Mario Felipe Daza Pérez
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Si nosotros quisiéramos realizar verdaderamente y buscar una “psicología” como terapia, debemos sin duda estudiar a los padres del Desierto, los primeros cristianos, monjes anacoretas, que hicieron los “ejercicios espirituales” por nosotros y que pusieron en práctica todo lo que se dice por ahí en cuanto al “combate espiritual”. Dentro de sus “apotegmas” podemos encontrar a muchos dichos de abades diciendo esto o aquello, entre ellos: Pastor, Arsenio, Onofre, Casiano, Macario…, lo que sí estamos seguros de todo esto es que de su lucha, se rescata el énfasis en la “custodia de los sentidos” (nepsia) como de los sentimientos aguardados en el corazón (apatheia), en el examen de conciencia, y todo lo concerniente a la protección del alma (áskēsis), y todo ello puede que lleve a la adquerencia del “discernimiento” (diakrisis) que es el fin último del “monje” o del “asceta” hacia la “comunión” con Dios.
Tomando a San Antonio, a San Pablo de Tebas, San Pacomio, San Palemón, entre otros, ascetas rigurosos, del “monacato primitivo”, del cual se entrenaron no solo en el cuerpo sino en cuanto al alma, todo su teoría-práctica iba en consonancia con la antropología del ser humano, como un todo, con lo que es y hay, algo contrario de lo que ahora el liberalismo, el racionalismo burdo, posmodernismo y otros movimientos quieren contrariar de su “naturaleza”, dado que el problema está presentado desde nuestra “caída moral”, por ello es que en nuestra lucha debamos solicitar y contar con mayor “discernimiento” y no sólo de espíritu sino de todos los movimientos del alma, que se dan a partir de los ejercicios ascéticos, entrenados por las experiencias, tal cual como se le concedieron a los padres del Desierto y de la Iglesia, en fin a una comunidad (comunitarismo), para el bien común, y en defensa de la fe cristiana.
“Discernir” viene del sentido del “pneumaton”, exactamente en específico, se trata a la “discriseis pneumaton”, y este se revela según el aprendizaje de poder reconocer qué es lo mejor para nosotros por parte de Él, de allí que el monje Juan Casiano le considere como la “santa genitrix” de las virtudes, que igual a la prudencia modula a las demás, como ojo, lámpara del cuerpo, es, por tanto, la “madre”, “guardiana” y “moderadora”. Ahora, dentro de estos dones, y luego carismas existen unos regalos, (pneumatikôn), que se da en primer caso para salir de la “ignorancia”, requisito —sine qua non— para poder llegar a la verdad, y luego si en consolidación de los demás carismas (charismatôn), con el propósito de poder ser utilizado bajo el mismo “espíritu” sagazmente, “sagaci discretione”, pero al mismo tiempo serenos, mansos y humildes como las palomas (véase Mateo 10:16), en cuanto al fin (telos) y objetivos (scopos) de las persona según su condición/capacidad.
Es el “buen discernimiento” o el “saber discernir” (ya que incluye sabiduría y prudencia) la “correcta” utilización de los dones, y carismas, otorgados (la “profecía” es posterior al “discernir”, y también la “cardiognosis”, el primero se presenta con los signos de los tiempos", véase, Mateo 16,3), bajo estos efectos creeríamos que puede ser lo uno y lo otro (no es excluyente) y esto dependerá del resultado según cómo lo utilicemos, lo importante de la “diakrisis” es tener la capacidad como fuera de saber cuál es la “voluntad de Dios” no sólo para nuestras vidas sino también para los demás. Es vista como una facultad que viene del Espíritu, y que nosotros debemos compartir con los demás para ayudarle en sus fines (telos), según nuestros medidores de alcance que tengamos para ello, que puede estar imbuida como una cierta “sensibilidad espiritual”, de “percibimiento”.
Los “pensamientos” se deben trabajar, y muchos de nosotros lo ocultamos creyendo que son locuras, o cosas de la mente, y a veces hay que desarrollarlos con un “guía espiritual” o alguien que sepa del tema (startsy), como un “confesor”, esto, con el propósito que nos diga que hacer, porque muchas veces son “ataques”, y de allí que venga el “discernimiento” externo, o interno, para lo que se refiere a este último se va adquiriendo con el tiempo, con el trabajo y esfuerzo ascético en la oración incesante, el poder de la contemplación, con los ejercicios espirituales, mortificación, y precisamente ese es el trabajo del monje (secular o no), talar el “discernir”, no sólo en el enfoque de los espíritus, sino también de los corazones, las decisiones, las emociones, saber de antemano —exante— que es lo que es y hay.
Muchas veces somos engañados no solo por las personas, sino también por espíritus malignos (demons), creyendo que algo es bueno porque viene Dios, y precisamente proviene de la acción del mal, de allí que muchos protestantes se dejan embaucar no solo con el “culto al Yo” (creando idolatrías), imaginando que el Señor es “prosperidad” y “materialidad”, pretendiendo que si posees dinero entonces estás bien, y si estás “pobre” es porque tiene una “maldición”, cuando puede ser al revés, de hecho, la mayoría de las veces es así. Lo que promete la “Santísima Trinidad” son “bienes” pero “espirituales” no “materiales”, ahora, que por defecto y no te obstaculizan en el camino a la salvación se te “otorgue”, es distinto su fundamento.
No sólo el “Evangelio” nos relata muchos pasajes sobre el “discernimiento” sino también cartas como “Didaché” (enseñanza oral de las doce apóstoles), la “Epístola de Bernabé” (Tratado cristiano), Diatessaron (Evangelio de Taciano), o “Pastor Hermas”, —fuera del canon— (o véase sobre la Vida del Abad San Antonio), del cual en todos ellos indican que hay solo dos (2) caminos, del bien o del mal no hay uno tercero, tinieblas o luz, cizaña o trigo…, lo que debemos tener claro es que por nuestras propias fuerzas nunca nos vamos a poder alcanzar dicha santidad, ya que necesitamos de la “gracia divina” siempre, si o si, ni siquiera aunque consigas la “perfección virtuosa”, ya que podrías incurrir en “pelagianismo” o un enfoque pagano helenístico”, sea claro que es imposible combatir con ángeles, y sobre todo caídos, cuando nos supera en creces, en poder, jerarquía, organización, inteligencia, sin la espada del Espíritu de Dios/cuerpo místico, sólo así seremos “invencibles”.
Nosotros discernimos de varias formas, piénsese cuando San Juan Bautista se da cuenta que baja el Espíritu Santo (véase Lucas 3:21), en el bautismo, cuando Jesús ora en el Huerto de Getsemaní, (véase Marcos 14:32), cuando se recibe en “pentecostés” (véase Hechos 2: 1-25) y así sucesivamente, de este modo, el “soplo divino” se le puede ser entregado a todos aquellos que lo soliciten, gratis, para que demos gratis, pero para ello se requiere de unos requisitos formales y materiales, estos últimos, son paulatinos, una vez conseguido entre los primeros, como el bautismo, el credo a Dios, estar en gracia, consolidar los votos, práctica sacramental, y para los segundos, en solicitud, suplica, petición, para un fin específico, como quien, indistintamente te haya premiado sin solicitarlo (pero es muy raro, véase, toda la 1 Carta de Corintios del Capítulo 12). Todo esto requiere de práctica permanente: lecturas, escrituras, manejo de casos específicos, con tal de consolidar un mismo idioma que sea alineado con el “discernir”, la cual coincide con el mero entrenamiento de la “diakrisis” agudizando además los “sentidos”, ya se dice en hebreos 5:13-14, es el hacerse como “niños” pero teniendo las “facultades maduradas” para el “correcto discernimiento” del bien/mal.
El “discernir” puede tener muchos niveles no solo cuantitativa sino también cualitativamente hablando, no sólo está en reconocer bajo este mismo “espíritu” a las malas personas, amuletos, las acciones diabólicas, o diferencia de almas condenadas, sino en saber ejercer la “sabiduría” (como todos los “dones sapienciales” con “discernimiento”, es decir con “prudencia”, que es la llamada “sabiduría práctica” (phronesis), y esto acontece ya que muchas veces podemos dar mal uso a los “carismas otorgados” (movimientos del alma), de hecho, los dones que vienen de “fabrica” (biológicos o epigenéticos) a veces lo utilizamos sin saber o con conocimiento a otro provecho (haciendo daño al prójimo o a Dios), indistintamente que luego sea pasado factura por ello, estas herramientas, medios, tiene un fin (telos) que no es el jugar como niños, sino que maduros se utilizan en la construcción y consolidación del Reino de Dios.
El apóstol San Pablo, como ya hemos indicado, nos acerca para tener en cuenta unos criterios para llevar a cabo el “discernimiento” con cierta “perfección”, es decir, nos da unas pistas para saber si las cosas vienen de Dios o no, y entre ellos menciona los “frutos”, por ejemplo si notas que tienes ciertos carismas o dones, pero desde hace tiempo eres lujurioso, impuro, iracundo, egoísta, algo no anda bien, ahora si no eres capaz de “discernir” esto, cómo crees que podrás hacerlo con algo que viene del Cielo cuando es más complicado. Lo que sí queda claro es que los “apetitos concupiscibles” además de traer la muerte, impide ver la luz de la verdad, y si tienes destellos de hacer curaciones, o cualquier designó preternatural, tenlo por seguro que estás siendo influenciado por el maligno, ya lo decía el pagano romano Publio Siro, “Dios mira si tus manos están limpias, no necesariamente si están llenas”, o Virgilio, “Es fácil el descenso al infierno” ya que el camino al Cielo esta cimentado con piedras, por eso vemos escoger normalmente a los necios lo primero (lo más fácil) y no lo segundo (cargue de Cruz).
Dios es enfático múltiples veces en decir en el Evangelio que casi no le piden o al menos no lo saben hacer, (véase Juan 16:23-24) y por eso no da (sinergia) el poder de la oración, lo mismo pasa cuando queremos “discernimiento” pero no lo obtenemos, ya que no deviene solo de la voluntad, sino que es práctico, ejercido por la sabiduría y la prudencia, es decir conlleva practicidad, experiencia, reafirmada en hábitos repetitivos, que de lo natural se hace convertir en sobrenatural en entrega del Señor, y esto se hace difícil porque el “hombre” al hacerse “racional” (racionalista burdo), (pos) modernista, no las ha podido percibir plenamente, esto porque ha dejado a un lado su lado “espiritual”, y menos que las “entiende”, (véase, todo la primera carta a los Corintios del Capítulo 2) debido a que la “luz iluminadora” proviene del “espíritu” y lo percibe su “psyche” a través del “intelecto” (nous) de forma infusa, y este es el idioma del Paráclito, que son las “divinidades de Dios”: “realidades/operaciones”, compartidos cuando y como quiera para el “espíritu del hombre” (mente —alma— de Cristo) y no al hombre en sí mismo (mundano).
Para alejarnos de ese “espíritu mundano”, que es incompatible con lo “espiritual”, que es lo que intenta aterrizar muchas veces infructuosamente las cosas divinas a la materia, pretende justificar lo que es el “discernimiento”, pero se queda corto, por tanto, debemos “creer para entender”, como dice San Agustín, pero para ello que se necesite además de los i) “requisitos formales” que hemos comentado (bautismo, confirmación, etc) como de los ii) “requisitos materiales” (practica recurrente de los sacramentos, estar en gracia, oración incesante, etc) y para poder obtenerlo, entre ellos el más importante es la súplica/petición, que acompañada de lágrimas, cantos, himnos, alabanzas, estudio de la escritura, de la enseñanza de la patrística, práctica de la ascesis…, significa en sí, en todo sentido, profundizar lo teórico a lo práctico, generando “experiencia con Dios”, escudriñando el conocimiento en compañía del Espíritu Santo, en el querer esforzándonos para adquirir la verdad y salir de la ignorancia, a través de la “práctica de las virtudes”, ya que sin esto sería imposible juzgar correctamente (sabiduría y prudencia, lo cual conlleva a la humildad—obediencia, fuera de toda soberbia y de sus manifestaciones).
El hombre que tiene fe, lo más probable es que tenga los dones desarrollados y puede que posea uno que otro carismas, y esto se debe por el indicador de los frutos del árbol sembrado y resguardado, pues el “discernimiento” se conoce por sus obras, ¿cómo saber si este hombre bueno/malo está dotado de milagros cuando le falta amor al prójimo? Como cuándo lo que mira es la billetera, los bienes, la materia, y no a su hermano, o cuándo no es justo, ni piadoso, y esta es una forma de hacer “diakrisis” en primer sentido, teórico-práctico ya que aquí “discriminamos” si está o no de tal lado si es de Dios o se encuentra dominado por el “anticristo”, que es entendido por aquel que no solo cree o no cree, sino de sus actos, contrarios al “Evangelio”, y su “modo de vivir” anticristiano, la cual no es acorde al bien.
Por esencia, “perfección”, es la persona que obra correctamente según el Evangelio, y llega la verdad (gnosis), posee el “espíritu santo” (minúsculo) que es compartido por el “Espíritu Santo” (mayúscula), que es la lámpara de los “dones sapienciales”, del conocimiento (entendimiento), ciencia, consejo, y el más importante de ello la “sabiduría” que va ligada a la “prudencia”, de allí que podemos destacar si esta persona o no tiene una mente purificada del alma, por tanto, de sus “operaciones espirituales” y de aquí que nazca el “discernimiento” ya sea como don, o carisma, según la cantidad gradual que se tenga o de calidad: corazones, pensamientos, espirituales, objeto, (de los diversos existentes), por ello que para el monje experimentado Evagrio Póntico este facultad, capacidad, requiere mucho trabajo (ascesis), para luego poder llegar a distinguir entre lo que es, ya sea: i) humano (de nosotros mismos), ii) mundano (del mundo o de la carne), o iii) divino/preternatural (de Dios o del maligno).
En la “Escala al Paraíso” o de “Jacob” (scala paradisi) se consigue otro modo —si es que estamos haciendo las cosas para nuestra “perfección”— “escalerización”, propuesto por el también “monje” o “asceta” Juan Clisímaco, en lo que se refiere a la “práctica de las virtudes”, dependiendo la condición/capacidad, de obediencia, mortificación, silencio, mansedumbre, ayuno, aguante de ultrajes, desapego, hesiquia, aguantando climas, entornos, ambientes…, lo que podemos llamar “progreso espiritual” (ubica en ellos 30 niveles). De esta forma, expresa que todos estamos dotados de algún “discernimiento”, ya que estamos bautizado/confirmados por los dones mismos, de forma natural o sobrenatural, este último más que todo se da por el alto grado de “perfección cristiana” que se tenga, en todo caso, y en todo momento nos toca hacer diagnóstico/examen para saber de dónde proviene porque muchas veces se origina del maligno, recordemos la parábola de los falsos profetas, las revelaciones privadas, de allí que se aplique el “discernir” en primer medida.
Concierne a nuestra naturaleza pecaminosa a partir de la caída del género humano causa que fue posterior al de los “ángeles rebeldes” o caídos el “discernir” se da frente todo tipo de acción/operación/movimiento espiritual, para ello que se deba de contar con mucha sapiencia no tanto humana, sino descubierta a partir de lo oculto en los misterios de Dios (gnosis), acompañado este del arduo trabajo espiritual para que no se vea disminuido con el tiempo sino aumentado, porque ello que toque a través de la “sinergia” (voluntarismo), solicitarla, para que se nos anticipe en este estado material, peregrino, un poco de su saber. En estos casos, siendo la “soberbia” el vicio más grande de todos los pecados y faltas del hombre y contra Dios, del cual se confabula en la amalgama de la “concupiscencia”, del cual nace el orgullo, la envidia, codicia, vanagloria y demás antivalores ha sido el desarrollo de los desastres/alteraciones morales de perversión que conocemos en la actualidad, que a su vez son las herramientas de la perdición, de la esclavitud, y por tanto de nuestra muerte, debido al “pecado”.
Un gran ejemplo de “discernimiento”, del que muchos pueden tener, es el “saber discernir” qué quiere Dios para tu vida, seas religioso o laico, si es lo primero, ya será si quiere que seas sacerdote, diácono, monje, o servidor de una orden, o si es lo segundo, de vida soltera o en servicio a la comunidad, entregado a lo “espiritual”, u hombre casado, por tanto, existe diversos medios para alternar que pueden darse y va de la mano con los “designios”, que a su vez pueden coincidir con tus objetivos (scopos), que en últimas el Señor te sugiere, y en otras te obliga y si pasa en este último es porque te ama mucho, pero en todo caso siempre querrá lo mejor para ti, en cuanto a que todo se trata de “escogencias” de “preferencias temporales” en este plano, no solo conforme a lo mencionado sino en todo, crecimiento personal, trabajos, justicia, siempre en consecución a tu salvación bajo el orden establecido (disciplinarismo —arché—)
San Pablo es enfático sobre todo en la primera Carta a Corintios, en este caso en el capítulo 12 en cuanto a los “dones espirituales” recibidos además de los carismas, que se reciben primero que todo en destacar que para salir de la “ignorancia” se deba entablar ciertos “ejercicios espirituales” y esto se debe ya que una “actitud de indiferencia” (adiaphora) puede condenarte, piénsese en ese “científico” o “racionalista” pudiendo (no actualiza su conocimiento) no busca de Dios, en estos casos Cristo no quiere que estemos mudos, sordos o ciegos en cuanto a las enseñanzas (paideia), y ahora si pretende entablar comunicación con el Espíritu de la verdad, se debe buscar manejar el mismo “lenguaje infuso” (uno de ellos es el de la “diakrisis”) para poder luego reconocer su “voluntad”, santas inspiraciones, y saber lo que nos quiere transmitir a través del “discernimiento” (logos) ya que el “espíritu santo” compartido es el mismo, y este debe ser abarcado en distintos ministerios, misiones, tareas, según su condición/capacidad de la persona.
Algunos querrán curar enfermos, o expulsar demonios, pero esto no es para todo el mundo, sino todo aquel que Dios se lo haya concedido, los milagros, las profecías, hablar en otros idiomas requiere de solicitud, pero otras veces solo viene de naturalidad. En todo caso es el Espíritu Santo el que las distribuye como quiere, lo que se quiere es que hagas el “curso”, para poder obtener mayor gracias, es decir, mejor capacidad para recibir mayor contenido de dones y carismas, esto es, como “apóstoles de los últimos días” deban hacer su trabajo, ya sea que se consideren luego como profetas, maestros, “milagreros”, “curanderos” (en el buen sentido de la palabra), y así sucesivamente…, que siendo honesto/sincero es lo menos importante para Dios, aunque sea lo más visible para los “hombres racionalistas” dentro de su vanagloria, aquí los “carismas superiores” en verdad son los “frutos” que nos arroja el “espíritu santo” (en minúscula), es decir estar en “santidad”, ejecutando “buenas obras”, lo demás es añadidura (véase Romanos 6:22).
Expresa el monje Juan Casiano, siguiendo a su maestro Evagrio Póntico, y estos a su vez el “Evangelio”, específicamente las cartas de San Pablo, que la “acción del espíritu” se debe a tres (3) motivos, las dos (2) primeras desagradables, i) que viene del “demonio”, otro presuntamente ii) “neutra” que es el surtido por “nosotros mismos (y la carne)”, que podemos asociarlo a su vez con el “mundo”, y otro de iii) Dios, que es el fin loable, sobrenatural, es el “telos”, y el “scopos” de la “salvación”, lo que se necesita entonces es conseguir una “discernimiento santo” (véase, Conferencias, I,19), un “sagaci discretione”, el problema de todos estos serían el “primero” y el “segundo”, este último es una “antesala” a ello, y por ello que se sugiera el “ascesis” en todo el tiempo para su “combate”, al menos mientras que vivamos, y no se trata de hacer excesos de vigilias, ayunos, para no caer en la “vanagloria”, sino de someter el cuerpo, hasta tal punto que el “espíritu” y el “alma” están en consonancia con la “mente de Cristo” (en comunión).
Para los monjes egipcios (sobre todo) pero también los de medio oriente, Siria o Palestina, el “discernimiento” no sólo de “espíritu” era importante para el combate externo, sino también la “lucha interna”, de los vicios capitales (logismoi) que estaban siempre al acecho del asceta o del laico, siendo ahora la “tentación” la herramienta principal del mal, se trata de saber qué estrategia, o juego está tomando para vencernos, —ex ante—, o —in situ—, con la ayuda de Dios (sinergia), entre ellos para “combatir” la glotonería, la fornicación, la avaricia, etc (con su respectivo “agere contra”), todo estos, derivado de su “antivalor reina” como es la “soberbia”, la cual hacen a su vez la guerra al género humano de frente, y sin tapujos así nos hagamos los sordos o ciegos (por tanto, estamos en medio de ella así no queramos), esto dependiendo del sujeto, por ello que la “ascesis” sea solo un vehículo, un medio para la guerra, no el fin (telos) en sí mismo.
No debemos caer en las herejías ya combatidas como la “albigense” (cátaros), encratismo, docetismo, o “gnósticas” (entre ellas, la teoría de los eones), en creer que el cuerpo es malo por excelencia y que por esto debemos sofocarlo hasta matarlo, y no es así, nuestra biología es un medio para un fin, que es la “conservación” y luego “salvación” del “alma” por tanto debes cuidarlo “física” como “espiritualmente”. Para el monje Juan Casiano y la mayoría de los “cenobíticos” creemos que todo lo que hizo Dios en este mundo es bueno y es para algo, y tiene por tanto unos “objetivos”, ahora, otra cosa es que el orden iniciado (—arché—) fuera alterado por los “demonios” (ángeles caídos), y precisamente la “ascética” sea una lucha para “liberación” de esa contra, es decir, una “contrarrevolución”, una “libertad” a la presunta libertad que no es otra cosa “esclavitud”, por “ascesis de abstinencia”, de “liberación de los caídos”, se trata de conservar la “disciplina” y su acción en el actuar: “disciplinarismo”.
En resumen, hermanos, el cuidarse mucho, como el defecto de no cuidarse, es malo, toca tener sabiduría, luego prudencia y por tanto “discernimiento” para saber lo que se hace, inclusive para las “obras buenas”, lo mismo sucede cuando ejercemos la humildad, la mansedumbre, sino viene de pureza de corazón, no es verdadera sino falsa su acción, en este caso la “diakritos” (que es la acción de discriminar) nos puede servir, una vez trabajado las áreas para saber/conocer (adiakritos —sin distinción—) como si de un anciano (startsy) lo fuera, conocer qué es lo que se quiere o que hay en ese obrar, pensamiento, omisión, etc, la naturaleza humana sola, por sí misma [sinergismo], no puede sostener un combate contra los ángeles [ya que necesita de gracia y discernimiento] todo se consolida con el “corazón” lo que la ciencia llama “coherencia cardiaca” (scientia amoris).
Muchas veces culpamos al “demonio” por nuestras acciones cuando precisamente hemos adquirido hábitos que son “insanos” para nuestra “alma” por lo que les regalamos el trabajo a estos “perezosos” (quedando sin hacer nada), y pues, lo único que realizan son las “tentaciones” (es el nivel más básico/eficiente de su acción), muchas veces atraídas por las “potencias de la carne”, que hemos tenido a lo largo de la vida a partir de nuestras acciones y que quedan grabadas en nuestra “psyche”, todos ellos desencadenados por los “desórdenes concupiscibles” que se oponen entre sí con el “espíritu”, (véase Gálatas 5:17), lo que al momento de tener mayor “progresión espiritual” aumenta a su vez las presiones (inclusive aparecen “acciones extraordinarias”), pero según la “madurez” que se tenga se extienda o no esa “cobertura”, precisamente es una “paradoja” porque imaginaciones que no vienen del Señor son permitidas a su vez por Él pero para un “bien supremo”.
Dentro de las tácticas conocidas por estos “bellacos” es que a pesar de no poder cometer actos impuros, como la fornicación, lo incitan a cometer a los hombres, dentro de la “alteración” del orden establecido por Dios (—arché—), en un inicio (disciplinarismo), de esta manera estos “ángeles caídos” se entrometen en tu cuerpo, como si fuera la “materia” de ellos, de allí que se indica hablar de la “influencia”, “vejaciones”, “obsesiones” o “posesiones” ya sean parciales o totales, y entre ellos aparezcan ciertos dones o carismas que provengan de estos mismos y que no sean naturales o sobrenaturales sino preternaturales, y esto hace parte del engaño (piénsese en los famosos “médium”), el hacer creer que es el Espíritu Santo actuando del cual se apropian del momento propicio para realizar la “operación espiritual”, de allí que el “discernimiento” sea la clave para este resolución.
Hagamos una pausa, y los invito a recitar esta oración breve por lo menos tres (3) veces para obtener un poco de “discernimiento” y luego seguir:
“Santísima Trinidad, Padre Eterno, Espíritu Santo y Cristo Redentor, por ser el Trono de la Sabiduría, danos el conocimiento necesario y la guía perfecta para saber: qué, cuándo y cómo actuar. Ilumina nuestros pensamientos y los actos correctos que debamos tomar, guíanos a decisiones sabias y prudentes. Concédenos discernimiento de corazón y de espíritu para conocer lo mejor para nuestras vidas y la de nuestros hermanos”.
Se repite, el problema no es ayunar, hacer vigilia (nepsia), o privarse de bienes, leer la Biblia, porque el demonio también lo hace y la conoce, sino que el hecho está en reconocer que somos “polvo y ceniza”, el no enorgullecernos con nuestros actos, actuando humildemente, conservando nuestros pensamientos puros, el telos está “predestinado” en la salvación, indistintamente del medio obtenido, teniendo en cuenta la “pureza del corazón” de cada quién, y se da este proceso como “peso” de “gimnasio” lo fuese, es decir, con la ascesis, y la mortificación del cuerpo, pues a estas privaciones le viene otra más grande que es la “renuncia de sí mismo”, la “negación” (obediencia), que es el erradicar todos los vicios, para quedar libre, y practicar las virtudes, para así poder contemplar a Dios en su visión beatífica.
Como pueden notar, el fin de la “guerra invisible” es conseguir la “pureza del corazón”, que no es nada sencillo, primero debes privarte de muchas cosas, purificando no solo de actos contrario, tarea que no es sencilla, pero más complicado será el de “purificar” los pensamientos para sí llegar (si se quiere) a la “cardiognosis”, que es el “estado natural del perfecto cristiano” que se consigue con la destrucción de los “hábitos deformados” por los “pecados”, en cuanto a su “progresión” que bien se surte de los “pensamientos puros”, en el “campo de batalla” principalmente contra nosotros mismos en el plano material, sino también inmaterial, que se da hasta lo último, del cual quieren desviarnos (aunque no tengan conocimiento de nuestra conciencia, pero si que predicen), construyendo tácticas en nuestra debilidades, y a veces sistemáticamente, trabajando en organización. Mejor dicho, el que resiste progresa, si ve que existe una coraza vienen más grandes, de allí que la facultad de discernimiento, de distinguir, discriminar de qué se trata, para poder trabajar este aspecto específico, según la etapa de virtud, por tanto, nunca digamos que hemos vencido el demonio hasta que no hayamos dejado de ser peregrinos en esta vida (homo viator).
El “discernimiento” sobre todo el “sagaz” es bueno obtenerlo como capacidad, o facultad para obtener muchas cosas más, o al menos conocer qué es lo que hay, pero sobre todo para saber las malas acciones, o los pensamientos impuros, y entrever cuando están disfrazados, lo que son generado por los “logismoi”, son esos deseos, faltas, que son escondidas para el alma cuando no reconoce la “verdad revelada”, y que actualmente se escapan de la “atención del ser humano”, del cual se construye a partir de “adiestramientos ascéticos”, de allí que el “ascetismo” venga de la mano del “sometimiento del cuerpo” y nos sirva de “medio” para poner coto a este problema, sin excederse, como los ejemplos que menciona Juan Casiano (véase Colaciones II) de ciertos “abades” que acabaron muriendo por engaño del maligno, no comiendo, haciendo locuras, y ciertos sacrificios que van en contra de la voluntad de Dios (falta de humildad y de obediencia).
Siempre es bueno “discernir sagazmente”, en estos momentos qué es lo que quiere Dios para nosotros y aplicar el “agere contra” del vicio opuesto, su némesis, en este caso por ejemplo de la lujuria sería la castidad, así como todas las virtudes dependen de otras, los vicios también beben de la soberbia, por ello es que la humildad (obediencia) sea la madre a su vez de la otras madres como es la prudencia o sabiduría práctica dentro del saber discernir, teniendo en cuenta que somos débiles por nuestra propias fuerzas, así tengamos/contemos con cierta metodología de defensa (huir, cercenar los ambientes peligrosos, esquivando amigos, etc) de allí que debamos contar con la ayuda de la “gracia divina” para poder triunfar, del cual Él va estirando hacia tu “santificación” según lo que le parezca, cooperando (sinergia) en la “perfección cristiana”, para así salir librado de las batallas permanentes, aunque a veces perdamos (con permiso, sobre todo porque nos falta humildad).
Es necesario advertir que no solo lo malo sino tambien lo bueno necesita “discernimiento”, en todo lo que hagamos, inclusive practicando la virtud, San Paisos habla que estos hechos son la “sal”, de esta primera procede la segunda, “todo sacrificio será salado” (Marcos 4:49), y uno de lo que más necesita “discernir” es el “atleta”, es decir, el “asceta” para no extralimitarse y terminar dañándose así mimo lo construido, este mismo santo del Monthe Athos, afirma que todo exceso proviene del diablo, ya que todo se da por gracia y según lo medida que Él vaya dando, asi habrán personas en el mundo que no podrán ayunar mucho tiempo y otros que no más de uno (1), dos (2), tres (3) días, el que no puede más, no podrá seguir o sino será considera como un “ayuno negro” para el “alma” ya que la envenena, (véase, Pasiones y virtudes).
El “discernimiento” a la final todos la tenemos un poco o mucho, y esto pasa con casi todo, pero toca adiestrarla o conocerla en abundancia para poder trabajarla, y por tanto solicitarla a Dios, para que no los concede en mayor medida, mejor adecuado para nosotros mismos y no tanto para el prójimo ya que a la final puede que nos afecte el “orgullo”, a partir de aquí que terminemos juzgando a nuestros hermanos/a. De este modo, según el ortodoxo ruso San Nicolás Velimirovic “cuanto más humilde es un hombre, más sabio es y cuanto más arrogante es más infértil es”, por tanto, el Señor da como luz “discernimiento” a los humildes para que conozcan y entiendan, pero se opone a los soberbios (véase, Fe del pueblo de Dios). Por otro lado, para San Máximo el Confesor, es “mediante el trabajo práctico, que se puede discernir, porque como espada de hierro, cuando se esgrime, siempre asusta a los adversarios, y si se deja de lado y estando inactivo se desgasta por el óxido, así también el discernimiento, si no se une a la acción, es inútil e inútil y se desgasta por la malicia” (véase, Preguntas y perplejidades).
Dice San Agustín en estos aspectos en los capítulos 27 y 45 del texto (en ese orden): “El espíritu y el alma” (véase también sermón 182):
“A veces el espíritu bueno, y otras el espíritu malo, posee al espíritu humano, sin que sea fácil discernir por qué espíritu está poseído, sino porque el espíritu bueno enseña, el malo engaña. Y a veces engaña en bienes manifiestos, para, después de haberse dado crédito ante ellos, seducirlos y llevarlos a su terreno. Otras veces arrebata al espíritu humano con violencia, de modo que por cierta amalgama astuta aparece ser el mismo espíritu, bien del sufridor, bien ya del agresor, como vemos en los endemoniados. Sin embargo, ninguna criatura puede poseer el alma del hombre, es decir, invadir la mente, según la substancia, sino la sola Trinidad. Si se dice que Satanás invade la mente de alguien, principalmente el corazón, ciertamente no es entrando en él, y en su sentido; sino incitando con fraude o iniquidad, y con toda la malicia, y seduciendo a la malicia, por medio de pensamientos y los incentivos de los vicios de que el mismo está lleno, en cuanto que es mentiroso, desvergonzado y burlón fraudulento de las almas. En efecto, el diablo no invadirá a nadie ni se hace su ocupante, como algunos creen, por la participación de la naturaleza o de la sustancia, sino que, por la mentira, el engaño y la malicia, se dice que habita en aquel a quien invade. Porque entrar y llenar la naturaleza o la sustancia que creó solamente es propio de la Trinidad”.
“Puesto que nuestra alma es racional para que sepa discernir entre el bien y el mal. También es concupiscible y además irascible para que pueda amar el bien y odiar el mal. De la concupiscibilidad nace el amor, y del amor el deseo y el gozo. El amor es el deleite de algún corazón hacia algo y por algo, corriendo por medio del deseo y descansando por el gozo; por el deseo apetecer y por el gozo disfrutar. De ninguna otra manera es bueno, cuando es bueno, el corazón humano, sino porque ama bien lo que es bueno. No es malo de otra manera, cuando es malo, sino porque ama bien lo que es bueno. Pues, todo lo que es, es bueno, pero en cuanto se ama mal, queda viciado. De la irascibilidad nace el odio. En efecto, la ira engendra odio, y del odio viene el dolor y el temor. Por ejemplo, cuando nos airamos contra nuestros pecados, y comenzamos a odiarlos, nos dolemos porque hemos pecado, y tememos las penas por los pecados. Pues es tan ambiguo el afecto del alma que, si no es por el fin de la obra, no somos capaces de discernir la cualidad de su intención”.
Para terminar, como nos aconseja Cristo y los padres del Desierto y la Iglesia, debemos basarnos en el Evangelio, la idea de todo esto es que tengamos cierto “discernimiento” para poder “discriminar” las cosas según nuestra medida, lo bueno de lo malo, pero sin caer en la extralimitación, sino que todo toca juzgarlo según la templanza, moderación de las cosas, no en el querer, o voluntad propia, sino de las gracias particulares, dones y carismas concedidos, lo contrario a esto nos puede arruinar la “salvación”, ya sea por avaricia, codicia, orgullo…, esto, porque muchas veces pretendemos engrandecernos, cuando estamos llenos de pasiones, impurezas, y caemos en el engaño, y precisamente cuando la “recompensa” (el espíritu está ahí mismo, y la carne es débil) está en la obra misma, de la virtud, si quieres pedir algo, que por lo menos sea el “discernir” esparciendo lo tenebroso y adquiriendo la luz, para no caer tan fácilmente ante el mundo o el maligno inclusive de tus ideas concupiscibles, ya que el conseguirlo plenamente estarás dotado no solo de lámparas de los ojos, sino también del espíritu y de la mente del alma, guías para la “salvación”.