Páginas

25 de agosto de 2024

LA PARRESIA: SEAMOS ATLETAS DE LA VERDAD (PARRESIASTÉS)


“Que no se embriaguen con vino, que junten la humildad con la verdad”
San Pacomio el Grande

Mario Felipe Daza Pérez

Puedes descargar este artículo en Word o Pdf, aquí

La libertad de decir la cosas tal como son, eso le podemos llamar libertad de expresión, pero no siempre, porque puede que digamos sandeces, la cuestión están en decir lo correcto y en el tiempo ideal, con respecto a lo que es la "verdad", por ejemplo, cuando en aspectos políticos hablamos de la corrupción, o de lo jurídico de lo ilegal, en estos casos la “parresia” es el discurso desnudo tal cual como lo conocemos, y es esto lo que determina su "franqueza" ya sea para hablar pero también para escribir lo que se sabe sobre una situación en concreto, de algo que sea "incorrecto", sobre todo "moralmente hablando" en lo que respecta a su caminar de forma franca, sincera, honesta, no quedando de esto duda de lo que se dice o hace, sin tanta voltereta, quedando claro, el “arte" de lo que es decir lo "verdadero" asi no nos guste.

El término de la “parresia” como vemos es mucho más amplio que decir las cosas a “mochas”, puede ser tomado este concepto incluso como un "estado de vida", marcado en todos los aspectos, bien cuando expresamos “ese hombre obra con parresia” o es un “parresiastés”, aunque no existe que alguien que sea un “parresiano” en estricto sentido, pero se puede incluir en el lenguaje la noción, como un “atleta” pero de la “verdad”, de decir las cosas francamente. De todos modos, de esto podemos extraer que existe en sí un valor cuyo derrotero va marcado con la valentía para el habla/escritura, en cuanto a lo que significa decir las cosas de frente, la diferencia de lo que demarca la “expresión” como derecho, es que en el primer caso estaremos permeado por un "espíritu" que es "santo", del cual va en conjunto con ser un hombre devoto, sacramental, llamado a la mortificación, al conocimiento (gnosis), siempre encaminado a la verdad misma con el fin de predicarla: “kerigma”.

Al decir todo con el todo, determina lo que es la valentía de las palabras a lo que va unido también a la franqueza de ser un “parresiastés”, en el trato de ser sincero, sin tapujos, tal cual como lo encontramos en las predicaciones de Jesús (revísese el Evangelio de Juan), en el Templo, o de las parábolas, hasta incluso podemos hablar de un don, más que una virtud, del que va entre marcado a su vez con si el “cardinal” de la “fortaleza”, de lo que significa esa "libertad” de decir de todo para todos, sin esperar respuesta positiva, sino “humillación” o "criticas negativas", por tanto, además de ser una figura retórica del discurso sobre todo moral, es empleada para todos los sentidos profanos (como el de la "ciencias"), incluyendo  el divino como lo es el “cristiano”, del cual debemos defender a capa y espada en lo que respecta nuestra “fe”.

Hablar libremente hoy en día resulta tan difícil, pero esto hace parte del ejercicio diario, de la “ortodoxia”, pues de qué vale saber mucho si todo te lo guardas, y no expones la verdad de las cosas, de las injusticias, de allí que esta libertad de expresión, no solo implique cuestiones éticas-religiosas, sino de todo tipo de resultados como hemos comentado ya sea en el contexto comunitarista o individual, aunque el término haya sido utilizado luego por filósofos contemporáneos como Foucault (véase Discurso y verdad o el Coraje de la verdad) el concepto es griego y da una connotación aclarante, y del cual resulta propicio traer hoy en día para combatir las insidias del maligno, de la carne, pero sobre todo del mundo, siempre centrado en decir de todo para todos, sin o con retórica, ni con una presión interna-externa, indistintamente del riesgo que tome el “parresiano”, llegando a ser una obligación moral siempre en decir la verdad, sea lo que causare para la gloria de Dios.

Parece ser que el primer registro del término se tomó con Eurípides, luego seguido en las “Ecclesia” de Grecia, posterior en la denominación de las “retóricas” de defensa (como la de los abogados), piénsese en el "juicio de Sócrates", que por hablar con libertad terminó enjuiciado por emplear la “parresia” al cuestionar presuntamente objetos divinos (asebeia), un delito, conforme a la profanación de los dioses del Estado, pero del que también fue utilizado "sin vergüenza" por los cínicos, entre ellos Diógenes, y por Jesús, en contra de los fariseos, de lo que significa hablar abiertamente, buscando el "habla riesgosa" pero "prudente". Precisamente cuando le dices a un ser querido que está obrando mal, estás actuando como un parresiastés (un espadachín de la verdad, de lo correcto, de la ortodoxia), indistintamente se moleste o no, eso ya no es problema tuyo, tú lo dices sin tapujos, esto fue precisamente uno de las virtudes de los griegos, entre ellos de Demóstenes en sus discursos como cuando denunció los actos de Filipo II de Macedonia.

Decir el todo “pan” y rhema”, todo ello conlleva unas implicaciones, no solo sociales, sino también jurídicas que puede traer penas leves hasta graves, porque al que no le gusta, puede que inicie repercusiones judiciales en tu contra, por el presunto “honor”, y bien personales, queriendo hacer daño de alguna manera en contra de tu persona, lo único que le debe importar como amigo de la sociedad o de la fe, es decir siempre la verdad, la veracidad de las cosas es lo correcto, de lo que se tiene conocimiento, mientras que lleve a la “orthos”, y “doxa”, en estos términos precisos a la “parresia” del cual significa “seguridad” y “confianza” en el trato con otro y otros, es un no temor no fundado en el trato con él sino con un conglomerado, conforme a una audacia para hablar/escribir, de decir cualquier cosa con franqueza.

Aquel que dice la verdad, es libre y suele ser denominado como un “parresiastés” y este concepto ya no solo lo encontramos en el “cristianismo” aunque muy poco nombrado, sino desde antes con la filosofía helenística, con el ya nombrado Sócrates, pero también su nieto académico como lo fue “Aristóteles”, en La Ética a Nicómaco, la cual lo vincula este “valor” llamandole "magnanimidad" igual como lo hace el santo seráfico Santo Tomás de Aquino, podemos decir que todo estos que practican esta costumbre se pueden llamar también “mártyron aletheias” o "mártires". No en vano Gregorio Nacianceno, y muchos otros padres de la Iglesia, hayan sido críticos de tanta "herejía" (falsedades), ante tanta enceguecimiento y sordera del mundo, para ello que sea necesario ser un “parresiastés” (neologismo), un “atleta de la verdad”, porque si no pasan las cosas injustamente, y quedan las falsas, ahora si usted es un laico/religioso el que está leyendo esto, no se quede callado, denuncie lo que no es correcto de cualquier forma, pero que quede registro, que usted hizo las cosas correctamente, actuando conforme a lo que era debido a la “moral”, en nuestro caso de la “moral cristiana”.

Si ustedes revisan el libro de los “Hechos de los Apóstoles” que es el texto insigne, inicio de la “parresia” por parte de estos “atletas de la verdad” conforme a lo que sería luego el Evangelio, y  del recorrido que hicieron de la vida los "evangelistas" fue con ello la importante de la  “parresia”, del cual podemos significar como libertad, coraje, audacia, franqueza, osadía, que a la final se puede conglomerar con otros valores, del que dentro del contexto moral y ético virtuoso se traduce mucho más amplio, porque va atado a un “espíritu” que es “santo” quien es el que te conduce, para hablar/escribir, conforme a la “maduración” de tu “alma”, cuyo resultado son las llamadas "bienaventuranzas", piénsese en la “pobreza de espíritu” o sus frutos como la “humildad”, o la “mansedumbre”.

Aunque el término “aletheia” no significa “atleta” pero si parecido al de “parresia” aquí lo asemejamos como “guerreros de la verdad”, del cual relata ese “hombre” la franqueza de los hechos, cueste lo que cueste, lo verdadero, lo “orthos” y “doxa” (ortodoxo), desnudando la mentira, la falsedad, lo que no se sostiene por sí mismo, ya se dice en Proverbios 1:20-21, “la sabiduría clama en las calles, alzar la voz en las plazas, en los principales lugares de reunión, en las entradas de las puertas de la ciudades”, esto es, en decir nuestras “razones” y “justificaciones” de lo que es “correcto”. Y esto es lo que quiere Jesucristo que hagamos, que digamos la verdad, para ser verdaderamente sus discípulos, tal como Él lo afrontó en sus tiempos como “hijo del hombre”.

Por otra parte, dentro de las “órdenes religiosas” y “laicas”, mencionados una de ellas como lo son los “carmelitas” en este caso conforma a la filosofía de la “santaza” Teresa de Ávila, describía la “parresia” como el significado de decirlo todo, sin agüeros, sin mitos, igual como aconteció en el "juicio de Sócrates" en ambos casos existen ejemplos de parresia por una parte de una fe pagana, por otra cristiana, causadas en la libertad para hablar y decir la verdad, tal cual como aconteció con los patriarcas, apóstoles, profetas, ser campeones, atletas, guerreros, de la predicación, de la palabra, de la verdad, de lo correcto antes los tribunales, los hombres, donde fuere, es un “santo orgullo”, que va acompañada con la “franqueza”, la “fortaleza” y la humildad, tal cual como lo demostró nuestra Madre Maria, en el “magníficat”, un modelo de este concepto, al reconocer ser “esclava” y de la “grandeza de Dios”.

De igual forma lo podemos encontrar no solo en estos personajes, y santos, sino en los padres y madres del Desierto, dentro de los relatos de los fragmentos extraídos podemos aclarar de lo que fue el del anciano (abad o stárets) cuando le preguntó al Abba Mateos, ¿dime una palabra! A lo que este exclamó: “Ruega a Dios que te llano en tu corazón y tengas humildad, que te haga mirar tus pecados, no juzgues a otros, sino que ponte debajo de todos, no tengas amigas con un niño, ni confianza con mujer, ni amigo herejía, en cambio, cercena de ti la confianza (parresia), [visto como valentía], dominando tu lengua, y tu estómago, bebe poco vino, si alguien habla de cualquier asunto no discutas con él, y si lo que expresa está bien, dile, si, si, si, si está mal, tu sabes lo que dices, no disputes con él acerca de lo que habla y esto es humildad”. Le dio a entender que “recortará cualquier discusión, y que comenzará a arrepentirse de todo lo que había hecho, porque el tiempo está cerca”.

En estos aspectos y siguiendo con los padres del desierto según el monje egipcio Evagrio Póntico, se cuenta con la “parresia” solo el hombre que ha purificado ante todo el mal sus vicios, y de allí que pueda hablar con Dios, sobre las “pasiones” que le someten, pensemos en el Santo Job, en esto casos, el "parresiastés" debe ser crítico pero respetuoso dentro de su franqueza ya que debido a su "libertad de hablar" puede herir a otro sin razón, aun sin decir la verdad, por lo que puede terminar equivocándose, del cual el comportamiento del que ejerce esta práctica no está en escribir o hablar de más, sino lo que es con “ortodoxia”. El guerrero debe saber cuándo, cómo y que hablar, aun asumiendo el riesgo de quien recibe, cuando lo hace libremente sin coacción o tortura.

En Job 22:26, se indica: “Entonces hablarás [deleitaras] con libertad ante el Señor”, y esto es la parresia de la franqueza de poder hablar con Dios, que no solo se dio con este santo, sino con muchos otros, como hemos comentado, y del cual pudieron hablar del tema, entre ellos, Clemente de Alejandría, Doroteo de Gaza, Evagrio Póntico, Basilio de Cesárea, y protomártires. De todos estos sucesos podemos encontrar indicios fuertes de “parresiastés”, incluso el Papa actual ha dicho que “pide a los obispos sinodales hablar con parresia y escuchar con humildad”, entendiéndolo como no solo como la libertad de pensamiento y de expresión, sino de poder expresarse sin presión, siempre en camino a la verdad que es su mayor fundamento.

En el profeta Jeremías, precisamente en el versículo 1:6-9 podemos encontrar, solo para colocar otro ejemplo, una connotación de “parresiastés” que a nuestro juicio nos encanta y este marcado cuando este dice:

“Yo exclamé: Ay, Señor, Yahvé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!» Y Yahvé me contestó: No me digas que eres un muchacho. Irás a dondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte -palabra de Yahvé. Entonces Yahvé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras en tu boca”.

Dice el arzobispo Héctor Ruben Aguer, “la parresia de la fe debe corresponder la audacia de la razón" del cual debe estar encaminado a la salvación, pero también, en el apostolado, misión de la Iglesia y del cristiano [católico] ortodoxo. El atleta, guerrero de esta estirpe, en definitiva, el “parresiastés”, debe conlleva la antorcha de la libertad total para poder hablar, sin tapujos, sin presión externa-interna alguna, sin coacción social, económica, ni política alguna, porque ya que las condiciones se la permiten, no está atado a un lobby, o politiqueros, ni alguna espiritualidad dañina, sino a la "verdad misma" que es Cristo, que es el camino trazado por el “Evangelio”, conforme a lo enseñado en las “Sagradas Escrituras” por Dios.

Entendiendo de una vez que el “parresiastés” para ejercer la “parresia”, no debe de tener presión alguna, ni fundamento moral en contra, sino que bajo la libertad dada por el "espíritu santo", puede decir la verdad, implantando las expresiones correctas en favor del Reino de Dios, de la Iglesia, de la salvación de las personas, por tanto esta debe ser libre, sin coacción, espontánea, con valor, valentía, franqueza, sin pusilanimidad, ni miedos, debe estar enfocado en lo que se deba decir, sin vacile, correspondida en la "sagacidad de la razonable", siendo "astutos" como serpientes, pero "mansos" como palomas (véase Mateo 10:16), como decía San Pacomio el Grande “Que no abandone la verdad bajo el imperio del temor y que no sostenga nada que sea contrario a la verdad por exaltación de su corazón”.

18 de agosto de 2024

LA CONTINENCIA FORTALECE EL ALMA


Mario Felipe Daza Pérez

Puedes descargar este artículo en Word o Pdf, aquí

Normalmente cuando hablamos/escribimos sobre el valor de la “continencia” si nos viene a la cabeza —dependiendo a la adopción filosófica que tomemos—, una que otra noción, por tanto, este concepto, no es propio del cristianismo, sino que está atravesado en todos los rincones éticos destinados del ser humano, de allí que uno se deba reprimir de cometer tales conductas o no, sea como fuere, ya sea de no comer dulces, o tales bebidas, implicando incluso algunos errores de contenido, como el que se determina con la castidad. Se puede decir de esta última que está relacionado íntimamente a lo "sexual", mientras que el primero no necesariamente esta atado a ella, ni tampoco significa lo mismo, porque entonces se llamarían diferentes, ni tampoco podemos tomarlas como sinónimos, con razón decía San Pablo en Romanos 15:18: “Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, más yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco”, la acción aquí ocurre para ambos contra la voluntad querida y sin embargo desechada, generando una “dicotomía de las voluntades” cuya solución está finalmente en la “gracia” pero del cual requiere de un "esfuerzo".

De hecho, los griegos llaman la “continencia” como “enkrateia” (autodominio) y la “incontinencia” como “akrasia” (véase Ética a Nicómaco, aunque también utilizada por Sócrates, Jenofonte, Platón, entre otros, del cual la definen como la base de todas las virtudes de modo secular), siendo no tan completa su definición porque le faltaría el complemento de la "fe" (revelación sobrenatural), una verdad no revelada, del cual en su sentido simple podemos traducirlo como “fortaleza/templanza” del cual va de la mano con la voluntad y el control de las pasiones, pero que a la inexistencia de la “gracia” queda en nada sin un "esfuerzo", contrario aquello al descontrol de las facultades del alma del cual podemos encaminarla dentro de no solo de la "teoría de la acción del hombre", sino de la ética de la virtud, ahora "católica ortodoxa", de esto que nuestra posición de lo que se refiere a la continencia se toma más exacto en la vida tomista-aristotélica, que en una vía agustina, por ser más acertada este enfoque, en cuanto a los controles totales de los deseos, no solo de la carne-lujuria, concebido en lo sexual, sino también carne-gula, comida, y demás excesos, por tanto el “deseo”, los “desórdenes” esclavizan a la razón, ya que no lo dejan actuar en sí mismo sino que se mantiene condicionado a una falta de libertad (voluntarismo).

Cuando San Agustín le dijo al Señor, “dame continencia y, castidad pero todavía no”, supo diferencia lo uno de lo otro, de todos modos lo igualo en la forma de no cometer más pecados sexuales, de lo que implica que podría cometerlo en cualquier modo y en cualquier momento, esto implica que es diferente el ser "casto" que el "contenerse", siendo todo esto una gracia especialísima, divina, definitiva, y no temporal. Por tanto yo puedo contenerme a no comer dulces por tres (3) meses, la cual aplica a todo ámbito y no solo libidinosos, en cambio, no podría decir soy casto de alcohol, porque no es correcto, sino “abstemio” que es el término ideal, entonces, definir dicha noción como la que "refrena los movimientos sexuales” no es valedera ya que no únicamente implica lo “sexual” como lo deja claro más adelante en su texto sobre “continencia” sino también otras cosas, de allí que exponga en sus "confesiones" un "conflicto de voluntades", una vieja, y otra nueva (del cual camina de la "volutas carnalis" hacia una "voluntas espiritualis") del cual tiene su impacto en el alma.

Ahora, si bien la castidad es un bien supremo angelical, del cual todos deberíamos llegar a tener, no depende de nosotros, sino que se debe a Dios concederlo, pero sí que nos corresponde pedirlo, esto, para vivir de acuerdo a las facultades ordenadas, y naturales, ya sea como soltero o casado, otra cosa es ser célibe (que es el estado de vida, o es una especificación propia de los religiosos por medio de votos), en este caso, la virtud de la continencia que es de menor grado, no depende del todo de la gracia de Dios, ya que puede ser expuesta por esfuerzo del hombre (enkrateia), en vía a concederse al "don divino", se mira más bien como un medio de prueba para llegar a ella, si es que en verdad la quieres tener, sobre todo en lo que se refiere a los aspectos sexuales, pero no siempre es así, porque podría implicar otras cosas, de allí que Santo Tomas lo relacione con la "virtud cardinal" de la “templanza” como parte potencial como un "acto interno del alma".

La importancia de la continencia es que puede ser temporal y para que se vuelva definitiva frente a un vicio en específico se necesita de otra virtud como lo es la “fortaleza”, hasta que llegue a otro mas fuerte como lo es la castidad pero para el aspecto sexual, o bien a la abstinencia en los otros puntos cardinales, en cuanto a los deseos o placeres como de la "pureza", por tanto la "resistencia" se da con esa inexpugnable valentía del hombre del cual se da en la "fuerza de voluntad" (voluntarismo), como ante paso al grado del "don divino", es decir, la Trinidad quiere por tanto primero un esfuerzo previo para su concesión en todas las aristas, sobre todo el más superior de ello, como lo es ser “casto”, del apetito concupiscible del cual se porta de igual modo en el que practica sobre la continencia en contra del incontinente (akrasia), de allí que diga Santo Tomas de Aquino: “El que practica la continencia es movido por la razón, mientras que el incontinente es movido por el apetito concupiscible” (Véase, II-II q155 a3 ad2).

Cuando tomamos los textos de San Agustín, entre ellos, la “santa virginidad”, este nos dice en su punto 43 que también la continencia es un “don de Dios”, en “amor a Dios” en su capítulo 13 nos refiere de este “regalo” pero pedimos predicarlo que es concedido, pero no tan especialísimo como la “castidad”. De todos modos, en todo ellos existen unos terribles enemigos, que no solo es referido a la lujuria, sino a todos los demás vicios y pecados, del cual podemos considerar su primer contrincante como lo es la carne en contra del espíritu, del cual se libra a diario, como si fuese una “guerra civil”, es un combate, que se vence con la oración, el ayuno y la penitencia (ascesis), pero también con la huida, pero del cual como hace parte de la concupiscencia debemos convivir con ella hasta el último de nuestros días. Como ven no es tan fácil librarse de esto, sobre todo si alimentamos las ocasiones de pecado, los sentidos se vuelven más agudo para los “logismoi” —despertamos la sensibilidad—, como lo que se propone a través del mundo, con la música, el arte, el cine, las conversaciones sexuales, que inundan, en las redes sociales, de allí que el obispo de Hipona destaca no la "templanza" como Santo Tomas sino la "fortaleza" el derrotero para vencer de estos enemigos del alma, lo mismo que hace el “demonio” en contra con sus ataques del cual debemos reprimir frecuentemente para no caer en tentación.

Si han analizado con lo escrito, en estos casos, de la "dicotomía de las voluntades" estamos de acuerdo mayormente con el contenido que nos expone el Santo Angélico mayormente que con lo que nos dice San Agustín, esto es, en atribuir, la continencia más relieve en la voluntad que una gracia divina, aunque no quita que Dios mismo te la puede dar en cualquier momento, pero esto significa que debamos tener de todos modos un mayor esfuerzo humano que esperar uno celestial en cuanto a la abstinencia de los deseos concupiscibles (y eso es lo que quiere la Trinidad), no los hace ver por medio de la "razón", y por consiguiente está sujeta al pensamiento de Dios, a su santo temor, mejor dicho es una "facultad del alma" dentro de la elección del ser el discurrir en la teoría de la acción, en el poder proponer resistencias a estos vicios del cual arroja un "bonus track" para la adquisición de otras “abstenciones” como el referido de la castidad, y de otras formas preternaturales de impureza, o placeres desordenados, visto como un todo.

De esta forma, indistintamente de la gracia de Dios que se obtenga en medida, que la puede tener de varias formas, con tal de repeler las incontinencias (akrasia), estas acciones nacen naturalmente, con la razón, no por efecto divino como la “castidad”, que no se adquiere por esfuerzo humano, sino que es un regalo que se va consiguiendo con el tiempo (si Él quiere), en cambio, el otro valor se determina con las ganas, el esfuerzo, las lágrimas, los sacrificios, la sangre derramada, los dolores acaecidos, los sufrimientos recibidos, los ayunos hechos, las súplicas solicitadas, etc, por así decirlo nace de esa resistencia que se va aumentando en las "virtudes teologales", como la que se predetermina en la "adquisición de dones sobrenaturales" como es el “ser casto”, de allí que las "virtudes cardinales" como lo son la fortaleza (San Agustín) como la templanza (Santo Tomas) resulten importantes, dentro del ordo divino, el disciplinarismo, y el "sistema de justicia de Dios" con tal en últimas de combatir contra todos los vicios (logismoi) que afecta el ser humano —antropológicamente hablando—.

Siguiendo con San Agustín, en su texto “Combate entre los vicios y las virtudes” en su capítulo 23 contra la impureza dice que no es un gran crimen el mancharse con las manos propias y con las ajenas, con tal de que no se llegue a la unión del hombre y la mujer, pero destaca lo necesario que es mantener la “integridad corporal”, que es verdaderamente lo que afecta al hombre, y esto verdaderamente le preocupa porque dice, siguiendo las escrituras “que ningún impuro, poseerá el reino de Dios”, y esto lo sigue afirmando luego en el capítulo 24 sobre la lujuria, en cuanto a la entrega sexual del placer, pues la cuestión no es el sexo de la mujer y hombre como algo malo, sino el que es "desordenado", no el que se hace castamente, si no el impío, de allí que uno debe esforzarse para conseguir la "continencia", esto es, buscarlo, suplicar, y practicar la virtud, y finalmente dice: “¡Qué corto es el tiempo de la fornicación, porque con eso se pierde la vida eterna! ¿Qué provecho y ganancia proporciona al cuerpo lo que tan rápidamente lleva el alma al infierno?”

De allí que este concepto haya sido establecido como un "Dogma de la Iglesia" según el Obispo de Hipona en el capítulo 31 del texto con el mismo título, explica pues que la "continencia", es mejor tenerla que no, pero no es suficiente para la felicidad, ya que se necesita de la “comunión con Dios” y un amor por la pureza como un todo, y más aún si no se tiene al servicio de Dios (serviam Deus)  sería más bien como un divorcio más que un matrimonio de nuestras almas con Cristo, por ello que estemos llamado a la "virtud interior", miremos lo que sucedió a San Agustín en su vida privada que siendo más radical que Santo Tomas de Aquino, por esto es que hable/escriba con tal referencia de las cosas "lujuriosas", llevando la "continencia" no solo relacionado a la "castidad" misma, sino también al "corazón", a su "pureza", porque de estos salen, pensamientos malvados, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, perjuicios y esto es lo que contamina al hombre. 

Veamos gráficamente como la describiríamos nosotros:


Si revisamos el cuadro descrito, tenemos cuatro (4) valores, incontinencia, la abstinencia que sería la continencia (la humana, pero tambien puede ser divina, regalada por Dios en parte, o como un todo), tambien está la castidad, que es don divino, que se da, no se nace con él, y la virginidad, que pueda que sea natural o divino, por tanto este último puede implicar una castidad o no, porque aunque no exista relaciones sexuales, no necesariamente se es casta, porque puede ser adultera de pensamientos o de corazón (sophrosyne, “castidad mental”, o “integridad corporal-sabio”), eso no lo sabremos solo la Trinidad, dentro de lo que compone cada uno existe una suma de esfuerzos humanos, que es mas de ser “continente” del que viene por encargo celestial, o del casto, que es si o si, un "don sobrenatural", los primeros pueden ser temporales o definitivos, en cambio, el ultimo permanece en el tiempo, hasta que cambia el estado/condición, una son movidos por virtudes cardinales y en otro lado mayormente por las teologales.

Como vemos la continencia no es castidad ni tampoco es lo único que refrena los movimientos sexuales, es tan solo un paso, y a medida. Aun así esta noción se da gradualmente por esfuerzos del hombre a veces o no y en compañía con la gracia de Dios (porque puede que sea falsa), por ejemplo de las que se dan en los malos pensamientos, y los sentidos del corazón, como de las acciones, frecuentes en asesinatos, adulterios, meros vicios, ninguno de ellos puede realizarse si no va precedido por la "conducta" el llamado es por tanto, luchar contra ellas, en especial en refreno de la "continencia espiritual" que es una resistencia a la concupiscencia no solo carnal, de allí que San Agustín diga que la "naturaleza humana es buena, aunque enferma", exactamente explícitamente afirma, “bueno es el espíritu y buena es la carne; y el hombre, que consta de ambas, una gobernadora y otra gobernable, un bien es, aunque mudable. Solo que, en esta naturaleza del hombre, bien fundada y organizada por el bien, se produce la guerra, porque falta el vigor”.

Una persona continente (enkrateia), vive refrenado, como si fuera un freno de mano en contra de los deseos no solo lujuriosos, sino también materiales de cualquier sentido, la cual abarca generalmente mucho más que la castidad, ya que esta última es una especie de la misma, que ya se ha conseguido como regalo, y es definitivo, así se haya caído, es una gracia de por vida, de un "don" del cual precede la carne a favor del espíritu, cuando ella misma visualiza se se denominará "espiritual-almática", porque se someterá todo deseo al "pneuma", no solo con repugnancia alguna, sino también sin necesidad alguna de alimento corporal (acicate) con tal de la elevación en la vivificación de la espiritualidad. Recordemos la "falta conciencia" de los maniqueos, que llevaron al extremo lo presuntamente "malo del cuerpo", y así como hacen varios "herejes", por tanto, el hombre se redime a través del cuerpo como vehículo, y esto no se puede perder de vista dentro de la naturaleza humana como algo incorrecto.

Así como existe falsa humildad, falsa sabiduría, existe la falsa continencia, piénsese en la mujer u hombre, que se contiene en ser abstinente en lo sexual pero lo hace pensando para aumentar su "vanidad" de una falsa creencia en su belleza (vanagloria), sabiendo que la verdadera esta fundada únicamente en la fe que nos da Dios, no en la fe de los hombres, más bien se empeñan con consciencia/inconsciencia servir a los espíritus inmundos con esta actitud, del cual va en ultimas reprimiendo nuestro espíritus, de allí que podamos hacer violencia al cuerpo con ayunos pero no severos, ni mortificaciones duras, ni practicando una ascesis sin sentido, esto es soberbia, y con este método no venceremos nuestros enemigos, más bien caeremos en la "superstición" de la "idolatría".

Hermanos, el secreto de la "continencia" no solo está en refrenar lo sexual, o las facultades desordenas de lo libidinoso, sino de reprimir todo acto contrario al fortalecimiento del alma, y por tanto de todo lo que venga de la concupiscencia, lo cual es contrario a la sabiduría, y al santo temor de Dios, ya decía Isaac de Nínive en su libro “don de la humildad”, “sin ascesis no hay santidad”, de este modo, al controlar estos vicios carnales, elevas el espíritu y sobresalta la importancia para obtener la gracia para estar en comunión con Dios, ya se dice en el libro de Sabiduría 8:21: “pero, comprendiendo que no podría poseer la sabiduría si Dios no me la daba, y ya era un fruto de la prudencia saber de quién procedía esta gracia recurrí al Señor y le pedí, y dije con todo mi corazón”.

Por tanto pidamos sabiduría, supliquemos castidad, y por tanto fortaleza y templanza para poder tener continencia, ya que esta última se obtiene practicando la virtud, sometiendo la carne, negándose a sí mismo, renunciando, humillándose, esforzándonos, todo esto para que luego podamos decir como expresó San Pablo, "vivo, pero no yo, sino que Cristo vive en mí" (véase Gálatas 2:20), deseemos las cosas de arriba, no las de abajo, lo que ofrece el mundo, entre ellos, la impureza, pasión, concupiscencia mala y avaricia, son todas ellas en últimas una forma de soberbia y de idolatría del cuerpo y los espíritus inmundos, ya decía San Juan Bosco: "Quien se preocupa mucho de su cuerpo y poco de su alma, acaba por caer en los brazos del demonio". ¿De qué nos vale ayunar? Cuando es para perdurar en el pecado, tener mayor deleite en los pensamientos malos (logismoi), por tanto, "entrenemos el alma", a través de los "ejercicios espirituales" con tal de triunfar y salir victoriosos

Renunciemos a nuestros vicios, revisémoslos frecuentemente (examen de conciencia), para saber cuáles son, porque si morimos con ellos, no viviéramos más, reprimámoslo, con astucia, y agresividad (confesémoslos), sí no sucumbamos en la incontinencia, de la debilidad del hombre enfermo, se un luchador, un atleta, y persevera hasta el final, una cosa de rescatar de todo lo dicho, es que si bien la "continencia", es una forma general de la abstinencia, como lo puede ser la "castidad", y que esta última solamente está referida a lo sexual, la primera puede estar inmersa en la segunda, es decir puede haber "seres continentes" dentro de lo casto, como la que se predica en el matrimonio, aquí se refrena el deseo carnal fuera de la reproducción, indistintamente sea licito o no, del cual se puede tomar como ejercicio de la fuerza de voluntad o ejercicio espiritual, o ante el exceso desenfrenado del sexo con la pareja, del cual pueda aparecer la incontinencia y más tarde la infidelidad, por ser habito recurrente.

En todo modo o circunstancia frente a todo eso, sea la castidad, pero en este caso en especial la conciencia se debe actuar con discernimiento, pero entre todo ello con “sabiduría” para poder distinguir lo correcto, lo virtuoso, lo verdadero, de lo falso, mantengámonos en lo posible solteros o casados, pero en continencia en vías a la concesión a la "castidad", como gracia divina definitiva, indistintamente de la edad, para mantener así no solo un cuerpo puro sino también un alma, del cual pueda echar raíz en todos los sentidos en ese querer de los pensamientos y los fundamentos del corazón (noéticos), tal como lo hizo nuestra Madre María, Jesús, San Juan Bautista, entre otros santos, quien no solo fueron castos, sino vírgenes, con dominio propio (enkrateia) corazón puro, conciencia sin ataduras, ni esclavitudes, buscando dentro de ellos la “deificación” (theosis) de su alma, como reflejo de lo que significa estar en "comunión con Dios".

11 de agosto de 2024

LA CORRUPCIÓN DE CUERPO Y ALMA: BUSCA LA “THEOSIS”


“Porque un cuerpo perecible pesa enormemente sobre el alma, y nuestra cáscara de arcilla paraliza al espíritu que está siempre en vela”.
Sabiduría 9:15

"Dios no permitiría el mal, si de él no pudiera sacar bienes".
San Agustín

“Por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia”.
2 Pedro 1:4

Mario Felipe Daza Pérez

@mariodaza


Puedes descargar este artículo en Word o Pdf, aquí


La “corrupción” es un tema tan antiguo y tan atiborrado a la vez, que da a veces desgana hablar del asunto, pero es que creemos desde nuestra posición que esto o aquello es “corrupción” (libros enteros que se escriben), sin llegar a tomarse en verdad las causas originales de lo “corruptible”, además de lo que causa la falta de virtudes, de lectura, o de ejercicios espirituales, el mayor problema lo fue y lo sigue siendo el “pecado”, sumado a ello la “ignorancia” (estupidez), no de las ciencias profanas, sino del camino a la salvación (soteriología). Por tanto, toda “corruptela” (en cualquier materia) se debe a los deseos, placeres y gozos mundanos del hombre por necedad, que aquí vamos llamarle “falta intergeneracional” que tal cual tiene sus inicio, —antropológicamente hablando— desde “ben adam”, de hecho, su primer fundamento ha sido el “orgullo”, la “soberbia” como género, y especie, siendo este vicio la causa de todos los males y de allí el constructo de la “concupiscencia”, en total, una mezcla de pecados de espíritu y de carne, que ya hoy conocemos y que si sistematizaron a través de los llamados “logismoi”. 


Este problema antropológico tiene solución siempre y cuando el hombre se niegue a sí mismo, en la renuncia de sus placeres, es decir se sacrifique por amor a Dios y a los demás y no en pos de sí mismo (autosatisfacción), tener una concepción ascética de la vida es el camino, en consonancia con una filosofía de fe cristiana, es decir, católica [ortodoxa], esto, te hará evitar caer en la tentación, y por supuesto controlará la concupiscencia (ya que no se puede eliminar) puesto que viene de fábrica desde nuestros nacimientos (peccatum originale), todo ello hace que hablar/escribir de “corrupción” nos haga perder el tiempo porque casi nadie ve esto, debido al “racionalismo burdo” existencial que niega las causas primeras, como decía Aristóteles (véase Metafísica), la cual no permite abordar desde otros saberes, como el económico, político, sociológico, jurídico, etc, tener en cuenta las causas segundas. El historiador-político inglés Lord Acton decía, “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, es solo dar un poco de poder a un hombre y verá como falta a sus virtudes, y más si no está entrenado en la “ascesis” se destruye asi mismo y hace caer a los demás. 


Por eso, somos enfáticos en crear una “escuela de las virtudes”, tal cual como lo pretendía hacer el Beato Francisco Palau, o ahora nosotros desde una perspectiva de la “escuela disciplinarista”, que le hemos llamado “disciplinarismo puro y duro”, ya decía San Serafín de Sarov, “cuando la mente y el corazón se unen oración y los pensamientos no se dispersan, la Gracia de Dios ilumina y enciende el alma, y una alegría y una paz profunda inunda a todo el ser interior del hombre”. El hombre en estos casos si no tiene su “mente” unida a “Dios” lo tendrá conectada al mundo y por tanto a sus deseos o placeres, que siempre han sido los mismos por miles de años, poder, sexo, alcohol, envidia, codicia, curiosidad, etc, es lo mismo de lo mismo (pero actualizado, con tecnologías), “faltas” que se repiten de generación en generación, lo malo de esto, es que no le ponemos coto, por varias razones que no entraremos aquí, pero que simplificamos en el “no esforzarnos”, “no sacrificarnos” en el camino de la “libertad”, pero de la verdadera, no de la esclavitud de estos vicios ideada a través del liberalismo, racionalismo, revolucionarismo, etc.


Hemos comentado en otros escenarios que el mal imperceptiblemente a adoptado varios técnicas de ataque militar-espiritual, duras y blandas, de varios y muchísimos enfoques, del que ahora podemos tomar que son silenciosas en algunos aspectos y otras visibles pero cambiantes a la realidad del momento, por ejemplo, estas modificaciones de gran calibre cuando se apoderó de estos planteamientos desde el siglo XVIII en adelante de lo que sería de las conceptualizaciones abstractas, como el de la libertad, del cual surgió el liberalismo, capitalismo, socialismo, etc, un montón de ideologías, del cual cuyo molde sería la batalla de la verdad en aspectos suaves, ya no tan belicistas. Dado que la caída del hombre se debe al orgullo y sus manifestaciones, muchos componentes ahora se están maquinando desde áreas distintas, lo cual daría lugar al acabose con la humanidad, por medio de esa “herida latente” que se gestó con la “corrupción” de cuerpo y alma.


Todo el Evangelio en las Sagradas Escrituras está lleno de verdades, pero no solo esto, sino también de “misterios”, lo que sabemos es gracias a lo que nos ha dicho la Iglesia Católica por su tradición, pero aun faltaran datos que evidenciar, entre ellos fenómenos que no se han revelado del todo, públicamente, puede que privadamente, como por ejemplo, para mencionar solo una, el tema de la “Transfiguración” de “Cristo” en el Monte Tabor, pues a ciencia cierta nunca vamos a saber todo lo que allí pasó, pero si lo esencial, de esto se explica algunas consideraciones, y podemos extraer de esto por lo menos, una “ilustración” no del “racionalismo” sino de lo que nos dice el “espíritu”, en cuanto a lo que compone lo que espera de nosotros en la otra vida, de la poderosa luz que llevamos por dentro, si solo seguimos el camino correcto de la verdad. El momento de la muerte corporal y una vez purgado, se llega a librar de las pasiones, por ello que toque trabajarlas desde antes y este es el contenido de la luz misma, la de su gloria (nika), y de lo que Él nos quiere compartir si seguimos su ejemplo.


Como discípulos suyos, según nuestra misión, debemos entender y aceptar lo que se nos quiera iluminar en el alma, pero para esto necesitamos tener un espíritu puro, santo, en la mayor medida posible, ya que así es que nos podrán comunicar algo de su “luz increada”, teniendo en cuenta la medida según la capacidad que tenemos de recibirla, esto quiere decir, que entre mayor materialismo, consumismo, obtengamos menos espiritualidad conseguimos, y aumento de lo que es la “corrupción”,  es lo uno o lo otro, es decir, es “ortodoxia o muerte”, no hay grises, la vida de un “católico ortodoxo” es esa, tener casi lleno/completo el vaso (de honor) de la gracia que nos da el Espíritu Santo, pero para que ello suceda necesitamos reunir todos de unos requisitos formales/materiales, entre estos, bautismo, sacrificios, esfuerzos, lágrimas, actos, para acrecentar estos medios a través de la ascesis (ayuno, vigilias, penitencias, mortificaciones), estar en plena comunión con Dios con tal de adquirir esta “energía vital” (“viriditas”, le llama Santa Hildegarda).


El verdadero fin de nuestra vida terrena es ser templo del Espíritu Santo, es decir tener un santo espíritu, compartido con Dios, en comunión, si no tienes claro esto, entonces para qué ser “cristiano” o vivir de alguna u otra fe, no es ser exagerado, ni “fanático”, eso sirve para lo material, para la “idolatría”, no para lo que son las cosas del creador. Vivir por tanto en obediencia a sus mandatos y cumplirlos con humildad es la razón de nuestra libertad y existir, servirle (serviam Deus), glorificarle, llegar a la “transfiguración” de nuestro ser a esa luz resplandeciente a la que hoy viven los “santos”, los miembros de la Iglesia Triunfante, es por esto último que se ha evitado (katejon), por parte de los planes malvados del maligno y sus secuaces humanos, que no aceptan la verdad, y quieren ver el mundo arder, y crear mayor corrupción que la establecida al inicio de nuestras vidas. 


Las apariciones de los seres divinos, como la Santa Theotokos, nuestra madre, no solo es para verla, venerarla y decir que “linda”, no, viene principalmente con mensajes, de arrepentimiento, lágrimas, penitencia, súplicas, oración, para que cambiemos, nos transformemos (metanoia) en consecución de lo que hay, que es la verdad misma, la cual la “corruptela” (como acción) ha querido impedir, en consecución de la paz absoluta, a causa de la guerra no solo bélicas (armas duras, utilitaristas), que ha quedado a un segundo plano, sino de la “cultura” (armas suave, pero más eficaces y eficientes). Bajo este hecho, los hombres que hacen el mal son verdaderos demonios encarnados, de allí la labor de los monjes, o monjas no sólo religiosas, sino laicos, en aumentar su espiritualidad, con ejercicios espirituales y materiales, con tal de ayudar a sacar del mundo de este caso, que muchas veces no es perceptible ante el ojo humano, sino del alma, y esta la luz del Paráclito las que nos ayuda con esta tarea en contra de los vicios, principalmente de la “acedia”. 


El pecado de “acedia”, es una suma entre tristeza y pereza, no solo se repercute en un dolor, desesperanza, frente al abandono de la vida espiritual, entre ellas de la ascesis, sino de toda comunión con Dios, como la oración más simple, la práctica de los sacramentos, la las lecturas santas, sino todo aquello que beneficie al alma, esta visión es una las técnicas mayormente utilizadas por el maligno, para atacar a los “consagrados” principalmente, luego a los regulares, y en nada a los irregulares, dado a que no les aplica por estar pegado al materialismo, consumismo. Lo que Él quiere que se haga, es evitar el ocio, lo pasajero, las alegrías temporales, la vanagloria, en estos casos el hombre recaído le da más duro levantarse, porque puede conseguir para ello la dureza del corazón, que le llaman “aridez”, y ya para qué va a querer luchar contra el mal si es ya un mal en sí mismo, se vuelve tenebroso y facilista su intelecto, le dice sí a todo, en cuanto a lo placentero, se vuelve “afeminado”. 


Siendo lo “corrupto” lo que acompaña al hombre, y observando que no se puede “eliminar” sino “reducir” o “controlar”, la mejor manera de hacerlo es con las “virtudes”, siguiendo los preceptos evangélicos, y aplicándolos en nuestro diario vivir a través de “ejercicios espirituales”, con tal de que el alma, no le sea fácil esquivarlos, la apetencia a la comida, a los lujos, la avaricia, todo ello lleva a la “corruptela” y por tanto de nuestros oficios y actividades, por ejemplo, sino no lo tenemos claro, el día de ostentar un cargo público/puesto laboral/oficio por mucho juramento que le hagas a la Constitución y de jurar en vano a Dios (que es un pecado) vas a caer estrepitosamente, y esto es un condena para tu ser, como para la ruina moral, indistintamente de las sanciones que se alleguen desde la justicia humana (penales, disciplinarias, civiles, etc), y esta suma de impíos, se adjuntan, al espíritu del anticristo, eliminando, o al menos socavando todo lo construido por la civilización cristiana desde sus primeros albores (siglo I en adelante). 


Según la historia, la primera fuente de civilización al menos normativa, (véanse, Fernanda Pirie, 2022), se dio en Mesopotamia, hace 4000 a.c aproximadamente, pero desde aquí, como fuente jurídicas ya se luchaba contra la “corrupción” (véase el Código de Hammurabi) es decir, nos acompaña desde el principio un “orden”, todo hombre que se considera políticamente correcto, se debe considerar como un hombre verdaderamente corrupto, porque quiere seguir la moda, la vanidad, antes que el Evangelio o al menos la verdad (indistintamente de su religión), toda alma en comunión con Dios está llamado a la obediencia, sin demora, y eso es humildad (véase la Santa Regla), siendo esta la virtud que trasciende a todas ellas, transversalmente hablando. Lo que habita lastimosamente en el género humano es ser un prisionero de sus vicios, la conciencia está hastiada desde hace unos siglos con lo que ha sido introducido dolosamente, minimizando su rol espiritual reduciéndolo a uno meramente “racionalista”, dejando por fuera su “componente almático”. 


Esta limitación de la espiritualidad no viene por sí solo, sino que se dio hace poco tiempo, algunos siglos (que en las escalas de las eras no es nada), en especial desde el foco de las revoluciones, entre ellas la era de la ilustración, iluminismo que trajo consigo el desorden del revolcón francés, estos poderes espirituales ahora mermados, del cual nos queda ahora difícil recoger y recuperar, dado a lo ya enunciado, y porque no buscamos la gracia de Dios (cultivándola), ni siquiera inconscientemente, a esto se le suma la corrupción de la caída, que se ha venido incrementando su calidad, y cantidad, por encima de los seres humanos, que ya no creen en los demonios, ni en la justicia de Dios, sino que solo en la misericordia acomodada, cuando esta última hace parte de la primera. Los ídolos si no son ellos mismos, lo es el dinero, el poder, la fama…


Siguiendo con lo que es la base antropológica del hombre (ánthropos o anér) desde su caída, cuando Dios nos hizo a “imagen y semejanza”, nos creó a partir de su “espiritualidad”, no de una “materialidad”, en el deseo de poder conocerlo, glorificarlo, servirlo, no que no fuéramos nosotros mismos, esto lo que trajo fue la desobediencia y por supuesto la soberbia que ya hoy conocemos, precisamente cuando liberales, ilustrados como Rousseau, Locke, Voltaire, hablan/escriben de que el hombre es bueno o malo por naturaleza, esto no se concibe como lo establece la filosofía cristiana, que bien tiene su similitud con la ciencia, como la que expone Mariano Sigman, o Steven Pinker, es decir, no venimos como una “tabula rasa”, sino con ciertos elementos desde nacimiento (fábrica), y esto de poder concebir lo correcto de lo incorrecto desde niños e inclusive desde bebés, la cual se incluye la lastimación que trajo consigo esta “soberbia”, con la llamada “concupiscencia”.


Desde que nacemos Dios nos pone leyes naturales de justicia, pureza, inocencia en nuestra alma, y de lo que es la comunicación de Él, cuestiones básicas, que son propias para que puedan salvarnos, como alimento para el alma, pero que a su vez se puede ir degradando o aumentando, según nuestro estilo de vida, o de lo que sea de uno, sea pobre, rico, mendigo, como fuera, eso no le importa mucho, si somos obedientes y humildes, nuestra acción almático se mostrará ordenada, y permanente comunión hasta la perseverancia final, y esto es lo que se quiere, todo ello centrado en el camino de la verdad, y la vida, si ahora nos desordenamos no solo en las cosas espirituales sino del cuerpo tenemos una hecatombe total para toda nuestra familia, por ello que se haya traído/introducido algunas reglas disciplinarias para que esto no sucedería, cuando no se cumplen a cabalidad, “adulterio”, “robo”, etc, resumiéndolo en “soberbia” y por tanto en actos parecidos al “Satán”, de allí que entre la “conciencia” como “regla motor”.


El el fin “conciencia” es llevar al “alma” a la “sindéresis”, reconocido como ese juicio de inteligencia no solo humana, sino divina que se hace sobre los pensamientos, palabras, obras, y omisiones para ver si actuamos correcta/virtuosamente o no, en todo caso al no venir como una tabula rasa, estamos codificados para saber que es mal o no, y para esto son las facultades que fueron introducidas desde el inicio, conocidas como “dones naturales”, el intelecto, la voluntad, la razón, además de la luz irradiada (infusa), sirve para abstraer esta verdad, por tanto para tener mayor “discernimiento” de estos aspectos del cual nos acerca de su relación con la “Trinidad”, respetándolo, honrándolo, y es así como llegaremos al estado salvífico, compartiéndonos en últimas su “visión beatífica”, por la cual fuimos creados por primera vez, según el estado o condición que haya provisto (es un misterio), pero que nos promete en la “resurrección” según la conceptualización de lo que significa ser imagen y semejanza de su creación, de lo que ahora se llama ser estar “libre de mancha”.


Al ser el hombre creado (algunos científicos hablan de “introducidos” que contribuyen sin querer a la “teología”), fuimos creados igual que los ángeles, y Dios (espiritualmente hablando), en cuanto al componente almático, respecto al intelecto y voluntad, porque no se nos quitó el “nous” a pesar de haber pecado, y eso lo que nos mantiene hasta última instancia para decidir en “parte” según su porcentaje, el poder condenarnos o salvarnos, pero del que en última dependemos de la “gracia” para que podamos ser transfigurados, del cual se inicia desde una “chispa divina”, un soplo (pneuma), de allí el término de “adam” (hombre) o ben adam (hijo del hombre), en este caso de nuestro cuerpo (aunque sea también un misterio) visto como “instrumento” para nuestra salvación o “corrupción” (muerte definitiva), de allí que San Agustín nos diga que somos meramente dos cosas, i) cuerpo y ii) alma (y no mente, que es un “reduccionismo psicologista”), no más de ahí, y esa morada mientras que vivíamos debe ser bien llevada, templada, es mejor dicho, es nuestro tiquete para la “transfiguración”, el buscar a ser “justos” (como lo fue el Santo Job). 


Hemos entendido que somos “mortales” de “cuerpo” más no de “alma”, pero podemos ser “inmortales” del todo, si nos salvamos, y resucitamos, y esto depende de la gracia de Dios en primera medida (predestinación) y en otra de nuestra colaboración o cooperación (que no debe ser entendida como “doble predestinación”) del cual no es posible sino redimimos para que ello pase, contribuyendo a esta causa, esto es, cargando nuestra propia cruz, en cuanto a una concepción soteriológica, antropológica, de las cosas, debes escalar ascéticamente (consiguiendo la “theosis”), para vencer así las tentaciones, los vicios, y todo tipo de trasgresión iniciada desde la caída del hombre (el ben adam) y de ello viene lo que significa lo “intergeneracional”, a cuanto a lo que es la “originalidad”, se trata todo ello de lo que ha sido la “corrupción” y del que debemos vencer mantenerlo a la raya hasta el último de nuestros días, aun estando moribundos ya que por sí solo no nos podemos salvar, a esto se le suma que corresponde a cada hombre individualmente salvarse (con oración/penitencia/súplica, etc), y también a otros, si es posible. 


Es esta revelación a la creación los que no ha llevado primeramente a la corrupción de nuestro cuerpo y alma, que mal tiene sus resultados en lo que hacemos, o sino miran los indicios o niveles de corrupción de los gobiernos en el mundo, en todas existen, a nivel o mayor grado, inclusive en los que son “Estados ateos” pero que fueron construidos gracias a la civilización cristiana, o sino detallen sus banderas, o escudos, y estos hechos son olvidados por los “incrédulos”, por tanto la “permanencia” de esta “corruptela” se vuelve en un “pecado imperdonable”, (véase Concilio de Trento), a pesar de ser bautizados, confirmados, se puede seguir con el error hasta la muerte corporal, debido a nuestros malos hábitos, vicios, llegando a postrarse como “deterministas” de nuestra “condena”, pero que en últimas hemos a veces por nosotros mismos, debido a la “inclinación concupiscible”, por el mundo, tentado por las tácticas del maligno, de allí nuevamente que reluzca la ignorancia, como objetivo para vencerla, es decir, para no caer en pecado, lo uno lleva a lo otro, soteriológicamente hablando. 


La tesis de la predestinación en los Padres de la Iglesia en este caso pueden variar, incluso con el catecismo, pero el resultado puede ser el mismo, algo importante por acotar es que la gracia, si o si, viene de Dios, porque la fe, igual que la caridad y la esperanza son virtudes teologales que solo la Santísima Trinidad concede, ahora, puede que como fruto de la redención, colaboración, oración, súplica, etc, existe cierta sinergia de cooperación sin que esto signifique direccionamiento de la gracia santificante, ya que esta se encuentra corrompida en cierto punto, lastimada, no solo con la caída, sino con el mantenimiento del desorden en el mundo y su aumento gradual, lo cual no permite ver su lado espiritual, místico, por esto que se no se puede salir del fango fácilmente, a menos que el Señor quiere rescatarnos de él, pero quiere que se lo pidamos, o al menos así lo pueda disponer para que lo haga otros servidores (instrumentos, soldados suyo), dentro del acto de libertad limitada (voluntarismo) humana en la configuración de su “orden disciplinario” (ordo).


Digamos que existen muchas formas de salir de este tipo de “corrupción” que se puede conseguir desde la “ortodoxia cristiana” de occidente u oriente, entre ellas, las reglas de San Benito (menciona ciertas artes de obras de espiritualidad), como la Filocalia Rusa, etc, e inclusive de otras religiones, pero en este caso queremos traer a colación a “escalera” que nos describe el monje Juan Clímaco del cual va dirigido para conseguir una “vida ascética” en contemplación (hesicasmo), consiguiendo por ello una vida anacoreta, ya sea ermitaña o cenobítica según nuestro estado/capacidad, que bien se basa en los 30 años de vida que tuvo Jesús, antes de entrar a su ministerio de piedad, de salvación. Ya se dice en Hebreos 2:14-16, asi como estamos llamado a la participación de la Eucaristía para nuestra transfiguración, lo hizo el demonio en contra, pero de la muerte en vida, y de la otra, esto, al estar sometidos a su “esclavitud”, porque a la final el “hijo del hombre”(ben adam) no les interesa estos “ángeles caídos” sino los “hijos de Abraham” y sus descendientes (es decir, nosotros).


En esto casos siguiendo en su gran mayoría a San Agustín (véase, De gratia et libero arbitrio y De correptione et gratia), nuestro mentor espiritual principal conjuga la fe y la gracia, como una sola, y de allí en adelante lo que se conoce como la “voluntad” para mantenerla o acrecentarla, ya que sin ella el hombre no puede conseguir nada, no proviene del amor propio (amor fati, como lo proponen los “estoicos”), dentro de la masa de pecadores existentes, en estos casos Dios sabe quién se salva o no, por ello que elija quienes lo sean o no, la preocupación debe estar siempre centrada de no desentenderse de no estar dentro del grupo selecto de ellos, y esto se sabe según nuestras obras, si somos humildes, caritativos, mansos, bondadoso, empáticos, etc, es un medidor de su gracia, ya que se ha perdido a partir de nuestra caída (concupiscencia), y que sigue aumentando debido a nuestras fallas, faltas, vicios, pero esto se puede conseguir en consecución/petición hacia el Espíritu Santo, así caigas en pecado, te puede seguir iluminando (el peligro está en que no sabemos hasta cuándo), y este es el estado de un “hombre justo” hasta su “muerte corporal”. 


Esta parecida concepción de la que expone San Agustín la sigue Santo Tomas de Aquino, pero un poco más abierta a la idea de la  “voluntariedad del hombre”, en cuanto a su justificación, no por las obras porque un hombre bueno lo puede hacer y pos no salvarse, sino que por la fe misma, de quererla, anhelarla, en cuanto a lo que significa esa cooperación con la Trinidad que a pesar de estar encerrado en ese “peccato originali”, resultamos dependiente de la gracia de Dios, que el Señor nos los regala porque nos ama (por ello que debemos cultivarla), obra que se gesta a partir del bautismo, la cual ayuda a seguir en la gracia de la salvación, pero que debido a esa inclinación al mal podamos que no veamos esa espiritualidad, y más aún ahora al raye de la materialidad y no es porque exista una doble predestinación, ni una nula, como la sola fe, de los protestantes (como de Calvino), sino que se basa en conseguir esa “gracia permanente” (vocación) que va de la mano con la “voluntad humana”, porque esta última debe “aceptar”, del cual Él rechaza o acepta, tal como lo considera en sus textos el monje Juan Casiano. 


Siguiendo al Obispo de Hipona, con el solo nacer, ya comienzas con un pie izquierdo, y para quitar este obstáculo debemos bautizarnos, e iniciar a comenzar a practicar los sacramentos, aunque no sea una gracia por sí misma, sino que estamos a la espera de recibirlo durante la vida, aun sin saberlo o no, y contribuir para que eso suceda, por tanto la “gracia” es imperante más que la dichosa colaboración, que para la Iglesia es menester conseguir pero no más que la primera, porque entrenándonos en los sacramentos salimos de la “esclavitud”, de los vicios, pecados, y demás faltas, en todo caso que el Concilio de Orange y de Trento afirman y reafirman en la justificación, del “sinergismo” que defendemos apartándonos un poco de la visión de San Agustín (no tan afirmativa), y creemos que tomó esta posición debido al combate a la “herejía” del “pelagianismo” de la época, pero que luego terminó atenuando pero no del todo, en todo caso siempre será necesario además, la aceptación o no de esta gracia, el “voluntarismo” (así una simple voluntad esperada siempre en la gracia irresistible).


De hecho, Pelagio y su séquito de seguidores no creyeron en la naturaleza del pecado original, y así podemos predicar de ciertos grupos de presuntos católicos o no católicos, protestantes, igual al caso, de todos aquellos incrédulos de la verdad, si revisan su texto “de la naturaleza y la gracia” San Agustín afirma que la naturaleza humana, desde su versión antropológica, se predica lo siguiente: 


“El cuerpo corruptible apaga el alma y la morada terrestre abate los pensamientos, me admiro de la audacia con que pretende sostener que, aun sin auxilio de la medicina de nuestro Salvador, es mérito nuestro él no pecar, atribuyendo el poder no pecar a la naturaleza, la cual manifiestamente aparece tan defectuosa, que el no ver esto es el mayor defecto”, en cuanto a la ayuda de la gracia en la salvación del hombre, La naturaleza fue creada inocente, pero después se corrompió con el pecado, que fue cometido por el libre albedrío. En la naturaleza del bien, sigue expresando que, porque ven cómo el espíritu es víctima de la iniquidad y el cuerpo lo es de la mortalidad o corrupción de dónde procede el mal, es preciso investigar cuál es su origen. Y el mal no es otra cosa que la corrupción de la medida, de la belleza y del orden naturales. La corrupción de los espíritus racionales es voluntaria o penal. Dios concedió a las criaturas más excelentes, es decir, a los espíritus racionales, que, si ellos quieren, puedan permanecer inmunes de la corrupción, o sea, si se conservan en la obediencia al Señor su Dios, permanecerán unidos a su belleza incorruptible; pero, si no quieren mantenerse en esa dependencia o sumisión, voluntariamente se sujetan a la corrupción del pecado e involuntariamente sufrirán la corrupción en medio de los castigos, ¡Oh impía monstruosidad! ¡Oh execrable perversión y corrupción de las almas engañadas! Omito el calificar lo que es decir estas cosas de la naturaleza de Dios, que así es aprisionada, como los maniqueos”.


Ahora, hagamos esta oración compartida por San Agustín para combatir espiritualmente esta “corrupción”:


“¡Oh cuán grande es tu paciencia, ¡Señor piadoso y compasivo, magnánimo, misericordioso y veraz! Tú, que haces salir el sol sobre buenos y malos y haces caer la lluvia sobre justos y pecadores; que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; que corrigiendo a los extraviados les das lugar a penitencia, para que, abandonada su iniquidad, crean, Señor, en ti; que atraes con tu paciencia a los pecadores al arrepentimiento, aunque muchos por la dureza y pertinacia de su corazón van atesorando ira para el día de la venganza y de la revelación de tu justo juicio, el cual ha de dar a cada uno según sus obras; tú, que, en cualquier día en que el hombre se convierta de su iniquidad a tu verdad y misericordia, te olvidas de todas sus maldades, concédeme, Señor, concédeme que por este ministerio de mi enseñanza, por el cual has querido que refuta este execrable y horribilísimo error, que así como muchos se han visto ya libres de él, se vean también libres los demás.


Haz, Señor, que todos, sea por el sacramento de tu santo bautismo o por el sacrificio del espíritu compungido y del corazón contrito y humillado, por el dolor de la verdadera penitencia, merezcan recibir el perdón de todas sus blasfemias y pecados, con los que, sin saber lo que hacían, te ofendieron. Pues tan eficaces son, Señor, tu misericordia y tu poder y la verdad de tu bautismo y pueden tanto las llaves del reino de los cielos confiadas a tu santa Iglesia, que no se debe desesperar de la conversión de todos aquellos que, mientras viven en la tierra, sufriéndolos tu paciencia y conociendo ellos mismos cuán grande es el mal de sentir y decir de ti tales blasfemias, se mantienen todavía en su maligna profesión por la costumbre o por la adquisición de alguna comodidad temporal y terrena; y haz que, amonestados por los suaves avisos de tu gracia, se refugien en el seno de tu bondad inefable y antepongan a todos los halagos de la vida carnal el bien de la vida celestial y eterna”.


Cristo en el relato de los “perritos” (véase Mateo 15:27-28), da entender que no solo los judíos podrán salvarse, sino también nosotros (gentiles) por la migajas que caen, de su gracia, que aunque sea un pedazo es abundante para la “salvación”, esto quiere decir que aunque al principio no estemos llamado a salvarnos por voluntad natural, si de su querer por adopción, por tanto, de esto que se deba hacer todo lo posible para que nos arrope, buscando ayuda, penitencia, suplica, un cultivo de la fe, para que no las conceda, permanentemente, esto hace que sea irresistible inclusive para el pecador más incuestionable (un impío por ejemplo), consiguiendo de estos hechos por tanto la perseverancia final de la fe, que va en conjunto con la mano amiga de la Santísima Trinidad, devolviéndonos nuevamente a las causas primeras y seguir trabajando en las causas segundas, que se toman, a través de lo que hagamos, en cooperación de esta gracia, o al menos de lo que nos prometemos, con el cambio, la oración, la súplica, el bien, la ofrenda, mortificación, sacrificio, etc, haciendo que hasta el más obstinado se corone, porque lo quiere, lo desea por “amor” (scientia amoris). 


Para combatir esta “corrupción del hombre” que lleva su sendero a toda materia que trabajemos o ahondamos al mal, necesitamos trabajar todo nuestro sustento en la “virtud”, y esto se consigue con “oración incesante” (orad sin cesar, véase, 1 Tesalonicenses 5:16-18), práctica sacramental, mejor dicho una vida en santidad, así no se tenga la gracia permanente de la fe, que viene cuando Él quiere (cultivándola/vocacional), y de repente, el mantenimiento depende de esta causa divina, pero también de nosotros, si queremos seguir y aumentarlo, idiotas, sino lo hacemos porque esas oportunidades son pocas, además, porque así ayudaremos a otros almas a salvarlas, y evitar seguir propagando la “corruptela” del “género humano” (véase la encíclica “humani generis” de Pio XII), más en el mundo, el llamado es entonces es consagrarse no solo al Sagrado Corazón de Jesús y Maria, tal cual como ya lo ha hecho, entre ellos Leon XIII (véase, encíclica Annum Sacrum), y los papa Pio IX y X para luchar contras los males de este mundo, anticristiano, lleno de herejías, blasfemias, apostasías, seguida de varias revoluciones en contra de la destrucción del hombre y de las cosas Dios mismo en su creación (causas primeras). 


La teología patrística nos puede ayudar en renderizar el “katejon”, puesto que resume en el concepto de lo que ha sido el pecado original, del cual hace que el hombre que está “herido” por esta corrupción hasta los tuétanos, pero en si no lo hace corruptible en sí mismo, ni absolutamente, esto dependerá, del control que se tenga de la “concupiscencia”, como de los pecados (quitándolos) y demás vicios (eliminándolos) en su vida hacia su “santificación” (hasta mantenerlo), por ello que se requiera de cierta iluminación en su vida, para que se pueda sanar su alma, que fue generada a partir de su caída, generacional, ahora, somos responsables salir de ese fango a través de la gracia, que debemos ganarnos, pero que muchas veces la falta incredulidad (ignorancia) no nos permite, el orgullo (el pecado), soberbia (el vicio), desobediencia (la impertinencia) a los mandatos divinos, lo que nos impide tener una visión beatífica, al nacer ya sin esta gracia santificante, debemos buscarla/pedirla para que sea nuevamente concedida, y luego con nuestra impulso conservarla, mantenerla del cual nacería como plan del Señor desde Abraham y sus descendientes, Isaac, Jacob y de allí para adelante. 


Si nos damos cuenta de todos los males físicos, agobios, ignorancias, enfermedades, que sufrimos y ahora la muerte del cuerpo, estos defectos no fueron introducidos por Dios, sino por el hombre, por engaño (directa e indirectamente), Él solo creó el marco general, la disciplina, el orden, la belleza para su mantenimiento, y ahora se debe redimir, recomponer y pareciera injusto este “sistema”, y solo lo será, desde una óptica de la justicia humana pero por ignorancia o de necedad al no tener ciencia, ni contar con sabiduría divina, el que aprehende los dones sapienciales, así en poco, sabe que para la justicia divina se dan otras connotaciones, ya que toda redención, cooperación de la cruz (scientia crucis) tiene su recompensa en la vida eterna, y fue precisamente el abuso, la extralimitación de nuestros deberes, en este caso de la “libertad” lo que transmutó el castigo a todo este desorden, quitando el “pulchrum” del “cosmos celestial” del cual ahora nosotros debemos cargar según los dones naturales entregados. 


Cuando hemos explicado en otros capítulos las clases de “dones existentes” y que se comparten según la “teología cristiana [católica] ortodoxa”, entre ellos podemos describir los siguientes: 


  • “Dones naturales”: Son aquellos que tenemos todos hoy en día (apagados o no y se adquieren con el bautismo/confirmación), y que no fueron quitados, como los que van consigo en los talentos, facultades, inteligencia, complexión corporal de fuerza, destreza, la misma libertad humana (voluntarismo) que aún conservamos y que otros vienen en coexistencia de fábrica biológica, genética, espiritual desarrollados a partir de los genes, conocidos como habilidades duras, o blandas de las personas, que son “dones de Dios” o “dones profanos”, en el entendido porque naciste con ellos, y fueron concebidas desde el nacimiento o activos a lo largo de la infancia o madurez de tu vida (por ejemplo con los sacramentos), una vez tomado no se pierden, a menos que se quiten/eliminen/diluyen por enfermedad, la misma muerte o por ser “preternaturales” (demoníacos), entre otros aspectos. 


  • “Dones preternaturales”, Son aquellos que tenía el hombre antes de la caída (es un misterio), que son los que contraen también los “ángeles caídos”, y que pueden ser concebidos por estos últimos a los primeros, siendo especiales y que ya no lo son para el género humano en su generalidad, están por encima de su capacidad actual, debido a que si fueron creados espiritualmente hablando, no son materialistas, tal como lo fue la “inmortalidad”, ahora morimos, los demonios no, por ahora, por tanto esta denominación se vuelve corruptible física y espiritualmente, para así existen otras facultades más allá de lo natural que no contiene el hombre, pero si estos de seres, pero en ningún caso, ninguno de ellos son “sobrenaturales” que solo vienen concedidos por Dios, para su “administración” u otra tarea, misión, apostolados, profeta, etc. 


  • “Dones sobrenaturales”: Son los que están por encima de toda creación, y proviene de la gracia de la Santísima Trinidad, y que es compartida como Él quiera, como cuando y cuando quiera, para fines específicos, que pueden ser permanentes o temporales, por lo general, se atribuyen a lo primero, a diferencia de los preternaturales que resultan ser mayormente dados por el tiempo engañoso, son dones a diferencia de los entregados por naturaleza por el Espíritu Santo, para que sean desarrollados, como los “sapienciales” estos son como extras del cual se consiguen una vez “transfigurados”, o en base como se regalan en cuanto a la fe que se tenga (véase, lectura de los pensamientos o “cardiognosis”), caridad, o esperanza, que no todo el mundo tiene, sino que nada, o solo una migaja, por tanto, toca saberlo pedir (se pueden entender dentro de estos los llamados “carismas”), y suplicar, para que podamos participar de la naturaleza misma de Dios de los muchos existentes en calidad y cantidad (de distintos tipos). 


Ahora, debido a las heridas, y a la corrupción latente de nuestra alma, o inclinación al mal (concupiscencia), se hace no posible conseguir ni siquiera los dones preternaturales (que vuelven a tener los purgantes/errantes), porque están perdidos completamente, los que se acercan a lo espiritual puede ser dotados al menos de los más necesarios, como la fe, en cuanto a la gracia para ser compartidas, y poder disfrutar desde la tierra, de la visión beatífica del Señor, pero siempre existe el desbalanceo, y toque por supuesto recomponer, entendido por el mismo hombre, bajo la razón e inteligencia/ciencia dado salir de esa ignorancia que nos da Dios y salir por tanto del pecado, para que cuerpo y alma se dé cuenta de la naturaleza perdida y pueda hallarla nuevamente, cultivando la Fe conforme al “nous”, ya que con la sola fuerza es imposible conseguirla, de allí que el “conocimiento” ahora “infuso”, inyectado por Dios, en el “intelecto” sea una condición necesario para buscar la “verdad”. 


Una vez concedidos los “dones” (al menos los necesarios, como la Fe que es “sobrenatural”, el único que importa para la salvación, teniendo en cuenta como base la “caridad” y luego su efecto la “esperanza”), cualquiera que sea, debe ser aprovechado para la gloria de Dios, sin excepción, es obligatorio, y ¡ay de quien no lo haga!, así no sea creyente, pues nada viene gratis, sin recompensa, o con factura de la misma, porque hay quienes se le dio, y no hicieron lo correcto, pero dichosos lo que no vieron y tuvieron dicho desarrollo, de este modo, la gracia santificante, cuando es permanente, se debe utilizar no solo para ti en cuanto a tu salvación, sino que con el ejemplo debes ayudar a otros a conseguirlo, predicando, evangelizando, de cualquier modo, con la palabra, habla, escritos, actos, etc, de muchos modos existentes, una vez recibido esa virtud teologal, es un compartir de la porción desde aquí en la tierra en “migajas”, de la naturaleza adelantada divina de Dios, como hijos adoptivos que somos por gracia, y criatura por naturaleza, como los animales, pero que siendo hombre contamos con “soplo” o “chispa” divina (pneuma). 


Hacerse hijo de Dios, por adopción, es dejar de ser corrupto, es controlar la concupiscencia, dominando las pasiones y deseos que dañan aún más el género humano, por ello que la gracia sea un regalo por este medio, teologal (don sobrenatural), no por naturaleza como lo fue antes de la caída, es un adelanto de la participación beatífica, porque así lo ha considerado la Santísima Trinidad, dicha “iluminación” es comunicada, y que bien antes teníamos como de otros “dones preternaturales”, que ahora le llamamos simplemente “naturales”, como el de la ciencia, y ya no de la inmortalidad, e incorruptibilidad, de integridad, falta de dolor, del cual otros que se contarán con ciertos conocimientos sin necesidad de estudiarlo sobre todo “morales” (lenguas, curación, profecías, etc), lo que se hacía imposible pecar ni siquiera venialmente, la pureza estaba unida con la razón, infusamente, es por esto que científicamente que al nacer, o siendo bebés sepamos ciertos aspectos de lo que es correcto o incorrecto (conciencia) porque aún se mantiene pero naturalmente, como toque del alma hacia la bondad (sindéresis). 


Al ser el hijo del hombre (ben adam) y al querer parecérsele a Dios (soberbia) vino con esto todas sus manifestación espirituales del mal, después apareciendo los carnales, como la gula, la lujuria, que son estos últimos lo más efectivos para desencadenar la condenación, pero todo resumidos en el orgullo del cuerpo o alma, al tener anteriormente la “integridad” de nuestros actos era imposible cometer falta disciplinaria alguna, lo que fue transmitido generacionalmente, por lo que comienza la sanción general, y luego se enjuicia a lo particular, quedando sometidos al reino de los demonios, espiritual, y ahora materialmente hablando, esto, en cuanto a que nos despegamos a lo almático, para actuar a lo racionalista, ya sin conocimiento infuso, sino que con ignorancia de las cosas de Dios, pero sí que sabemos mucho ahora de la “materia” de la “razón” sin “fe”, sin gracia permanente, perdidos, desorientados, se acrecientan los desórdenes de la facultades de la “racionalidad”, entre esto, la “concupiscencia”, imperando de ello la carne sobre el espíritu, y su inclinación a cometer males, al sufrimiento, a las enfermedades, y ahora de no poder ganarse el cielo con el sudor de la frente, sin que con ciertos dones preter-sobrenaturales, a puro pulso, siga en la naturaleza humana, ahora lastimada, inclinada a la corrupción de la cosas, impedido hacer el bien.


La “concupiscencia” quedando como “resabio” lo mantenemos como grano en el alma, sin que esto significa una sanción particular por nuestros juicios individuales, sino de los generales, ya que por uno caímos todos, el género humano al quedar lastimada comunitariamente se vuelve incrédula de esta verdad, por tanto son el pecado original e intergeneracional lo que continúa haciendo el daño, sin prestar atención de ello, esto, no porque venga de paquete, quiere decir que no los cobren, sino que van a tener incidencia en nuestros comportamientos en toda la vida, según como la llevemos, (véase, Concilio de Trento), por esto la templanza, moderación de nuestros actos, y para esto que se requiera del hesicasmo y la ascesis. Es decir que aun el “peccato originali” venga de paquete, de fábrica, no por ello uno se condena, sino que es una condición no querida, en la que limpiamente debes contener (dentro del “sistema de redención”), pero que debemos asumir, y que se diluye (pero quedando aún sus efectos) con el bautismo, de allí que se hable que los que no lo hagan queden en el “limbo” pero esto es un misterio.


Dentro de la base ahora de la “estructura” de “recomposición”, del orden, disciplinario de Dios, sustentado en el amor, la “scientia amoris”, sin tener un porqué humano de esto, nos quiere remitir nuestro Padre la gracia perdida, pero para ello necesitamos también poner de nuestra parte, aunque siempre provenga de Él su “gracia irresistible”, como lo expresa en parte San Agustín, ya la Trinidad tendrá su valorización para enjuiciar cada caso, en todo asunto, es también un misterio no revelado, pero que nos sirve de lucha para la “corona de la vida”, porque sin adversidades no podemos redimir ese cauce, como sí sucedió por ejemplo con Jesús, por derecho divino, en cuanto a su doble naturaleza, y la Virgen Maria, por gracia especial (kecharitomene), al nacer inmaculada. Al final, al resto de mortales, como nosotros, como gusanillos nos toma difícil salvarnos, y hacer lo posible para que otros también entren, tener compasión, empatía, bondad por nuestros hermanos, es de allí que Cristo como plan desde Abraham haya trazado una metodología de salvación para acercarnos a este “camino”, sentándose como mediador de todos los hombres y el Padre Eterno.


En esta “nuevo pacto” (ex novo), del cual siguió con Isaac y Jacob nos llenó de esperanza, hacia el camino de la verdad, y la vida, en la reconstrucción de Israel (espiritual) para los cristianos, ya no a los judíos (que sigue siendo “fariseos”), erigiendo toda una línea entre Saúl, David y Salomón, y sucesivamente, hasta quedando el “hijo del hombre” (ben adam), como último de los herederos, que Él solo comanda, hasta la parusía, y lo sigue haciendo este de forma personificada, pero sobre todo con el Espíritu Santo, con sus dones y gracias, no de forma material, como pretenden algunos, incrédulos, protestantes, talmúdicos, por tanto, no es riqueza de dinero, es riqueza divina, de allí que este soplo sea importante para nuestras vidas, llenarnos por tanto, de un espíritu santo, es el querer hacer nuevamente un modelo de “imagen y semejanza”, (make men great once more) por medio de estos “planes salvíficos”, por ello que le haya dejado el alma intacta en cuanto a su forma, más no de su contenido porque fue desordenado por nuestras acciones, pero aún se podría trabajar como estructura para no condenarnos, pero mucho más difícil, aun sin su gracia inicial, pero si adoptiva. 


Resulta muy complicado hablar con todo racionalista y amante del razonamiento abstracto, como incrédulos, ignorantes, ateos, agnósticos, protestantes, porque no creen ni comprenden ese lado espiritual que no quieren trabajar, creen que somos seres únicamente “racionales”, animales que pensamos, humanos sabios, que no tiene nada que ver con el alma, y esto es un grave error, porque además de condenarse, no dejaran ver nunca esta parte que esta no descubierta (hasta que se mueran y queden errantes), y que solo la “gnosis” lo hará comprender si se abren a esta verdad. Al darle preeminencia a la “materia” perdemos aún más la gracia (gradualmente), y los dones que la acompañan, se oscurecen, esto obstaculiza que las “almas” no trabajen sus facultades al mínimo ni al máximo, con tal de ordenarlas y prepararlas, lo que complica la limpieza de la corrupción, que diferencia de los animales o plantas, no parten de un pneuma, que los anime, sino solo de movimiento, reproducción, un conocimiento, que no es espiritualizado sin potencias/movimientos/operaciones. 


El espíritu al estar corporeizado, está encapsulado, pero por un tiempo, hasta que morimos se libera por así decirlo, en este binomio espiritual-almático, resulta propicio para la transfiguración en caso tal de salvarnos, de allí que el cuerpo como instrumento de este propósito junto con sus partes, órganos, (hardware) ayuden para que se consolide este sistema, el alma al ser espiritualizable está en todas partes del soma, se mueve, y no ocupa espacio temporal-espacial, como la de los espíritu de los ángeles caídos, o los ángeles buenos, los pensamientos que tenemos hacen parte de ellos, también el intelecto, por eso que sea importante educarse, y ejercitarse espiritualmente con tal de obtener una pureza de corazón que es como lo que regenta la conducción de esta “sustancia divina”, en esto casos, solo tenemos una inteligencia que es humana, pero otra no natural, que distingue en diversas formas las cosas, que se pueden extraer (que a veces lo llaman “intuición”).


Debemos hacer en todo caso para actuar correctamente, virtuosamente, llegar a la materia espiritualizada, hacia una vida plena en comunión con Dios (theosis) conseguir la superioridad del alma que es espiritual para que sea extienda en todas nuestras facultades también del cuerpo, memoria, imaginación, sueños, emociones que controle todo, para que la concupiscencia no aparezca sino que se diluya, ni los placeres, deseos, y esto se hace esforzándonos, con sacrificio, penitencia, oración, mortificación, son medios para obtener la “gracia” (que dice San Gregorio Palmas que es “energía increada”) del espíritu santo, y poder así mantenerlo hasta lo último de nuestros días y si es posible enseñarles a otros para que sepan cómo hacerlo, de la cual de la desobediencia -ignorancia- no sabemos porque toca reorganizarlo por estar desordenadas facultades de nuestras acciones hacia lo disciplinario, divino, consiguiendo la pureza, la castidad, la nobleza, etc y demás dones naturales/sobrenaturales.


Dentro de la “teología ortodoxa”, en este caso rumana, como lo fue para el estudioso del tema, Dumitru Stanilaoe, en un texto aún no traducido llamado en español, “La experiencia de Dios, vol 2, p. 187) indica que el sufrimiento, como la muerte, y la redención son efectos de nuestra estadía conforme a la fuente de vida terrestre y no vista como castigo (lo mismo lo indica Jean Claude Larchet, este último, dice que estos hechos llevan al arrepentimiento y provoca en el alma un buen humor para la oración), sino puede ser entendida como “colaboración”, un acto de amor divino, en la restauración de todo lo creado, lastimado por el pecado, y lo que por imagen (dones naturales y espirituales, razón, libertad, capacidad) y semejanza (crecimiento espiritual, búsqueda de la comunión con Dios) ahora, lo que debemos reparar para luego nuevamente gozar de la visión beatífica, y esto se consigue practicando los sacramentos como medio de esta “deificación” entendida como “theosis”, tomando de por sí una espiritualidad ortodoxa [católica], de allí que el ser humano no deba ser perezoso, sino moverse, ser inquieto, dinámico, consiguiendo esa transformación (metanoia) en consecución al perfeccionamiento (perfectibilidad).


La “theosis” permite el último eslabón de anticipo de lo que es la “transfiguración”, en el proceso de transformación permanente, metanoia, si es que en verdad se quiere la conversión, esa “gracia preservante”, del cual el humano, en máxima expresión controla, y diluye la “concupiscencia”, y esto se deriva de todos sus placeres, deseos, gozos, (véase, 2 Pedro 1:4), huyendo de la corrupción, haciendo hincapié en cultivar la fe (ánimo de vocación), empeño en trabajar la virtud, y del conocimiento y del desarrollo de las “dones sapienciales”, para que se nos pueda aumentar esa fe, que es gracia divina, teologal, pues, no se trata de una fusión panteísta con Dios, sino de una comunión íntima en la que el ser humano se convierte en lo que está llamado a ser desde su creación: un ser plenamente realizado de su unión del cual comienza como lo establece los ortodoxos entre ellos Staniloae, con una vida ascética, oración, sacramentos, práctica de la virtud, esto hace que el Espíritu Santo se aviva en él, instruyéndolo, guiándolo, liberándolo, etc.