"Mas yo, joven sumamente miserable, había llegado a pedirte en los comienzos de la misma adolescencia, «Dame la castidad y continencia, pero no ahora», pues temía que me escucharas pronto y me sanaras presto de la enfermedad de mi concupiscencia, que entonces más quería yo saciar que extinguir”. - San Agustín.
Mario Felipe Daza Pérez
Muchos asocian la palabra “concupiscencia” con el “placer sexual” y esta es apenas una de las formas principales en las que se manifiesta, ya que también puede ser tomado como ese “deseo desmedido” de obtener riquezas y placeres terrenales, o enfatizada también como aquella inclinación hacia "deseos descontrolados". Se dice que una vez Carlo Magno al acercársele un general de su ejército en "estado de embriaguez" con intención para saludarlo y con indignación, le expreso: "aléjate de aquí, das asco", el oficial al sentir tal rechazo, juro no tomar más, y cumplir su palabra. Si recordamos también la historia de Sansón nos podemos dar cuenta que este era considerado como un hombre fuerte y robusto, pero su cuerpo no era compatible con su alma, que era débil, (Jueces 16,1), porque si bien leen el versículo transcrito se dan cuenta que cuando se dirigió a Gaza cayó antes las fauces de una meretriz, ante la "concupiscencia de la carne".
Se indica en el diccionario de la RAE, que la "concupiscencia" (también puede ser entendido en la noción griega como "acrasia" en el -no actuar con buen juicio-, es decir, con descontrol) es ese “deseo ansioso” de bienes materiales, o “apetito desordenado” de placeres sexuales, de las cuales está prohibido por la Ley de Dios, debido a su "perversión". Este sustantivo es considerado como ese “estado de anhelo” (thymos), pero que generalmente es sensual (lo cual incluye la lujuria, y puede que otro pecado capital, como la gula y la avaricia) de lo que en el judaísmo se puede considerar como "yetzer hara" o "inclinación al mal", esto, antes de convertirse en lo que el termino latino se reconoce como "massa damnata", o “multitud condenada”, lo que en el lenguaje musulmán está en el término con la palabra "nafs" en árabe, siendo este concepto no tan preciso. En resumen, como en la mayoría de las palabras en la Biblia que se traducen como el “deseo apasionado" asociado a lo "perverso”.
Si nos vamos a Mateo 5, 27-28, encontramos a la "concupiscencia" como ese "deseo peligroso", inclinado al pecado y apegado a los vicios que está llevando a la "ruina" o "condenación" a mucha gente, entre ellos a jóvenes, dicho enemigo es astuto, porque no se ve, ya que germina como si fuera un grano, y que crece con el tiempo a medida que lo sigas alimentando, por ejemplo, el alcohol, las drogas, prostitución profanado a ese deseo material de conseguir cosas que no necesitas, aun no se lleven a cabo, por tanto, es una conducta que se da incluso en los pensamientos
En la filosofía helenística, en especial en el "estoicismo", con Zenón, su fundador. la "concupiscencia" ("epithymía", está relacionado al "orge" y "eros" distinguido más como juicio ético que religioso) era determinado como uno de los vicios abundantes también de la época, asociados al placer, también a la libido igual como distinguió Crisipo y luego Cicerón. Uno de los más sensatos dentro de esta escuela en época tardía, como lo fue Epicteto, expresaba que se debía luchar a toda costa contra este mal, ya que no solo perturba la parte física sino también el alma.
El gran apóstol San Pablo nos habla en primera de Tesalonicenses 4-5, sobre las cosas que le agradan a Dios y que no, y de lo que negativamente se refiere a es a la "pasión de la concupiscencia", pero no dice cuáles son, entendida esta como apetito, no solo sexual sino también material, lo que hace énfasis es el buscar la santidad y evitar la fornicación. En esta misma escritura se indica que es la voluntad de Dios que todos obtengamos la "santificación", por ello que debamos apartarnos de la impureza, por tanto, dejando a un lado eses deseos o placeres vanos, nadie debe estar engañando a otro ni por encima de otro, para conseguir lo que quiere, amarse los unos a otros.
El mayor estudiador de este término de la "concupiscencia" fue sin lugar a dudas, San Agustín (entendiéndola, como "lujuria pecaminosa", debido a su transmisión generacional -su concepción es metafísica- y no psicológica-, por tanto, todos los tenemos), este ultimo lo introdujo en varios de sus textos, indicándolo cómo el "vicio" desde el "pecado original" y que por tanto nos viene arrastrando hace mucho tiempo atrás. El pensador teniendo en cuenta en sus estudios al principio en Platón, mira en su fundamento principalmente en que el "alma es inmortal", pero que también mientras que se está en tierra su concepción va unida a la carne y al espíritu, ya que es uno solo.
Los ejemplos de la "concupiscencia" son muchos, no solo para los simples pecadores, sino también para los "santos" (y sobre todo estos últimos) se dice que una vez San Francisco Sales, le escupió la cara a una persona que le quiso tentar; Santo Tomas, le tiro un tizón encendido a alguien por lo mismo lo intento, y San Benito se arrojó a los espinos debido a los altos grados de presuntas concupiscencias en sus pensamientos, y también San Pedro, se bañaba con agua helada con tal de controlar este "vicio", otros, acudían a ayunos, mortificaciones, penitencias, etc., por ello, la importancia de estar en gracia de Dios.
También se cuenta que Teodosio fue una vez a comulgar, pero San Ambrosio (maestro de San Agustín) no lo dejó hacer, debido a sus pecados mortales, a lo que este trayendo como ejemplo al Rey David, como a Salomón, que fue adúltero y ocasionalmente homicida, no le había pasado nada, pues el sacerdote le expresó, que, si era tan bravo de imitarlo en la "concupiscencia", también lo debía hacer en la "penitencia", de allí que los santos no sean reconocidos como "tembleques", sino de "corajes".
El mensaje es salir de la "zona de confort", vivimos en plena vigilancia de nosotros mismos, y viviendo en sobriedad, y, por tanto, de ello que debamos evangelizar no solo en nuestra familia y terreno, sino si se puede en otras ciudades, ya que nadie es profeta en su propia tierra, es necesario que se diga de las verdaderas de la fe, conocernos nosotros mismos para poder hacerlo, con corazón, devoción, obrar y ayuda a los demás. De esta forma sabemos que la lucha no es contra la carne sino contra principados, dominaciones, etc, tal cual como se expresa en Efesios 6.
Me gusta mucho una alocución latina, que utilizan muchos los liberales y libertarios del común y que el gran economista Von Mises utiliza como eslogan (y toda la Escuela Austriaca de Economía, por tanto, no es coincidencia) y es: "Tu ne cede malis, sed contra audentior ito", es decir, no te rindas frente a la adversidad ["concupiscencia"] y enfréntala con mayor audacia, que en este caso seria "sabiduría", se dice que la frase viene de proviene de la Eneida (Siglo I a. C.) del escritor romano Virgilio y también tomado en el estoicismo por Séneca, en sus Cartas morales a Lucilio, frente a todo ello, nunca discutas con las tentaciones, ni dialogues con el "enemigo" porque perderás, solo destrúyelo, aniquílalo, recházalo, con la "vigilancia de los pensamientos", pídele a San José o San Benito que te ayuden o sigue sus métodos.
Así como no podemos atrapar la "conciencia", ni las "corazonadas", tampoco podemos hacerlo con el "aire", y la "concupiscencia" se trata así también, no puedes tomarlo y no trates de jugar con él, porque pierdes, es un verdadero tiquete a la condenación, sería mejor perder un ojo o una mano, que seguir en el vicio recurrente que te estaba llevando a la ruina, ahora, si tu encierras en un recipiente a ese "animal brío", tarde o temprano morirá, lo mismo pasará con los malos deseos o apetitos perversos, por tanto, como toda basura debe ir eliminándose, o suprimiéndose de tal forma que se extinga en vías a la "purificación" lo que va en contra de la "vía unitiva" de la "iluminación".
Toca ser prudente en el aumento de las virtudes, previéndose de todo, aumentando la fe, porque nunca saben ni la hora ni el momento, debes volverte exigente, pues no puedes esconder tus talentos, sino sacarlo y ponerlos al servicio del Dios, porque el que tiene se le dará y le sobrará, eso sí, viviendo con tranquilidad, trabajando todo lo que se pueda, según su capacidad, en la administración de esos dones, muchos que por pereza no hacen nada, y se vuelven apáticos, debemos negarnos a nosotros mismos, para la salvación.
Para Aristóteles este tipo de "lujuria" (constituida como especie de la "concupiscencia") se obtiene por parte del deseo humano, no solo en lo material sino también en lo espiritual, uno para el cuerpo y otro para el alma, es decir que actúa en dos vías, por ello que sea tan peligroso, porque afecta todo la "pisque" y el "nous", por tanto, trasciende la mente, concibiendo de lo que conocemos hoy como adulterio, fornicación, glotonería, avaricia, y entre otros pecados más, como una de sus subespecies, tomado como "soberbia del espíritu", o "inclinación del Yo".
Según la Iglesia, y siguiendo por supuesto a San Agustín, podemos distinguir tres clases de "concupiscencia", en su texto "Confesiones", aquí, el Obispo de Hipona, menciona algunas, de las más recurrentes, y el primero de ello que tiene que ver con la "mirada libre", o la "curiosidad" (disfrazada cómo de "conocimiento", pero que termina siendo "vana"), el del puro placer de los ojos, como cuando estamos viendo una mujer muy hermosa, y de paso pensamos algún deseo sexual, solo en el pensamiento (o viceversa), y también puede extenderse en otros sentidos, como el olor, el oír, gusto, etc, que se enmascara entonces en el "deleite" no solo "sexual", sino también "material".
Fuente: Elaboración propia |
Si por un lado tenemos la "concupiscencia ocular" (concupiscentia oculorum), también de esta se desprende en caso de materializarse o ejecutarse, la "carnal", que se gesta con la "cópula" en lo que tiene que ver con los pecados de la carne en sí misma, y ya no solo del espíritu enfermo, que permanece en nosotros que según Santo Tomas de Aquino se presente como un defecto pero connatural, que debemos eliminar por estar "caídos" desde un inicio y que puede ser grave, porque aun presuntamente saneado se puede extender hasta el matrimonio, por ello que sea importante incluso en estos sacramentos practicar los votos de continencia (como se propone en Mateo 21, 18-22) y castidad, para no permitir quedar subsumidos nuevamente de este mal.
Dice San Agustín en su libro "El matrimonio y la concupiscencia":
"Los que prefieren, por mutuo consentimiento, abstenerse para siempre del uso de la concupiscencia carnal, no rompen el vínculo conyugal; más aún, será tanto más firme cuanto más hayan sido estrechados entre ellos estos pactos, que deben ser guardados amorosa y concordemente; no con los lazos voluptuosos de sus cuerpos, sino con los afectos voluntarios de sus almas".
No podemos entrar nuevamente en esas discusiones que ya fueron refutadas en el pasado con las denominadas ideas maniqueas, pelagianas, arrianas, y demás que fueron desvirtuadas y que ahora quieren resurgir con otros nombres, sobre todo bajo la etiqueta del "protestantismo", y también de la "nueva era", del que algunas sectas determinan que evitar el pecado es casi imposible y terminan flexibilizando las reglas a su acomodo, subjetivamente, y no objetivamente, del cual les hace aún nunca superar la "concupiscencia", lo que le será imposible entonces conseguir la "gracia de Dios" y por tanto el grado de santidad.
Esta la llamada "concupiscencia de la carne", que corresponde como ya indicamos anteriormente, tiene que ver dar un paso más allá, al hecho de lo que los ojos por curiosidad "morbosearon" o "desearon" no solo en el aspecto sexual, sino también material, por ejemplo, con la "envidia", haciendo de ellos alguna activación de los demás sentidos, este tipo, no importa si la persona es soltera o casada (aunque en este ultima es menor, si se da la copula en su "estado divino", esto dentro de la postlapsaria, como orden social), puede ser cometida por cualquiera, porque su grado dependerá de su "perversión", pero que tendrá mayor efecto por supuesto cuando se trate de "actos sexuales" y esto se debe más que todo no como elemento emocional solamente, sino por "falta de voluntad" que no es "educada".
No me puedo considerar un "puritano", ni creo que nunca lo seré, humildemente trato de esforzarme para llegar a ese estado, porque la perfección solo se conseguirá cuando tengas la "santidad plena", que en este caso sería cuando estés "muerto", pues, el placer o el deseo derivado de este "vicio", pululara todo el tiempo mientras vivas, por ello, que debas aplicar la "prudencia", y la "sabiduría", con tal de minimizar estos costos, en lo relacionado sobre todo las pasiones, debes saber detener el pensamiento y por supuesto la acción, que bien actúa como una semilla, que no le debes regar ni dejar crecer, debes rechazar desde el inicio cualquier tormento para tu mente, cuerpo y alma, tal cual como se dice en Eclesiástico 18, 27-33) "el hombre sabio es precavido en todo, en la ocasión de pecar se anda con cuidado, tus deseos refrena, no consientas todos tus anhelos, ni te complazcas de la buena vida [encuentra la incomodidad], en suma, no te empobrezcas festejando con dinero prestado, cuando nada tienes en la bolsa".
Nadie puede decir que la tentación viene de Dios, y somos tentados porque el Señor permite su consentimiento, esto es falso, no hay excusa para escabullirse de estos deseos si bien tu no los rechazas, todos estamos expuestos a este mal, solo depende de ti, hacerte a un lado frente ello, cada uno es camino de sus propias "concupiscencias", lo que le mata es la necedad, el curiosear, aniquílalo con la buena voluntad, ya se dice en Gálatas 5-17, "Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne ya que tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais, Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, etc". (Gálatas 5. 17-19).
Si nos damos cuentas, la "carne" tiene sus propios apetitos, lo mismo el "espíritu", y pueden que ambas tengan comunes y que cuando se unen, el mal del espíritu será mucho más terrible, pensemos en las "orgias", la "envidia", "embriaguez", que no solo nubla la mente en las decisiones, sino también afecta el cuerpo y ensucia el alma, en contra de los gozos del espíritu santo, lo que debemos luchar entonces es en contra de esa "concupiscencia" que se gesta desde la infancia, y que va originado desde nuestro antepasados, sanando intergeneracionalmente, a pesar de que hayamos sido bautizados, queda el renuente en nuestra psiquis que debemos batallar hasta al final de nuestra vidas, por ello la importancia de la "perseverancia", y quien lo haga "gana".
Antes, se decía que con Marcial, en el siglo primero se hablaba ya de tres tipos de "concupiscencias", uno referido al amor de las riquezas (philoploutía), otro al de los honores (philotimia) y por último a los placeres (philedonía) -este ultimo distinguido en lo ya referido-, la mayoría de los filósofos, historiadores, poetas greco-romanos hacían esta diferenciación, de lo que luego los monjes del desierto y los padres de la Iglesia también identificaron como males en contra de la visión beatífica, y por tanto, por ello que hayan adoptado el modelo asceta y de purificación, que en cierto modo comprometieron su "santificación", en relación a estas vías depravadas, o de caminos mundanos, vanos, en sombra de las semilla del pecado.
De las "concupiscencias actuales" identificables, podemos mencionar dentro de la subclasificación aquellos que son ocasionales de las habituales, que en todo caso lleva a la propensión de los deseos, ya sea comenzando como una semilla, o ya sea en las ramitas, pero que en nuestro caso es base de los demás pecados. Como con ella contrae al tercer tipo, relacionado a la "soberbia de la vida", que es el primer error por medio del cual "Lucifer" cayó, y de allí se derivaron los demás "vicios" (que aquí ahora colocamos de último, como sorpresa), pero que comenzó por supuesto como una "concupiscencias de los sentidos", tal cual como se describe en primera carta de Juan 2-16, cuando se expresó, "porqué todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo".
Si resistes con audacia, o bien con "sabiduría" a estas "concupiscencia", podemos expresar que consigues la "pureza" en su "plenitud", y por tanto, la "gracia" indicada para la "amistad con Dios", después de ello, no hay campo para otro pecado, porque bien no habrá semilla que deriva de otro más (al respecto, ver "Sobre la dimensión del Alma de San Agustín), y esto se hace por supuesto con la "continencia" y en su máxima expresión con la "castidad" como gozos del "espíritu santo", evitando toda tentación de curiosear, a lo vano, no estar pendiente de mirar o oler, sin justificación alguna, con tal del hecho de conocer más, ante la "vigilancia del pensamiento", y de lo que los griegos hablaban como "demon" -relacionado aquí con "Asmodeo", con tal de sanar las enfermedades del cuerpo y el alma.
Para resumir, todo comienza por la "concupiscencia de los ojos", la tentación más mortal hacia la "concupiscencia de la carne", que se gestó desde los al borde la humanidad con Lucifer cuando cayó debido a su "orgullo" (soberbia) referido a ese deseo vano y curioso de deleitarse por medio, y a través de lo terrenal, es decir por los "sentidos" disfrazado con el don de "conocimiento" y "ciencia" de querer saber más, cualquiera que sea de la base de los tres va a dar lugar por supuesto a los demás pecados, que, según Santo Tomas, seria a desórdenes tan graves como la gula o la lujuria, como origen incluso de la avaricia, la vanagloria de los que Evagrio Póntico denomina como los "ocho espíritus malvados", y por lo que en general el "enemigo" tienta no solo por este mismo espíritu sino también por la carne, a donde más le convenga.
En la identificación de las "tres concupiscencias", sería ahora muy importante que, dentro de nuestras oraciones, penitencias, sacrificios, etc, pidamos no solo "sabiduría", sino también el "discernimiento de espíritu", con tal saber cuándo el "enemigo" nos quiere tentar por la carne o por el espíritu, y es allí donde nace el "origen de estos males" porque no se oponen entre sí, es decir, se encuentran, y si tú las rechazas te dejarán de mortificar "hasta otro tanto tiempo", esto, sin nunca acabar hasta el último momento de tu vida, de allí la "perseverancia", y el "poder del control" y de la "dominación" hasta el "final de los tiempos".