Páginas

Mostrando entradas con la etiqueta pentecostes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pentecostes. Mostrar todas las entradas

19 de mayo de 2024

LA VENIDA DE LOS “DONES SAPIENCIALES”: LA SABIDURÍA


“El verdadero sabio sólo es riguroso consigo mismo, con los demás es amable”- Plutarco

“No es sabio el que sabe muchas cosas, sino el que sabe cosas útiles”- Esquilo

 

Mario Felipe Daza Pérez

@mariodaza

 

Puedes descargar este artículo en Word o Pdf, aquí

 

La “búsqueda de la sabiduría” es común a todas las "culturas", lo que cambia es el concepto o más bien el contenido de lo que es ella, por tanto una vez ya definido en otra entrada su tratamiento (que pueden leer aquí o aquí), que es la “común” a la que la gente se refiere "normalmente" definida como “humana”, existen otras de diferentes estirpe, que es muy poca practicada (extraordinarias), tal cual como lo es la “divina”, que se puede llamar la "verdadera" o "real", y otra que hemos denominado “plena”, que sería la conjunción con las dos anteriores, de la primera podemos mencionar a personajes tales como Aristóteles, Platón, Epicuro, entre otros, de la segunda a Jose de Egipto, Salomón, Judit, Ester, Daniel, Moisés, y de la tercera a Santo Tomas, San Arsenio el Grande, San Agustín, a ciertos doctos o padres de la Iglesia, todos ellos fundados en la "fe", y la "caridad" del poder de Dios en su "mente", y no del "hombre" (véase 1 Carta del capítulo 2 de corintios) entendida como aquella que es "escondida" (“gnosis”) y desconocida sobre todo para los “soberbios”, mas no para los "humildes" (oculus mentis).

 

Cuando se habla o escribe el mismo “lenguaje" de "sabiduría”, comienza a frotar con los años, el resto de los "dones", entre ellos los “sapienciales” como la ciencia, el entendimiento, el consejo, quitando así de encima todo halo de "necedad", para desarrollar bien la “sabiduría” como se ha dicho en otros escritos se debe primero tener un “temor a Dios” para "iniciarse", sino no sirve, y este se busca sobre todas las cosas, primero cumpliendo con el primer mandamiento de la Ley Mosaica, es la base de todo, de este principio, de allí que encuentras las demás, pero poco a poco, según el regalo que te dé a conocer Dios, quien te comparte este "don divino", obteniendo para si mayor comprensión de los sucesos, aunque puede ser que gradualmente viceversa, aunque todo esté "conectado" (bajo una misma "conexión celestial"), para ello se debe completar a toda costa el "alcance" de todos los bienes temporales, tomando en ese comienzo la "docilidad" dentro de la “instrucción” hacia el “conocimiento de la verdad” (Salmo 32:8).

 

La máxima expresión de "sabiduría" la tendrá siempre Dios, y por tanto Cristo, y por ello el "trono de la sabiduría", como lo es el verbo encarnado (véase, 1 de Corintios 24:30), en su defecto, María (véase el Magníficat) su "madre" y "esposa del Paráclito", por lo general quien la busca, la verdad, consigue en su "plenitud" conforme a los demás dones, por ser este "gran don", tomado como el "director" de la orquesta, y es el Espíritu Santo el que permite esta "sinfonía", además de acrecentar las "virtudes teologales" se aumentan las "cardinales",  estando todos ellos "conectados" al "espíritu de la verdad", quien funge como guardián del resto de "valores". El "sabio" en este ocasión se moverá, en "sindéresis" según los programas que esté trabajando, ya sean: sociales, económicos, personales, teniendo en cuentas las reglas espirituales, la contemplación que todo ello será tomado como el resultado del "don de la sabiduría", por ello que nos toque siempre ser:

 

  • Temerosos de Dios (no por miedo, sino por amor)
  • Ser piadosos (con el prójimo, sobre todo)
  • Ser sencillos, humildes (para obtener el don y la gracia)
  • Desear y pedir el don de la sabiduría (a través de la oración, penitencia, súplicas)
  • Cumplir sus "santas inspiraciones", ser "obediente" (perseverancia final)
  • Abandono de las cosas mundanas (alejarse del materialismo/consumismo)
  • Ser desprendido (desapegado, para tener "libertad espiritual")
  • Anhelar el "silencio interior", paz, tranquilidad (practicar el hesicasmo)
  • Examinar nuestra conciencia a menudo y confesarse (despreciar nuestros pecados)
  • Renovar los votos constantemente, consagrarse al Espíritu Santo frecuentemente

 

La “sabiduría” descubre lo más profundo, pero es porque Dios te lo revela con su amor, y quiere que todos lo tengamos, todos estos "conocimientos infusos" almacenados se debe gracias al abono de la "fe" y la "caridad", ya que todo se ilumina, infusamente, a través de la “intuición” que es el "idioma del alma", no hay discursos, falacias, lógicas, ni nada de eso, el "lenguaje" es otro, "celestial". Para el arzobispo primado Luis María Martínez y Rodríguez (2022), el "orden natural" se entremezcla con el "orden sobrenatural" sobre todo cuando de los "dones" se trata, (Véase, "Los dones del Espíritu Santo”, Editorial Patmos: Madrid, p. 121) en “coordinación" del "conocimiento”, haciendo de si un "sistema una unidad", es asi, que podemos referirnos a la "sabiduría" como esa "gran computadora sapiencial” que integra todas las demás, establecida en grandes "algoritmos intuitivos", vista todos ellos como el resultado de su conjunto, y que se surte en su "ilimitada operación", mirándolo en causa de Dios que va aunada al amor (scientia amoris), como bien supremo, virtud reina, ser sabio es entonces ver con los ojos del amado, desde nuestra alma (scientia crucis).

 

Es precisamente “pentecostés” la primera fiesta en que el Espíritu Santo se presenta de forma global, en su arremetida hacia los apóstoles-discípulos cuando los hace hablar en lenguas, del cual se deriva del amor, de la caridad, cuando se comienza a desentrañar los "misterios de la fe", por eso pediremos todos los años en esta nueva venida, que nos “ilumine nuestras almas” sobre todo con los “dones sapienciales”, llenando nuestras “conciencias”, “mentes” con el “amor infuso de Dios”, esto con el fin ser ser cada vez superior, como lo ha querido la "Santísima Trinidad", compartiendo con nosotros "gratuitamente" un poco de su espíritu, que bien desciende sobre nosotros en ese "fuego abrasador" dentro de nuestros corazones.

 

Recibir el "Espíritu de Dios", como todo lo de esta vida, no es casual, ni coincidencia, sino porque Él, lo hace decidido así, no es mero accidente, es consustancial a su naturaleza amorosa, de su caridad, que bien nos quiere compartir, “dulcis hospes animae”, el “don” del señor es la “plenitud del Espíritu Santo”, que bien este último reparte en nosotros, no viene por momentos, está todo el tiempo, y reparte "rafagazos", para quien lo desee y el conceda, por ello, quien ama entenderá el mensaje a transmitir. El “paráclito” nos posee poco a poco, pero se debe dejar que lo haga, cada día, es un "trabajo silencioso", que se presenta hasta conseguir la “perfección cristiana”, es decir, como expresó San Pablo “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (véase, Gálatas 2:20) ya que con sus "dones" nos mueve, despierta, sella, y dirige todo nuestro actuar no con el cerebro (astucia) sino con el corazón (sabiduría). El “pentecostés” en nuestras vidas es “gradual” proviene formalmente en los actos sacramentales del “bautismo” y la “confirmación”, pero también en la "práctica de la virtud" y de la "fe", son "ejercicios espirituales" constantes, y entre más se haga, mayor entrenamiento, y posesión de "Él" tendrás en tu "alma", y este será el "don de Dios" en su "plenitud".

 

Quisiéramos compartir antes de seguir con el artículo, la siguiente oración del Arzobispo Primado Luis María Martínez y Rodríguez (2022), (véase, “Los dones del Espíritu Santo”, Editorial Patmos: Madrid, p. 150) para que lo digan mental o vocalmente:

 

“¡Oh Espíritu Santo, dulce huésped del alma, amor infinito que te derramas en nuestros pobres corazones! ¡Ven, ven de nuevo a nosotros, ven todos los días, ven a cada instante, consuma el divino misterio del amor que realizas en nuestros corazones!

 

¡Que te poseamos, oh Señor, que te poseamos; que sintamos la dicha inefable de que eres nuestro, de que podemos gozar de Ti cuántas veces nos plazca, que sea Tu la dicha de nuestra alma, ¡la vida de nuestro corazón, que seas nuestro todo!

 

Pero también aquí estamos nosotros, te hacemos la entrega total de nosotros mismos, no solo el corazón, sino el alma y el cuerpo, y todo lo que tenemos y todo lo que poseemos te lo damos, para que nos poseas cumplidamente, para que nos dirijas, para que nos eleves.

 

¡Poseemos y déjate poseer por nosotros, para que se realicen en los que son tuyos el misterio del amor, para que Tu nos ames y nosotros te amemos y amándote en la tierra, nos preparemos para el misterio inefable, para el misterio divino de la eternidad!”.

 

Continuando, analizando los “dones”, tenemos que la “sabiduría” no podemos colocarla como los “primeros de los dones”, porque no lo es, es el último, pero no porque no sea el más importante, sino como necesita para su "constructo" de la "virtud" de la “humildad”, es el último eslabón que espera y organiza a todas las demás, debido a su misma "sencillez", de allí que el "temor de Dios" sí que sea el primero de todas ellas en la lista, y que pasa "transversalmente" de por medio a través de la “caridad” y de la "fe", del cual hace el empuje para llegar plenamente al “amor de Dios”, conformando así luego los elementos de la creación y entre ellos de los “dones sapienciales”.

 

El “don de la sabiduría” como llevadora de la batuta, organiza, planifica, dirige, es en sí mismo el “don de dios”, en su “plenitud”, del cual estructura pero también reparte en toda su sapiencia a los individuos, mejor, a su hijos, a quienes les confía ahora un trabajo, una misión, operación, apostolado, etc, a partir de la base de la “ciencia del amor divino” (scientia amoris), que luego es convertido en una "ciencia de la cruz" (scientia crucis) que es enseñada "divinamente" en este “arte espiritual” que es "guiada" por el “espíritu de la verdad”, lo que le hace contrario quien la posee a ser "necio", o al menos estar alejado de la “necedad”, como las que se presentan con las llamadas “idolatrías”, tales como la vanidad, el poder, la riqueza, codicia, lujuria, etc.

 

Entiéndase, que el hecho de ser viejo, estudioso de las artes, erudito, polimata, o hablante, no te hace sabio, y en caso de creer serlo o presumirlo, no será siempre de su estirpe divina, sabemos que Pablo fue sabio, pero no Judas Iscariote, el tiempo dentro de su existencia es “sabia” (ya nos decía Tales de Mileto, “que esto se debe a que todo lo descubre”, diríamos nosotros los cristianos debido a que todo lo “escudriña”), pero no el "demonio", que siendo un "ser antiguo", no está "dotado" de una "sabiduría divina", ya que su "actuar" es de "necio", esto, causado en su rebeldía o soberbia (tiene un "conocimiento" que es "limitado"), por tanto, es una persona que es ruidosa, vengativa, odiosa, y puede que tenga ciertas aptitudes/facultades propios de sus "saberes", e incluso de la "sabiduría humana" (sapientis est ordinare) por ser su gestor, pero no de la "plena" o de la "divina", por su “restricción” a la “visión beatífica” desde su caída, y esta solo se consigue por pedido, oración, concesión, mortificación, suplica, etc, (cuestión que "este" no va a hacer), por tanto su concesión/graduación se distribuirá siempre y cuando la “Santísima Trinidad” así lo desea y lo quiera segun las capacidades(voluntades de cada quien.

 

Desde tiempos antiguos sabemos lo valioso que es la “sabiduría” en nuestras vidas, ya Anaxágoras expresaba, "prefiero una gota de sabiduría a toneladas de riquezas", porque el “sabio griego” conocía que vivir en la "humildad" era un requisito para ello, como también lo era la práctica del silencio, y la soledad, entendía que la mejor forma de conseguirlo era estar siempre en "sintonía celestial" con Dios, pero no visto, como una "personificación", ya sea, griega (Metis), egipcia (Seshat), babilónica (Merodac), etc, no es esta la “sabiduría” que queremos traslucir aquí, sino la que es propia del "Señor” de la cual delega, distribuye, entrega, como él quiere, o desea, es una potestad/competencia/función, no una “diosa” o “dios”, es una "facultad" que hace parte del "contenido intelectivo" del Señor dentro de las "sustancias" de su “organización”, tal cual como lo es también la naturaleza, el universo, los seres vivos, el cosmos, etc, todo ello es algo “divino” creado por el "increado".

 

Si queremos relacionara la llamada “sabiduría” en sentido general a una “virtud” podemos asociarlo en algo a la “prudencia”, que a la vez se distingue de los demás "dones", como la ciencia o el entendimiento en su contenido pero no en su conexión. Al primero se le suele determinar en griego con el nombre de “sofia” o “filosofía”, entendido este último como “amor a la sabiduría”, pero que nada tiene que ver con la “ sabiduría divina”, de hecho, podemos decir que la "teología" es una rama distinta aun dentro de la misma clasificación que se quiere de esta sub-clasificación, pero que tampoco puede ser vista como una “sapiencia”, ya que está ajustado más al “conocimiento" de la "experiencia humana” que a una "elevación espiritual", algo parecido al tratamiento que se hace desde el hinduismo, budismo, o el islamismo, con los términos de “ganesha”, “prajna” “luqman”.

 

El concepto de “sabiduría” que se propone aquí, proviene del hebreo “chochmah”, y no solo nos describe la habilidad, facultad, potestad, sino que puede también estar inmerso en el entendimiento, que nos recoge de la “estirpe humana” como un todo, esto, yendo más allá de las "consideraciones terrenales", ahora, si los siete (7) primeros sabios de Grecia eran considerados "sabios" según la historia, no per se podría decir que lo eran en lo "espiritual", pero no porque no quisieran, era porque no se le era conocida (ni siquiera a los apóstoles), ya que su proceso se inicia con la llegada de Cristo, su muerte y su resurrección (venida a través del Espíritu Santo —pentecostés—), por tanto, "ser sabio" no solo es aquel que duda, sino el que reflexiona y juzga todas las cosas, a partir de "dotes sobrenaturales" (“spiritus omnia scrutateur”), desde la mirada/oído interior de los misterios del Señor, contribuida con la llamada “scientia amoris” y luego la “scientia crucis” (conceptos místicos carmelitas), en últimas, el “don de la sabiduría” es un “conocimiento” que es “infuso” pero del “más alto grado”, que pasa más allá del humano, que no viene del hombre.

 

Podemos tomar el “solo sé que nada se”, y “de eso tampoco estoy seguro” como una supuesta “humildad epistémica” o “filosófica”, pero no en sí del producto de la “virtud, es decir, de la humildad”, esto, como un "todo", ya que para que lo sea, se necesita ser comprendido en su “integridad”, por ello quién lo ostenta es “sabio”, y obtiene de ello al “padre de todas las virtudes”, y si lo tiene es porque lo desarrolla junto con la “madre de todas ellas” tal cual como es la “caridad”, partiendo de ello entonces un “matrimonio virtuoso”, que deriva de una “sabiduría" que es "infusa” que se toma del "amor hacia Dios", y del "prójimo" más que de ti mismo, analizado de cosas que no deberíamos saber por esencia, pero que se conocen/entienden porque fueron “iluminados” por medio del “fuego abrasador” del Paráclito, tal como lo sucedió a San juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Catalina de Siena, Duolingo Ruotolo, Pascual Baylon, entre otros, de allí que “pentecostés” sea para nosotros una fiesta importante de la consigna y consecución de esta “gran sabiduría”.

 

Podemos entender entonces a la “sabiduría” sea cual fuera como una "suma" de “conocimientos adquiridos” por ti mismo o que son entregados por Dios, que sumado a la experiencia y su comprensión, debe aplicarse dentro de un contexto dado en el “saber hacer”, mejor dicho, es un "conjunto" de los sentidos de la mente, y las potencias del alma, del cual se elabora un “juicio correcto” (sindéresis), como por ejemplo podemos encontrar en el Rey Salomón, y hasta en el mismo Rey David, conforme a las decisiones a tomar, ya sea en la vida personal, política, social, judicial, etc, es la “mera sensatez”, lo que le llaman “discernimiento”, en la elección de los medios y los fines, de las preferencias, es una mezcla de pura erudición, sapiencia, con iluminación, en todo caso creemos que la “sabiduría” no se puede medir (tal cual como lo pretenden hacer ahora los científicos, ni tampoco la “inteligencia”, aunque en esta última se realice con los famosos “test”).

 

El denominado “Índice de Sabiduría Jeste-Thomas” elaborado por científicos de la Universidad de San Diego en Estados Unidos, supuestamente sirve para medir los “niveles de la sabiduría”, si bien existen estudios frente al tema, creemos que parten mal, primero porque la conceptualización de lo que es "sabiduría" no es la correcta, no es a la que nos referimos desde el punto de vista teológico/antropológico, por otro lado, porque si la inteligencia en si no es medible, (aunque lo hagan) con muchos menos razón lo será este "valor" que es más "complejo", téngase claro que la empatía, la tolerancia, el control emocional, el altruismo, o la justicia, pueden ser "virtudes" que se compartan en cierto sentido, pero no son "espirituales" sino "humanos", y por tanto distintos también en su "contenido", están dando por tanto en un enfoque neurocientífico (analizado en la corteza prefrontal y sus funciones ejecutivas) más no trascendental o místico, unitivo.

                      

En persistente error caen los que siguen criterios “psicologistas”, o cierto sector “conocedores de la ciencia” pretendiendo medir y aún más, creyendo que se trata de un “trastorno” o un un mero “rasgo de la personalidad el “ser sabio”, esto no se aprende, esto se da, se entrega, se pide, y está ligado a un proceso de “ejercicios espirituales” a lo largo de la vida, entiéndase que no es regulación de emociones, ni quien haga mayores autorreflexiones, nada de eso, es más allá de lo que supone el “contexto humano”, se trata de una “sabiduría verdadera” que no es explicable, es “mística”, por ello, para aclarar más las cosas describiremos los tipos y subtipos de "sabiduría existentes" entre ellas la llamada i) “sapientis est ordinare” y la ii) “sapientis est extraordinaire”, veamos:

 

  • Sapientis est ordinare (véase, Santiago 3:15) - "falsa sabiduría"

 

Sabiduría humana, terrenal, mundana: Se da dentro del “saber hacer” (sofia) o “sabiduría práctica” (phronēsis, que va en contra de la “desmesura”), es la "comprensión adquirida" (por tus medios) de las cosas del mundo a través del "conocimiento directo-indirecto", y la "experiencia", del cual se destaca por el “buen juicio” pero dentro de la "humanidad", lo que puede ser "benigna" (al menos en "percepción") frente a las decisiones tomadas, en los comportamientos y fines, del cual puede ir acompañada del razonamiento lógico, el lenguaje, la moral, dirigiéndose hacia la inteligencia que disponemos que es "racional" (obviando la "espiritual"), pero que va orientado por saberes más allá del intelecto, bajo el propósito que se debe seguir en aplicación de principios/morales (véase, Cicerón, en “Sobre los deberes”, I, 43, 153, en el "plano moderno", puede ser visto también en lo que se expone dentro del texto "48 leyes del poder" de Robert Greene, y esta es la que se produce de la “sabiduría del mundo”, que no es necesariamente "mala en si mismo" sino "astuta").

 

Sabiduría animal, concupiscible, natural: Deviene de los “placeres del cuerpo”, esta es "externa", su reflejo, lo que sería llamada una “falsa sabiduría” o "sabiduría humana baja", porque se concentra en la consecución de "deseos malos", pensamientos oscuros, como de pecados, es la “utilización de medios perversos” para la consecución de un "fin carnal" (por lo general), para para "apaciguar" el "apetito concupiscible": codicia, lujuria, envidia, etc, en suma, es la que proviene de la “sabiduría" de lo sensual” o del “placer”. Proviene más que todo entonces de la caída corrupta de nuestra naturaleza (pecado original), de la tendencia por lo “carnal”, apoyada más hacia al deseo de saciar lo que nos dicte la "mente" derivado de lo físico (somático) y sus "gustos", en contra de la corrección del espíritu o de su alma.

 

Sabiduría diabólica o maligna: Esta deviene netamente del "mal", la cual engloba la segunda, y puede que también parte de la primera, esta, es una "sabiduría humana perversa", no se distingue en su esencia pero si en su "contenido" ya que sus objetivos serán destruir dentro del plano material (arrogancia, envidia, hacer daño) o espiritual (hechos, conjuros, brujerías) a las personas, como asi mismo, es también "interna", porque el mal se lo ocasiona principalmente solo quien lo realiza o los terceros que participan en ello, es en última la que ofrece “satanás” y sus “bellacos” a través de sus engaños, creando división, hipocresía, error, mentiras, etc, comparte la "visión terrorífica de los demonios" (contraria a la "visión beatifica de Dios"), quien la comparte, o la desarrolla, no alcanzando la “verdad” sino que sacrificándolo todo en pos de los "planes malvados" ideados/ejecutados.

 

  • Sapientis est extraordinaire (véase, Santiago 3:17) - "sabiduría verdadera"

 

Sabiduría divina: Es un "don" que es entregado, dado, y es aquella que se principia en el “temor de Dios”, es “puro”, “benigna”, indiscutible-sin dudas (adiákritos) y se basa según más que en los medios, en los resultados, es decir, en sus frutos como: el amor, la bondad, complacencia, docilidad, imparcialidad, actitud caritativa, la humildad, sin hipocresía, marcada en él desapego por lo terreno, totalmente contraria a la humana. Fue desarrollado en su mayor furor durante el periodo de la "Iglesia primitiva", y durante la “edad media”, pensemos en Santo Tomas (este sostiene que, "el hombre es imagen de Dios especialmente por su mente (que es el "intelecto"), que es la que alcanza el grado de imitación de Dios según la inteligencia y la sabiduría, designando principalmente a las potencias intelectivas, se incluye también allí a la voluntad, que es el apetito intelectivo”, ver, "La mente como imago Dei según Tomás de Aquino", según Martín F. Echavarría, 2018, p. 234, por ello que para “alcanzarlo” se deba practicar en su mayor plenitud las “virtudes”), pero más que este u otros, porque además de contar con sabiduría humana, podemos mencionar a Santa Teresita, dado que tenía gran conocimiento de las cosas y de la fe, a pesar de haber muerto a los veinticuatro (24) años, sin haber tenido una complexión de estudios previos.

 

Sabiduría plena: Es aquella (a nuestro criterio) que recoge una combinación de las dos sapiencias, la ordinaria y la extraordinaria, pero que está detallada dentro de la "extraordinaria" como "base", del cual compone un "conocimiento" por lo general "humano", debido a su estudio —ex ante—, y experiencia terrenal, esta estirpe es atribuida a grande santos, pero no porque hubiesen querido una "vida mundana", sino que fue necesaria su acogimiento para luego "contrariarla" (pues, los "designios de Dios son perfectos"), desde ese mismo conocimiento y que ahora pudieron juzgarlo según lo que de ellas supieron de estos males, a pesar de haber renunciado ya este estilo de vida o modo de vivir fue algo que los acompañaría en su "intelecto", según sus "grados", ejemplo de ellos tenemos a (solo por mencionar algunos): San Arsenio el Grande, San Agustín, San María de Egipto, San Pablo o San Cipriano (en cuanto a la utilización de sus medios y fines) y la “divina providencia” (según la condición y capacidad de cada quien de juzgar correctamente), de este modo de "pecadores" se pasa a obtener una “sabiduría infusa” en participación operativa a la filiación divina, dado por "caridad" en "comunión mística" con el Espíritu Santo.

 

Para resumir, podemos exponer "gráficamente" a "nuestra juicio" la "clasificación" de la "sabiduría ordinaría" y "sabiduría extraordinaria" del siguiente modo:



Las personas quieren ser sabias, pero ¿Cuánto están dispuestos a sacrificar para serlo? La “sabiduría verdadera” es un “don” que no viene por el estudio mismo, ni por los títulos, sino que es dado por Dios mismo. Muchos pueden decir que muchos personajes de las historia han sido “sabios”, si, pero no contaban de una “sabiduría divina”, ni "plena" que es distinta, la que se refieren es a la “humana” (piénsese en Julio Cesar, Cicerón, Alejandro Magno, etc) o al “sentido común” (que también es diferente), que es la “suma de experiencias” que has tenido a lo largo de la vida, con base en ti mismo o de otros y del cual se toman "decisiones", esta no se alcanza con un “yo quiero” y ya, se debe pedir, para realmente saber qué es lo correcto o no, lo que se debe hacer en tales situaciones, es resguardar ese “tesoro divino” concedido.

 

Tengamos claro, para los ateos/agnósticos/tibios que es el “Paráclito”, "El" que quiere habitar en nosotros per se, quiere ser "morada" de nuestro cuerpo/alma, otra cosa es que se lo permitamos/restrinjamos o no, existe un error común creer del porque nos "bauticemos", o luego hagamos la "confirmación" ya solo con ello tenemos al “Santo Espíritu” de nuestro lado y no es asi, para ello se necesita de otros requisitos pero que son “materiales” (normalmente es arrebatado por “abuso de la libertad”, por estar en “esclavitud” del “pecado”), que ya no son visto como "requisitos formales", por ejemplo no se puede decir que lo tenemos si no contamos con algún grado de los “buenos frutos”, esto es, caridad, fe, mansedumbre, pacificada, y mucho menos que de “sabiduría” cuando se trata netamente de un “amor puro”, cuando somos conscientes que "nuestros actos" devienen por “amor al Señor” (scientia amoris).

 

Cuando estudiamos la "palabra de doble filo", a veces quedamos con las mismas, y es peligroso porque como hacen los “protestantes” con base en su “libre interpretación” como expresa San Agustín (“Dios es más interior que lo más íntimo mío" —“interior intimo meo”—, ver, Confesiones, III,6,11), "se aferran a su parecer, no por verdadero sino por suyo." y al creerse “sabihondos” disponen abusivamente como quieran de la Biblia, siendo perjudicial incluso para sus vidas, porque se terminan engañando a sí mismos, ahora, para saber si uno cuenta “sabiduría” o no, debe más o menos tener referencia del grado de humildad que le es atribuido y de que tanto santo temor de Dios se ostenta, y este no se mide porque uno lo diga o medio lo vea, sino por las “acciones” es decir por las “buenas obras” o “frutos” que produce en el diario vivir. (véase, Santiago 2:14-26).

 

La “sabiduría” es el "farol" que “ilumina nuestros pensamientos”, es la que "guía" nuestros pasos, para no caminar torcido, en las acciones/decisiones que tomamos, es un “don” que puede ser utilizado en cualquier momento, y circunstancia, es la que nos llama siempre ser dóciles a la santa inspiración e instrucción, que es entregado por lo general como hemos dicho a los sencillos (Lucas 10:21-22), humildes y puros de corazón (recuerden el "Magníficat"), los que lo tienen entonces son discípulos verdaderos de enseñanzas de Cristo, están imbuidos el "aprendizaje", que no es propio de quien lo pida, sino de todos, a que "Él" disponga para su dirección (Salmos 32:8), por ello que se deba solicitar incluso a otros, como en miras de cumplir y acatar el Evangelio, dejando a un lado la “necedad” que solo los “pequeños” adquieren, indistintamente de la edad o su vejez.

 

Luego de recibido los “dones” en especial el de “sabiduría” tal cual como lo son las “obras de espiritualidad”, deben ser estas compartidas no solo por los amigos/familiares, sino para todos, el "conocimiento se esparce", para que conozcan, e instruyan, para que también sigan el mismo camino, en búsqueda de este “don precioso”. De hecho, quien sabe, de la vida eterna, y los bienes divinos, expresará que la “sabiduría” es el más precioso más allá de los “dotes materiales” y de todas las “riquezas terrenales” juntas, e inclusive más que la salud, dormir bien, un yate, un cuerpo bonito, un viaje, estudios, es un “tesoro divino” que es "ilimitado", del cual se "transfigura" en un "lenguaje" que es "infuso" que debemos hablar/escribir, y que como todo regalo tiene un “servicio comunitario”, “social”, que debe ser utilizado para el “bien de la comunidad” (misión: comunitarista-disciplinaria). 

 

Santo Tomás de Aquino ha expresado en su largo tratado de Summa Teológica, y entre este y otro aparte, realiza una asociación de las las “virtudes” en asociación con los “dones divinos”, parecido a lo que hace San Agustín en sus tratados y sermones pero con las "bienaventuranzas", miremos.

 

  • La "sabiduría" se refleja principalmente con la "virtud teologal" de la "caridad" se asocia a su vez con la "bienaventuranza" de ser “pacificadores”, y de esta forma quien es "sabio" será llamado "hijo de Dios", porque es "humilde" y "obedece", en suma, "no es necio".
  • El "entendimiento" (inteligencia) y "conocimiento" (ciencia) se refleja principalmente con la "virtud teologal" de la "fe", se asocia a su vez con la "bienaventuranza" del "lloriqueo", de esta forma quien sea inteligente y conocedor de los misterios de Dios, podrá alcanzarlo, suplicando, orando, mortificándose, despreciando el pecado de la mano con una “tristeza" que sea "santa" o "benigna”, reprimiendo así las "malas conductas" y siendo "limpios de corazón", solo de esta forma seremos "consolados". 
  • El "consejo", se refleja principalmente con la "virtud cardinal" de la "prudencia", se asocia con ser “misericordioso”, para de la misma forma recibir "piedad" o "misericordia" de Dios, ante nuestros errores, o faltas.
  • La "fortaleza" se refleja principalmente con la "virtud humana", mas no "cardinal" del "coraje", "resiliencia" o la "valentía" (que no se adecue por si a ninguna "virtud divina" en especial), pero que se asocia a su vez con la "bienaventuranza" del "hambre" ya que quien resiste, persevera, al final será saciado de la "corona".
  • El "temor del Señor" se refleja principalmente con la "virtud teologal" de la "esperanza", se asocia con la "bienaventuranza" de ser pobres de espíritu para poder conseguirlo debemos ser sencillos, desapegados, desprendidos, y se mira además como entrada a los demás los “dones”, el que lo cumpla será llamado a entrar al "reino de los cielos".
  • La "piedad" se refleja principalmente con la "virtud cardinal" de la "justicia", en este caso se asocia con la "bienaventuranza", para ellos ser mansos, dóciles y de esta forma se "heredará la tierra" prometida.

 

*La "templanza" como "virtud cardinal", y la "bienaventuranza" de la "persecución" por causa de la "justicia", en Santo Tomas y San Agustín no tiene asignación alguna, que para nuestro criterio puede estar asociada no a los "dones sapienciales" sino dentro de la "fortaleza", "temor del Señor" y la "piedad".


Para resumir, podemos exponer "gráficamente" a "nuestra juicio" la "clasificación" de su mezcolanza del siguiente modo:



San Agustín tiene muchas apartes de sus libros tratando la “sabiduría” entre ellos “Contra los académicos”, el “Sermón 159b”, que dice, “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios!”, pero en este caso extraeremos una porción del capítulo XIV, en su texto, “La Trinidad”:

 

“Habla de la verdadera sabiduría del hombre y demuestra cómo la imagen de Dios, que es el hombre según la mente, no se ha de colocar en las cosas transitorias, como son la memoria, entendimiento y amor de la fe temporal, o del alma cuando se refiere a sí misma, sino en las permanentes; y cómo se perfecciona cuando el alma se renueva en el conocimiento de Dios según la imagen del que creó al hombre a su imagen, y así percibe la sabiduría allí donde se encuentra la contemplación de lo eterno. Los que discuten acerca de la sabiduría la definen diciendo: Sabiduría es la ciencia de las cosas divinas y humanas. Por esta razón, yo no silencié en el libro precedente que se podía llamar sabiduría o ciencia el conocimiento de las cosas divinas y humanas. Pero al tenor de la distinción del Apóstol, donde dice que a uno le ha sido dada palabra de sabiduría y a otra palabra de ciencia, es menester dividir dicha definición, llamando en sentido propio sabiduría a la ciencia de las cosas divinas y dando el nombre de ciencia al conocimiento de las humanas”.

 

Devolviéndonos a los grecos-romanos y las distintas culturas anteriores, estos, no tenían una concepción cristiana de la "sabiduría", debido a su "inexistencia conceptual material" para estos tiempos, pero sí que contaban con una visión pre-cristiana de las cosas, como las que llegaron a comprender los “estoicos” en cuanto a la determinación del "logos", (recordemos el concepto del “pneuma hagios”, leer aquí) y no decimos que eran “espirituales”, sino que creían que la “naturaleza” lo impregnaba todo, y además presumían en la esencia de múltiples dioses, que en verdad sabemos por el Evangelio que se trataba era de “daimones”, por tanto su fin "panteísta", tenía alguna similitud con lo que queremos transmitir, pero mejor en Platón, por eso que San Agustín haya tomado a este último para fundamentar sus escritos, teniendo en cuenta que los "dotes" del "Paráclito" lo penetra todo (escudriña), el que es sabio, no solo lo será de discurso, lógica, como los que se creían "superior" a los demás —recordemos a los cínicos— (muchos ejemplos en las filosofías paganas), sino que se consigue desde la "perfección" no humana, sino "celestial", como le llama Santo Tomas, como si se tratara de una “especie de participación de la sabiduría divina” (antes de la apertura de los “ínferos”, véase, el texto "La gracia como participación de la naturaleza divina" según Santo Tomas de Aquino, 2021)

 

Desde el "campo científico" tenemos que conseguir la “sabiduría”, nos ayuda a fortalecer la resiliencia, los duelos, el dominio propio, como fenómenos actuales como el estrés, depresión, ansiedad, mejorando los "centros del circuito del cerebro", (Cfr. “How wisdom, resilience and mastery work together to boost well-being in old age, universidad de Florida”, 2022) que ahora quieren presentar como “rasgos de la personalidad”, por ello que propongan que no tenga nada que ver esta clase de "sabiduría humana" con la “divino” o la “pleno” reduciéndolos a puros “hechos mentales”, no en asociación al “alma”, del cual no se relacionan en nada “virtudes espirituales”, sino “valores humanos”, como la compasión, autorreflexión, el control de las emociones, o el conocimiento pero por lo “terrenal”, (véase, Treichler EBH, Palmer BW, Wu T-C, Thomas ML, Tu XM, Daly R, Lee EE and Jeste DV (2022) Women and Men Differ in Relative Strengths in Wisdom Profiles: A Study of 659 Adults Across the Lifespan).

 

La “ciencia” ha querido demostrar que esta "sabiduría conglobada" como un todo se basa en la idea de que los rasgos definidos corresponden a distintas regiones del cerebro, y que una mayor sabiduría se traduce en una mayor felicidad y satisfacción con la vida, mientras que ser menos sabio tiene consecuencias contraproducentes, como el sentirse "solo" (Cfr. Treichler EBH, Palmer BW, Wu T-C, Thomas ML, Tu XM, Daly R, Lee EE and Jeste DV (2022) Women and Men Differ in Relative Strengths in Wisdom Profiles: A Study of 659 Adults Across the Lifespan) y esto no es cierto, la “sabiduría divina” o la “plena” muy poco tiene que ver con los procesos del cerebro sino de una “sinergia” que es "espiritual" pero que se destaca más bien desde el corazón ("coherencia cardiaca").

 

Ya habíamos expresado en otro artículo titulado, “La scientia amoris: El inicio a la “contemplatio” desde una visión “neurocientífica” y “mística” (que pueden leer, aquí):

 

“Se entiende por "coherencia cardiaca" como el buen funcionamiento del "cuerpo" y la "mente", del cual sirve para "intensificar" si se quiere los "momentos espirituales más intensos del alma", conectando de este modo el cerebro con los "péptidos" propios del corazón tales como el ANP, ANF, y la ANH, todo ellos concebidos como "neuromoduladores" (citoquinas, de las que encontramos la CK, CK-MB o BNP,) esto, con el "grado" de conseguir una "conciencia inteligente" que bien entraría dentro del concepto de "amor" o de caridad (ágape) que bien se pueden conseguir a través de "pensamientos internos" (silencio interior), como las "ideas positivas y espirituales puros". (Ver, Jorge Tartaglione, su texto "El cerebro que late: El misterioso diálogo entre el corazón y el cerebro"), en suma, estos órganos no están allí para funciones básicas, sino que permiten construir entonces un "diálogo permanente de emociones" como de decisiones malas o buenas cuando se trata además de cómo nacen tus deseos, pasiones, y demás en el seno del "interior de tu alma".

 

En otro estudio se destaca que la “espiritualidad”, es un elemento de la “sabiduría” pero lo ponen en un índice muy bajo, cuando es el más importante, teniendo en cuenta que en su mayoría, la empatía, el altruismo, el sentido de justicia, y la compasión, también tomado como “rasgo de personalidad”, lo hacen reluciéndolos a la biología (cuerpo) y a la mente, pero no a alma, no teniendo nada que ver el componente religioso, sino que supuestamente humilde, cuando en última la definición no la comprenden en su totalidad, en su "integridad". (vease, Jeste DV, Thomas ML, Liu J, Daly RE, Tu XM, Treichler EBH, Palmer BW, Lee EE. Is spirituality a component of wisdom? Study of 1,786 adults using expanded San Diego Wisdom Scale (Jeste-Thomas Wisdom Index).

 

Se presentan estudios si estar "solo", o no, se puede ser mayormente sabio o no, y esto no tiene nada que ver con el concepto verdadero de la sabiduría y ni siquiera de la "humana" ahora sí que menos con la "divina" o la "plena". Si tomamos a varios de los monjes que habitan en los "monasterios" del Monte Athos (en Grecia), estos, podríamos decir que “voluntariamente” han querido llevar una "vida en solitario" (aunque en convivencia, “stabilitas loci”, conforme a unas reglas), podemos disponer de su “pysche” cuentan con mayor “felicidad” (en PubMed, pueden encontrar varios de estos estudios hechos a "hesicastas") que muchos que andan por ahí diciendo que lo son, o aquellos conocidos, amigos de parranda o de lujuria. Señores, la “sabiduría” va muchos más allá de los valores que queremos medir humanamente, comenzando que no está estatuida en una humildad acomodable como la académica, profesional, personal, sino que es “integral” (holística), mirada como un todo, (véase, Grossmann, I., Gerlach, T. M., & Denissen, J. J. A. (2016). Wise reasoning in the face of everyday life challenges. Social Psychological and Personality Science, 7(7), 611–622).

 

La “sabiduría” visto como un “don” o analizada como del desarrollo humano, para ejercerla es claro que se necesita de los órganos (cuerpo y su biología), de una buena salud pero sobre todo del cerebro, y con ello una mente propositiva, pero más que todo de la información proviene de los que son “puros de corazón” para los "conocedores infusos", por eso que sea dado y por ello que no sea entendida “racionalmente” (adquirida), y es que no todo el mundo la tiene, es la relación entre corazón-cerebro la que hace muy importante ejercerla como eje, para poder dar un "juicio correcto" dentro ya sea de la "sabiduría": i) humana, ii) divina, o iii) plena, en sí son los "latidos del corazón", y su "buen funcionamiento" lo que tiene que ver con los “funciones cognitivas” y sus decisiones, tal como no los describe el Rey David (Salmo 90:12) o el mismo Jesucristo en su Evangelio (Mateo 5:8) tornándose como un “funcionamiento” que es “ejecutivo” dotado como "superior" en cuanto al ritmo coronario y el razonamiento inteligente en el “tono vagal cardíaco” (véase,  “A Heart and a Mind: Self-distancing Facilitates the Association between Heart Rate Variability, and Wise Reasoning” by Igor Grossmann, Baljinder K. Sahdra and Joseph Ciarrochi in Frontiers in Behavioral Neuroscience).