Dios quiere en la tierra no solo gobernantes sabios sino todo lo que se deriva de esto: entendidos, consejeros, científicos, pero sobre todo —prudentes—, recordemos que fue en Génesis 41:33 en dónde se dijo que se quería un "faraón" de tales características en Egipto, y en Reyes 4:29 indicó que Salomón en su reinado debía contar también de estos elementos que son necesarios para nuestro buen vivir, ya sea para acumular riquezas, oro, virtudes, pero sobre todo bienes espirituales, de allí que Cristo en Mateo 10:16 nos invite a ser como corderos en medio de los lobos, prudentes como las serpientes y sencillo como las palomas, aún más cuando de misión, apostolado se trata, dado que para llevar a cabo estas tareas se requiere de preparación, paciencia, perseverancia, sagacidad, y es esta “virtud cardinal” la que hace que sea protectora, y guía de las demás, una vigilante (auriga virtutum) ante los males e inclinación al mal (concupiscencia), es la que nos orienta cómo "vencerlas".
Una persona necia, cree o dice cualquier cosa, pero el "prudente" en cambio mide siempre lo que va a decir o hacer, esto le decimos porque normalmente vemos/escuchamos a alguien que imprudentemente menciona alguna cosa en algún momento (nos incluimos), en otras ocasiones, nos dejamos llevar según lo que nos sugiere los pensamientos (carne, mundo, demonio). Hace pocas semanas, escuché a un sujeto que en plena homilía estaba “corrigiendo” al padre a voz viva, delante de todos, porque mencionaba que Tomas de Aquino, había dicho que la justicia: “es dar a cada uno según lo que le corresponda”, este sujeto gritaba que era “Ulpiano” y no el santo quien lo dijo, si seguiremos este lógica, este concepto es anterior inclusive al jurista romano, por ejemplo en Aristóteles ya encontramos una tesis parecida, siglos antes, referido a la “justicia retributiva” y junto a este curiosamente, la “introducción” de la “sabiduría práctica” (phronēsis) en “Ética a Nicómaco” sobre el tratamiento de medir/guiar bien nuestros propios pasos.
Para estos efectos quisiéramos distinguir entre la “sabiduría/prudencia práctica” utilizada por Cicerón, la de Aristóteles, introducida en Ética a Nicómaco, con la consolidada por la "filosofía cristiana", mencionada por primera vez en su “génesis” y luego desarrollado en los Proverbios de Salomón, presentado en los capítulos 13, 14, 19, 22 y 27, tal cual como lo indica la “divina providencia”, deviene precisamente de este mismo contenido, en el saber Dios del cómo actuar, correctamente: "recta ratio agibilium", conforme a las intervenciones/condiciones en nuestra vidas, dado que Él, sabe cómo actuar “sabiamente” y que es lo mejor para nosotros mismos, por eso actúa “providencialmente”, y distingue entre sus actos celestiales de los terrenos (phronēsis/prudentia) en aplicación con los humanos, a pesar de que muchas veces no los entendamos conforme a su “perfecta elección preferencial-temporal”. Veamos.
Decía el filósofo helenístico Bión de Borístenes que “La prudencia supera a las demás virtudes, en el mismo grado que la vista supera a todos los demás sentidos”, esta “astucia” la podemos encontrar en la mayoría de los sofistas de la época, incluso en los romanos, entre ellos Cicerón, en algunas ocasiones con cierto sentido arrogante y con halos de “vanidad”, algo parecido lo conseguimos siglos antes en Hesíodo (véase, Trabajo y Días, en Biblioteca Virtual Universal) en lo que respecta a los aspectos racionales sobre la esta “virtud cardinal” de la “práctica de la sabiduría”, especialmente de lo que se destaca:
“Más prudente es quien, experimentando todo por sí mismo medita acerca de las acciones que serían mejores una vez llevadas a cabo. También es muy meritorio quien consciente que se le aconseje bien, pero quien no escucha ni a sí mismo, ni a los demás es un hombre inútil” (p. 5); “pero los hombres obran imprudentemente y el dinero es el alma de los míseros mortales”. “Se prudente. Lo mejor de todo es escoger la ocasión” (p. 10); “Un hombre prudente se retrae para no mostrar sus vergüenzas o bien se arrima al muro de un corral” (p. 11).
Distinto a lo referido a estos filósofos y sofistas, lo encontramos siglos antes como hemos mencionado en el Génesis, y luego en Proverbios ya de forma “consolidada” pero también por ejemplo en Job (véase, 28:28), este hombre precisamente por ser un temeroso de Dios, encontró la sabiduría y la prudencia, en saber “apartarse del mal”, formado en una contra reaccionaria a la “necedad”, se podría decir que era un “astuto” (en el buen sentido) de la palabra (recta ratio agibilium), un sagaz de la piedad, de la oración y el respeto hacia Dios, igual como sucedió con Salomón en el siglo X a.c, centrado en estos aspectos en la manera de trabajar en su “gobierno”, prudentemente (phronēsis/prudentia). Veamos algunos pasajes.
- Proverbios 13:16: "El hombre prudente actúa con conocimiento, el necio esparce necedad".
- Proverbios 14:15: "El ingenuo se lo cree todo, el prudente mira por dónde pisa"
- Proverbios 19:11: "El hombre prudente domina su ira, y la ofensa la hace pasar por alto".
- Proverbios 22:3: "El prudente ve el peligro y lo evita; pero el necio sigue adelante y sufre las consecuencias".
Desde el punto de vista filosófico, los helenos, entre ellos ya sea Platón, Bión, o Aristóteles, nos han propuesto con tal de vencer la “hybris” o “desmesura” un punto intermedio de las cosas, entre los vicios y las virtudes, por así decirlo en forma de refrán: “hazlo, pero sin exceso, con moderación”, pero anterior a estos tal cual como lo hemos mencionado, Salomón lo había tomado como “consigna” en cuanto a su reinado. De esta manera la “prudencia” es un término “ético-moral”, del cual resulta una “media dorada”, como lo expresan estos “ilustres personajes”, entendiéndolo dentro de cualquier —acto sobremedido—, por ejemplo, entre la temeridad y la cobardía, cuya contraria se mide con la "valentía" (coraje), es decir, con el saber actualizado del "cuando/como correcto" según el “buen juicio” (sindéresis) que se tenga.
Si remitimos nuevamente a los “filósofos helenos”, el discípulo de Sócrates, Platón, hacía una distinción entre i) alma y el ii) cuerpo (que luego siguió en San Agustín), para el primero aspecto le atañía, todos los "valores cardinales": de la templanza, justicia, fortaleza, prudencia, y la valentía, la inteligencia, en cambio para lo segundo, la belleza, la buena complexión, la salud, y el vigor, por tanto, la “estética”. Cuando se trata de cosas de los amigos, la felicidad de la patria y la riqueza están en otro extremo (indiferencia). Parecido a Santo Tomas de Aquino más adelante, expresaba —ex ante— que el “alma” se dividía en a) alma racional, b) alma apetitiva y c) alma irascible, una es la que piensa, la segunda, perteneciente a los deseos concupiscibles, y la última, al del enfurecimiento, y por tanto es la “prudencia” en estos casos, la que “regula” el “control” de los excesos, sobre medidas, y les pone un límite a todos ellos.
Es la “prudencia” entendida según el sentido filosófico greco-romano como “phronēsis” y relacionado a su vez con la “sophrosyne” (temperancia —autocontrol—), el “entendimiento” de la "práctica" de la “moderación” como abono a esa continencia, modestia, al controlar los apetitos/deseos que se relacionan con el alma, que en todo caso tiene que ver con realizar un “correcto juicio de las cosas” (sindéresis), se trata más bien de una habilidad, pero también de una virtud, que se ejercita, pero en algunos casos llega “infusamente”, cuando Dios así lo quiere para todo tipo de situación. Veamos.
Ser “prudente” significa avanzar en la virtud, como lo es también contar con una "perfección" en el “conocimiento infuso” o no, según lo “adquirido”, mejor dicho, es un “saber sabiendo”, es “saber aplicar lo que se sabe”, por tanto, tendría que ver en algo no solo con la sabiduría, entendimiento, sino también con el “discernimiento”, y por supuesto con la “sindéresis” (concepto aristotélico-tomista), y su aplicación a las “virtudes morales”. Es el decidir lo que es bueno o malo, con respecto al decir, hacer, o accionar, en el diario vivir, está inmerso dentro de la “capacidad de juzgar” cualquier cosa y no solo ética-moralmente, en cuanto a lo contempla esa elección racional (preferencia temporal) de las cosas, de lo inmerso en el campo espiritual, conforme a ese “juicio práctico” que se ejecuta.
Expresa el Abba Anciano Efrén: “Cuídense de la audacia en el habla y de las palabras inútiles; secan el alma del hombre. El silencio, la humildad y la oración, en cambio, llenan el alma de rocío celestial, como un arrepentimiento lleno de dulzura”. (Ver, “Tesoros espirituales del Santo Monte Athos - Recopilados de las cartas y homilías de Abba Efrén”, Editorial Bunavestre, 2001, págs. 194-195), lo que se entiende es que la “prudencia” no solo es un poco hablar sino más de “accionar”, muchas veces con el "silencio" (es particular, para cada caso en concreto). Normalmente cuando hablamos cosas vanas, terminamos embarrándolas, por eso que toque cuidar de nuestros pensamientos en cada momento, tener actos de prudencia, en el consejo (eubulia), juicio (synesis o gnome), corrección, o en el dominio de sí mismo, o en el manejar la lengua (imperium), es un “compromiso” para el “buen cristiano”, pero no necesariamente esto quiere decir que seas “prudente” per se, porque para ello que necesites contar con los “dones” entregados formal/materialmente por el Espíritu Santo.
Mientras que la “prudencia” lleva a la sagacidad (synesis) y perspicacia (gnome) conforme a un "buen juicio", entendido como una “astucia” (poniria), pero de la “buena” (según Santo Tomas, además debe haber otros requisitos, como: razón, docilidad, inteligencia, providencia, circunspección, precaución y memoria), lo contrario conlleva a la imprudencia (agnoia) o una falsa prudencia, del cual aumenta el pecado y por tanto el vicio, de engañar al otro, hasta a ti mismo, haciendo pasar por correcto acciones que por si son morales incorrectas, es entonces la honestidad, la rectitud (entimotita) y la sinceridad (ilikrinia) la que no nos permite hacer malos comentarios, o juicios erróneos, piénsese en aquel sujeto que se vale de engañifas para tener una “bona vida” (codiciosa) esto sería una “prudencia presuntuosa”, “falsa”, que nace de la “vanagloria” (soberbia). Lo mismo sucede con la prudencia estética, la carnal, como aquel idolatra arrogante que quiere ganar más dinero o fama, con tal de sacar provecho de las mujeres por medio de las “seducciones engañosas”.
Hermanos/as, la falsa prudencia, imprudencia, presuntuosa, nacida por la astucia (negativa), picardía, deshonestidad lleva a la “impudicia”, así se utilice para un “telos” bondadoso, los medios son erróneos (por tanto, no justifican los fines), siempre deben ser verdaderos desde el principio al fin, esto para conseguir un resultado bueno en sí mismo, indistintamente de sus consecuencias. Cuando damos un consejo (eubulia) debe ser netamente virtuoso su accionar, porque si no se pierde la gracia de los dones, que deviene a su vez de virtudes teologales, fundadas no sólo en la fe, sino principalmente en la “caridad”, de este modo podemos conseguir una “prudencia infusa” que se desarrolla por la entrega que nos da la Santísima Trinidad, válido en la rectitud de los "juicios morales", del cual requiere de los elementos del alma formada para su decisión, entre ellos la humildad, el conocerse a sí mismo, el autodominio (como de los sentidos, entre ellos la lengua o los ojos, las pasiones, etc).
Para sacar provecho al tema que estamos tratando, podríamos definir la “prudencia” desde un punto de vista “escolástico”, a nuestro juicio, y teniendo en cuenta sus elementos como:
“La capacidad o facultad de una persona para elegir entre los diversos medios existentes en su mente/alma, en cuanto al conocimiento/experiencia que se tenga frente a los demás/circunstancias, con el fin de subsumir/aplicar reglas/principios que llevan a evaluar/examinar un buen juicio rápido/sabio (acertado, perspicaz, sagaz, sencillo, amoroso) conforme al razonamiento/retórico que se esté llevando a cabo en ese momento [particular], con el fin de alcanzar unos objetivos propuestos en la discusión/consejo/análisis, evitando así el mayor mal posible y haciendo de esa "sindéresis" un “juicio prudencial” en beneficio de todos”.
La “caridad” como “genitrix virtutum”, como "madre de todas las virtudes", es la virtud teologal que no solo fundamenta la “sabiduría” (don superior) y la mayoría de los “dones sapienciales”, sino también los “carismas” y en este caso nos lleva a la "virtud cardinal" de la "prudencia", que es la “auriga virtutum” es decir la que “guía de las demás", entre ellas, la templanza, la fortaleza y la justicia, pero a la vez estas últimas son abonos para su “correcto juicio” (sindéresis), contrario a lo que representan sus vicios, o contras. Por ejemplo, la precipitación de hablar cualquier necedad es una falta contra la prudencia, como lo es cualquier cosa que se dice con la ira, ya que disipa el consejo, la cordura, el "buen juicio", y asi mismo pasa con la falsa prudencia, la imprudencia de la carne, del espíritu, en el deleite que conlleva, es ser imprudente con el templo del Espíritu Santo.
De esta manera la “prudencia” como hemos anotado es la “auriga virtutum” (la guía) de las demás "virtudes cardinales", resulta como el "don de la sabiduría" para el resto de los dones, es la que dirige las riendas, las organiza, las complementa, y las sistematiza, la que lleva a la “moderación" el control de lo deseos/pensamientos. Verbigracia, un asceta imprudente/extremista puede llevar a la ruina su vida, hasta la muerte, ya sea por la poca comida o bebida que ingiere, sin una “regulación”, puede llegar a la “inanición” o en su efecto contrario a la “obesidad” si es glotón, o aún peor a la locura, como nos indica Cicerón (Véase, “De Oratore”, III. 35), “prefiero la prudencia silenciosa a la locura locuaz” (se expresa además que fue este quien trató el concepto por primera vez de "prudentia", en su texto, "La invención retórica", epublibre, p. 555, siguiendo un fundamento estoico).
Las “virtudes cardinales”, todas, deben ser trabajadas, para su conquista, sin hábitos, sin repeticiones, no conseguimos esa excelencia aristotélica, ni esa perfección cristiana, por lo que debemos actuar correctamente según lo que respecta a nuestro diario vivir (deseos, pasiones, pensamientos, acciones, etc). Es la “recta ratio agibilium” (véase, “La virtud de la prudencia en Tomás de Aquino”, escrito por Juan Fernando Selles), la “capacidad” que pone a trabajar a toda potencia a las demás virtudes (y hasta dones) para luego ser conectada por su amor con el resto (scientia amoris). Es con la caridad, la luz divina, la que nos orienta y nos lleva a la santa cruz (scientia crucis) diciéndonos qué decir, seguir, y hacer ante el juicio que haremos de la conciencia (sindéresis), mantenidas en el tiempo, con perseverancia de nuestros actos, pero siempre dotados de una ayuda divina. Solo de esta forma seremos libre para enjuiciar la verdad, bajo este camino dotado de un “estilo de vida” en "santidad", evitando y huyendo de los vicios, tales como la “lujuriosidad”, “glotonería”, etc, ya que el "ser prudente" nos resulta incompatible a la "necedad", un antónimo a la "recta ratio agibilium”.
Sépase que siempre el pecado lleva a la imprudencia, ya sea de la carne, del espíritu, del alma, del cuerpo…, para poder organizar una vida llena de virtud se necesita de la “prudencia”, es necesaria si o si, es un —sine qua non— para no cometer injusticia, ser sobrio, ser moderado, flexible, templado, etc, es la "fuente" de la que se bebe para lograr ser “coordinados”, ya que "amarra", como una “bisagra”, dentro del "juicio" que hacemos en la “humildad” los "actos repetitivos" (buscando la "perfección"). Es esta virtud por excelencia la que presta la “guardia pretoriana” frente a las demás, es la que vigila tus actos permanentemente, la que está pendiente ante una mala inclinación (concupiscencia), de la cual nunca se presenta como cobardía, ni arrugue, al contrario, es un “echar para adelante”, con lo que tus sabes, es una confirmación de la sabiduría conforme a "buenos juicios", discreción, (gnome), el consejo y el dominio de sí mismo (autodominio) y es así como se consigue una prudencia propia, natural, de cultivo a través de actos concatenados, indistintamente de que sea infusa, sobrenatural, mística, evitando ser imprudente, negligente, precipitados, inconsiderados, etc.
De este modo la prudencia, como notan, requiere de un “conocimiento previo”, "cauto", para ser usado, dotado no sólo en el sentido humano, sino también del "divino", en si, “pleno”, del cual involucra la "experiencia" y en algunos casos de los dones sobrenaturales, e infusos, se trata de saber aplicar esa inteligencia, adquirida, adherida, aprendida, con un buen juicio, antes de cometer un mal, o de una consecuencia nefasta (te hace pensar antes dos, tres, cuatro… veces), ante cualquier acto que podría ser desventurado. ¿De qué vale saber mucho, sino se actúa con una circunspección (circunpectio), cautela (cautio), cuidado para decir las cosas, o en el accionar?, de esto se refleja que sea una "capacidad" necesaria, por tanto, una "facultad sabía" de las cosas (eubulia), que no puede disfrazarse de una "falsa", de allí deviene curiosamente el término de “jurisprudencia” —jurisprudente—, (abogados que son “prudentes” para defender o expresar juicios correctos en el aspecto legal).
Aquí la cuestión se trata de “ser prudente” en la mayor medida posible, sea lo que fuera/seas, aún más si eres "sabiondo", y por lo menos te lo crees, pues, no está bien mostrar tu presunto “intelecto” y menos cuando nadie va a ganar nada con eso, lo que conseguirás, al contrario es perder sencillez, y aumentar la vanagloria (soberbia) de tu propio “ser almático-espiritual”, de este modo toca saber corregir, cómo, cuándo, dónde, según el contexto (y según el “qué” —contenido de las cosas—), todo ello contribuye a la “prudencia”, vista como una “virtud” de la cual puede llegar a otras "virtudes", y "dones", en su ejercicio, entre ellos caridad, sensatez, templanza, sabiduría, y discernimiento, justicia, piedad, una desarrollados más que otros, nivelados en grados conforme a la persona que seas, teniendo así un sentido no solo moral, sino también intelectual, en la cualidad del individuo o del grupo que permita elegir los medios adecuados y actuar de acuerdo con el objetivo de lograr su propio bien y felicidad.
Expresa San Agustín en la carta 167, en sus puntos 5 y 6:
“Para demostrar que quien tiene una virtud las tiene todas y quien carece de una carece de todas, dicen que la prudencia no puede ser cobarde, ni injusta, ni intemperante, ya que, si lo fuese, no sería tampoco prudencia. Luego si es prudencia y es, por ende, fuerte, justa y templada, allí donde está, lleva consigo las demás virtudes. Del mismo modo, la fortaleza no puede ser imprudente, intemperante o injusta. Asimismo, la templanza es por necesidad prudente, fuerte y justa, y la justicia no puede ser sino prudente, fuerte y templada. Cuando una de esas virtudes es verdadera están con ella las demás, y cuando las demás faltan, ella no es auténtica, aunque en algún modo sea semejante a la auténtica.
Bien sabes que se dan ciertos vicios que son diametralmente opuestos a las virtudes, como la imprudencia y la prudencia. Hay otros que son contrarios cabalmente porque son vicios, pero que soy muy semejantes a las virtudes; así la astucia, no la imprudencia, con relación a la prudencia; me refiero ahora a aquella astucia que en su sentido peyorativo ordinario suele entenderse y llamarse así. No me refiero, pues, a esa astucia de la que nuestras Escrituras suelen hablar en buen sentido, por ejemplo: “Sed astutos como la serpiente, o “Para dar astucia a los inocentes”.
Lo que pretende San Agustín en estas citas es que seamos “astutos” (actuar con prudencia) en el sentido positivo de la "palabra" y del "animal", es el estar “vigilantes”, “cautos”, caracterizado dentro de la “sagacidad” que determina este reptil, es sabe en qué momento atacar/defenderse, es ser paciente, perseverante, pero sobre todo en sus "movimientos" u "operaciones" ya que son precisados "prudentemente" (con cautela), fuera de todo factor interno/externo (deseo, emoción, pensamiento, etc), para el caso humano, esta “virtud cardinal” se debe centrar siempre en el amor (caridad), en aquella que se tiene con/para Dios, como para el prójimo, y de allí que sea importante alejarnos de todo lo que no se desprenda de Él, recordemos lo que hizo Job en su “prueba”, fue sabio, temeroso, piadoso, pero también “prudente" en sus "acciones”, nunca increpó al Señor, utilizó correctamente la “recta ratio agibilium”.
La “prudencia” por ser una “virtud” que comprende los “dones sapienciales”, debe ser tomado con delicadeza en cuanto a los aspectos morales e intelectuales para su tratamiento, de allí que se puede predicar una “falsa prudencia” consistente en "actos", pero también debe ser entendida como la "virtud de comunicarse" con los demás por medio de un lenguaje claro, cauteloso y adecuado, así como actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas y por ello que sea "guía de las demás virtudes" la que imparte la regla santa y medida para las cosas, por lo que es llamada “auriga virtutum”, ayudando a la "recta razón" cuando/cómo decidir, el momento adecuado según su tiempo requerido y enfoque, trazando una metodología para un futuro, para asegurar un bien, o apartar un mal.
Por ello que debamos contar de la “prudencia” en su “plenitud” para toda nuestra vida, esto en cuanto al i) cuerpo, el ii) alma y el iii) espíritu, se trata de estar en sintonía con la "gracia del Espíritu Santo", para que permanentemente nos este iluminando/santificándonos a la hora de establecer un "buen juicio", de todo lo que deriva esa "práctica de la sabiduría" o más bien "recta ratio agibilium", que ahora aplicado, a las cosas correctas, santas o terrenas, en la medida y guía que dicte esta verdadera cautela, como virtud moral, verdadero, entablado por el amor, scientia amoris, dictados por el que es limpio y puro de corazón ya que ellos serán los que vean a Dios, ajustando sus "comportamientos" a la sindéresis, al discernimiento y demás valores concernientes a esta "super virtud” del cual debe si o si ser subsumida a cualquier campo de vida (ética aplicada), sea ya en el ámbito personal, militar, profesional, familiar, regulativa, hasta de “recocha”.
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