“El que reza se salva, y el que no reza se condena”
San Alfonso
“Serán odiados por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará”
Mateo 10:22
“Pongan cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios”
Hebreos 12:15
Mario Felipe Daza Pérez
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La contra al pecado es la perseverancia, por tanto, lo que importa es el esfuerzo, no la acción en sí misma, ni su resultado. Todos hablamos de tener una “disciplina” pero nos olvidamos que este concepto no solo aplica para los aspectos físicos, biológicos, sino también del orden, del espíritu, y por tanto del alma. Nadie puede decirse que es “disciplinado” si descuida otro aspecto que la contiene, podemos ser concentrados en la lectura, juiciosos en las conductas, cumplidor en los horarios, pero per se, esto no conlleva a una perseverancia (proskarteresis), del cual es la obra de un "disciplinarismo” lo mismo pasa cuando “oramos sin cesar”, ya que al hacer "oraciones inconstantes" no nos permite tener una vida llena, en santidad, y mucho menos que nos deja alcanzar la "gracia santificante", que verdaderamente es un regalo del don de Dios, es una forma de decirnos que nos ama muchísimo —bondad— (véase el Concilio de Trento, sesión 6, cap. 13).
La oración es una necesidad imperiosa para conseguir la “perseverancia final”, es un error creer que se consigue por sí mismo (pelagianismo o jansenismo), ya que la verdadera sabiduría consiste en copiar pero la “ciencia de los santos”, que es la verdadera, no la profana, entiéndase que los “hombres buenos” no se salvan, sino está vivificando su alma a la santidad, lo que se necesita es por tanto esforzarnos para conseguir una “vida” en “santidad”, no presuntamente como lo suponen los “protestantes” (fideísmo), esto quiere decir que sin las “obras” y la “gracia” de Dios, es imposible salvarse (cooperativismo), ya que esto hace parte de su “sistema disciplinario divino”, o de su “justicia”, que es distributiva, en el sentido que se necesita de la obra de la Santisima Trinidad, pero también de la "voluntad" del "hombre", en lo que se traduce de su esmero por querer estar con Él, de allí que San Alfonso, nos diga que la “oración” es el medio más seguro para alcanzar nuestra salvación, y practicarla conlleva muchos beneficios, a veces misteriosos (mistagógicos), pero entre ellos la "iluminación" y la "conservación" de la permanencia en la fe.
De hecho, desde la ciencia, al nivel neurocientífico está demostrado que las “habilidades no cognitivas” como la motivación, el esfuerzo, etc, en este caso sería el rezar, son importantes para adquirir algún tipo de inteligencia, por lo menos para dejar de ser necios del cual en muchos casos puede estar condicionado desde el punto de vista material en la genética, epigenética, como en el entorno de las cosas o el ambiente de con quién te rodeas (buenas o malas amistades) lo que significa no adquirir o no un buen resultado dentro de la "eficacia en la oración". Por otro lado, neurotransmisores como la “serotonina”, promueven la “perseverancia” en el deseo de seguir esa contemplación en aras de recibir una recompensa, frente a la “salvación” del cristiano, que es lo que nos interesa (véase, Lottem, E., Banerjee, D., Vertechi, P. et al. Activation of serotonin neurons promotes active persistence in a probabilistic foraging task. Nat Commun, 2018).
El “voluntarismo”, el "libre albedrío" o el “sentido de la cooperación” se consigue con el rezo y la súplica, y su obtención se suma al de los distintos medios para recibir la “gracia permanente”, como lo son la penitencia, el ayuno, la mortificación, etc, según nuestra medida, por ello que San Alfonso diga nuevamente que la “perseverancia final” solo se mantiene con la “oración sin cesar”. Ahora, una vez seas un hombre nuevo, convertido, esta acción no puede parar hasta nuestra “muerte corporal” (ya que es la materia la que lleva el "vicio original"), recordemos que nuestra "esencia natural" es estar inclinados al mal, —antropológicamente hablando— la “concupiscencia” nos persigue, y por tanto el acecho de los “malos” deseos, no solo de los demonios, sino de la carne y el mundo, toca vencerlos, visible e invisiblemente (pensamientos, obras, acciones, omisiones), lo que Evagrio Póntico llama como "logismoi".
Como hemos descrito en varios escritos a lo largo de lo que anunciamos en este Blog, tenemos que la “justicia de Dios" tiene muchas características, y una de ellas es su perfección, del cual conlleva a su vez una “misericordia” pero a su manera, no a la nuestra, por tanto, esto significa, que la vida del ser humano sobre la tierra, mientras vivamos (homo viator) es lucha (Job 7:1), y para poder ganar toca combatir sin parar, según las leyes espirituales y de la física (cuadro general administrativo), tal vez organizando, y ordenando según los requerimientos mínimos expedidos por la Santísima Trinidad desde que nacemos, nos bautizamos y practicamos los "sacramentos", y es así como se van ganando batallas, hasta conseguir la victoria de la guerra última, pero solo se hace a través de la “oración”, de esta manera el “rezo” es el arma más mortífera contra todo mal, sin ella no tendremos la “perseverancia final” ni el de la “salvación”.
Debemos tener claro de que Dios escudriña los corazones de todos, y sabe de nuestras necesidades, pues de nada sirve estar pidiendo cosas materiales cuando le solicitamos bienes en situaciones inoportunas, que Él además ya sabe que requieres, por tanto, se sublime y pídele “bienes espirituales”, que lo demás viene por añadidura, si quieres que algo que se te conceda ruega más bien por tu hermano, o por otros, que esto dentro del “sistema de humildad” (pegatina) te concederá incluso más de la cuenta. Lo que nosotros queremos más bien son menudencias pero de su misericordia para poder alcanzar la eternidad. Así mismo como el cuerpo necesita de la nutrición, del ejercicio físico para robustecerse, el alma necesita de la oración como alimento para la gracia, no puede uno quedar sin lo otro, son un complemento para el final.
Con la "gracia de la perseverancia de la oración" y por tanto de la "fe-final", conseguimos coronas que Dios nos tiene guardada, para cuando suceda la “muerte corporal”, y esto logros se obtienen con la “práctica de las virtudes”, la obediencia y la humildad (obras) todo esto nos lleva en ese “sendero de la ascesis”, de lo que significa "salvarnos". Nadie puede estar más allá sin la “gracia”, y ya que si no pedimos una gracia esta deja de ser extraordinaria para conservar esa "plenitud perfecta", la idea es volvernos "musculosos" en el "gimnasio almático", en comunión con Dios, dentro de la vida sacramental, tomando “suplementos divinos”, como la eucaristía, haciendo descargas como la “confesión”, todo ello contribuye a tener una gran "complexión celestial", de este modo, el ejercicio corporal es útil, pero mayormente eficaz lo será el "rezo permanente" (hagamos la "Oración de Jesus" o "noética"), ya que el “ministerio de la piedad” está por encima del cuidado de lo material.
Dentro de los distintos debates de la “gracia” del cual no entraremos a detallar se dice que la perseverancia más que una “gracia” es un “don”, de hecho, mucho su discute de su “eficacia” de si es “interna” o “externa”, que le llaman: “gratia ab extrinseco efficax” y “gratia ab intrinseco efficax” e inclusive se estudia si existe o no una permanencia temporal o imperfecta, aquí sencillamente lo consideramos de dos (2) tipos, es decir, como un “don natural creado” y otro como “don sobrenatural”, del cual ha tenido sus variaciones a lo largo de la “historia del hombre” (véase, La naturaleza y la gracia" y la "Corrección y la gracia", Cap. X-XII), partiendo que hubo una “corrupción humana” —antropológicamente hablando—, y que nuestros primeros padres, como toda nuestra “evolución” (en el buen sentido de la palabra) fuimos salvados por amor (bondad infinita), y redención que se surtió en Cristo. Veamos.
- Gracia increada: Que es la que tiene Dios mismo por su naturaleza
- Gracia creada sobrenatural (antes de la caída): Los que tuvieron nuestros primeros padres y que fue concedida incipientemente, pero luego perdida a falta de la perseverancia de sus acciones y pensamientos.
- Gracia creada permanente natural ordinaria (habitual): Después de la caída, es la que nos corresponde pedir, suplicar, llamada “gracia de liberación” por San Agustín y dice el Padre de la Iglesia que es más fuerte que la primera característica adámica, porque se requiere de “esfuerzo”, de una “cooperación” (voluntarismo) y además de un “auxilio divino” que es determinante (predestinación).
- Gracia creada permanente natural extraordinaria (es la que otorga Dios permanentemente): del cual deriva también de una “corrección” de lo “desordenado” (facultades del alma) por el cual debe acompañarse de la oración, súplica o plegaria incesante, con rezos incansables, por tanto, es esta una “gracia corredentora” extendida por Cristo a sus amigos, hermanos (teofilia) —hijos de Dios— hasta el final de nuestras vidas (sin conocimiento previo, por ser aun un misterio)
Expresa San Agustín en su texto el “Don de la perseverancia”, en el capítulo XIII:
“Más, puesto que aquí tratamos del don de la perseverancia, ¿por qué Dios presta su ayuda a un no bautizado que va a morir, a fin de que no muera sin el bautismo, ya un bautizado que va a caer en pecado no se le socorre, para que muera antes de caer? A no ser que tengamos que escuchar de nuevo la absurda respuesta de que nada aprovecha el morir antes de caer, porque hemos de ser juzgados en conformidad con aquellos actos que la presciencia divina prevé que haríamos si viviésemos. ¿Quién podrá oír esta perversidad tan contraria a la santa fe? ¿Quién lo aguantará? Y, sin embargo, esto se ven precisados a decir los que no confiesan que la gracia de Dios no se da según nuestros méritos. Los que, por el contrario, la rechazan en vista de su absurdidad y manifiesta falsedad, no les queda otro remedio que condenar lo que la Iglesia condenó en los pelagianos e hizo que el mismo Pelagio condenara, a saber: la gracia de Dios no se nos da en consecuencia de nuestros méritos, pues todos los días están viendo que entre los niños, unos mueren sin ser regenerados por el bautismo y son condenados a muerte eterna, y otros, después de ser regenerados, salen de esta vida para la eterna; que entre los regenerados adultos, unos perseveran hasta el fin, otros continúan viviendo y llegan a caer, los que ciertamente no caerían si hubiesen sido librados de esta vida antes de caer; y, por fin, que algunos que han caído en pecado, se les prolonga la vida hasta que se arrepienten, los cuales en verdad perecerían si hubiesen muerto antes de arrepentirse”.
Si nos vamos a los ejemplos, frente a lo comentado, podemos decir que en materia de “pureza” es muy difícil conservarse más aún cuando venimos de ese mundo de esclavitud lujurioso, ya que por nuestras mismas fuerzas no vamos a poder salir del fango, por ello que se necesite de la “gracia permanente” para no caer. Léase bien, es imposible mantenerse sin oración y huida (ocasión de pecado), y esto sucede así según el "sistema" para que se busque de Dios en su "misericordia". No he escuchado a nadie que no sea impuro y no tenga comunión con Dios, ni siquiera los impíos paganos, o heréticos, todos necesitan de salvación divina, sobre todo, cuando se trata de la concupiscencia carnal, o, sino que no los diga San Agustín, o aquellos grandes Santos que fueron terribles pecadores, pensemos también en el propio San Pablo, Santa Maria Magdalena, etc. En suma, la “castidad”, pero primero la “continencia” nos da lugar a mantenernos en la “gracia santificante”, y esto conlleva a la imperiosa necesidad de zigzaguear estos tipos de faltas, por tanto, la cuestión no es “rezar por rezar”, sino hacerlo bien, devotamente, para poder salir victorioso de estos ataques.
Dentro de la “gracia de la perseverancia” Dios permite su consecución de un “todo para todos”, esto lo hace para puedas valerte no solo de Él sino también de los hombres, de las almas, de los ángeles, etc, como medio para alcanzar este fin, dentro de lo que significa su “sistema de humildad”, esto quiere decir que la intercesión de José, Maria, y de los santos de nuestra devoción son importantes, ya que Él mismo lo autoriza para su “delegación”, que muchas veces son muy poderosas, debido a ese alcance que otros no tienen, como de nosotros mismos, a causa de nuestra fealdad del alma o de impureza, por tanto, tenemos que ser amigos no solo en la tierra de los que pueden orar por nosotros, sino también de los que están en el cielo, ya que nos ayudarán si le pedimos su intercesión, son seres miembros de la “justicia” que ha sido permeada como distributiva, conmutativa, cualitativa y del cual está inmerso en un “sistema administrativo" (disciplinarismo divino) que es delegado y desconcentrado, esto hace parte de lo que Aristóteles podría llamar las “causas segundas”.
Cuando pedimos por las almas de los purgantes, o de los santos se da un beneficio de "doble partida", rezo por ellas, y ellas por nosotros, para que exista una eficacia unida de la oración, el "estado de purificación" (escala de peajes o de aduanas, le llaman los "ortodoxos") esto permitirá hacer del rezo más devotamente, ya que las necesitan si o si, y por tanto el llamado es no estar distraídos en las cosas mundanas o de lo material para poder "cooperar" seamos testimonios de ello, esto se evidencia no solo con ejemplos que nos trae San Alfonso, Santo Tomas, sino también con un centenar de santas como Catalina de Bolonia (hasta experiencias personales), ya que este componente tiene una "justificación desmanchadora", ya que todos los “salvados” hacemos parte de la misma Iglesia, el cuerpo místico que la compone (como la triunfante o la militante), es la esposa de Dios y debe ser "puro", es decir nuestras almas le pertenecen, esto, debido a un orden jerárquico que ordenado y estructurado, de allí, que pidamos dentro de la obediencia y la humildad la intercesión de los más aventajados, y esto se basa en una sola cualidad única, como lo es el entramado de la “scientia amoris”, es decir, de la caridad (bondad).
Dentro del orden establecido, y su belleza (pulchrum), el “disciplinarismo divino”, podemos decir que según el mérito establecido por el santo o los santos, será merecedor de la gracia en específico, según a quién, cómo, cuándo, y que recemos, todo ello influye, como el estado de las cosas, de la situación en concreto, las variables por tanto, son misteriosas, lo que sí es cierto es que no todo es igual, existe por tanto una desigualdad no formal, sino material de las “gracias” del cual será distinguido para cada persona, de este modo, no es lo mismo pedir a un santo X por algún asunto que no hizo ni en vida, que a la Madre de Dios, que está “llena de gracias” y del que se permite ser la dispensadora de las obras de Dios, por “delegatio”, siendo en primera medida Jesucristo el mediador de la Justicia, dice San Alfonso, que podemos acercarnos aún más con Maria, ya que tiene una “poderosa intercesión”, y del cual debemos recurrir a ella más que todo por ser "pecadores innatos e impuros", y no ser merecedores de nada, por ser simples gusanillos.
Existe algo que descuidamos casi siempre y es la ayuda de nuestro "ángel de la guarda", que siempre está ahí listo para socorrernos, y es muy útil su intervención porque es quien lleva nuestras oraciones/súplicas ante Dios para que sean escuchadas, ante el “Sol de la Justicia”, y esto se puede conseguir con la “fuerza de la oración”, más de lo que puede hacer todo el infierno junto, ya que las oraciones tienen el poder necesario para que todos los demonios perezcan, porque a pesar de tener aún condiciones carnales, tenemos a su vez una intimidad única con Dios que nadie puede interferir ni siquiera los ángeles, cuando la súplica/rezo se hace correctamente, y según la devoción debida, como lo dice el Anciano ortodoxo serbio Thaddeus Vitónica, "En el mundo espiritual, los pensamientos se entienden de la misma manera que las palabras. Son audibles. Por lo tanto, el trabajo en tu alma es más valioso que cualquier regalo en este mundo".
Juan Crisóstomo (véase, “Homilías sobre Juan”) dice que la oración es una arma de destrucción y de alcance de la gracia sobre todo de la “perseverancia final” y es importante debido a que no hay cosa que pueda más que el rezo, salva asi estés manchado de miles de pecados, pero la condición está en que seas devoto, de la súplica, por tanto, pide con confianza, sin titubeo, se humilde, etc, pidamos entonces “sabiduría divina”, entendimiento, ciencia..., ya decía en este ocasión San Alfonso, la “gracia de la salvación no es una sola gracia, sino una cadena de gracias y todas ellas forman el don de la perseverancia” del ser posible hacerlo una vez la actives (mode on) con el bautismo (formalmente hablando, en su condición) hasta el final de nuestras vidas no debes parar, para que así luego podamos así entrar al Reino de los Cielos (bienaventurados). Veamos los "elementos" que concede el “orar sin cesar” según el Padre de la Iglesia de Oriente:
- Elemento de poder: Porque vence todos los ataques del maligno y sus influencias
- Elemento de defensa: Porque nos protege de todos los males
- Elemento de resguardo: Porque nos salva de todas las asechanzas y aflicciones
- Elemento de riqueza: Porque posee todos los bienes espirituales (dones, gracias, etc)
Aquí es muy pertinente destacar dos (2) cosas, por ello que aquí escribamos/hablemos de la “gracia de la perseverancia” (en sentido general) que en sí mismo lo reconocemos como un “don”, es decir, un regalo divino, pero haciendo la distinción en que la “gracia de la fe” (ordinaria) por ser una virtud teologal puede ser entregada por el Señor en cualquier momento (es como una pruebita de amor) hacia la conversión del pecador, o sus “conversiones permanentes” (extraordinaria), que es el que se da en la “perseverancia” pero que es distinto a la "final", ya que se trata de otra gracia, que es continua y que también se debe pedir diferente a la primera, esto, para no caer según lo ya construido espiritualmente, por ende que debamos llamarlo incluso hasta imprudentemente (importunidades) para no desfallecer en nuestros "esfuerzos", mas aún cuando creamos que no es necesario (debemos atosigarlo) su “intervención”, es más, ese el mejor momento para "molestarlo" ya que le gusta que le busques todo el tiempo, y de allí que venga la “salvación”, y así responderá mejor y más rápido a nuestro llamado.
Cuando le pedimos a Dios cosas mundanas, como riquezas, cuando ya tienes lo suficiente estás siendo un vil y cobarde, además de ser una afrenta para Él te llenas de necedad, porque pudiendo pedir bienes espirituales, lo grande, sublime, no lo haces, esto es perder tiempo, vida, deseos, cuando hipotéticamente un gobernante te dice que te da lo que quieras, es como si solicitaras "migajas", que no son ni siquiera de utilidad para el alma, que es lo más importante, que es inmortal y lo que se va a salvar, no lo carnal, que es perecedero y mortal, se vuelve polvo y ceniza, ¿Por qué no entonces pedir sabiduría más que todas las riquezas del mundo? ¿Qué vas hacer con ellas después que mueras?, mientras que la primera se mantiene en el alma cuando perezcas materialmente, abrimos a su vez con esto el “arca de los tesoros divinos”, tal cual como dice Juan Crisóstomo en sus "elementos", del que se complementa con la “gracia completa” y "perseverante" que hemos destacado, para no volvernos tibios o apocados, sino siempre necesitar de la "teofilia" y de sus "beneficios".
¿De qué nos sirve tanto leer si no aplicamos? El teólogo que no reza no sirve para nada ya que es con la oración como/cuándo/donde conseguiremos esa "perseverancia" no solo en la fe, sino en lo que hacemos, como lo es la práctica de las virtudes y el suplicar, todo inmerso dentro de lo que es nuestra vida cotidiana, y esto es lo que nos da la fuerza para seguir, porque su fortaleza viene de arriba no de nosotros, es que ni los demonios mismos pueden impedirlo, por no ser de su competencia, tengamos por tanto una disciplina no solo para el cuerpo, sino que con más ahincó para el alma, ya que los “ejercicios espirituales” son útiles para todo momento, hermanos, tengamos horarios para la lectura, la meditación, contemplación, pero también para la oración permanente, por tanto, este "sistema" hace que hablemos de una sola “piedad”, eso si, sin descuidar lo demás, ya dice el ortodoxo griego laico, Tito Colliander en su texto el “Camino a la ascesis”: “El ayuno, la obediencia, la templanza, las vigilias y la oración forman parte de un solo esfuerzo espiritual; de hecho, constituyen un solo esfuerzo", siempre con un esmero pero sin “exageración” (vanagloria) con el solo fin de ganar la “gracia del Espíritu santo” como diría San Serafín de Sarov.
Si usted cree hermano que le falta algo, rece, y si esta vacío tambien, alguna iluminación vendrá de arriba para aclararle la duda, ante las aflicciones, no existe mejor consolación que hacer cientos de jaculatorias, se repetitivo, persistente hasta que se alivie el alma, que así llegue a espantar las obras malignas. Orar sin cesar, no solo es un regalo divino, sino también un don de Dios que no has concedido gratuitamente, y por tanto dalo tú también a conocer de sus bondades a otros pero de forma generosa, y caritativa, con amor se consigue todo, para estos aspectos Santo Tomas de Aquino dice que para alcanzar este propósito ya sea particular o general, se debe "saber pedir", por tanto, rezar, entre ellos, "suplica" es solicitar para uno o para otros, todo dentro del “ministerio de piedad” y para que sea útil dichas prácticas digno de nuestra salvación, no puede ser vanas, sino mencionadas con “perseverancia” (disciplina espiritual).
En estos contornos resulta importante una “eficacia de la oración” que en estos aspectos son más duchos los padres orientales y monjes, como los latinos y ortodoxos, pero que en esta ocasión no entraremos a detallar sólo diremos, que se necesita tener no solo la “gracia ordinaria” (habitual), que podemos pedir por nuestra naturaleza, sino de la que viene de Dios, que es la “extraordinaria” (de la salvación) para que nos cobija de las condiciones que nos ha expresado Juan Crisóstomo, ya sea como una arma y) poderosa, ii) defensiva, iii) resguardo y iv) riqueza, téngalo claro y lo podemos decir por “experiencia propia”, que si más pides por tus hermanos/as mayormente te escucharan tus plegarias, olvídate de ti, sé caritativo y piensa en los demás, ponte a ti de último y veras como serás “escuchado”.
Muchos dirán que piden para tener algunos bienes y salud permanente pero no se les da, esto puede deberse a varias condiciones, una de ellas es porque no le conviene a ese sujeto, debido a que se volverá soberbio, tibio, o se perderá, Dios conoce y escudriña todas nuestras almas y lo sabe todo, así que no nos desviemos de su santa decisión, digamos como expresa en Proverbios 30:7-9: “¡Dos cosas te pido, Dios mío, no me las niegues hasta el día de mi muerte: aleja de mí la falsedad y la mentira, no me des ni pobreza ni riqueza. Dame sólo mi ración de pan. Porque con la abundancia podría dejarte y decir: "¿Pero, ¿Quién es Yahvé?" Y en la miseria podría ponerme a robar: ¡lo que sería deshonrar el nombre de mi Dios!”, por eso, tengamos de presente que cuando solicitemos bienes materiales que lo sean sólo para nuestra utilidad, o alguna inversión esencial, para el prójimo, pero lo más importante para su gloria, no para nuestros propósitos vanos.
Cuando Dios no nos conceden alguna cosa terrenal no quiere decir que no nos escuche, sino que a veces no es el momento, es perjudicial, etc, y debemos respetar su "sabias decisiones", por otra parte sucede que cuando somos atacados constantemente por las acciones ordinarias/extraordinarias del maligno, por ejemplo, entre ellas, las más común, la tentación, debemos permitir su consecución y pedir protección para su no consentimiento ni consumación, y eso es lo que necesitamos obtener de la "gracia", con tal de repeler todos los ataques con la armadura que nos da Dios que nos habla en Efesios 6 (espada de doble filo), tal cual como le dijo a San Pablo el Señor, frente a sus adversidades: “Te basta mi gracia” (véase 2 Corintios 12:9), así que lucha hermano/a, dale duro con el sable de la palabra, de la oración, de las ascesis, por tanto, hazte puro y la santidad te vendrá, ejercita la "continencia", fortalece la debilidad del cuerpo y eleva el espíritu con el fin de la "theosis", siendo servidores sencillos, modestos, amorosos, mansos, humildes, cuando pase esto, podemos decir será difícil que caigamos ante un pecado, y si sucede se deberá por nuestra faltas de obediencia/humildad, ya que todo vicio por lo general es “soberbia”.
Dice un sabio pasaje, en Salmo 127:1, “Si el Señor no es quien edifica la casa en vano trabajan sus constructores”, por tanto, hay maneras de apartarse temporalmente de la lujuria, de la pornografía, masturbación, —humanamente hablando—, pero esto no es lo ideal, ya que no se cuenta como victoria, porque para que lo sea debe venir de la “gracia de Dios” (esto es, para que sea permanente), y por tanto debes pedirlo con “humildad”, por el santo temor, por el don de la fortaleza, que no tuvo San Pedro cuando lo negó tres (3) veces, o de Judas Iscariote cuando lo traicionó, no nos engañemos nosotros mismos hermanos, nada podemos por nuestro intelecto (nous), es por ayuda, y auxilio divino que se consigue vencer los vicios, es con la oración que podemos vencer todo mal hasta el final, recuerda que somos simple gusanillos, mero polvo y ceniza, si, contamos con cierta voluntad pero para pecar, y no tanto para liberarnos, en este escenario el que persevera es el que reza, y por último es en la fe donde/cuando/como se alcanza todas las virtudes, dones, carismas, y gracias, para salvarse, incluyendo los más difíciles y constantes.
De nada nos sirve pedir "gracias", "dones" o "carismas" sobrenaturales, si nos vamos a perder en la soberbia, en el orgullo, en la terquedad, necedad, o en el vicio de la vanagloria, en estos casos, es más perfecto el que se vuelve santo con las más simples virtudes que con "regalos divinos", ya que así en la simpleza, ejercitas tu “espíritu” sin “vanidad”, —difícilmente— llegando a la “santidad” con mayor valor, te vuelves un ser esplendoroso, magnificente, hecho de aquel "cincel esmerado" que no teniendo "dones" más allá de los naturales, llega a conseguir esta pureza de pensamientos, obras y corazon para la salvación. No nos dejemos engañar, ni caigamos en el error, pidamos/supliquemos los grados máximos de santidad para el alma, no de los bienes temporales que son perecederos, si es necesario Dios no los da (no nos preocupemos por ellos), solicitamos todo pero con humildad, invoquemos su santo nombre con devoción, sin escatimar nada, sin titubeo, cuando hagamos una propuesta de amor a cierta persona, no lo ejecutemos con tibieza, sino con amor, dedicación, y ganas.
Necesitamos de una Iglesia, entendida esta ultima como un todo, un “cuerpo místico” integrado que ora sin cesar, que no se permite la "tomadera de pelo" (mamadera de gallo), al menos no fácilmente, no dejemos que se remueva el “katejon” [katechon], recordemos que la “impenitencia final” (obstinación) es un pecado que es imperdonable (en contra del Espíritu Santo), esto significa el no querer salir del "estado del pecado", de la esclavitud, de la ignorancia, pudiendo todo el tiempo hacerlo (error vencible o con dolo), de acuerdo a nuestro “rol” de cooperador de la gracia (coredención), ya que este se consigue gradualmente, ya sea pidiendo, pero ante todo con la devoción a la “oración”, pero tambien por otros medios como lo es la "práctica de los sacramentos", pero ex ante, con el bautismo, la confirmación, la frecuente eucaristía, la confesión, etc, debemos luchar, devotamente para salir de la "estupidez" hasta al fin de nuestras vidas, del cual debe coincidir exactamente hasta el último minuto, en una “coexistencia de salvación”, entendamos que la libertad propia del humano es caída a pecar (concupiscencia), y es esto lo que debemos atacar todo momento.
La gracia y la libertad se complementan, con tal de conseguir una perseverancia final, de allí que la oración sea la clave para conservar esa fe, y obtener por supuesto la gracia extraordinaria, o sobrenatural que se vuelve más allá de lo natural, lo importante es tener la suficiente gracia para conseguir la eficacia de la misma, y por supuesto para no ser vencidos por el enemigo, debemos pedir constantemente al Señor y no desfallecer en nuestro esfuerzo (cooperación) esmerado en la oración, pidamos entonces resistencia y lucha en el "camino ascético” en lo que se refiere a esos combates diarios, solicitemos su intervención a todas horas, minutos..., así que les insto a armar una “disciplinaria espiritual” de rezo, para obtener así la gracia de la oración y de la perseverancia hasta el "final" de nuestra mortalidad, sepamos usar sabiamente los dones de Dios, los directos, e indirectos y todos aquellos que nos sean necesarios para la “corona” de la “salvación” dentro de la virtud teologal de la “esperanza”, no lo defraudemos.
En resumen, la “gracia de la perseverancia”, para estos aspectos, es aquel que coincide al momento de la muerte con el estado permanente de nuestra condición de “fe” con el de la oración, es por tanto un “don” concedido por Dios, y un regalo a los seres racionales en vías a conseguir la “vida eterna”, por ello que esta sea tomada no solo por los hombres antes o después de la caída, sino también por los mismos ángeles, debido a que estos “entes” visibles o invisibles ante el ojo material hace que compartimos una comunicación beatífica de lenguaje infuso, del cual nos relaciona en cuanto a las facultades y potencias del alma, del que comienzan a emerger formalmente a partir del bautismo (excepcionalmente ex-ante) lo que permite a su vez la "teofilia" (amistad con la Trinidad) y esto conseguirá ser por supuesto herederos o ciudadanos del Reino de Dios y templos del Espíritu Santo, sobre todo cuando hacemos de la "práctica ascetica-hesicasta" su “materialización”.
La gracia (la "interna" más que todo) acompañada de esta "perseverancia" (en sentido general) hace que el "justo", sea si por sí templo del Espíritu Santo, del cual el alma de Cristo, viene en comunión con el alma del sujeto, creando una “theosis” o "deificación", según el grado concedido, que podría ser diferente en cada persona, según lo impregnado. Al ser esta una virtud teologal, el pecado en este sentido hace perder ese regalo, pero no siempre, porque puede que de él se saque provecho para avanzar, aunque se esté en una condenación formal, la cuestión se da en dejar caer su “estado de gracia” (que muchas veces no se da enseguida) a pesar de las caídas, ya que lo que importa en la "vida del santo" son las “levantadas” es decir, el esfuerzo que hace el que se "esfuerza”, para no claudicar en el vicio, siendo que la mejor forma de saber (aun sin ser ciencia cierta) es por medio de las obras, pero muchas veces no sabemos esta condición (meros indicios), a menos que se nos revele, y es mejor para nuestro bien no conocerla.
Para el monje egipcio Evagrio Póntico, es claro en manifestar que no está prescrito realizar una "ascesis" en nuestras vidas, pero como dice Isaac Nínive, son estas mortificaciones las que nos llevan a la "santidad", y a ahora súmele una devoción del "orar sin cesar" (practiquemos la oración noética), que, si es un mandato. En sus discursos contra los pensamientos del demonio entre ellos el de la tristeza, pero sobre todo para el de la acedia (que es el más peligroso en estos momentos para religiosos y laicos), dice que la "perseverancia", deberá conocerse por los "frutos del conocimiento de la verdad", es esta disciplina la que hace que nos distraigamos mucho o en nada, ya sea cuando pensemos en cosas mundanas, o cuando los demonios nos muestran luces raras, ruidos extraños, etc, en todo caso debemos seguir al pie de la letra la "obediencia", rezar, y no prestar atención a lo exterior sino a nuestro "esfuerzo" por conseguir la "gracia", ya dice San Basilio el Grande, “los pecadores consiguen lo que quieren si oran con perseverancia”, ya que su concesión está dada no en la justicia en estricto sentido sino en su “bondad”, amor puro (caridad).
Dice nuevamente San Agustín en “La naturaleza y las gracias”, Cap. XXXI:
“Sin duda, también nosotros ponemos nuestro esfuerzo, más cooperamos a la obra de Dios, cuya misericordia nos previene. Él se anticipa a nosotros para operar nuestra salud y nos acompaña y sigue para que después de nuestra curación tomemos mayores fuerzas. Él se adelanta a llamarnos y nos sigue ayudándonos para que consigamos la gloria. Él nos previene con su gracia, inclinándonos a la vida piadosa; nos sigue para que vivamos con Él siempre, porque sin su ayuda nada podemos realizar”.
Está demostrado que la “perseverancia de los justos”, se logra mediante la cooperación de la voluntad humana sumada a la gracia, y esta se da en la contienda, y por tanto en si es predestinada o regenerada en la transliteración es ser un "hombre nuevo" en Cristo, ya que al ser morada el "alma" y "cuerpo" del Espíritu Santo, se seguirá persistiendo en el combate hasta el último de nuestros días, ya decía Plutarco “el agua que cae seguidamente, desgasta las rocas más duras y las ahueca”, lo único que no sirve es por tanto "perseverar" pero en el "error", esto lo decía Cicerón, ya que si analizamos, todo se compone de la misma "sustancia", y muy poco del talento, sino de la "disciplina", dice San Pablo en Romanos 12:12, “regocijándose con la esperanza, seamos pacientes en la tribulación, pero sobre todo perseverantes en la oración”. De allí que San Agustín dijera que a través del “bautismo”, se concibiera una “fe formal”, y con ello se permitiera al menos una propensión al “don de la perseverancia” (“donum perseverantiae”) y una vez se vuelve “materializada”, difícilmente caeremos nuevamente en el pecado sistemático y mucho menos que en el vicio y todo ello "gracias a Dios" y su "sistema administrativo-disciplinario divino-humano": de justicia, misericordia y piedad.
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