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15 de septiembre de 2024

EL DON DE LA “FORTALEZA”: ¡RESISTE HASTA EL FINAL!


“La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia”
Tertuliano

“Los mártires de los últimos tiempos será los más grande de todos, porque los primeros lucharon contra los emperadores, pero los últimos combatirán contra Satanás”
San Agustín

“Deben saber que los jóvenes de hoy que permanezcan puros serán contados entre los mártires de nuestra Iglesia en el Dia del Juicio”
San Paisos del Monte Athos

"Las pruebas psicológicas de los habitantes de los últimos tiempos serán iguales a las pruebas físicas de los mártires. Para enfrentar estas pruebas debemos vivir en un mundo diferente"
 Beato Serafín Rose

Mario Felipe Daza Pérez

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Si pudiéramos resumir el “don de la fortaleza” lo llamaríamos simplemente como “lucha” una “lucha paciente”, de combate, contra toda “adversidad”, injusticia, enfermedad, sufrimientos…, cualidad que es contrario a la pasividad, al quietismo (véase “molinosismo”), acción que va aunada a la voluntad, y no exactamente en el intelecto como si lo hace el don sapiencial del “consejo”. El ser “fuerte” es un llamado y un mandato en todo cristiano del que va vinculado con la gracia de la perseverancia, y también con la “parresia”, podemos pensar que un mártir es la máxima expresión de la “fortitude” lo es, pero no en el sentido físico únicamente, sino que también psicológico, emocional, como lo pretende alterar ahora el mundo y el maligno, en cuanto al ataque de la “psyche”, conforme a enfermedades espirituales. Es el “mártir” (martus) un “resistente” en este caso mental, y no solo del cuerpo a sus pasiones, es un “atleta del alma”.

La gracia, la energía, el espíritu de la fortaleza es uno de los siete (7) dones del Espíritu Santo que Dios concede a sus hijos, al ser creado a imagen de su “espíritu”, es quién en últimas reparte como quiere, según la persona, condición y capacidad elegida sus atributos, que ahora desarrollamos ahora por medio de la voluntad el germen introducidos por este ser eterno que es uno y trino, puede que no sea posible llegar a perfeccionar los actos y potencias del alma en su totalidad, ya que lo que constituye el hombre perfecto es la mezcla entre esta “sustancia” [esencia] junto con el espíritu y el cuerpo, lo que los ortodoxos llaman “hipóstasis" en este caso, la “fortaleza” nos asiste en la lucha contra el pecado, en seguir adelante, con nuestra misiones, ministerios, y mantener el bautismo, la confirmación [renovación] a las exigencias de la fe, liberándolo de espíritus contrarios de debilidad y acedia, el no claudicar en nuestra conversión permanente y en la perseverancia en la oración y final es ser “fuerte” (fortitude).

Cuando nosotros pecamos, y luego hacemos algo peor [hábitos], establecemos un vicio que no sólo daña nuestra relación con Dios (teofilia) sino que nos perjudica, además, a nosotros mismos, ya que implementar una semilla de indiferencia/alejamiento/ignorancia en nuestros corazones, y nos priva voluntariamente hacia el camino a la salvación, es sencillamente darle un espaldarazo a sus mandatos, órdenes, disciplina, es como si fuera un alma distinta al alma natural, y al transgredir sus causas, nos hacemos más daño, entrando al entenebrecimiento del alma, en una zona de oscuridad, perdiendo así la función espiritual pasando a ser animalistas racionalistas, hasta su extremo y esto es lo que pretende hoy en día la psicología, filosofía y psiquiatría secular. Lo único que nos debe importar es rescatar de lo que hay dentro de nosotros, como “hombres espirituales” buscando la salud del alma, más que la del cuerpo, y esto se consigue primariamente con la oración permanente, y con la práctica de las virtudes, y luego si por complexión corporal, nutrición, ejercicios físicos, pero ante “espirituales”.

Fortaleza, “gueburah” en hebreo, “iskus” en griego, o “fortitudo” en latin, encontramos ejemplos claros en la historia dentro de los grandes profetas, apóstoles, como Pablo, Rey David, este último un gobernante de autoridad, Debora, Judith, o el propio Judas Macabeo y como siempre el mismo Jesús, y la virgen María, notables experiencias de esta virtud, don y gracia, ya que se tiene como fin muchas cosas, no solo aguantar necedades, sino también todo tipo de injurias, calumnias, afrentas contra Dios, y actuar prudentemente contra toda situación, la resistencia a la concupiscencia hace parte de este consagrada virtud, entre la “fascinatio nugacitatis”, alejándonos de todo mal, con tal de buscar el bien, ya se dice en Sabiduría 4:12: “Porque el atractivo del mal oscurece el bien y el torbellino de la pasión altera una mente sin malicia”.

La “búsqueda de la verdad” va entramado con el temor de Dios, en todo caso, toda fuerza debe provenir de Dios, y no tanto de ti, no son las fuerzas humanas, sino celestiales y del cual se se da por grados, ya se indica en Eclesiástico 3:21: “No busques lo que te sobrepasa, ni lo que excede tus fuerzas trates de escrutar”, entre nuestras prioridades primero debe estar la salvación de nuestro alma hasta volver al último eslabón de la estructura, que es volvernos heroico (parresiastés) en la defensa de la “fe”, por ejemplo, en Hebreos 12:4 se nos menciona sobre la carrera atletistica que debe tener todo cristiano que sería el de: “Ustedes se enfrentan con el mal [pecados, vicios, espíritus, etc], pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre siendo mártires".

En esta forma, el nivel máximo de fortaleza que tiene que ver con la defensa de la fe, en su totalidad, tiene unos grados o niveles, y que el último de ellos es del “martirio”, pero no necesariamente físico, sino ahora imbuido en otros ámbitos, como el que expone San Agustín, el monje ortodoxo ruso Serafín Rose, o San Paisios del Monte Athos (revisar las primeras citas de este artículo), desde la “psyche”, que es poder del “control mental”, ya no tanto del cuerpo (aunque este objetivo nunca desaparezca) pero se centra en los cambios epigenéticos, morales, biológicos o psicológicos, a partir de la composición del alma, que es la causa primera y segunda de los problemas desde nuestra caída. Veamos.

  • Primer grado: Salvación de nuestras almas, búsqueda de la preparación para la defensa en la fe, y la práctica sacramental para poder resistir, podemos decir que somos unos conscriptos, o soldados regulares.
  • Segundo grado: Aquí yace el cumplimiento de nuestros deberes ya sea como laico regular con cierto entrenamiento experimentado, o como religioso en cualquier de sus circunstancias, del cual se aplica al estado de nuestra vida sea cual fuere, podemos decir que somos unos soldadores profesionales.
  • Tercero grado: Es el esfuerzo máximo de la defensa de la fe ortodoxa católica, sin límites, (que se puede dar como máximo eslabón con el martirio y no tanto físico, sino que temporal o continuo) por tanto se vuelve sobrenatural porque es una fuerza adquirir no solo como don natural, sino también gracia, para poder aguantar cualquier ataque, pienses en San Pablo y su “aguijón”, podemos decir que somos unos "mercenarios" (Job 7:1) o "miembros de fuerzas especiales".

Ya decía el poeta griego Eurípides: “es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad”, creemos a su vez que quien otorga exhortaciones santas es fuerte, vigoroso, porque debe fortalecerse en mantener esa verdad hasta sus ultimas consecuencias, y por lo general es un ser que no cambiarla por las circunstancias, no por el que dirán, de allí también la relación que se tenga con la “parresía”, de esto que el catecismo en sus numerales 1808 y 1838, se diga teniendo en cuenta la teología dogmática que: “La fortaleza asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien, llegando incluso a la capacidad de aceptar el eventual sacrificio de la propia vida por una causa justa”.

Cuando nos consideramos ser fuertes, este es un gran esfuerzo no solo por levantar pesas, sino en resistir, físicamente, pero más que esto, mentalmente, psicológicamente, lo que describe control por gracia de Dios, la “psyche” y no tanto por nuestros propios medios, es mantener la misma energía en nuestros afectos a pesar de las circunstancias mundanas/diabólicas existentes, que siendo complicado es determinar en situaciones concretas no trasluce en la ira, la pereza, la tristeza, sino que quita todo impedimento que no permita practica la virtud, en el control de las pasiones, e inclusive en sus sacrificios, en el sufrimiento visto como un bien en sí mismo, lo que es asimismo un coraje hacia a la verdad.

La fortaleza en este caso conlleva corajes sucesivos, pero esta "valentía" no lleva lo primero, porque siendo la primera una virtud, un don, la segunda, son actos concatenados o independientes, en hechos, o circunstancias de peligros, zozobras, no es algo que implique en cierto sentido el contenido de la “psyche” en su plenitud como lo es el control de las pasiones (apatheia) es más bien una fuerza mental o de las emociones, del cual tiene una resistencia incluso en el dolor y sufrimiento, lo cual va de la mano con la paciencia y la perseverancia del cual se ubica no tanto en el “intelecto” como parte del alma sino en la “voluntad”.

Santo Tomas, indica que la fortaleza le sigue después de la prudencia como virtud cardinal, ya que conlleva valentía, pero que en exceso esta última puede ser peligroso en el sentido que sería perder temor frente a cualquier acto, para San Agustín, lo único que importa es la “fortitude” y no tanto el coraje, ya que no es una virtud en sí misma, del cual el primero recoge todo, lo mismo que el miedo a las cosas que hacemos a diario la cual vence todo tipo de problemas, en búsqueda del bien, tales como el temor, de hecho, la muerte corporal no le importa con tal de mantener la posición en la defensa de la fe ortodoxa, acepta persecuciones, injusticias, según las circunstancias, capacidades, condiciones de cada quien, como lo propone Aristóteles en Ética a Nicómaco se trata entonces de: “soportar” y “atacar”.

Quien es fuerte en este sentido, físicamente hablando, puede que lo sea en alma, en estos casos, el demonio le huye, porque es un “loco” pero en Cristo, por amor, la cual lo aparta de toda inmundicia, del cual va acompañado del “temor de Dios”, va anejo al “Espíritu Santo”, del cual robustece cada día su “condición almática” para volver un soldado perfecto al servicio de Dios (Serviam Deus), con una prudencia, justicia y piedad intacta, del cual crece según el nivel de las características dadas, consiguiendo de por si la “magnanimidad”, el atleta de la verdad no es pusilánime, tímido, cobarde, impávido, pendejon, ni excesivo, es enérgico, saludable, instructivo, ejemplo a seguir intelectivamente y voluntariamente, entrena su “fuerza de voluntad”, como algo sagrado y del que “infusamente” consigue respaldo en las pasiones mundanas.

Ya decía San Pío Nilo el ermitaño, monje ortodoxo, "hagas lo que hagas, no digas que lo haces por tu esfuerzo o por tu virilidad, pero ya sea que ayunes, ores o hagas vigilias, no te acuestes en el suelo, o hagas muchas cosas, mejor di, no por mi diligencia, sino por la ayuda y el apoyo de Dios, lo hago" (véase, De las palabras espirituales de los Santos Padres", Editorial de la Archidiócesis de Suceava y Rădăuților, Suceava, 2003, p. 290), dice San Antonio el Grande: “los demonios juegan en ciertos escenarios, cambiando de rostro, y asustando a los niños, con ruidos alucinantes, luces luminosas, y con ciertas apariencias que se muestran más dignas de desprecio que algunos impotentes”. En fin, cuando ven fortaleza, armas, técnicas, estrategias de lucha, coraje, retroceden inútiles de hacer algo contra ese “soldado”, tratando de encubrir sus derrotas.

Dice Evagrio Póntico, “La impotencia, la cobardía, la debilidad y el miedo de los demonios hacia las personas muestran que el permiso que Dios les da es estrictamente limitado, Obtienen fuerza donde encuentran el terreno débil y desprotegido, pero incluso estas monstruosas apariencias suyas son sólo aparentes y engañosas, desmoronándose y desintegrándose cuando se revelan en su verdadero tamaño y sin embargo cuando encuentran resistencia espiritual cuando leen valentía [fortaleza] se asustan, corren, se esconden, frente al soldado de Cristo y utilizan trucos, amenazan, a quien no lo conocen” (véase, “Guerra en el aire del corazón”, Editorial Credinta fe Ancestral, pp. 44-46).

La fortaleza lleva al cristiano, al soldado a otro nivel, en la defensa de la fe ortodoxa, no sólo a resistir a las tentaciones, eludirlas, vencerlas, sino también en superar adversidades de mayor escala, siempre está en desarrollo en servir mejor, adoptar su vida a una moral cristiana tradicional, es un combatiente que lucha contra los "logismoi" (pensamientos malos), en especial contra la acedia, la pereza y la tristeza, en este enfoque la “fortitude”, es templanza y ser fuerte en la mente (psicológicamente hablando), no tanto en el cuerpo, que es importante, sino en saber no rendirse conforme a los ejercicios espirituales de la piedad y en el fortalecimiento del alma, recordemos la bienaventuranza que expresa, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”.

Indica San Juan Crisóstomo en su texto “Catena Aurea”, vol 1. p. 427 y en “Homilía sobre mateo, en su punto 33:

“Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que el mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar”. “Dejarse ayudar para ser fuertes Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y por esto te abandona y se aparta entonces de tí, porque no le dejas mostrar su poder”.

No es excusa por tanto decir no ser fuerte, cuando necesitas esforzarte para conseguirlo pidiendo en oración, a todo el que pide se le dará (véase Mateo 7:7), tienes las armas que son las oraciones de distinto tipo y calibre para combatir todo el infierno, solo que no sabes de tus alcances de lo que eres capaz de hacer, porque Dios lo ha querido así en sus divina justicia, aplicar, combate contra seres superiores en naturaleza, pues, ya decía San Agustín en su texto: “combate entre los vicios y las virtudes”: “es necesario que los piadosos incluso sufran persecución”, y esto implica a los que tienen en cierto grado “fortaleza” de cualquier nivel, para que nos vayamos perfeccionando para la salvación, en el rompimiento de ataduras, vicios, pecados, tormento del mal y su estructura impiadosa.

Se dice en Salmos 127:1 “si Dios no edifica la casa, en vano trabajas para construirla” de nada sirve, poner tus fuerzas si el Señor no te ha dado la gracia para resistir, indica San Agustín, nuevamente, pero en “Comentario sobre el Salmo 106”, si Dios retira su auxilio podrá pelear (con tus fuerzas), lo que no podrás vencer, y este último debe ser entendido como la victoria definitiva, la perseverancia final, no la batalla, sino la guerra, por eso hermanos, supliquemos, oremos sin cesar, para que nos escuche, para salir siempre mejorados en nuestras armas, tácticas del alma, que es lo que verdaderamente importa, ya que lo que falte de nuestra debilidades será completada por la “Santísima Trinidad”, (véase Orígenes en “Tratado sobre la oración”, punto 29.19).

Al debilitar nuestro cuerpo, fortalecemos el alma, y es allí donde entra la presencia de Dios, en nuestro corazón, nuestro ser, Él siempre nos tenderá la mano, para el bienestar de un espíritu santo, por ello que requiramos entrenar el don de la fortaleza, con esfuerzo, con prudencia, pero a la vez suplicando musculatura almática hacia el camino a la perfección para que se puede soportar casi cualquier adversidad, de allí que el Señor escoja y capacita a los llamados, las aprovecha para que fortalezca a otros, las instruya y se vayan en su camino, mejor dicho, son facilitadores de la santidad, son ayudas para otros hermanos, instrumentos para la búsqueda de la “theosis”,  en esto que debamos dejarnos ayudar por los piadosos y por los seres celestiales.

Hemos dicho que el “martirio” no solo conlleva a la “muerte física” que es la regla general ahora, sobre todo en estos tiempos está referido a un "martirio psicológico" o "martirio espiritual" del cual se soporta sufrimientos mentales, y sistemáticos, en favor de la defensa de la fe, ser “mártires” son actos humanos, que pretende justificar la doctrina de la ortodoxia o la tradición, como signo de amor (caridad) hacia Dios, pues ya se dice en Mateo 15:13: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (teofilia). Jesús estando en el huerto de Getsemaní, oraba con devoción sudando sangre, la misma que exaltaba los mártires de la Iglesia (véase, San Agustín, Comentario sobre el salmo 140).

Dice Tertuliano en “Apologética” la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia, lo mismo Pedro Crisologo (véase Sermón 108) o San Agustín (véase Tratado sobre la Epístola de San Juan, punto 2), estos creyeron que los que morían por la causa de la fe, nacían así ya, lo cual desde el principio estaba destinado a ser germen de la vida de su "cuerpo místico", en su crecimiento hacia el camino a la santidad, por ello que no en vano exijan justicia, pero benigna en cuanto a su derramamiento de esa Sangre, del cual fortaleza máxima, coraje, tuvieron de dolor pero sobre todo de “sufrimiento” del cual sirvió para ser testigos de las obras de Dios y su edificación. Tengamos claro, que nadie sabe quién va a sufrir a voluntad propia u “obligada”, ya que todas las eras, tiempos, horas, minutos son momentos de “martirio” no solo físico, sino también psicológico, almática, vemos persecuciones a diario a causa de nuestra creencias, es más, ya con el hecho de reputarte “piadoso” padeces injurias, afrentas de los hombres o de los espíritus inmundos.

Tener fuerza de mente, de las emociones y por tanto fortalecimiento de alma conlleva ser un mártir esto, porque significa soportar, resistir a las adversidades, dificultades, batallas, pasiones, es una renuncia a sí mismo, es colocar la coraza de la magnanimidad de los justos (megalopsychia) no que viene de sus propias fuerzas, sino de Dios, que las complementa con toda "misercordia", ese poquita, hace más que la fuerza de voluntad requerida por ti, listo para batallar, hacerte violencia al cuerpo, debilitar la carne, y elevar el espíritu con la practica de los sacramentos, con la oración continua y así veras, que es ser “fuerte”, es así como la “Santísima Trinidad” nos transmite su poder, Cristo, en que todo lo puedo, la “scientia crucis”, la cual lleva molestias, cargas (in preferendis molestiis) en carne, cuerpo, espíritu, animosidad en los actos continuos, perseverantes inexpugnables.

Es la tristeza, pereza, pero en este enfoque la acedia, y la tibieza, el mal que aqueja dentro de la Iglesia como comején que carcome el “katéjon” y que tiende a removerse poco a poco, con la doctrina y el depósito de la fe, por eso es que la "fortaleza", sea una virtud requerida para estos tiempos, necesaria para el combate de los últimos días, contra estas asechanzas que nos está atacando desde varios flancos interna-externamente (sobre todo desde adentro -inside-), con tal de "soportar" y "resistir", pero también atacar, -santamente- no como lo hacen los impíos, pero si en sintonía a una defensa santa, en cuanto al valor que conlleva la “parresia” (libertad o franqueza para hablar o decir las cosas a rajatablas), siendo prudente, sabio y paciente en sus acciones, sin tristeza, ni pereza, ni acedia o pusilanimidad, cobardía, timidez, impavidez, quietismo se consigue, sino con energía, esencia, poniendo los movimientos y potencias del alma hasta su último nivel, es de allí que se hable de la “ira moderada” o “justificada”, seguida de la razón inteligente, debido a que no significa “temeridad” y no evitar los peligros, sino como ya se dice en Lucas 21:19: “Con su perseverancia [paciencia[ salvarán sus almas”.

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