel en lo poco lo será en lo mucho (véase, Lucas 16:10) y es así como santificaremos nuestras vidas, con lo pequeño, hasta ir a lo grande (corona).

Hermanos/as, ejecutemos nuestras promesas de Servir a Dios (Serviam Deus), todos los bautizados, confirmados, practiquemos la vida consagrada, cuyo juramento hemos hecho (de cualquier forma/nivel), según nuestras capacidades o condiciones, como laico, religioso, monje, etc, siendo leales, pero también fieles a la vida consagrada que hicimos (o que tengamos que hacer) a los Sagrados Corazones de Jesús y Maria (sin dejar a un lado a San José y de más santos), cumpliendo con nuestra misión aquí en la tierra, mientras vivamos, ya sea tomando los consejos evangélicos (simples, sencillos, o formales) de la obediencia (humildad), castidad (continencia) y pobreza (espiritual), estos juramentos (cualquiera que sea) nos llevará al desapego por lo material, a la sabiduría, ciencia, oración y demás dones del Espíritu Santo, en el servicio que quiere la Santísima Trinidad que prestemos, en lo que significa a su Iglesia Militante, como lo hizo la Santísima Theotokos, Virgo fidelis.