"No juzgues según la apariencia. Juzga con juicio justo".- Juan 7, 24
"Quien vigila su boca, guarda su vida; quien abre sus labios, busca su ruina".- Proverbios 13-3
“Juzguemos lo que está de manifiesto, dejemos a Dios el juicio sobre las cosas ocultas" .- San Agustín.
Mario Felipe Daza Pérez
Leyendo un reciente libro titulado: "Los pecados de la lengua": Reflexiones sobre los celos en la vida de las mujeres y los juicios temerarios escrito por el Monseñor Juan Francisco Landriot (2022), del cual debemos destacar como un texto referido a los "juicios", naturalmente, que hacemos sobre los demás, sobre todo cuando llegan a considerarse como "temerarios", "falsos", "injustos", "envidiosos", "groseros", y de más, sustentado no solo en la "insuficiencia de las pruebas" o de sus "bases" mismas que no solo llegan a determinar si las personas son calificadas o no como tal, tampoco se trata de que si se negaran frente a ella una cosa tal reprensión sería tomado como válida, se mira más bien el "como juzgar" que en si no es lo malo, lo que resulta perverso es la forma en que lo hacemos, ahora, vendrá la pregunta, ¿Quién eres tú para juzgar? Solo Dios juzga, pues, los jueces lo hacen bajo la decisión judicial determinada en unas reglas generales impersonales que debe subsumir en una providencia, también lo hace el Padre Eterno, ante el juicio particular, por tanto, dirán que son dos cosas distintas. Veamos.
San Agustín en su sermón 46 expresa ¿Quién puede juzgar al hombre? La tierra entera está llena de "juicios temerarios", solo el Espíritu Santo es quien penetra en las cosas ocultas, y lo escudriña todo, lee en los corazones y las almas de todos ellos, por tanto, el verdadero valor a las circunstancias que acompañan una acción es el juzgar injustamente a otras personas y sin fundamento, de allí que solo sea válido hacerlo cuando lo que veamos o escuchamos sea de manifiesto. De acuerdo estamos cuando en Proverbios 18, 21 se dice que "la muerte y la vida están en el "-poder de la lengua-", y solo por ellas serás condenadas, esto, teniendo en cuenta lo que digas, según Mateo 12, 37, por tanto, no importa, si una persona es religiosa o no, porque si no se refrena su boca, sino que permanentemente vive engañando a los demás y a su corazón lo que profesa es vano, tal cual como se indica en Santiago 1, 26, en pocas palabras, de nada le sirve ser católico ya que no llegará al reino del Cielo.
Ahora se afirma en la "muchedumbre" que no solo no podemos "juzgar temerariamente" a los demás, sino de ningún modo, porque es malo, ni tampoco el "reprender", ya que va en contravía de los "valores posmodernistas", lo que es falso, se habla entonces "eufemísticamente" de lo que debemos hacer y es el corregir, o advertir sobre un el error, defecto, falta, pecado, vicio cometido, etc,, por una persona, y esto no tiene nada que ver con el "juzgamiento" en sí, porque todo se deriva del "amor al prójimo", de "cómo" le dices las cosas, por tanto, no se trata de una "discriminación" ni "juzgamiento" en el sentido negativo, pues, si leemos Mateo 18, 15-17 nos encontramos con una referencia frente a ello, que dice "si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano, si no te escucha toma a uno o dos, para que todo quede zanjado por otros testigos, sino te escucha, díselo a la comunidad, y si no déjalo como un fariseo, o gentil y publicano".
Si nos remontamos a las expresiones históricas, como siempre hacemos, nos encontramos con que la palabra "juzgar", actualmente es distinta a la utilizada en el antiguo testamento, el "shapat" (Deuteronomio 16,18-20), significa "liberar" (revisar el libro de los jueces), "gobernar" (1 Crónicas 26). que bien era entendido como "reinar" como si se tratase de un Gobierno en estricto sentido, tomado como rey, gobernante, etc, por ello que se mal entienda ahora la palabra, y esta debe ser tomada como el "no debes juzgar como ellos lo hacían", ahora si no se pudiese hacer, como entonces entenderíamos las oraciones que escribamos en este artículo o de una charla que estemos disertando ¿no estaremos juzgando? Es algo absurdo, sería el pecado más cometido del mundo, no podríamos abrir la boca ni siquiera para lamentarnos, porque sería también "juzgamiento".
No solo "juzgar" no es malo, sino que también es "necesario", pero esto depende de "cómo" lo hacemos, si hablamos de "juicios justos", este indica un "criterio subjetivo moral" de cada quien y de su conciencia, pero para eso debemos tener "discernimiento" para destacar que es lo bueno o malo ante esas opiniones, juzgamientos, dichos, etc, por ejemplo nos encontramos en las escrituras que el Apóstol San Pablo realizó "juicios duros", en 2 de Timoteo 3,8 se expresa: "Del mismo modo que Jannes y Jambres se enfrentaron a Moisés, así también éstos se oponen a la verdad; son hombres de mente corrompida, descalificados en la fe", decía San Maximiliano Kolbe, "nadie en el mundo puede cambiar la verdad, lo que podemos hacer y debemos hacer es buscar la verdad y servirla cuando la hayamos encontrado".
El mismo Jesucristo después de que dijo "no juzguen para que no sean juzgados" (leyendo integralmente, sin sacar de contexto y haciendo una interpretación sistemática) en el mismo Mateo 7,5 más adelante se expresa, con la palabra "hipócrita", o la de "saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano", como vemos el problema "no es juzgar", sino el "como", este, se debe hacer siempre con "discernimiento" don que debe estar atado a la "sabiduría", ahora, pensemos en aquellos "lujuriosos" que atentan contra la Ley de Dios, ¿será que no podemos decirle que son unos sinvergüenzas? Tal cual como se lo decía el Padre Pio a sus feligreses, cuando observaba que no cambiaban su forma de vida.
Aquí el "juzgamiento" debe ser tomado con mucha cautela, no según lo que vemos, para no caer en las "apariencias", debe estar examinado según lo que sentimos "justamente", tratando de que el mensaje enviado sea recibido con "caridad", sin tanto rodeo, con tal de que lleve a la persona al arrepentimiento (este es el fin último del "juicio justo"), de este modo decirle a un familiar, por ejemplo, a una tía que chismosear o hablar de la vida ajena, y que por tanto es un "pecado de la lengua", no está mal, "reprenderla es juzgarla", lo mismo sucederá si delante de ellas hay otras personas y se lo exclamamos, pues se está diciendo la "verdad" y con esto no se discute, la cuestión estribará en "como" se lo dices, es decir, en la "actitud" que tomes frente a ese "juzgamiento", con motivo de no dejarle en ridículo, hacerle pasar pena o no, todo en ello en favor del "cambio" o "superación" para la adquisición de la práctica de las "virtudes cristianas".
"Con la verdad nadie pelea", decía Aristóteles en Ética a Nicómaco, "Platón, es mi amigo pero soy más amigo de la verdad" en este caso, descrita en la "sabiduría divina", en la que llamamos como "plena", lo que debes preocuparte es cuando estas alejada de ella, cuando precisamente estas haciendo un juicio, porque eso si es pecado, a falta de la razón, de lo que es, mentira, exagerar, manipular, con tal de infligir daño a otros, con la "lengua", en este caso con las palabras, ahora, si tú lo que quieres que esa persona se arrepiente y vuelva a su camino correcto lo debes hacer con mansedumbre, humildad, caridad, piedad, etc, y no solo así conseguir salvar no solo su alma, sino que también te anotaras un punto adicional por lo que has hecho, por ello que sea importante el "como" lo digas y no tanto el "que".
Por ejemplo, si revisamos las epístolas del mismo Apóstol San Pablo, en varios de sus escritos podemos ver varias "reprendas" y "juicios" hechos a otros, este, una vez le exclama a cierta persona sobre su inmoralidad, por la "fornicación" con su madrastra, expresa que esa "impureza" no se da ni entre los gentiles de la cual se expresó que debía ser echado de la congregación por este hecho, "juzgándolo duramente", indicando que con esta clase de gente, no se debe "ni comer", este relato lo podemos encontrar en I de Corintios 5.
Como vemos hemos caído en el error voluntario (algunos) y también en involuntarios (muchos) del juego del "culturalismo posmodernista" que tienen en boca muchos sobre la "corrección del lenguaje", y entre ello sobre el problema del "no juzgar", esto con intención de que no sean señalados este tipo de personas para hacer lo que les venga en gana con el prójimo, no con ellos, porque ya es decisión de cada quien, sino en la corrupción de jóvenes, niños, y de la sociedad misma, se aferran a que "no se le debe juzgar" o "discriminar" cuando estos hechos lo hacemos a diario para comer, beber, salir, escuchar música, etc, es mera hipocresía. Ahora, si no podemos juzgar a los otros, incluso duramente, ¿Cómo podremos saber cuándo viene el falso profeta que denuncia Jesucristo en Mateo 7, 15, ¿Cómo distinguiremos si el tal "Yanuka" ese rabino que anuncian ahora como el mesías o bien el anticristo es o no es?, simplemente se hace con el "juzgamiento", como se dice en las misas escrituras, ¿acaso se recogen uvas de los espinos? o ¿pensemos si del árbol de limón salen aguacates?
Si seguimos escudriñando nos podemos encontrar con más expresiones, opiniones pero sobre todo "juzgamientos", hacia otros, cosas, animales, en fin un sin números de hechos, como por ejemplo el que se señala en Mateo 3,7, cuando San Juan Bautista señala a los "saduceos" y "fariseos" como una "generación de víboras" sabiendo que se puede describir como un "pecado de lengua colectivo" tenaz, pero no lo es, aquí entendemos entonces que el "juzgamiento" no solo podría ser frente a un sujeto en particular sino también un colectivo o grupo, lobby, etc (piénsese en la "ideología de género), por ejemplo, si decimos que los "costeños son flojos", o los "cachacos son mala leche", etc, puede ser fundado bajo "criterios generales morales", y no incurrir en estos "yerros espirituales".
Acuérdense cuando Jesús "purifica el templo", echando a todos de este sitio, sino que también iracundo, les dijo que ese lugar no era ningún mercado, en Juan 2, 13-16 se describe claramente, esto es, en hacer un "juicio justo" con palabras y actos, del "juzgar", y del "reprender". Cuando dictamos una conferencia o hablamos con el otro, todo el tiempo estamos "juzgando", cuando decimos que esto no es verdad, que se está equivocado también por X o Y argumentos, esto, sin llegar a cometer falta alguna también lo es, de allí que radique la importancia del "como" y ahora del "que" decimos (segunda relevancia), pero aún con más subrayado el primero, por esto, frente a una discusión podemos expresar estar errados pero no por eso que estamos "mal juzgando", aquí el problema siempre será el "juicio injusto, temerario, envidioso o mal intencionado".
Cuando le decimos a otros cosas que no deben hacer, porque están mal, aún nosotros creyendo que estamos en lo correcto, también se trata de un "juzgamiento", y tampoco es "pecado" (o puede que se convierta en "venial"), porque creemos que es verdad lo que decimos y hacemos, según lo expresado según nuestras creencias, ahora, porque piense que hacer el bien es matar y voy a "corregir" diciendo que eso si está bien, pues no, son "mínimos morales" que la persona debe comprender desde niño, por ejemplo cuando en mateo 23 se refiere a los fariseos como "hipócritas", "hijos del infierno", o "guías ciegos".
Dice San Francisco de Sales en su libro, Introducción a la vida devota:
"Hija mía, te suplico que nunca hables mal de nadie, ya sea directa o indirectamente, ten cuidado de no imputar injustamente pecados o faltas a tu prójimo, de revelar innecesariamente sus faltas reales, de exagerar lo que es evidente, de atribuir motivos equivocados a las buenas acciones, de negar el bien que sabes que existe en otro y ocultarlo maliciosamente o depreciarlo en una conversación".
Pero también expresaba:
"Pero si bien, se puede ser muy sensible al más mínimo acercamiento a la calumnia, también debes protegerte del extremo en el que caen algunas personas, quienes, en su deseo de no hablar mal de nadie, en realidad defienden y hablan bien de los vicios".
La vía a la "santificación" es la "eterna vigilancia", a medida que vayamos progresando nos vamos a dando cuenta, que "juzgar" o no, es necesario según "como" lo hagas, a la final lo importante siempre será estar en "gracia con Dios", y hacerlo con una "reprensión" que sea "correctiva" y no "intimidante" o "hiriente", es el camino, al contrario subrayarle al otro sus defectos, vicios, o pecados, y peor aún, si nosotros también lo cometemos será una "afrenta", la cuestión de todo esto siempre será el "discernimiento" y la "sabiduría" para hacer tales "juicios", como cuando se comete "abortos", "adulterios", "impurezas", que son evidentes, pues, aquí no estamos de acuerdo con los demás juicios basados en la apariencias, porque si es "pecado", como se expresa en Proverbios 18, 13, "si uno responde antes de escuchar eso es para el necedad y confusión". Vemos un ejemplo de un "juicio no justo" o "juicio temerario", cuando Simón el Fariseo, acusó a una mujer solo en su "apariencia" y "reputación", pero esta ya había sido "perdonado", lo que Jesús le reprocho por este hecho, es decir, hubo un "re-juzgamiento", pero que se torna diferente porque este fue "sabio", "discernido", "justo", si leen Lucas 7, 36-50 se pueden dar cuenta del "juicio hipócrita", que tanto se condena en las escrituras,
En estos mismos versículos también se da ejemplo de como "juzgar bien", cuando le comenta la "parábola del prestamista y de los deudores", cuando Jesús al final le dijo a Simón, "has juzgado bien". Lo mismo puede suceder cuando le achacamos los "pecados a otros", cuando nosotros mismos lo cometemos, por tanto, "nos estamos condenando a nosotros mismos", es inaudito expresar que cierta persona es "adultera", cuando hacemos lo mismo, eso es un "juicio hipócrita" y es pecado o sino revisen Romanos 2, 1. Precisamente en Tito 3,2 se expresa que "no se debe juzgar a nadie", pero que no sea pendenciero, por tanto a un "borrachón", no se le puede decir que no está siendo juzgado correctamente, porque no ha sido visto como tal, aquí la cuestión a corregir seria entonces la "forma", es decir, el "como" se lo digamos, y no tanto el "que" (segunda relevancia), se debe obrar entonces con ciertas "virtudes", ante tales juicios, pero tampoco quedarnos callados, es decir, cuando toque "enjuiciarlos" hacerlo, porque si no lo expresamos sería una omisión y podrá ser cobrado.
Lo que debemos contrastar siempre es que el "juzgamiento" debe ir acompañado de la "verdad" pero no solo esto para evitar cualquier "temeridad", "hipocresía" u otra "malquerencia", sino de caridad, "humildad" y de más "virtudes cardinales" y "teologales" que ayuden corregir los actos y palabras de los demás, recuerden que en Mateo 6, 18-20, Juan le expreso a Herodes, que no era lícito tener la mujer de tu hermano y quería matarle por ello, de allí que Dios, enaltezca a los "juicios correctos", no los tergiversados o parcializados, de allí que debamos "discernir sabiamente" todo el tiempo. Ya sabemos entonces que el "pensar mal", y sin motivo suficiente es pecado, como lo es "temerariamente", "hipócritamente", "imprudentemente", cuando hacemos estragos a otros, si y solo si con ese fin, (tiene un ingrediente subjetivo de dolo en el ámbito jurídico), en resumen, como dice el Espíritu Santo en Proverbios 21, 23-25, "cuida tu lengua y mantén la boca cerrada y no te meterás en problema".
De esta manera los "valores cristianos" son algo que dista de los distintos valores occidentales seculares y orientales en la formación espiritual en los que están imbuidos, y de su "mística", en cuanto a la construcción de la familia en el "andar societario", son varios los elementos que la componen entre ellos los niños, el varón y también la mujer, y entre estos se destacan otras factores en su composición, como puede ser el "lenguaje", y el "habla", que por medio de él se desarrolla su aspecto "verbal" (como también corporal). Es con el músculo más poderoso del cuerpo humano (despues del gluteo mayor), tal cual como lo es la "lengua" es como se desarrolla está herramienta clave desde para el inicio de las civilizaciones, para bien, pero también para mal, como cuando se justifica los "juicios temerarios, envidiosos, groseros, dudosos, etc", hacia el prójimo, mejor dicho, cuando no es para bendecir, sino para chismosear, murmurar, maldecir a otros, y así sucesivamente, lo que se componen no solo como un "envenenamiento" hacia terceros, sino para ti mismo (tu corazón).
Pero entonces, ¿Cómo diferenciamos a un necio de un sabio? Por su "escucha" y por su "habla", el primero será profundamente "paciente" y "prudente", el segundo solo lo será pocamente, este último a pesar de que se desarrolle en la "lengua" con su "hablar" como el más "poderoso de los músculos" (guardando las proporciones) pero es el "más débil espiritualmente hablando" dependiendo de cómo la lleguemos a tratar, de allí que podamos destacar que las funciones del cuerpo no tengan nada que ver con la "parte almática", puede ser tenue o fuerte en otro, como le sucedió a Sansón,, pero también al revés, o pueda que no sea excluyente.
Querido amigo cristiano, estoico, secular, ateo, agnóstico o religioso en general, te queremos dejar claro que el "juicio no es malo" lo que es incorrecto entonces es la temeridad o mala intención de ese "juzgamiento", o de duda, opinión, sospecha que se tiene, frente a alguien, debido a su "actuar malicioso", es frente a ese "juzgar" lo que vemos, y otra muy diferente lo que "no vemos", "no probamos", aun así, sabiendo la "verdad", analicen que debemos tener una "caridad" o "piedad" sobre esos hechos en cuanto a lo que sostiene San Agustín como: "juzguemos lo que está de manifiesto", por ejemplo, ¿Cómo sabemos de alguien que se ha hecho pasar por el Mesías?, pues este es designado como "engaño", y esto es "juzgar preventivamente", o "mal juzgar" o "juzgar con la verdad" depende de cómo lo concibe, el sabio, necio, ignorante, etc, de allí que el "discernimiento", la "prudencia", y la "sabiduría", sea la pieza clave para solucionar este asunto.
Si yo le digo a un primo que es un "perezoso", porque lo veo todos los días acostados hasta las 11 de la mañana, no es un "juicio temerario", contárselo a otros estos hechos, (aunque no debería hacerlo) tampoco lo es, quedaría entonces en lo venial. Lo grave entonces sería él "como" lo digo, con escándalos o no, vergonzosamente o no -humillándolo-, en perjuicios de sus intereses, moralidades, honores, etc, ahora, si además digo que es un "fornicador" sin saber que lo sea, (aunque lo sea) pero yo no tengo prueba de ello sí que lo es, ya que siempre debe existir una relación de medida de lo que decimos con el "cómo lo decimos", porque no está mal tampoco el "juzgar preventivamente", como el guardar la llave del carro en una caja de seguridad, ¿o es que vas a dejar el dinero de tu cartera al albur de cualquier parte para que lo tomen?, a pesar de que haya alguien ahí que no conoces, estas "reprimiendo la coyuntura" (juzgando) no a la persona, no de que tiene "cara de ladrón" sino de las "circunstancias", en estos casos, dice el Espíritu Santo que "para la lengua del sabio es ornamento para los discursos". (Lingua sapientum ornat scientiam), (2022, p. 52).
Tendemos hablar más para supuestamente quedar bien con el otro, cuando sabemos menos del tema, y aún mayor cuando se tiene deseos, vicios, o sentimientos desordenados, y ahora como está la "sociedad de corrompida" la mayoría de las conversaciones giran mayoritariamente sobre "vanidades", y "estupideces", aquí, entre menos hables y das entender las cosas mejor será, de que vale hablar mucho y de que no te entiendan, o decir lo mismo que dice en las escrituras con palabras no santas, exponiéndose al ridículo sobre todo por los que sí saben, se dice en proverbios 13, 3 "quién vigila su boca, guarda su vida, quien abre sus labios, busca su ruina", frente a este hecho uno tiene que ser "vigilante", "centinela" de sus propias palabras, sobre todo cuando del "cuidar la lengua" se trate, decía San Ambrosio "ay de esas personas que tienen el -"vertido de la locuacidad-"" (tremelentiam loquacitatis).
San Francisco de Sales expresa en su texto "Introducción a la vida devota", "No digas: Fulano es un borracho", por haberle visto embriagado una vez; ni le llames adúltero por haber visto que cayó en este pecado. No debemos juzgar por mera apariencia en los demás porque podemos estar equivocados, si no existe un deber que lo exija, y no sabes muy bien el contexto, de la persona, no podemos decir que tal persona es "alcohólica" porque una o dos veces vimos una botella en su mesa, quizás no era de él, no lo sabemos, aquí el problema de estos juicios está en la "quejadera" y "criticadera" sistemática, y en no su enmienda, si yo pienso que tal sacerdote es malo en su prédica, o se lo digo, o no voy y ya, pero no se debe estar expresando a montones sobre su mala predica.
Mentiras, chismoseo, fanfarroneo, y de más, que se da de más ante "actos de habla" de vanidades, conversaciones libres, estupideces, difamaciones, calumnias, injurias, lisonjeados, adulaciones, opiniones "nada que ver", o palabras obscenas, inmorales, impuras, murmuraciones, maledicencias, inclusive dentro del "hablar demasiado" te puede conllevar a todo lo anterior (pecados mortales), esto, si no eres prudente y prácticas las "virtudes", en cambio el evangelizar, predicar, decir la verdad con sapiencia, difundir el conocimiento del derecho y de tu profesión, oficio lícito, o de Dios, aconsejar a otros a salir adelante, animarlos, exhortarlos, todos ellos con amor, en resumen, "amar al prójimo como a ti mismo" te llevará al éxito espiritual, recuerda, como dice en Santiago 1, 19 "todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira.
Toda discusión "inútil" y "vana" puede inclusive terminar en "juicios temerarios" y "discusiones pendejas", sobre todo en aquellas que no puedes controlar , el juego, la apuesta, entre ellos el fútbol, y otros temas populares, son los "hobbies" que más nos cuesta tiempo y que nos roban, en enriquecimiento de otros, piénsese en las redes sociales, si ustedes supieran lo que aprovecharían los "santos" y "ángeles" este lapso, realmente se haría lo que se haría, el interregno de lapso es más valioso que el mismo oro, ya que es "vida misma", aun a pesar de que no sea pecado en estricto sentido, llegar a perderla ociosamente sí que lo es, por tanto, toca ser modesto, templado y no ser burlón, y tratar de no salir con cosas sacadas de tono, esto, para evitar cualquier tipo de situación indeseable para Dios, es la "delicadez del lenguaje" la solución, el "cómo", el método del que se debe ir acompañado en conjunto con la "prudencia", si realizáramos un "examen de conciencia" (ejercicio espiritual) frecuente -askesis- nos daríamos cuenta que cuando se comienza "hablar mal del prójimo" podemos notar que no está bien permitirlo. Es indudable que no se causa perjuicio notable a la reputación del prójimo cuando se comenta un hecho de notoriedad pública, el cual le es desfavorable, pero tampoco está bien hacerlo con frecuencia (una cosa es comentar y otra la "criticadera" o "quejadera" de esos hechos ya comentados).
Ya hemos dicho varias veces que debemos de "practicar la virtud" entre ellos el de la "piedad" (don del espíritu santo) o de "caridad" ante opiniones ajenas, que nos resultan incluso favorable, a menos que se trata de un "juicio en particular jurídico", pues si eres litigante, debe relucir el mejor argumento para ganar, con esto no quiere decir que estés faltando a la verdad, sino haciendo lo mejor para que no condenen a tu cliente, el problema siempre será el "juzgamiento ocioso" o "malintencionado", como la jactancia de aquellos que hablan de lo que tiene o no tienen, trata de hablar de sí mismo lo menos posible, y de toda murmuración de la cual se derive un perjuicio grave al prójimo en su reputación, ya que resulta ser un pecado mortal. “el buen nombre vale más que la afluencia de riquezas”, en este caso los pecados cometidos contra el prójimo expresan Santo Tomás, "deben juzgarse según el daño que hayan causado; de esta fuente nace, en efecto, su malicia". (1947, p. 73).
Se dice en Salmo 39, 1-2, "guardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua, pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impío", en este mismo libro en 19, 14, indica “sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño", el Señor para estos casos nos llama al "refreno", indistintamente de los "juicios pronunciados". ¿Cómo solucionar entonces el problema del mal juicio?:
● Sabiduría: es ese conocimiento en general que se obtiene por gracia de Dios y que se llega a tomar por la experiencia, del cual te indica del "como" actuar ya sea conforme a las "verdades", por tanto, este implica la "prudencia" misma y que bien lleva a la "purificación de la conciencia".● Prudencia: es la base de las virtudes de los "actos de habla", nos experimenta el "que" debemos decir y sobre todo del "cómo" según la coyuntura del caso, el modo, el tiempo, las personas a quien va dirigida el mensaje, el lugar propicio, etc, esta práctica es posterior a la "sabiduría".● Caridad o piedad: son las palabras, gestos, y hasta el silencio que se debe tomar en un momento en particular, del cual eviten el herir al otro, inclusive darle la razón (aun no teniéndola), o corrigiéndola con amor una mala acción, dando por sentado la "reprensión correctiva" empáticamente hablando, esta virtud lleva a la "humildad".● Humildad: Es saber que lo se está diciendo es mentira, aceptar su realidad y comprenderla tratando de sobrellevar la actuación o corrigiéndolo con amor.● Paciencia: Es saber cuándo hablar (conforme al tiempo), y mirar de forma decente y cautiva, aunque no estés de acuerdo.● Compasión o empatía: Tratar a otros con cariño, respeto, o afabilidad frente al comentario o acto cometido por el prójimo. Ser empáticos y tener misericordias con ellos.
Teniendo en cuentas estas "herramientas" contenidas como "virtudes" o "dones" podríamos decir que saldrá un "buen juicio" de lo que queremos decir, ya que nacerá del corazón y no de la rancia ira, odio, envidia, o pleito que en últimas, nos enceguece, y nos abrevian la vida, y así como lo hace las preocupaciones y tristezas que nos hacen viejo antes de tiempo, en cambio el corazón bueno, bondadoso, honrado y sereno vive en continuo festín, es como si estuviera en un banquete, tal cual como se dice en Eclesiastés 30-24.
Señores y señoras, "nunca debemos juzgar antes de tiempo" y menos por las "meras apariencias", dice San Pablo 1 corintios, 4, 4-5, en pro de la consecución de un "acto espiritual positivo", este se realizará solo cuando es "justo". Lo i) "que" digamos, pero sobre todo el ii) "cómo" lo decimos marcará la diferencia de aquellos conductos con artimañas pronunciados por los "maledicentes", sabiendo que han faltado a la verdad, "tratan de tapar el solo con un solo dedo", con tal de no quedar mal, por tanto, no se enmiendan o reconocen su error, sino que las disimulan y en vez de aceptarlas se ofuscan. Decía Juan Clisímaco que aun viendo pecar a alguien de frente, no lo contundes, no lo azotes, solo Dios puede hacerlo, "sed lento en creer y más lento es juzgar" (tardus ad credentum, tadior ad iudicandum), y esto pasa recurrentemente por la corrupción misma de su corazón de la inclinación que tenemos mal desde el pecado original, son "meras concupiscencias", que solo se pueden corregir por medio de la compasión (empatía).
Por ello que debamos ejercitar todos los días este error, de querer el estar hablándole todo, "purificando nuestra conciencia", trabajando en las virtudes que nos hace falta, con la caridad, humildad, paciencia, y prudencia, que sumado a esa sabiduría para decir las cosas ya correctamente, escuchando más y hablando menos podemos comprender mejor la cosa. En este aspecto tener "enemigos" resulta importante porque son los que te subrayan lo necesarios de tus defectos para luego corregirte. Tenemos claro entonces que lo que sale de la boca no solo causa mucho mal sino también mucho bien, dependiendo de "como" la utilicemos, se dice en Santiago 3,2, "si uno puede controlar la lengua, puede controlar el cuerpo entero".
Estar en "gracia de Dios" te permitirá conseguir la "purificación" no solo de la "conciencia" frente al tema de la "lengua", sino de todo el "alma", ya que la iluminará y despertará, sintiendo de ella, así la energía y la fuerza divina necesaria para estar en comunicación con el Señor, por tanto, nunca permitas que te hagan descuidar la "santidad" y la "comunión" con Cristo por chismes, murmuraciones, la "maledicencia", "comentar la vida ajena" el "lleva y trae", etc, pues "el que mejor se prepara será para él la mayor la recompensa en el Cielo", mejor dicho la "abundancia de la mística", proviene no solo de tu "fe" y de tus "ejercicios espirituales" de ver o no las cosas sino también de la "acción", es decir, del corazón, del "que" y "cómo" decimos las cosas.
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