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2 de junio de 2024

SÉ "POBRE DE ESPIRITU" (PTOCHOS)


“Premio de la humildad [pobreza] y el temor de Dios: i) la riqueza, ii) el honor y iii) la vida [eterna]”. -Proverbios 22:4

“Nada hagas por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad [pobreza], considerando a los demás como superiores a ti mismo” -Filipenses 2:3

“Abrahán fue muy rico [materia] en tierras, oro, plata, siervos, ganados y posesiones, sin embargo, este hombre rico fue pobre [de espíritu], porque fue humilde” - San Agustín

 

Mario Felipe Daza Pérez

@mariodaza

 

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La “pobreza” puede ser entendida como un “estado físico”, “mental” o “almático” muy malo para el ser humano, pero no siempre es así, cuando el “Evangelio” nos llama a ser “pobres de espíritu” nos está haciendo un recorrido dentro de las “bienaventuranzas” para que busquemos de una “humildad espiritual” (tapeinophrosyne) para nuestras vidas. En este sentido, esta “virtud” está dada como aquella “facultad personal” que tiene un fin, que no es otro que la “salvación”, y esto implica por supuesto quitar todo tipo de obstáculo material para conseguirlo. No es lo mismo ser “pobre” de forma “obligada”, que serlo de forma “voluntaria”, es mejor proyectarse según este este último modelo, que llamaremos “modo monje”, para que no te sorprenda en la ocasión, el estando siempre preparado en el “agradecimiento” que proponemos a Dios por “amor” (caridad), aunque esto no lo entendemos muchas veces por “desentendidos” o “necios”.

 

La mayoría de nosotros queremos tener cierta “dependencia financiera” de alguna cosa o alguien, por tanto, no queremos ser libres, pero muchas veces —y sin ser conscientes— somos “esclavos” de las cosas (creamos “ídolos”), sobre todo "materiales", compramos cosas que no son útiles, nos suscribimos a servicios que no usamos, y así sucesivamente, la “libertad” conlleva necesariamente al “desapego” y por tanto al desprendimiento de lo que no sirve, esto solo te lo da la “pobreza espiritual”, que no necesariamente se materializa con la “pobreza exterior” sino con una que es “interior”, en cuanto a los “valores del alma”, no tanto del cuerpo, y si, en algo de la “mente”. Para poder llegar a ser “perfectos” (cristianos), excelentes (virtudes): humildes, pobres, obedientes, piadosos, deberás ganarte el “reino del cielo” con un “espíritu santo”, y este será el "lenguaje infuso" del amor, de la verdad.

 

Ser “pobres de espíritu”, hace parte del “lenguaje divino”, no es una “aptitud” sino una “actitud”, no es una “deficiencia” sino una “suficiencia” que necesita cada individuo para conseguir la “plenitud”, y requiere de una base de “humildad” cimentado en la “pobreza y limpieza del corazón” (y así veremos a la santísima trinidad) con respecto a lo que se piense, diga o haga, incluyendo los “dones”. Entiende, tratar de “disminuir” (no decir nada) en cuanto a tus competencias, roles, estatus es algo “beneficioso”, porque nada es peor que “vanagloriarse” de sus logros o trabajos, es mejor que otros se den cuenta pero porque Dios así lo quiso y no por ti, al ser desprendido de la “materia” (visible) y no de la “sustancia” (invisible) no significa quedar en las “tablas”, sino a la “renuncia" y "negación de sí mismo”, que es lo verdaderamente valioso, lo “espiritual” y que no proviene de esos “bienes”, que pueden ser el “obstáculo” para el fin en sí mismo: “la salvación”.

 

Expliquemos con mayor detalle: buscando la “pobreza espiritual” o ya sea, como consecuencia la “humildad espiritual”, y en conexión con la “pobreza de corazón” te forjas en un “estado”, es decir, en una “actitud interna” que requiere de un abandono de las idolatrías, prendas, garantías, materias terrenales que pueden arruinar las “virtudes” que hemos conseguido y conservado a lo largo de nuestro “crecimiento almático”, por ejemplo, al tener abundante dinero, puede que dejemos de “mortificarnos”, y comencemos a probar placeres y deseos mundanos que nacen de los “pensamientos”, y puede que no necesariamente carnales, pero sí que permiten alejarnos de tal fin, que es la “salvación”. Por tanto, para llegar a ella se requiere de mucho esfuerzo (askesis) y “entrenamiento espiritual” y para que esto no suceda, como soldado, mercenario, o atleta, deberás tenerlo claro, que todo lo que posees no es tuyo, y que algún día se mudará, utilízalo, sí, pero en ayuda al prójimo y al servicio de Dios (serviam Deus).

 

En el Evangelio podemos encontrar varias parábolas que nos pueden dar este sentido, de ricos que tuvieron dinero, y que hicieron el “bien” (Abraham, Job), incluso el bien pero que aún siendo pecadores siguieron sirviendo con esos bienes (David, véase, Salomón, 1 de Reyes 10:23) para los del primer y segundo grupo se les conserva tal “materialidad” porque eran "desapegados", es decir, eran “pobres de espíritu”, pero existían otros que “no”, que podemos asemejar como “ricos de espíritu”, en un tercer y cuarto grupo (como el rico del granero o insensato), y por otro lado, algunos que no haciendo el mal, Dios le exhorto para conseguir la “plenitud”, ellos deberían dejar todo para que se “perfeccionara” en la “espiritualidad” y esto no lo dice de forma general, sino “particular” para estos o aquellos que pueden perderse en el camino de la “salvación” como es el caso del “joven rico”.

 

Grafiquémoslo de la siguiente manera, pero antes de esto habría que advertir que Cristo actúa por “amor” y que todos estos estados son “particulares” (dependerá de la “condición” de cada quién) y “exhortativos” mas no “impuestos”:

 


Como ven ser “pobres materialmente” no es condición de ser “pobre espiritualmente”, o viceversa, aunque tampoco es “excluyente”, es decir, se puede ser “mendigo” pero ser “codicioso”, o ser “multimillonario” y “desprendido de lo material”, lo vano, lo superfluo, y ejercer por tanto, todas las posesiones (o al menos la gran mayoría) al servicio de Dios (serviam Deus), lo que le preocupa al Señor es lo primero, porque es lo que no va a permitir “salvarte”, y ahora, cómo quiere verte mejor, siempre según nuestras condiciones te “instruye” para indicarte cuál sería tu mejor método, para conseguir esa “humildad espiritual” (ya que son “casos particulares” y no generales), si nota que te falta un toque (te lo hacer ver, para que escojas el camino “opcionalmente”) aunque en otras veces actúa “obligado”, si ya sabe que será un obstáculo para ti, en todo caso, el “desprendimiento” de todos los ídolos (eidolon), será la mejor opción voluntaria para nuestra alma (recordemos también los casos relatados en Mateo 19:21 (joven rico), el de Jose de Arimatea (Mateo 27:57) o de Zaqueo (Lucas 19:3).

 

En estos casos toca diferenciar en este esquema entre “pónos” (penes-penetes) y “ptochos”, la primera tiene con vivir la vida según tu jornal, aquella persona que lucha cotidianamente para ganarse el pan, o el sustento, es el hombre corriente que ahorra para tener algo o una inversión a largo plazo, pero también puede ser concebido como ese sujeto que no está bien económicamente, por tanto, es algo pasajero, y esto no lo impedirá por supuesto hacerse rico más adelante, en cambio el segundo “estado” que es el que nos interesa, se refiere a una posición rebajada, contrita, "debajeada", humillada, etc ("hijo del hombre"), no se refiere a la lucha diaria de cubrir las necesidades, sino la actitud interna sobre todo “voluntaria” para conseguir los “bienes” pero “espirituales”, indistintamente seas millonario o no.

 

Expresa San Agustín en el Sermón 14.2, haciendo un llamado a los ricos o pobres, sea cual sea la condición para que sean piadosos, pobres de espíritu, que no se dejen coger de la úlcera de la vanagloria, la soberbia, la codicia, la idolatría, etc, bajo los siguientes términos:

 

“Entonces, ¿por qué alabo al pobre humilde que no tiene de qué enorgullecerse? ¿Quién tolera a uno que, además de pobre, es orgulloso? Alaba al rico humilde, alaba al rico pobre. Así los quiere el Apóstol, que, escribiendo a Timoteo, dice: Manda a los ricos de este mundo que no sean orgullosos sé lo que digo: mándales esto. Pues poseen riquezas que les impulsan internamente al orgullo; poseen riquezas, por lo que les resulta difícil ser humildes. Dame un Zaqueo, dueño de grandes riquezas, jefe de alcabaleros, que reconoce sus pecados, pequeño de estatura y más pequeño de espíritu, que sube a un árbol para ver pasar al que por él había de pender en un madero”.

 

Muchos malinterpretan, sobre todos los “protestantes”, cuando en Mateo 19:23-24 Jesús, habla: “Más fácil es que entre un camello (cuerda, soga gruesa) por el "ojo de una aguja" (piénsese, "puertas de la ciudades") que no que entre un rico en el reino de Dios", en este pasaje se refiere en una traducción latina que significa que no necesariamente sea malo ser rico, lo que transmite este pasaje es que será más fácil entrar al “paraíso” si te “desprendes” de todo, pero “espiritualmente hablando”, ya que solo así te hará de una "persona virtuosa", pero no siempre, lo dice para aquellos que son “ricos de espíritu”, según su condición y no precisamente aludido a la materia (aunque tenga que ver) pero si sabes que te impedirá contemplar la visión beatífica, el trata de actuar [exhortativamente] mientras que tu aceptes. San Pablo nos exhorta en la Primera Carta a Timoteo 6:17-19 a que los “ricos” no se dejen llevar por los antivalores, más bien recomienda que se hagan más humildes (como Zaqueo), que no pongan “fe” en el dinero, como lo hizo el “hombre insensato”, ni tampoco hagan alguna “idolatría” (eidolon) a lo “material”, seamos multimillonarios, pero para el Reino de Dios, “practicando las virtudes”, y las “buenas obras”, estas son las “monedas de oro” que se acumularan, en un futuro, con tal adquirir una vivienda en el Paraíso.

 

Convertirse en “humilde de espíritu” es ganar —ex ante— cierto terreno acá en la tierra [heredad] del cielo, que bien sumados a estos hechos a las demás “bienaventuranzas” cumplimos con los preceptos de Cristo, y por tanto seremos dignos de sus “promesas”,  ser pobre, en este sentido, es que escondas, ocultes, y no te vanaglorias por las capacidades que tienes, ni por el dinero que posees en tus cuentas, tampoco por el cuerpo vigoroso que ejercitas, ni por la comida que te alimentas, etc, ser “humilde” en “espíritu” significa “autohumillarte” sobre todo “interiormente”, no necesariamente alguien te tiene que decir groserías y aceptarlas para sentirte así, no, es considerar que eres una persona más en este mundo que vienes a servir (Salmos 130:1), no a ser servido, que eres un indigno, un gusano, un vil en esta tierra y no un hombre (Salmos 21:6).

 

El mismo Rey David (que era poderoso y multimillonario) dijo que era un “gusano” no un “hombre”, de hecho, el mismo Jesucristo expresó que era “hijo del hombre” y no Dios, y ninguno de ellos era un lisiado mental, ni tenía falta de capacidades, ya sabemos de lo que estaban dotados, lo que queremos hacer entrever, no porque te digas que eres un “polvo y ceniza” vas a ser inferior (o puede que sí lo creas, pero no importa), lo que te recordamos es que eres un mortal más (memento mori), que vienes a servir como lo hizo Salomón, Esther, Daniel, y otros (y demás grandes reyes, gobernantes, profetas, ministros, etc), por tanto debemos saber esperar con paciencia, mansedumbre, humildad, modestia, pureza, obediencia, etc, y dejar que el Señor nos muestre el camino a seguir, que nos instruya (Salmos 32:8) participando en la “coredención”, no creer que porque medio hagamos algo, somos mejores que los demás, lo que sí debemos considerar es ser los peores pecadores del mundo (buscando la "tristeza santa o benigna", que es lo contrario a la “pobreza de espíritu” y esta la que lleva a la “felicidad”), manteniéndonos espiritualmente por debajo de los otros, constantemente reprendiendo nuestras propias conductas a diario (examen de conciencia), para así ir eliminando poco a poco los actos de soberbia/vanagloria de nuestras vidas.

 

Hermano/a si queremos saber quién es “pobre” de verdad, mírale sus “acciones” (conciencia, hablar, actuar) su “interior”, no su “exterior” que puede ser un “crisol”, no creas en el que reprende a los demás y no se ve a sí mismo, el que no practica la virtud pero le exige a otros, el que no está dispuesto a buscar la santidad, el que no es devoto a los sacramentos, el que no entrega todo a causa de los “bienes espirituales”, el que prefiere irse de viaje que asistir a la peregrinación, el que con algunos títulos se muestra con mayor trayectoria que el campesino que labra diario en el campo, esto sí que es ser rico en materia y en espíritu (pero del diabólico). Jesucristo, siendo Dios, Rey de Reyes, se “debajeo” (estuvo por el suelo: “humilitas”) de tal manera, que no solo se hizo hombre, sino que también se crucificó en la Cruz para salvarnos de estas “esclavitudes”, ¿Qué pretenderemos nosotros a partir de la “soberbia”?

 

Recordemos que nada nos puede dar más pena que nuestros pecados desde que estamos en el vientre (pecados intergeneracionales) ya somos pecadores, no olvidemos que no solo venimos con una “inclinación hacia el mal” (pecado original) —concupiscencia— sino que durante el transcurso de la vida hemos atentado contra el amor de Dios, hemos estado más en el fango de lo que no, esto de por sí debe mostrarnos la mucha inferioridad. Debemos rezar y hacer penitencia frecuentemente para poder salir de esta “esclavitud” con ayuda divina, hermanos/as, nuestra “alma” será “glorificada”, y será siempre sucia, fea, horripilante, mientras que no busquemos el rostro de Dios y su “Espíritu santo” ("estar en gracia"), el “hombre corrupto” debe conseguir transformarse en ser un “hombre incorrupto” y llegar al “estado original almático”, pero esto solo se hace con el cargue de la cruz con paciencia, esperanza, fe, etc y por supuesto con la extensión de la mano amiga de Cristo.

 

“Pobres de Espíritu” y de su contra como lo es la “riqueza espiritual” (en sentido diabólico, carnal, mundano), podemos encontrar a personajes que van desde los santos patriarcas, profetas, apóstoles hasta la actualidad, pero también falsos humildes, o según la circunstancia, siempre la “humildad” será el abono de esta bienaventuranza, y su antípoda el “orgullo”, en especial la “vanagloria”, como subespecie, de todas esta últimas, que bien nace del “desentendimiento” y la “necedad” antivalores contrarios a los dones de la “inteligencia” y la “sabiduría” como de la virtud teologal de la “caridad”. En fin, se debe rechazar todo valor presuntuoso que afecte el alma, y despreciar la idolatría por las cosas terrenales, acoge más bien el quite por los pecados, vicios, faltas, busca un corazón contrito, humillado, y lucha contra ellos de lo que te queda de vida (Job 7:1), solo así heredarás una porción el reino de los cielos.

 

Expresa San Agustín en el sermón 53 A (en sus puntos 2 y 6):

 

“Puedes presentarme muchos ricos: pero ¿puedes presentarme uno que tenga seguridad? Arde en deseos de poseer y tiembla ante la posibilidad de perder lo poseído. ¿Cuándo es libre tal esclavo? Es esclavo quien sirve a cualquier ama y ¿es libre quien sirve a la avaricia?

 

Bienaventurados, pues, los pobres de espíritu. ¿Quiénes son los pobres de espíritu? No los pobres en recursos, sino en deseos. En efecto, el que es pobre en espíritu, es humilde; y Dios escucha los gemidos de los humildes y no desecha sus súplicas. El Señor nos confió el sermón de la montaña y comenzó por la humildad, es decir, por la pobreza.

 

Hallan a un hombre piadoso con abundancia de bienes terrenos, pero no hinchado de orgullo. Hallan a otro hombre necesitado, que carece de todo, pero se sostiene en cosas que no son nada. No tiene más esperanza que aquel. Aquel es pobre de espíritu porque es humilde; este, por el contrario, es pobre, pero no de espíritu. Por eso Cristo el Señor, cuando dijo: Bienaventurados los pobres, añadió espíritu. En consecuencia, no busquéis ser ricos quienes me habéis escuchado siendo pobres.

 

Hay un pobre; hay también un rico. Uno y otro se han encontrado. Más a ambos los ha hecho el Señor; al rico para que socorra al pobre; al pobre para probar al rico. Bienaventurados, por tanto, los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Tengan riquezas o no las tengan, sean pobres y de ellos es el reino de los cielos”.

 

La “casa de la salvación” (que podemos llamarle “domus divinae salutis”) no se construye con “bloques baratos” (materia mundana) sino que es caro debido a su material espeso (bienes espirituales), el dinero, los bienes, posesiones (limosnas), son tal solo algunos ladrillos individuales que podrían servirte para ir edificándolo, pero lo hace lento, si ponemos hormigones (obras de misericordia), en ayuda al prójimo, en servicio a Dios (serviam Deus) la cosa cambia. Cada vez que te “vanaglorias”, te condenas así mismo, sea en pensamientos, obras, omisión, actos: hablando mal del prójimo, denigrando al otro, (va quitando estructura), siendo vanidoso, necio, te vuelves rico, sí, pero para vivir en la tierra, pero olvidas algo, eres mortal (“homo viator”), morirás, no tendrás “vida eterna”.

 

La “pobreza de espíritu” como una de las “bienaventuranzas” puede que sea una virtud no tan visible, según su medida a alcanzar, ya que significa no solo ser desprendido por todo lo de este mundo, si no que se refiere en mayor medida al “crecimiento a espiritual” a proyectar según la vida a seguir (soltero, casado, monje, profesional, etc), es este “estado” o “actitud”, la que permitirá no estar atado a nada o alguien (evitar las “idolatrías”), y esto sí que es una gran ventaja para el alma que lo emprende, es ser libre en contra de la esclavitud que te puede ofrecer lo terrenal, debido al “sistema que lo arropa”, y demás “costumbres consumistas”, y “tradiciones mundanas” en la que estamos subordinados y que muchas veces caemos sin darnos cuenta.

 

Felices, aquellos que siéndolos y entendiéndolo se han desprendido, y han apartados sus ídolos (artistas, cantantes, dinero, ropa, antojos, etc) ni están atados al aprendizaje de la astucia humana, a la gloria, ni riqueza, posesiones, porque eso te hace más triste, depresivo, un tipo infeliz, si quieres contentarte comienza por “ser pobre voluntariamente”, pero de “espíritu”, adopta un estilo de “vida de monje” (según tus condiciones) cuyo fin debe ser el entregar tu vida, por amor hacia Dios (serviam Deus), de esta forma no solo conseguirás su amistad sino que ya no temerás por la “muerte corporal”, ni tendrás miedo, nada te afectará, porque Él, recordemos fue el que creó todo: "Recibimos lo que es debido, según nuestras obras; acuérdate de nosotros, Señor, en tu Reino" (Lucas 23: 41-42).

 

La “finalidad” de ser “pobre de espíritu” no viene de lo que tienes, sino de tu “alma”, que tan “desprendida” es, y nada tiene que ver con que, si eres rico o no, sino de ser “desapegado”, “humilde”, solo de esta forma pertenecerás al Reino de los Cielos. Si se dan cuenta Jesús, el "hijo del hombre" durante su vida tomó la naturaleza no solo de ser “pobre de espíritu”, sino también de "materia" —a propósito—, para centrar sus tareas en la “práctica de la virtud” y las “buenas obras”, tal cual como se lo venía enseñado su padre nutricio, San José, esto es, no estar pendiente a la vanagloria, riquezas, excesos, apetitos, deseos, sino a lo que vino, a servir, de este modo, si queremos ser realmente multimillonarios, intentemos cumplir con la Ley Divina, y entre ellos ser "virtuosos", ejercitando/cultivando la fe y la caridad (el amor), pero sobre todo aún mejor aumentando la piedad/justicia, para que así los “rubros de oración” y de más “medios espirituales” se vayan acumulando en el cielo en la “cuenta de ahorro celestial”.

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