“Que no se embriaguen con vino, que junten la humildad con la verdad”
San Pacomio el Grande
Mario Felipe Daza Pérez
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La libertad de decir la cosas tal como son, eso le podemos llamar libertad de expresión, pero no siempre, porque puede que digamos sandeces, la cuestión están en decir lo correcto y en el tiempo ideal, con respecto a lo que es la "verdad", por ejemplo, cuando en aspectos políticos hablamos de la corrupción, o de lo jurídico de lo ilegal, en estos casos la “parresia” es el discurso desnudo tal cual como lo conocemos, y es esto lo que determina su "franqueza" ya sea para hablar pero también para escribir lo que se sabe sobre una situación en concreto, de algo que sea "incorrecto", sobre todo "moralmente hablando" en lo que respecta a su caminar de forma franca, sincera, honesta, no quedando de esto duda de lo que se dice o hace, sin tanta voltereta, quedando claro, el “arte" de lo que es decir lo "verdadero" asi no nos guste.
El término de la “parresia” como vemos es mucho más amplio que decir las cosas a “mochas”, puede ser tomado este concepto incluso como un "estado de vida", marcado en todos los aspectos, bien cuando expresamos “ese hombre obra con parresia” o es un “parresiastés”, aunque no existe que alguien que sea un “parresiano” en estricto sentido, pero se puede incluir en el lenguaje la noción, como un “atleta” pero de la “verdad”, de decir las cosas francamente. De todos modos, de esto podemos extraer que existe en sí un valor cuyo derrotero va marcado con la valentía para el habla/escritura, en cuanto a lo que significa decir las cosas de frente, la diferencia de lo que demarca la “expresión” como derecho, es que en el primer caso estaremos permeado por un "espíritu" que es "santo", del cual va en conjunto con ser un hombre devoto, sacramental, llamado a la mortificación, al conocimiento (gnosis), siempre encaminado a la verdad misma con el fin de predicarla: “kerigma”.
Al decir todo con el todo, determina lo que es la valentía de las palabras a lo que va unido también a la franqueza de ser un “parresiastés”, en el trato de ser sincero, sin tapujos, tal cual como lo encontramos en las predicaciones de Jesús (revísese el Evangelio de Juan), en el Templo, o de las parábolas, hasta incluso podemos hablar de un don, más que una virtud, del que va entre marcado a su vez con si el “cardinal” de la “fortaleza”, de lo que significa esa "libertad” de decir de todo para todos, sin esperar respuesta positiva, sino “humillación” o "criticas negativas", por tanto, además de ser una figura retórica del discurso sobre todo moral, es empleada para todos los sentidos profanos (como el de la "ciencias"), incluyendo el divino como lo es el “cristiano”, del cual debemos defender a capa y espada en lo que respecta nuestra “fe”.
Hablar libremente hoy en día resulta tan difícil, pero esto hace parte del ejercicio diario, de la “ortodoxia”, pues de qué vale saber mucho si todo te lo guardas, y no expones la verdad de las cosas, de las injusticias, de allí que esta libertad de expresión, no solo implique cuestiones éticas-religiosas, sino de todo tipo de resultados como hemos comentado ya sea en el contexto comunitarista o individual, aunque el término haya sido utilizado luego por filósofos contemporáneos como Foucault (véase Discurso y verdad o el Coraje de la verdad) el concepto es griego y da una connotación aclarante, y del cual resulta propicio traer hoy en día para combatir las insidias del maligno, de la carne, pero sobre todo del mundo, siempre centrado en decir de todo para todos, sin o con retórica, ni con una presión interna-externa, indistintamente del riesgo que tome el “parresiano”, llegando a ser una obligación moral siempre en decir la verdad, sea lo que causare para la gloria de Dios.
Parece ser que el primer registro del término se tomó con Eurípides, luego seguido en las “Ecclesia” de Grecia, posterior en la denominación de las “retóricas” de defensa (como la de los abogados), piénsese en el "juicio de Sócrates", que por hablar con libertad terminó enjuiciado por emplear la “parresia” al cuestionar presuntamente objetos divinos (asebeia), un delito, conforme a la profanación de los dioses del Estado, pero del que también fue utilizado "sin vergüenza" por los cínicos, entre ellos Diógenes, y por Jesús, en contra de los fariseos, de lo que significa hablar abiertamente, buscando el "habla riesgosa" pero "prudente". Precisamente cuando le dices a un ser querido que está obrando mal, estás actuando como un parresiastés (un espadachín de la verdad, de lo correcto, de la ortodoxia), indistintamente se moleste o no, eso ya no es problema tuyo, tú lo dices sin tapujos, esto fue precisamente uno de las virtudes de los griegos, entre ellos de Demóstenes en sus discursos como cuando denunció los actos de Filipo II de Macedonia.
Decir el todo “pan” y rhema”, todo ello conlleva unas implicaciones, no solo sociales, sino también jurídicas que puede traer penas leves hasta graves, porque al que no le gusta, puede que inicie repercusiones judiciales en tu contra, por el presunto “honor”, y bien personales, queriendo hacer daño de alguna manera en contra de tu persona, lo único que le debe importar como amigo de la sociedad o de la fe, es decir siempre la verdad, la veracidad de las cosas es lo correcto, de lo que se tiene conocimiento, mientras que lleve a la “orthos”, y “doxa”, en estos términos precisos a la “parresia” del cual significa “seguridad” y “confianza” en el trato con otro y otros, es un no temor no fundado en el trato con él sino con un conglomerado, conforme a una audacia para hablar/escribir, de decir cualquier cosa con franqueza.
Aquel que dice la verdad, es libre y suele ser denominado como un “parresiastés” y este concepto ya no solo lo encontramos en el “cristianismo” aunque muy poco nombrado, sino desde antes con la filosofía helenística, con el ya nombrado Sócrates, pero también su nieto académico como lo fue “Aristóteles”, en La Ética a Nicómaco, la cual lo vincula este “valor” llamandole "magnanimidad" igual como lo hace el santo seráfico Santo Tomás de Aquino, podemos decir que todo estos que practican esta costumbre se pueden llamar también “mártyron aletheias” o "mártires". No en vano Gregorio Nacianceno, y muchos otros padres de la Iglesia, hayan sido críticos de tanta "herejía" (falsedades), ante tanta enceguecimiento y sordera del mundo, para ello que sea necesario ser un “parresiastés” (neologismo), un “atleta de la verdad”, porque si no pasan las cosas injustamente, y quedan las falsas, ahora si usted es un laico/religioso el que está leyendo esto, no se quede callado, denuncie lo que no es correcto de cualquier forma, pero que quede registro, que usted hizo las cosas correctamente, actuando conforme a lo que era debido a la “moral”, en nuestro caso de la “moral cristiana”.
Si ustedes revisan el libro de los “Hechos de los Apóstoles” que es el texto insigne, inicio de la “parresia” por parte de estos “atletas de la verdad” conforme a lo que sería luego el Evangelio, y del recorrido que hicieron de la vida los "evangelistas" fue con ello la importante de la “parresia”, del cual podemos significar como libertad, coraje, audacia, franqueza, osadía, que a la final se puede conglomerar con otros valores, del que dentro del contexto moral y ético virtuoso se traduce mucho más amplio, porque va atado a un “espíritu” que es “santo” quien es el que te conduce, para hablar/escribir, conforme a la “maduración” de tu “alma”, cuyo resultado son las llamadas "bienaventuranzas", piénsese en la “pobreza de espíritu” o sus frutos como la “humildad”, o la “mansedumbre”.
Aunque el término “aletheia” no significa “atleta” pero si parecido al de “parresia” aquí lo asemejamos como “guerreros de la verdad”, del cual relata ese “hombre” la franqueza de los hechos, cueste lo que cueste, lo verdadero, lo “orthos” y “doxa” (ortodoxo), desnudando la mentira, la falsedad, lo que no se sostiene por sí mismo, ya se dice en Proverbios 1:20-21, “la sabiduría clama en las calles, alzar la voz en las plazas, en los principales lugares de reunión, en las entradas de las puertas de la ciudades”, esto es, en decir nuestras “razones” y “justificaciones” de lo que es “correcto”. Y esto es lo que quiere Jesucristo que hagamos, que digamos la verdad, para ser verdaderamente sus discípulos, tal como Él lo afrontó en sus tiempos como “hijo del hombre”.
Por otra parte, dentro de las “órdenes religiosas” y “laicas”, mencionados una de ellas como lo son los “carmelitas” en este caso conforma a la filosofía de la “santaza” Teresa de Ávila, describía la “parresia” como el significado de decirlo todo, sin agüeros, sin mitos, igual como aconteció en el "juicio de Sócrates" en ambos casos existen ejemplos de parresia por una parte de una fe pagana, por otra cristiana, causadas en la libertad para hablar y decir la verdad, tal cual como aconteció con los patriarcas, apóstoles, profetas, ser campeones, atletas, guerreros, de la predicación, de la palabra, de la verdad, de lo correcto antes los tribunales, los hombres, donde fuere, es un “santo orgullo”, que va acompañada con la “franqueza”, la “fortaleza” y la humildad, tal cual como lo demostró nuestra Madre Maria, en el “magníficat”, un modelo de este concepto, al reconocer ser “esclava” y de la “grandeza de Dios”.
De igual forma lo podemos encontrar no solo en estos personajes, y santos, sino en los padres y madres del Desierto, dentro de los relatos de los fragmentos extraídos podemos aclarar de lo que fue el del anciano (abad o stárets) cuando le preguntó al Abba Mateos, ¿dime una palabra! A lo que este exclamó: “Ruega a Dios que te llano en tu corazón y tengas humildad, que te haga mirar tus pecados, no juzgues a otros, sino que ponte debajo de todos, no tengas amigas con un niño, ni confianza con mujer, ni amigo herejía, en cambio, cercena de ti la confianza (parresia), [visto como valentía], dominando tu lengua, y tu estómago, bebe poco vino, si alguien habla de cualquier asunto no discutas con él, y si lo que expresa está bien, dile, si, si, si, si está mal, tu sabes lo que dices, no disputes con él acerca de lo que habla y esto es humildad”. Le dio a entender que “recortará cualquier discusión, y que comenzará a arrepentirse de todo lo que había hecho, porque el tiempo está cerca”.
En estos aspectos y siguiendo con los padres del desierto según el monje egipcio Evagrio Póntico, se cuenta con la “parresia” solo el hombre que ha purificado ante todo el mal sus vicios, y de allí que pueda hablar con Dios, sobre las “pasiones” que le someten, pensemos en el Santo Job, en esto casos, el "parresiastés" debe ser crítico pero respetuoso dentro de su franqueza ya que debido a su "libertad de hablar" puede herir a otro sin razón, aun sin decir la verdad, por lo que puede terminar equivocándose, del cual el comportamiento del que ejerce esta práctica no está en escribir o hablar de más, sino lo que es con “ortodoxia”. El guerrero debe saber cuándo, cómo y que hablar, aun asumiendo el riesgo de quien recibe, cuando lo hace libremente sin coacción o tortura.
En Job 22:26, se indica: “Entonces hablarás [deleitaras] con libertad ante el Señor”, y esto es la parresia de la franqueza de poder hablar con Dios, que no solo se dio con este santo, sino con muchos otros, como hemos comentado, y del cual pudieron hablar del tema, entre ellos, Clemente de Alejandría, Doroteo de Gaza, Evagrio Póntico, Basilio de Cesárea, y protomártires. De todos estos sucesos podemos encontrar indicios fuertes de “parresiastés”, incluso el Papa actual ha dicho que “pide a los obispos sinodales hablar con parresia y escuchar con humildad”, entendiéndolo como no solo como la libertad de pensamiento y de expresión, sino de poder expresarse sin presión, siempre en camino a la verdad que es su mayor fundamento.
En el profeta Jeremías, precisamente en el versículo 1:6-9 podemos encontrar, solo para colocar otro ejemplo, una connotación de “parresiastés” que a nuestro juicio nos encanta y este marcado cuando este dice:
“Yo exclamé: Ay, Señor, Yahvé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!» Y Yahvé me contestó: No me digas que eres un muchacho. Irás a dondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte -palabra de Yahvé. Entonces Yahvé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras en tu boca”.
Dice el arzobispo Héctor Ruben Aguer, “la parresia de la fe debe corresponder la audacia de la razón" del cual debe estar encaminado a la salvación, pero también, en el apostolado, misión de la Iglesia y del cristiano [católico] ortodoxo. El atleta, guerrero de esta estirpe, en definitiva, el “parresiastés”, debe conlleva la antorcha de la libertad total para poder hablar, sin tapujos, sin presión externa-interna alguna, sin coacción social, económica, ni política alguna, porque ya que las condiciones se la permiten, no está atado a un lobby, o politiqueros, ni alguna espiritualidad dañina, sino a la "verdad misma" que es Cristo, que es el camino trazado por el “Evangelio”, conforme a lo enseñado en las “Sagradas Escrituras” por Dios.
Entendiendo de una vez que el “parresiastés” para ejercer la “parresia”, no debe de tener presión alguna, ni fundamento moral en contra, sino que bajo la libertad dada por el "espíritu santo", puede decir la verdad, implantando las expresiones correctas en favor del Reino de Dios, de la Iglesia, de la salvación de las personas, por tanto esta debe ser libre, sin coacción, espontánea, con valor, valentía, franqueza, sin pusilanimidad, ni miedos, debe estar enfocado en lo que se deba decir, sin vacile, correspondida en la "sagacidad de la razonable", siendo "astutos" como serpientes, pero "mansos" como palomas (véase Mateo 10:16), como decía San Pacomio el Grande “Que no abandone la verdad bajo el imperio del temor y que no sostenga nada que sea contrario a la verdad por exaltación de su corazón”.