“En tres (3) partes se divide el alma: i) mente, ii) sabiduría e iii) ira”
Pitágoras
“¿Estás enojado? Enójate por tus pecados, golpea tu alma, aflige tu conciencia, pero sé severo en el juicio y terrible castigador de tus propios pecados. Este es el beneficio de la ira, por eso Dios la puso en nosotros”
San Juan Crisóstomo
Mario Felipe Daza Pérez
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La ira es tratada la mayoría de las veces como un mal y un vicio, pero su valor original se debe también a un valor positivo del ser humano (que fue lo inicial), que ha sido desordenado como facultad almática desde sus tiempos remotos (la caída del hombre), por ello que sea visto o tomado como algo nocivo, la cual implica calmarse ante hechos contrarios de cualquier índole, la cuestión está en que su acción tuvo su primera vez fundada en algo beneficioso y que fue dada precisamente por Dios como “don” [virtud] al hombre para que fuese utilizada ante el reclamo de la justicia, y aun mayor para la glorificación (doxología) de la Santísima Trinidad (según su momento), de esto podemos predicar que existe una llamada “ira justa”, o “santa”, del cual permite repeler los ataques de nuestros adversarios como cuerpo místico (pero no de manera personal) y ante todo de nuestros pecados o faltas, sin este poder no podríamos atacar tan duramente nuestras caídas y las acciones del maligno.
Como hemos dicho, existen dos (2) clases de ira para el ser humano, una negativa, la mayormente aceptada, y la positiva, la real, la primera es citada en mayor medida en el diario vivir más que la segunda, porque se ha convertido en una enfermedad del alma, espiritual, del cual debemos emerger en su terapéutica para recomponer sus cauces naturales, por tanto, si tomamos su virtud en su estudio, diremos que tiene que ver con el coraje, la mansedumbre, la parresía, la paciencia, pero sobre todo con la magnanimidad de las personas, es allí donde radica lo que sería la contra a este problema. Bajo estos hechos la ira-pasión es un apetito del alma irascible, del cual puede tener múltiples causas en su parte nociva, pero para la parte que queremos compartir el fin siempre es el mismo, que es de defender un bien mayor, tal cual como lo es la fe.
Tenemos muchos ejemplos no solo de la ira de los hombres en la Biblia el cual utilizaron este recurso en contra del pecado, las herejías, apostasías, sino también el mismo Jesucristo, (véase, Marcos 3,1-6, Juan 2,13-16, 1ª Corintios 5), por tanto, su accionar no solo está predicado de su modo comportamental, como de su hablar sino tambien en Dios. El enojo es justo cuando es causado hacia un mal verdadero y cuando no exceda su medida, por lo que debe ser proporcional, necesario y útil para no caer en la soberbia, de allí, que deba ser prudente, recordemos lo que sucedió con el hecho de los mercaderes del Templo, fue una encolarización justificado, expresamente cuando dice “mi casa será de oración”, pero ustedes lo han hecho una “cueva de bandidos” (véase Lucas 19: 45-48) y es esto es lo que realmente está pasando con la crisis de la Iglesia [militante] actualmente, no tanto por su acomodo del Evangelio que es falta en si vergonzosa, sino por la omisión de denunciar estos hechos por parte del clero: Sacerdotes, Frailes, pero en su mayor medida en la responsabilidad de los Obispos que son los sucesores de los apóstoles.
La ira justa no se trata de recurrir a ella porque el abanico se dañó, el amigo que le prestamos no nos pagó, porque el vecino habla muy duro, tampoco lo es porque me injurian, o cuando contesto una grosería con otra, esto será en muchas ocasiones sentir molestia, algunas veces estar airado, aunque puede ser también enojo justificado pero no necesariamente santo o justo, por lo que este ultimo es visto como una pasión (buena, mala o indiferente) más que como una virtud en sí misma, del cual se debe y puede mejorar, pero no es necesariamente tampoco un vicio, el quid esta es saber discernir cuando no estar atado en este estado iracundo del hombre, del cual proviene originalmente de las facultades del alma y que brota del corazón (sentir), ante situaciones medianas, cortas o complejas, actuando con desproporción a lo que se quiere arreglar, por tanto, responder de la misma forma o agravada que mi agresor, en exceso e incluso por defecto al no hacer nada, tambien es grave.
Con esto queremos decir que todo acto de legítimo de defensa, por ejemplo, proteger la vida, ante un caso de valentía porque están hiriendo a tu esposa e hijos es una ira justificada, pero no necesariamente santa, o justa, aunque puede ser tomada como válida, que puede excederse, aunque el no hacer nada tambien podría figurar como pusilanimidad, la cual es un mal ante una falta de valentía, o de magnanimidad, en todo caso, siempre será ideal ver el contexto en sí en concreto (condiciones). Habrá veces que debemos resistir (katejon) ante la injusticia del cual resulta necesario, otras veces por la impotencia, y también porque no controlas la situación, a pesar de que denuncies o no los hechos, todo esto toca analizarlo con las virtudes cardinales, de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, y con los dones que te ha entregado el Espíritu Santo en el bautizo y confirmación (crismación), en todo caso debe estar en permanente oración para que sea Él que te guíe, antes de, de una ocasión de pecado, falta o vicio, por eso es que se necesite orar incesantemente (es un mandato que por lo general olvidamos, o por negligencia).
Aquel que mate a un hermano, o lo hiera sin estado de necesidad o legítima defensa, comete pecado, en contra de la caridad y la fe, (véase, Mateo 5:22), la ira-pasión se puede convertir fácilmente en ira-vicio pero esto pasa cuando se convierte en algo sistemático y recurrente, es decir, no viene de la noche a la mañana, algo pequeño se convierte en grande con el tiempo, la cuestión está en no poder dominar la razón (instintos), esto, para que luego no sea transformada en rencor, odio, venganza..., (como la muerte de familias), por tanto, es necesario regular las emociones y para esto se necesita de mucho coraje (la némesis) que es la mansedumbre, paciencia para poder aguantar estos achaques, Séneca diría (en su libro como el mismo nombre sobre la ira), la “clemencia” (que tanto le pedía a su pupilo Nerón), por ello que se deba nuevamente estar en estado de gracia y orar mucho para poder reaccionar, con humildad (en contra del orgullo que provoca este vicio).
El estoico cordobés expresa lo siguiente en el libro citado:
“Indispensable es desterrar del alma toda sospecha y conjetura ocasionada a injustas iras. Aquél me ha saludado con poca cortesía, aquel otro no correspondió cariñosamente a mi ósculo; éste ha interrumpido bruscamente una frase comenzada; aquél no me ha invitado a su banquete, y el semblante del otro no me ha parecido muy risueño. Nunca faltará pretexto a la sospecha: contemplemos con mayor sencillez las cosas, y juzguémoslas con más benignidad. Creamos solamente lo que hiera nuestros ojos, lo que sea evidente, y siempre que descubramos la falta de fundamento de nuestras sospechas, refrendamos nuestra credulidad”.
El hecho de ser iracundo para actos benéficos, no tendría estos hechos ningún problema, por tratarse de iras justas más no injustas, de hecho es una virtud necesaria (véase, San Agustín o Santo Tomas), no debemos ser indiferentes ante el mal, ni tampoco tolerantes, sino que debemos reaccionar contra él con astucia de serpiente y mansedumbre de paloma, conforme a nuestra capacidad y condición de nuestras vidas, evitando en todo caso llegar a la soberbia/orgullo/envidia, de esto que sea necesario alimentarnos bien (nutrición adecuada), realizar ejercicios físicos, como practicar la virtud, y tener una vida sacramentada, para tratar de tener una vida ecuánime, ante los apasionamientos, distinto a la llamada ira de Dios (véase, Isaías 26:20), que no solamente es justa, santa, sino también divina, necesaria, casos abundan de ella: Sodoma y Gomorra, el diluvio de Noe, Nínive (perdonado), etc.
El llamado a tener una ira santa es que lo sepamos utilizar, como recurso, no se trata de anular la facultad, es decir su energía debe estar proyectado al servicio de Dios (Serviam Deus) no de ti mismo (soberbia) ni los demás, ni tampoco del demonio, sino a favor de la Santísima Trinidad, odiando el pecado, que es lo que mata el alma, y sobre todo los pecados imperdonables, como los vicios. Si recordamos Jesucristo durante su vida terrestre fue manso y humilde de corazón y de Él solo toca aprender, la violencia del Señor es incomprensible y totalmente distinta al de los hombres (misterios), no se puede ni siquiera diferenciar, las consecuencias, ya que son indescifrables, para el primero, es todo un orden, en todo caso es lentitud ante la justicia, pero muy rico en misericordia, es demasiado paciente, que a diferencia de la ira del humano en su estado iracundo negativo se debe a su soberbia, idolatría personal del creerse dios (matando, hiriendo, injuriando, etc).
Existe una confusión actualmente en creer que el cristiano es un hombre de no violencia, y lo contrario, es un hombre de violencia contra si mismo, es manso, pero menso, también trae espada para luchar, cuando se requiera defender la fe, no es pacifista, es guerrero al Servicio de gloria de Dios, es valiente, y lo hace por amor (y no tanto por miedo), en sintonía con los preceptos de la Santísima Trinidad (véase Romanos 12:19), la cuestión de la ira es poder dominarla para poder utilizarla correctamente, e incluso la pasional, para que nunca se convierta en ira-viciosa, en pro de la razón, y del espíritu santo, de un hombre justo, ya se dice en Daniel 12:4-9 (citado por Santo Tomas): “Sin la cólera ni la ciencia avanzaría, ni los juicios se ejecutarán, ni los crímenes serían castigados”. Puede que la encolarización bendita despierte otras virtudes, o prácticas virtuosas en nosotros, por ejemplo, una mejora en la ascesis, en la parresía, en nuestra habla cristiana, etc por esto es que debemos ejercerla.
Lo que debemos evitar en todo caso es la ira proveniente de nuestros propios deseos o pasiones, que no siempre es injustificada, pero por lo general lo son, como cuando se le dio muerte a Abel por envidia/orgullo, o cuando se cometen homicidios, hurtos, etc, con rapiña, solo por no saber dominarse (apatheia), y esto es lo que implica saber manejar las virtudes cardinales (conociéndose a si mismo), con la prudencia, moderación (templanza) etc, mezclando los dones y carismas, que si bien no todos los hijos del Señor las tienen plenamente, si que lo toman en un inicio hacia el propósito de Dios, como lo hizo Moisés, Elías, Pablo, Jeremías, algunos devenidas directamente por la providencia del Señor (gracia), pero otras veces insertadas en el mismo intelecto-cristiano, propio del espíritu santo del ser humano, en sintonía con el Espíritu Santo, Paráclito, esto, dominando la pasión lo más posible en pro de lo correcto, ya decía Aristóteles en Ética a Nicómaco: "Cualquiera puede enojarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado adecuado y en el momento adecuado, por el motivo adecuado y de la manera adecuada, no es fácil".
La ira contra el pecado por ejemplo con los actos de glotonería, fornicación y de mas (pasiones carnales), debe ser más que necesaria, para resistir las emboscadas de nuestros enemigos, ahora si para corregir los defectos que la causan, por ejemplo el alcohol, entre ellos, la cerveza, el whisky, o el vino, ya sea por su exceso o simplemente tomándolo, estos efectos llegan a generar ciertas reacciones cerebrales que harán de ti un recuerdo de tu vida pasada (hombre viejo), por tanto, que debes reprender/rechazar anulando todo acto que conlleve a estas conductas con un estado iracundo, pero justo, santo, contra la perdición de nuestras almas, ese Egipto, y Babilonia deben ser arrancados de nuestras vidas con furia, con el poder de los instrumentos que nos entrega la Iglesia, con la gracia, pero ex ante, con el esfuerzo del arrepentimiento, la humildad, y las lágrimas de ser viles pecadores.
Nuestra ira siempre será aceptada e inclusive violentamente si se trata de defender la ortodoxia, la doctrina sana de la fe, y no tanto para defendernos a nosotros mismos, que suele ser egoísta, solo porque alguien dice algo en contra de nosotros, llegamos al resentimiento, aquí la justicia se explaya cuando hablan mal de tu prójimo o de la misma Iglesia (véase, Éxodo 32 y Números 25), dice San Agustín (véase, capítulo 45, en "El espíritu y el alma"): "De la irascibilidad nace el odio. En efecto, la ira engendra odio, y del odio viene el dolor y el temor. Por ejemplo, cuando nos airamos contra nuestros pecados, y comenzamos a odiarlos, nos dolemos porque hemos pecado, y tememos las penas por los pecados” y expresa también en la exposición segunda del Salmo 30, en su punto 4: “La ira todavía no es odio. Te puedes airar contra tu hijo, pero no lo odias: no lo desheredas, aunque te ve airado; y precisamente tu ira es para que no pierda con su mala vida y sus costumbres depravadas lo que tú le reservas”.
San Paisios del Monte Athos en Palabras Espirituales, Vol. 2, dice lo siguiente:
"El hombre espiritual, cuando lo mueve la ira a defenderse en un asunto personal, sufre de puro egoísmo, está bajo la obra del diablo. Recibe corrientes diabólicas del exterior. Si alguien es agraviado o ridiculizado, otros deben defenderlo por justicia y no por su interés personal. No es apropiado luchar por uno mismo. Otra cosa es reaccionar para defender temas espirituales serios, temas relacionados con nuestra fe, con la ortodoxia. Este es tu deber. Cuando piensas en los demás y te resistes a ayudarlos, entonces este acto es puro, porque se hace por amor".
Hermanos, si tanto nos queremos enojar, hagámoslo con el pecado, con lo que está mal, no por ofensas que otros nos hacen, por lastima, ni nada de eso, que solo alimentan la soberbia/orgullo, saberse controlarse es una virtud que hace parte de las virtudes cardinales, y debe ser ejecutadas con prudencia, Pablo se enojó, Elías se puso iracundo, Pedro se molestó, Jesucristo ni se diga, pero con sabiduría, moderación, amor, no con venganza, rencor, odio, la ira debe ser justa, santa, no pasional, sino inteligente, para evitar un mal en sí mismo, de nosotros mismos u otros, quitando de sí el vicio que conlleva, la enfermedad, volviéndolo un remedio cuando lo volcamos hacia lo correcto, lo ortodoxia, en aras de la justicia, la piedad, lo justo, igual cuando los ángeles en su contra-revolución lucharon con ira contra las miríadas de ángeles caídos defendiendo el honor y gloria de Dios (doxología).
Para el teólogo ortodoxo, Jean Claude Larchet, las funciones de la ira son, citando a varios padres de la Iglesia y monjes:
“Cuando en la agresión en un hombre sano (Adán antes de la caída, el hombre restaurado en Cristo) es oponerse a todo lo que pueda alejarlo de Dios, desviándose del camino de deificación que fue puesto a la creación. Este poder del alma, dicen los Santos Padres, fue puesto por Dios en el alma humana para poder luchar contra el mal, más precisamente para repeler los ataques de los demonios, para resistir las tentaciones, para no recibir y cortar los malos pensamientos que los enemigos que le dijeron eran similares en espíritu. La ira justa fue dada a nuestra naturaleza por Dios que nos construyó..., como arma de justicia", dice San Diadoco de Fótice. Si la hubiera usado contra la serpiente, Eva no habría acabado poseída por el placer apasionado”.
En resumen, debemos usar correctamente la ira como es, para combatir al maligno, el pecado, enfurecernos contra la injusticia hacia Dios, el daño a la Iglesia, la ira es por tanto buena si se sabe utilizar, una herramienta útil para el alma, es la encolarización ante actos benéficos, del cual proporciona armas dice Virgilio en Eneida, (véase, I, 150) suficientes para el combate, o la furia según Publio Siro (véase Máximas, 178) para salir victoriosos.