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18 de agosto de 2024

LA CONTINENCIA FORTALECE EL ALMA


Mario Felipe Daza Pérez

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Normalmente cuando hablamos/escribimos sobre el valor de la “continencia” si nos viene a la cabeza —dependiendo a la adopción filosófica que tomemos—, una que otra noción, por tanto, este concepto, no es propio del cristianismo, sino que está atravesado en todos los rincones éticos destinados del ser humano, de allí que uno se deba reprimir de cometer tales conductas o no, sea como fuere, ya sea de no comer dulces, o tales bebidas, implicando incluso algunos errores de contenido, como el que se determina con la castidad. Se puede decir de esta última que está relacionado íntimamente a lo "sexual", mientras que el primero no necesariamente esta atado a ella, ni tampoco significa lo mismo, porque entonces se llamarían diferentes, ni tampoco podemos tomarlas como sinónimos, con razón decía San Pablo en Romanos 15:18: “Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, más yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco”, la acción aquí ocurre para ambos contra la voluntad querida y sin embargo desechada, generando una “dicotomía de las voluntades” cuya solución está finalmente en la “gracia” pero del cual requiere de un "esfuerzo".

De hecho, los griegos llaman la “continencia” como “enkrateia” (autodominio) y la “incontinencia” como “akrasia” (véase Ética a Nicómaco, aunque también utilizada por Sócrates, Jenofonte, Platón, entre otros, del cual la definen como la base de todas las virtudes de modo secular), siendo no tan completa su definición porque le faltaría el complemento de la "fe" (revelación sobrenatural), una verdad no revelada, del cual en su sentido simple podemos traducirlo como “fortaleza/templanza” del cual va de la mano con la voluntad y el control de las pasiones, pero que a la inexistencia de la “gracia” queda en nada sin un "esfuerzo", contrario aquello al descontrol de las facultades del alma del cual podemos encaminarla dentro de no solo de la "teoría de la acción del hombre", sino de la ética de la virtud, ahora "católica ortodoxa", de esto que nuestra posición de lo que se refiere a la continencia se toma más exacto en la vida tomista-aristotélica, que en una vía agustina, por ser más acertada este enfoque, en cuanto a los controles totales de los deseos, no solo de la carne-lujuria, concebido en lo sexual, sino también carne-gula, comida, y demás excesos, por tanto el “deseo”, los “desórdenes” esclavizan a la razón, ya que no lo dejan actuar en sí mismo sino que se mantiene condicionado a una falta de libertad (voluntarismo).

Cuando San Agustín le dijo al Señor, “dame continencia y, castidad pero todavía no”, supo diferencia lo uno de lo otro, de todos modos lo igualo en la forma de no cometer más pecados sexuales, de lo que implica que podría cometerlo en cualquier modo y en cualquier momento, esto implica que es diferente el ser "casto" que el "contenerse", siendo todo esto una gracia especialísima, divina, definitiva, y no temporal. Por tanto yo puedo contenerme a no comer dulces por tres (3) meses, la cual aplica a todo ámbito y no solo libidinosos, en cambio, no podría decir soy casto de alcohol, porque no es correcto, sino “abstemio” que es el término ideal, entonces, definir dicha noción como la que "refrena los movimientos sexuales” no es valedera ya que no únicamente implica lo “sexual” como lo deja claro más adelante en su texto sobre “continencia” sino también otras cosas, de allí que exponga en sus "confesiones" un "conflicto de voluntades", una vieja, y otra nueva (del cual camina de la "volutas carnalis" hacia una "voluntas espiritualis") del cual tiene su impacto en el alma.

Ahora, si bien la castidad es un bien supremo angelical, del cual todos deberíamos llegar a tener, no depende de nosotros, sino que se debe a Dios concederlo, pero sí que nos corresponde pedirlo, esto, para vivir de acuerdo a las facultades ordenadas, y naturales, ya sea como soltero o casado, otra cosa es ser célibe (que es el estado de vida, o es una especificación propia de los religiosos por medio de votos), en este caso, la virtud de la continencia que es de menor grado, no depende del todo de la gracia de Dios, ya que puede ser expuesta por esfuerzo del hombre (enkrateia), en vía a concederse al "don divino", se mira más bien como un medio de prueba para llegar a ella, si es que en verdad la quieres tener, sobre todo en lo que se refiere a los aspectos sexuales, pero no siempre es así, porque podría implicar otras cosas, de allí que Santo Tomas lo relacione con la "virtud cardinal" de la “templanza” como parte potencial como un "acto interno del alma".

La importancia de la continencia es que puede ser temporal y para que se vuelva definitiva frente a un vicio en específico se necesita de otra virtud como lo es la “fortaleza”, hasta que llegue a otro mas fuerte como lo es la castidad pero para el aspecto sexual, o bien a la abstinencia en los otros puntos cardinales, en cuanto a los deseos o placeres como de la "pureza", por tanto la "resistencia" se da con esa inexpugnable valentía del hombre del cual se da en la "fuerza de voluntad" (voluntarismo), como ante paso al grado del "don divino", es decir, la Trinidad quiere por tanto primero un esfuerzo previo para su concesión en todas las aristas, sobre todo el más superior de ello, como lo es ser “casto”, del apetito concupiscible del cual se porta de igual modo en el que practica sobre la continencia en contra del incontinente (akrasia), de allí que diga Santo Tomas de Aquino: “El que practica la continencia es movido por la razón, mientras que el incontinente es movido por el apetito concupiscible” (Véase, II-II q155 a3 ad2).

Cuando tomamos los textos de San Agustín, entre ellos, la “santa virginidad”, este nos dice en su punto 43 que también la continencia es un “don de Dios”, en “amor a Dios” en su capítulo 13 nos refiere de este “regalo” pero pedimos predicarlo que es concedido, pero no tan especialísimo como la “castidad”. De todos modos, en todo ellos existen unos terribles enemigos, que no solo es referido a la lujuria, sino a todos los demás vicios y pecados, del cual podemos considerar su primer contrincante como lo es la carne en contra del espíritu, del cual se libra a diario, como si fuese una “guerra civil”, es un combate, que se vence con la oración, el ayuno y la penitencia (ascesis), pero también con la huida, pero del cual como hace parte de la concupiscencia debemos convivir con ella hasta el último de nuestros días. Como ven no es tan fácil librarse de esto, sobre todo si alimentamos las ocasiones de pecado, los sentidos se vuelven más agudo para los “logismoi” —despertamos la sensibilidad—, como lo que se propone a través del mundo, con la música, el arte, el cine, las conversaciones sexuales, que inundan, en las redes sociales, de allí que el obispo de Hipona destaca no la "templanza" como Santo Tomas sino la "fortaleza" el derrotero para vencer de estos enemigos del alma, lo mismo que hace el “demonio” en contra con sus ataques del cual debemos reprimir frecuentemente para no caer en tentación.

Si han analizado con lo escrito, en estos casos, de la "dicotomía de las voluntades" estamos de acuerdo mayormente con el contenido que nos expone el Santo Angélico mayormente que con lo que nos dice San Agustín, esto es, en atribuir, la continencia más relieve en la voluntad que una gracia divina, aunque no quita que Dios mismo te la puede dar en cualquier momento, pero esto significa que debamos tener de todos modos un mayor esfuerzo humano que esperar uno celestial en cuanto a la abstinencia de los deseos concupiscibles (y eso es lo que quiere la Trinidad), no los hace ver por medio de la "razón", y por consiguiente está sujeta al pensamiento de Dios, a su santo temor, mejor dicho es una "facultad del alma" dentro de la elección del ser el discurrir en la teoría de la acción, en el poder proponer resistencias a estos vicios del cual arroja un "bonus track" para la adquisición de otras “abstenciones” como el referido de la castidad, y de otras formas preternaturales de impureza, o placeres desordenados, visto como un todo.

De esta forma, indistintamente de la gracia de Dios que se obtenga en medida, que la puede tener de varias formas, con tal de repeler las incontinencias (akrasia), estas acciones nacen naturalmente, con la razón, no por efecto divino como la “castidad”, que no se adquiere por esfuerzo humano, sino que es un regalo que se va consiguiendo con el tiempo (si Él quiere), en cambio, el otro valor se determina con las ganas, el esfuerzo, las lágrimas, los sacrificios, la sangre derramada, los dolores acaecidos, los sufrimientos recibidos, los ayunos hechos, las súplicas solicitadas, etc, por así decirlo nace de esa resistencia que se va aumentando en las "virtudes teologales", como la que se predetermina en la "adquisición de dones sobrenaturales" como es el “ser casto”, de allí que las "virtudes cardinales" como lo son la fortaleza (San Agustín) como la templanza (Santo Tomas) resulten importantes, dentro del ordo divino, el disciplinarismo, y el "sistema de justicia de Dios" con tal en últimas de combatir contra todos los vicios (logismoi) que afecta el ser humano —antropológicamente hablando—.

Siguiendo con San Agustín, en su texto “Combate entre los vicios y las virtudes” en su capítulo 23 contra la impureza dice que no es un gran crimen el mancharse con las manos propias y con las ajenas, con tal de que no se llegue a la unión del hombre y la mujer, pero destaca lo necesario que es mantener la “integridad corporal”, que es verdaderamente lo que afecta al hombre, y esto verdaderamente le preocupa porque dice, siguiendo las escrituras “que ningún impuro, poseerá el reino de Dios”, y esto lo sigue afirmando luego en el capítulo 24 sobre la lujuria, en cuanto a la entrega sexual del placer, pues la cuestión no es el sexo de la mujer y hombre como algo malo, sino el que es "desordenado", no el que se hace castamente, si no el impío, de allí que uno debe esforzarse para conseguir la "continencia", esto es, buscarlo, suplicar, y practicar la virtud, y finalmente dice: “¡Qué corto es el tiempo de la fornicación, porque con eso se pierde la vida eterna! ¿Qué provecho y ganancia proporciona al cuerpo lo que tan rápidamente lleva el alma al infierno?”

De allí que este concepto haya sido establecido como un "Dogma de la Iglesia" según el Obispo de Hipona en el capítulo 31 del texto con el mismo título, explica pues que la "continencia", es mejor tenerla que no, pero no es suficiente para la felicidad, ya que se necesita de la “comunión con Dios” y un amor por la pureza como un todo, y más aún si no se tiene al servicio de Dios (serviam Deus)  sería más bien como un divorcio más que un matrimonio de nuestras almas con Cristo, por ello que estemos llamado a la "virtud interior", miremos lo que sucedió a San Agustín en su vida privada que siendo más radical que Santo Tomas de Aquino, por esto es que hable/escriba con tal referencia de las cosas "lujuriosas", llevando la "continencia" no solo relacionado a la "castidad" misma, sino también al "corazón", a su "pureza", porque de estos salen, pensamientos malvados, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, perjuicios y esto es lo que contamina al hombre. 

Veamos gráficamente como la describiríamos nosotros:


Si revisamos el cuadro descrito, tenemos cuatro (4) valores, incontinencia, la abstinencia que sería la continencia (la humana, pero tambien puede ser divina, regalada por Dios en parte, o como un todo), tambien está la castidad, que es don divino, que se da, no se nace con él, y la virginidad, que pueda que sea natural o divino, por tanto este último puede implicar una castidad o no, porque aunque no exista relaciones sexuales, no necesariamente se es casta, porque puede ser adultera de pensamientos o de corazón (sophrosyne, “castidad mental”, o “integridad corporal-sabio”), eso no lo sabremos solo la Trinidad, dentro de lo que compone cada uno existe una suma de esfuerzos humanos, que es mas de ser “continente” del que viene por encargo celestial, o del casto, que es si o si, un "don sobrenatural", los primeros pueden ser temporales o definitivos, en cambio, el ultimo permanece en el tiempo, hasta que cambia el estado/condición, una son movidos por virtudes cardinales y en otro lado mayormente por las teologales.

Como vemos la continencia no es castidad ni tampoco es lo único que refrena los movimientos sexuales, es tan solo un paso, y a medida. Aun así esta noción se da gradualmente por esfuerzos del hombre a veces o no y en compañía con la gracia de Dios (porque puede que sea falsa), por ejemplo de las que se dan en los malos pensamientos, y los sentidos del corazón, como de las acciones, frecuentes en asesinatos, adulterios, meros vicios, ninguno de ellos puede realizarse si no va precedido por la "conducta" el llamado es por tanto, luchar contra ellas, en especial en refreno de la "continencia espiritual" que es una resistencia a la concupiscencia no solo carnal, de allí que San Agustín diga que la "naturaleza humana es buena, aunque enferma", exactamente explícitamente afirma, “bueno es el espíritu y buena es la carne; y el hombre, que consta de ambas, una gobernadora y otra gobernable, un bien es, aunque mudable. Solo que, en esta naturaleza del hombre, bien fundada y organizada por el bien, se produce la guerra, porque falta el vigor”.

Una persona continente (enkrateia), vive refrenado, como si fuera un freno de mano en contra de los deseos no solo lujuriosos, sino también materiales de cualquier sentido, la cual abarca generalmente mucho más que la castidad, ya que esta última es una especie de la misma, que ya se ha conseguido como regalo, y es definitivo, así se haya caído, es una gracia de por vida, de un "don" del cual precede la carne a favor del espíritu, cuando ella misma visualiza se se denominará "espiritual-almática", porque se someterá todo deseo al "pneuma", no solo con repugnancia alguna, sino también sin necesidad alguna de alimento corporal (acicate) con tal de la elevación en la vivificación de la espiritualidad. Recordemos la "falta conciencia" de los maniqueos, que llevaron al extremo lo presuntamente "malo del cuerpo", y así como hacen varios "herejes", por tanto, el hombre se redime a través del cuerpo como vehículo, y esto no se puede perder de vista dentro de la naturaleza humana como algo incorrecto.

Así como existe falsa humildad, falsa sabiduría, existe la falsa continencia, piénsese en la mujer u hombre, que se contiene en ser abstinente en lo sexual pero lo hace pensando para aumentar su "vanidad" de una falsa creencia en su belleza (vanagloria), sabiendo que la verdadera esta fundada únicamente en la fe que nos da Dios, no en la fe de los hombres, más bien se empeñan con consciencia/inconsciencia servir a los espíritus inmundos con esta actitud, del cual va en ultimas reprimiendo nuestro espíritus, de allí que podamos hacer violencia al cuerpo con ayunos pero no severos, ni mortificaciones duras, ni practicando una ascesis sin sentido, esto es soberbia, y con este método no venceremos nuestros enemigos, más bien caeremos en la "superstición" de la "idolatría".

Hermanos, el secreto de la "continencia" no solo está en refrenar lo sexual, o las facultades desordenas de lo libidinoso, sino de reprimir todo acto contrario al fortalecimiento del alma, y por tanto de todo lo que venga de la concupiscencia, lo cual es contrario a la sabiduría, y al santo temor de Dios, ya decía Isaac de Nínive en su libro “don de la humildad”, “sin ascesis no hay santidad”, de este modo, al controlar estos vicios carnales, elevas el espíritu y sobresalta la importancia para obtener la gracia para estar en comunión con Dios, ya se dice en el libro de Sabiduría 8:21: “pero, comprendiendo que no podría poseer la sabiduría si Dios no me la daba, y ya era un fruto de la prudencia saber de quién procedía esta gracia recurrí al Señor y le pedí, y dije con todo mi corazón”.

Por tanto pidamos sabiduría, supliquemos castidad, y por tanto fortaleza y templanza para poder tener continencia, ya que esta última se obtiene practicando la virtud, sometiendo la carne, negándose a sí mismo, renunciando, humillándose, esforzándonos, todo esto para que luego podamos decir como expresó San Pablo, "vivo, pero no yo, sino que Cristo vive en mí" (véase Gálatas 2:20), deseemos las cosas de arriba, no las de abajo, lo que ofrece el mundo, entre ellos, la impureza, pasión, concupiscencia mala y avaricia, son todas ellas en últimas una forma de soberbia y de idolatría del cuerpo y los espíritus inmundos, ya decía San Juan Bosco: "Quien se preocupa mucho de su cuerpo y poco de su alma, acaba por caer en los brazos del demonio". ¿De qué nos vale ayunar? Cuando es para perdurar en el pecado, tener mayor deleite en los pensamientos malos (logismoi), por tanto, "entrenemos el alma", a través de los "ejercicios espirituales" con tal de triunfar y salir victoriosos

Renunciemos a nuestros vicios, revisémoslos frecuentemente (examen de conciencia), para saber cuáles son, porque si morimos con ellos, no viviéramos más, reprimámoslo, con astucia, y agresividad (confesémoslos), sí no sucumbamos en la incontinencia, de la debilidad del hombre enfermo, se un luchador, un atleta, y persevera hasta el final, una cosa de rescatar de todo lo dicho, es que si bien la "continencia", es una forma general de la abstinencia, como lo puede ser la "castidad", y que esta última solamente está referida a lo sexual, la primera puede estar inmersa en la segunda, es decir puede haber "seres continentes" dentro de lo casto, como la que se predica en el matrimonio, aquí se refrena el deseo carnal fuera de la reproducción, indistintamente sea licito o no, del cual se puede tomar como ejercicio de la fuerza de voluntad o ejercicio espiritual, o ante el exceso desenfrenado del sexo con la pareja, del cual pueda aparecer la incontinencia y más tarde la infidelidad, por ser habito recurrente.

En todo modo o circunstancia frente a todo eso, sea la castidad, pero en este caso en especial la conciencia se debe actuar con discernimiento, pero entre todo ello con “sabiduría” para poder distinguir lo correcto, lo virtuoso, lo verdadero, de lo falso, mantengámonos en lo posible solteros o casados, pero en continencia en vías a la concesión a la "castidad", como gracia divina definitiva, indistintamente de la edad, para mantener así no solo un cuerpo puro sino también un alma, del cual pueda echar raíz en todos los sentidos en ese querer de los pensamientos y los fundamentos del corazón (noéticos), tal como lo hizo nuestra Madre María, Jesús, San Juan Bautista, entre otros santos, quien no solo fueron castos, sino vírgenes, con dominio propio (enkrateia) corazón puro, conciencia sin ataduras, ni esclavitudes, buscando dentro de ellos la “deificación” (theosis) de su alma, como reflejo de lo que significa estar en "comunión con Dios".

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