"Que yo sea monje y tu laico no tiene importancia... más bien que ambos estemos en la luz del Espíritu Santo. Adquiere la paz [hesicasmo], y miles a tu alrededor serán salvados".
San Serafín de Sarov
Mario Felipe Daza Pérez
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Dentro de cualquier aspecto así como del ejercicio, ya sea físico, mental, o de cualquier otra conducta de adopción, se requiere de una progresión gradual, y más si se trata de lo espiritual, en tanto que el alimento, como la pesa (fuerza) es el sustento al mismo tiempo del crecimiento de nuestra alma tal cual como lo es la “oración”, sin ella no podemos salvarnos, de esto que se requiera rezar incesantemente como no los dice San Pablo en 1 de Tesalonicense 5:17: “Oren incesantemente”, ya sea suplicando, dando gracias, pidiendo, etc, conforme a ello ya habrá varios formas, técnicas, métodos, finalidades..., para esta preparación, un curso, escuela si se quiere de cómo cincelar para alcanzar este don divino llevándonos hacia el recogimiento y la concentración pura del uso de esta herramienta salvífica que no se consigue sino con la gracia y el esfuerzo (sinergia).
Podemos entender el hesicasmo como aquella práctica ascética cuyo componente trata la "meditación permanente" (nepsis: vigilancia perpetua), del cual los Padres del Yermo comenzaron en su carrera espiritual y que ahora la tradición nos ha transmitido en el tiempo, principalmente divulgada por los monjes cristianos de oriente, entre ellos los egipcios, hasta llegar a Palestina y Siria, consistente en la “quietud del alma”, es decir, se trata de llevar al ombligo (onfaloscopia) la oración, en la “guarda del corazón”. Esta devoción ha sido propagada en el cristianismo ortodoxo, sobre todo por los “rusos” de los cuales han hecho mejor práctica de esta herramienta y en algo en el catolicismo de estirpe oriental, del cual ahora nosotros tomamos como escuela, para nuestro crecimiento almático desde occidente, conforme a lo que se destaca esta valiosa forma de espiritualidad ascética aplicado para laicos y religiosos con el fin de llevar una vida en comunión (dirigirnos hacia la "theosis").
Podríamos decir que los métodos hesicastas varían, ya sea si eres protestante (verlo solo como un estado transitorio de tu crecimiento), o católico occidental u oriental, ortodoxo, en todo caso, nos referimos siempre en nuestra “escuela de la oración” siguiendo el “catolicismo pleno” (sin adjetivos, de todos los ritos), fundamentando no solo el "qué", sino mejor el "cómo" que casi nadie trata, esto, como técnica necesaria (psicosomática) y eficaz para conseguir la oración integral, pura (dentro de la oikonomía), es decir, hacia el avance a la obtención, aquerencia de un “espíritu santo” como de la paz y tranquilad del alma, tal cual como no los ha enseñado Jesucristo. Frente a esto lo primero que debes tener en cuenta es que cuando oremos, tenemos que dejar un lado nuestras ocupaciones, desganas, pensamientos malvados, y demás imaginaciones (rechazándolos, no prestándole atención) ya que nos aparecen de repente, y en mayor medida en el camino hacia la purificación y esto si que requiere tiempo para poder controlar las pasiones/deseos.
Indistintamente del camino hesicasta que sigas, deberás llegar al mismo fin que es la paz del alma, recogimiento, tranquilidad, por ello que propongamos como lo hacen los católicos orientales y ortodoxos comenzar a practicar la devoción al nombre de nuestro Señor, a través de la llamada “Oración de Jesús”, inserta en la “Filocalia” (recogidos principalmente por Macario de Corinto y Nicodemo el Atónita), en sus diversos ámbitos, sobre todo rezado por los eslavos, y esto se debe a que es un método antiguo practicado en los monasterios del este y oriente (véase en el Monte Athos), del cual permite llegar con su debida preparación en el avance de tomar una disciplina espiritual robusta, del cual va acompañada no solo de plegarias, o de un calentamiento previo (calistenia almática), que se forja cuando hacemos llamados al cielo, lecturas santas, himnos, cantos a voz viva, con parlantes o a capela, enfocado en música gregoriana o sacra, todo esto es lo que nos lleva a concentrarnos y conseguir con el debido tiempo una purificación en vías a la iluminación.
Nos enfocamos en este escuela hesicasta católica, ya no tanto en el "que" debido a que sabemos que la importancia de la oración y sus elementos, sino en el "cómo", la inquietud espiritual está en que la gente no sabe como orar, son estos subtemas por supuesto los que se deben tratar porque no los aborda la Iglesia Católica de Occidente, o de rito latino, sino que se debe acoger en complemento con lo ya trabajado desde oriente o con los ortodoxos, por ello que hagamos énfasis en poder presentar incipientemente una limpieza de las pasiones, de los deseos, y por tanto de las distracciones (como iniciación a todo), para así conseguir una oración medianamente pura, indistintamente del lugar, o la oración misma, lo que debemos de atrapar es el estado (hesicasmo) que es la condición, remedio de concentración con el fin de que el espíritu entre y transforme todo (metanoia) tu ser, por medio primero de la oración vocal, segundo, de la mental y luego por último de la noética (que es la guarda del corazón: nepsis), fijado en todo caso como el método más certero practicado no solo por los Padres del Desierto sino por todos los monjes hasta el día de hoy.
Una buena introducción a estos temas además de procurar leer la vida de los santos, es estudiar la "Filocalia”, y sobre todo practicarla, (véase, “Relatos del peregrino ruso”). La “hesychia”, en estos casos permite consigue de por sí una paz interior, y es con la repetición de las oraciones (no mecánica) lo que adentra la relajación de la diástole, y la contracción del corazón, pero que a su vez requiere de un adiestramiento del cuerpo en coherencia con el alma, en estos casos, nadie puede decir simplemente "Señor, Señor, sino por influjo del Espíritu Santo” (véase, 1 Corintios 12:3). Para tomar plenamente este estado permanente "se necesita un retiro del mundo (entendido como de lo mundano, más no del mundo en sí) según la condición que se tenga, es decir, ser anacoretas, de por si no es imposible sino que se acoger en su capacidad de las personas, y de su comportamiento de entrenamiento, que se ejecute paulatinamente, en consonancia con el rezo ya sea de 50, 100, 500, 1000…, hasta llegar a repetirlo casi todo el día (según como se mueva el espíritu), hasta obtener la gracia por ese esfuerzo de oración, ten en cuenta siempre la respiración y los latidos del corazón (unidos), consiguiendo lo que se conoce en la neurociencia como “coherencia cardiaca”.
En estos aspectos el monje San Serafín del Monte Athos, nos comparte las formas de meditación y sus etapas (que pueden leer, aquí), comenzando primero el ser como unas piedras (Cefas), y una montaña (inamovibles en distracciones, pasiones, deseos), para luego pasar a parecernos a Abraham y los profetas, hasta así llegar a la forma de orar de Jesús, que solo lo da en últimas cuando el Espíritu Santo entre en ti, por eso que no se sabría contestar en que momento se daba este estrado permanente (hesicasmo) porque no le corresponde a otros, sino solo a Dios. Para conseguir esta gracia, el método hesicasta es necesario la perseverancia, el esfuerzo en el rezo, dejando a un lado todo lo que te pueda distraer, abrazar la soledad, diciendo: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”, todo el tiempo, sin parar, haz que penetre en tu intelecto (nous) sin recuerdo alguno.
Evagrio Póntico en el “Tratado sobre la Oración”, expresa lo siguiente:
“El demonio es terriblemente celoso con el hombre que reza y emplea todos los medios para hacer que no alcance su objetivo. Por eso no cesa de avivar por medio de la memoria el pensamiento de los objetos. Cuando los demonios te ven lleno de ardor por la verdadera oración te sugieren el pensamiento de algunos objetos que te representan como necesarios, y luego en seguida, excitan el recuerdo ligados e los, impulsando a la inteligencia a buscarlos, si no los encuentra, se entristece mucho y se apnea, todo ello para que no tenga la oración fructuosa”.
Hermanos/as, tenemos el deber formal de orar, una vez estemos seamos bautizados, pero para ser verdaderamente hijo de Dios, —materialmente hablando—, se necesita de un esfuerzo, una colaboración, cooperación, de lo que San Juan Crisóstomo y demás monjes/Padres se refieren al "ascesis", esto, porque estando oculto en el subconsciente, es imperioso trabajar con el fin de conseguir no solo la gracia de la perseverancia sino también el de la oración incesante, que bien se mantiene en el estado de la calma, de “hesyquia”, uniendo lo corporal con lo incorporal, lo visible con lo invisible, acogiendo la epíclesis, ya sea repitiendo “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”, o su forma completa, “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador [o que soy pecador]”, o otros versos, como de los salmos o de la palabra: “Dios, ven en mi ayuda, date prisa en socorrerme”, conservando así el estado metanoico en pos del recuerdo de la muerte de tener siempre la mente puesta en el infierno sin desesperarse (San Silouan) y esto se hace por obediencia, “kenosis”, en conversión a ser mártir psicológico de tu alma, centrado en la renuncia a ti mismo, por abandono a tu voluntad.
Practicando el desprendimiento, quitando todo tipo de vanidades, haciendo la oración con pureza, baja en nosotros cierta tranquilidad que nos trae el recuerdo de la esperanza, de la vida, no tanto de la muerte biológica, que es una condición temporal, sino del alcance hacia lo espiritual. Cuando nuestra alma se libera de este campo de entrenamiento como decía San Ambrosio de Milán, es cuando decimos que “ganamos” antes no. Es con el hesicasmo que podemos conseguir esa gracia ininterrumpida, la paz del alma, esa perseverancia final, y la Oración de Jesús es un rifle de gran alcance para este propósito, del cual tiene ya se mucha experiencia de batalla por sus resultados monásticos, no solo porque se introduce en tu conciencia, sino que incluso combate en tus sueños y en cualquiera de las etapas en que te encuentres: ligero, REM, profundo..., llevándote inclusive al éxtasis, como a carismas. Recordemos que la oración noética a través de este método penetra y completa todo porque menciona en resumidas cuentas el Evangelio. Miremos su descomposición.
- Señor (Kyrie): Reconoces a la Santísima Trinidad, y su plan salvífico (oikonomía), es el que nos da la fuerza espiritual (iskus) para resistir (fortaleza), seguir, combatir, etc.
- Jesús (Iēsoûs): Nombre y persona (esencia-hipostasis) que fue revelado para salvarnos, es Dios redentor, hecho carne (el verbo, el logos), el hijo del hombre.
- Cristo (Christie): Mesías, el ungido, el salvador, el sacerdote, el rey, el profeta, el mediador, con innumerables títulos salvíficos/redencionista.
- Hijo de Dios (Theos ho Huios): Es quien salva, quien redime nuestras faltas en el tiempo, por tanto, es la autoridad ante el Padre, es el camino, la verdad y la vida.
- Ten piedad de mi (Eleison): Muestra nuestra debilidad, se muestra la humildad, obediencia, se pide misericordia por nuestras faltas. Es llorar, estar contritos y alegres.
- Pecador (Jamartolós): Se muestra la condición vil de nuestro estado caído: pasado, presente, futuro, nos expresa que no somos nada sin Él, polvo y cenizas, no nos podemos salvar solos.
Quedaría entonces:
“Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”
La repetición de esta jaculatoria (algo parecido al “dhikr” es el islam, o "mantra" en el budismo, sin que nos llegue interesar), se trata de una oración breve, que se hace repetitivamente en el tiempo, recitarlo humildemente/obedientemente a los mandamientos es "salvarse", no porque lo digas en sí, sino que al expresarlo primero con la boca, luego con la mente y por último en el corazón, te recompone todo hacia el bien, hacia la virtud (metanoia), es el camino hacia el perdón, y la verdad y a través de esta acción eres tenido en cuenta dentro de la vida eterna, mientras lo digas sin cesar, sin parar y sin cansancio, puramente, dentro de la tranquilidad/paz del alma, en el “hesicasmo” se llegará a la perseverancia de la oración y por tanto de la gracia, de hecho, el solo nombre de Jesús, es ya "salvífico", porque prácticamente estás diciendo en su denominación funcional: “Dios sálvame” o “Dios salva”, tomando en últimas un Espíritu Vivificante, que es permanente en el tiempo y espacio del mundo visible/invisible.
Ya lo dice San Hilarión de Optina, monje ortodoxo del Monte Athos:
“Leyendo los textos de los Santos Padres, has visto que, quien quiera purificar su alma de las pasiones, primero tiene que invocar el auxilio de Dios. Así es. Pero no podrás orar con la “Oración de Jesús” en tanto no apartes tus pensamientos. Dios no espera del principiante una oración íntegra, porque esto es algo que se alcanza con el tiempo y después de mucho trabajo. Eso también lo dicen los textos de los Santos Padres: “Dios le concede el don de la oración a quien ora”. De hecho, todos tenemos que orar, empezando con nuestros labios y con nuestra mente” (véase, Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenişa, Galați, 2009, p. 59).
En resumen, recitar esta oración breve y sencilla, es una introducción que debes tomar en cuenta en el "hesicasmo" y de su desarrollo, con el tiempo una vez avanzado con un espíritu [en santidad], por experiencia de los monjes se irá capacitando a tu alma e inicialmente a la personalidad santa, hacia la virtud, rodeado de cambios interiores, de presencia divina, paz, liberación, es algo que nos concentra y dirige hacia Dios (theosis), inclusive mientras dormimos. El consejo siempre será en casarnos con una fórmula fija, esto, para no desordenarnos en cuanto a su composición, sugiero en este caso comenzar como no los dice en el texto “Relatos de un peregrino ruso”: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”, que es el más corto de su composición (para principiantes) y luego para si irnos introduciendo poco a pco a toda la oración completa, pero primariamente vocalmente (como calentamiento), unas 10 a 50 veces en el día, luego mentalmente ir aumentándolo, hasta que llegues a lo “noético” (el ardor), y lo vas a saber porque sentirás un fuego en el corazón, en algunas casos como si tuvieras un hielo quemándote en el centro del pecho, y en todo tu ser moviéndose, lo complejo será hacerlo todo el tiempo y correctamente con pureza/humildad, fuera de toda distracción, y control de las pasiones sin olvidarse de tus deberes cristianos. Veamos.
Es debido a nuestras facultades desordenadas del alma o inclinación al mal (concupiscencia) no conseguir enseguida la “theosis” sino es por esfuerzo más gracia (gradual), esto es lo que se llama predestinación, que según la versión agustiniana, está más inclinado a esta última, que a la primera, del cual los ortodoxos, imprimen mayor relieve a la ascesis, para poder conseguirlo, en todo caso para obtener esa “deificación”, o “visión beatifica” es necesario primero luchar contra todos los vicios (logismoi), pensamientos impuros, faltas que nos obstaculizan este camino a la verdad, al quitarnos el velo de la ignorancia, de la necedad, por tanto de la negligencia por lo divino, al no olvidarnos de Dios ni siquiera en pensamiento, como en acciones, solo así llega la fuerza del Espíritu Santo, y es por medio de la práctica de los sacramentos y el medio más eficaz entre todos ellos como lo es la oración podremos conseguir un estado hesicasta hacia la salvación (oikonomía), en el ámbito de la oración noética llevando el alma hacia la virtud acompañada de la ascética corporal, en cooperación con el espíritu en vías hacia nuestra divinización (comunión).
En simples pasos, y resumiendo desde la óptica latina (occidental), la purificación (catarsis) te permitirá eliminar los apegos, y te hará controlar las pasiones/deseos, llevándote a la iluminación (theoria), que es la transición de la oración mental hacia la noética en pasos graduales (ámbito temporal) y por último, a la perfección o deificación, al poder conseguir en últimas la “theosis” (energías increadas) que cuanto más grande sea esa cooperación (sinergia), mayormente se determinará la revelación o gracia, para luego si poder transmitirla, de allí que sea importante la obediencia/humildad, por medio de la oración pura con amor,(ágape), y es así y solo así como se consigue que el Espíritu Santo, del Padre y del Hijo habite en nosotros, de esta forma podrás enseñar a orar, predicar, profetizar (talentos), o carismas, y gracias al beneficio de su gloria, pero para que ello debemos pasar antes conformando una espiritualidad hesicasta, al decir como dijo San Pablo, “Ya no soy yo quien vive en mí, es Cristo quien vive en mí” (véase Gálatas 2:20), teniendo en tu corazón la zarza ardiente que arde la vivificación del espíritu en comunión con el de la Santísima Trinidad.
La oración hesicasta pero sobre todo su estado es importante conseguirlo a toda cosa, no solo porque nos da paz del alma, sin también porque nos "salva", es lamentable lo muy poco que se ha practicado en occidente, en la Iglesia Católica, curiosamente el gran difusor de esta devoción ha sido San Bernardino de Siena, de hecho, antes, podemos encontrarlo en algo con San Francisco de Asís, como en San Juan Capistrano y por último en San Bernardo, pero no tan efusivamente, en todo caso se remiten a ella como iluminación/alimento almatico, es decir producto una forma de “kenosis” (vaciamiento de voluntad) como lo han hecho a su vez los carmelitas descalzos, entre ellos, Santa Teresa de Jesús y luego San Juan de la Cruz, en este aspecto el Cardenal Tomas Spidilik para nuestra época fue un gran estudioso de la Filocalia y practicante de la Oración de Jesús, sobre esto escribió varios libros que se puede conseguir en la web, en lo concerniente sobre la integración imperiosa de la Iglesia única y santa, como lo es el "catolicismo" (sea cual sea su denominación).
Por último, según lo comentado, podemos extraer de lo escrito que indistintamente de la práctica incesante que se tenga o no según sus técnicas/métodos siempre todos ellos conducirán al mismo camino que no es otro que el de la salvación, por tanto, es la oración noética el "medio" que te permitirá conseguir un espíritu puro, hesicasta, en relación continua con Dios, en vía a la deificación, en búsqueda primero de la tranquilidad (holos) del cual se incluyen en ese proceso de purificación la eliminación de las distracciones, y deseos, para luego llegar a iluminación de conciencia, dentro de las herramientas ofrecidas en el estado de quietud/recogimiento conforme no tanto a la poses (postratio), o a la respiración, y la forma en cómo/cuándo lo decimos, o del control de las pasiones sino el de tener presente en la recitación de las palabras de la Oración de Jesus (para nuestro caso) la mente y el corazón unidos en perpetua comunión.
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