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21 de abril de 2024

LA "MANSEDUMBRE" (PRAOTES): UN "FRUTO" DE LA "HUMILDAD"


Mario Felipe Daza Pérez

@mariodaza

 

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Seremos "mansos" (dóciles) no solo por las palabras o acciones que evoquemos, sino que verdaderamente lo presenciaremos cuando lo hagamos de corazón. La "mansedumbre" como "valor interno-interno" lleva a la "pax" a la "tranquilidad de espíritu" (hesicasmo -quietud-), "gozo" que se determina contrario a la violencia, a la irritabilidad..., va en conjunto con la "virtud" de la "paciencia" como "valor interno-externo" y de la "humildad" como "valor supremo interno", a la final se muestra como un fruto de esa vid.


El ser "mansueto" es estar asociado a la "tolerancia" y a la "gentileza" un "valor" que va en contra de los "actos concupiscibles de la ira" (San Juan Crisóstomo dice que "aumenta el mal" y es precisamente la "mansedumbre" la que lo hace diferente, debido a su benevolencia o clemencia ya que la "suprime") y que su vez se asocia a la "virtud cardinal" de la "moderación" (temperancia, como freno al mal obrar) pero con mayor ahínco con el de la "fortaleza", por tanto el que lo "practica" o lo "obtiene" por "voluntad divina", no lo hace de por si una persona débil, sino al contrario "fuerte", San Agustín precisamente en el Sermón 375A.1 considera a Cristo como el "cordero" en la pasión y "león en la Resurrección" como ejemplo de ello: "manso y fuerte, amable y terrible, inocuo y poderoso, silente al ser juzgado".

 

Sin duda alguna la "meditación", sobre todo la "cristiana" -que es que la recomiendo-, entre ella, la "carmelitana/benedictina" es la que cimienta ese "entrenamiento espiritual" de la que nos lleva a interiorizar sobre las "virtudes" y entre ellas dentro del factor de las "bienaventuranzas", del cual podemos mencionar la "mansedumbre", ya que dirige la "calma", el "relajo" (pobreza) pero de "espíritu". Esta asociado no solo en el plano espiritual sino psicológico se puede comprender como el "estado" del "carácter" de un hombre, del "comportamiento", (en alemán: "sanftmut") pero también relacionado al "valor monástico", sometido a un "don humano", pero también a un "gozo" del Espíritu Santo, dentro del "fruto de la humildad", de lo que el lenguaje maronita le llaman "praotes", cuya significancia es "dulzura para con los demás", (véase, Meouchi-Olivares, A. 2019, en "Diccionario Enciclopédico Maronita" e "Historia de los Monjes de Siria" de Teodoreto de Ciro).

 

"Praotes" ("mansuetus", en latín) es el término griego utilizado para la "mansedumbre" en ocasiones llamado "gentileza", del cual llena el "sentimiento interno", de la persona ya que viene de la "humildad" (tapeinophrosyne) misma, pero que a su vez se refleja "externo" ya que designa el "trato para con los demás", y no directamente para con Dios, que bien si lo haría la virtud cardinal mencionada o la misma "paciencia", que sería tomada como una "subvirtud", aunque todo ellos comprendidos como "movimientos" o "acciones del alma", del cual toca ejercitar espiritualmente (ascesis) hasta la perseverancia final. En resumen, todo el que es "humilde" es "manso" en mayor o en menor medida, y si, "todo manso es humilde de corazón", porque es su fruto, por tanto, serás destacado dentro del sello divino, como hijo de Dios, escogido para su reino, porque precisamente él corrige de la misma forma, es su forma de "disciplinar".

 

La "mansedumbre" (inferido como "agradar al prójimo"), es una "subvirtud", un "fruto" que se ha contrastado con la misma "humildad" (inferido como "agradar a Dios") en su "raíz" o "causa", en la medida en que esta última se refiere a una actitud hacia uno mismo, mientras que este último va relacionado al "trato con los demás", su finalidad es el refreno, de todo tipo de comportamiento contrario, ya sea a la venganza, ira, palabra suelta, acto desordenado, hacia el prójimo, significa ceder, mantenerse..., teniendo o no la razón frente algo, por amor  (caridad), ser benigno, suave, fuera de toda arrogancia, vanagloria, presunción, en paz, tranquilo, quitando de sí todo halo de ofensa, o afrenta, téngase claro que se crea la posibilidad únicamente de desarrollar esta "cualidad" a través del "poder unitivo" del "Espíritu Santo" (unción/gracia).

 

La "mansedumbre", como "rasgo distintivo", del "ser espiritual" es "fruto" de la obra del Espíritu Santo predicado de la "bondad", ya que su fuente y raíz es la "humildad" que está en el cuerpo, mente y alma sobre todo del que "ayuna", es una combinación entre "sabiduría" y de "fortaleza", ya que no le importa el honor, la vanagloria, pero tampoco el deshonor, el ultraje, o la afrenta. Expresa San Paisios del Monte Athos, que para este proceso ya sea para adquirir o aumentar la "gentileza", se debe practicar la "ley del ayuno" (gradualmente), como médico de nuestro espíritu, ya que humillamos la materia, disminuyendo la "ira concupiscible", así mismo elevamos el "alma" alimentándonos de la oración, limpiando pensamientos vanos, obscenas, murmurios, malquerencias impías, el salteo de los ojos y de los sentidos, mejor dicho, se "interioriza a sí mismo", en búsqueda de una "sanación" alejando las tinieblas, y quitando las "láminas del pecado".

 

Está claro que el "ascetismo" o la "práctica de los ejercicios espirituales" (ascesis) por sí solo no ayuda, este es tan solo un "medio" de la consecución para ser "morada del Espíritu Santo", y esto lo expresamos porque existe muchos otros motivos de destino, entre ellos, por egoísmo, u otros fines ya sean personales, o estéticos, y no por "caridad" o "justicia", y de allí que la "Santísima Trinidad" no se pronuncie en nada en estos "seres", porque no está haciendo dicha contemplación/devoción con el "corazón", sino que se "ejecuta" por "astucia" y no a través de la "virtud", como la "mansedumbre", "humildad", "paciencia". No en vano que se represente al paráclito como una "paloma" (ungidor), de Cristo como un Cordero (maestro) y a nosotros, sus hijos como ovejas (discípulos), símbolos/figuras de la "mansuetud" (praotes) y gozo de la "obediencia" (relación especial de sujeción).

 

Ejemplo de "mansos" no solo lo tenemos con el mismo "Cristo", sino también con los apóstoles en el nuevo testamento, como Pablo, de la misma forma en el antiguo, como paso con Moisés (Números 12:3) e incluso está asociado con otras "culturas religiosas" como el budismo, el taoísmo, el islam, en este último se le conoce con el nombre de "faqr" ("pobreza" o "quien resiste") dentro del concepto de la "virtud cardinal" de la "fortaleza" (que del mismo modo puede estar relacionado con el "estoicismo" y la "filosofía pagana greco-romana"), si lo analizan en nada tiene que ver con la "debilidad" ni de ser "pusilánime", sino al contrario, de convertirse en "humilde" dentro de los grandes "dotes poseídos por el "Espíritu Santo", del cual están sometidos al "temor de Dios", como de las "virtudes teologales", como "fruto" o "gozo" de su "estado espiritual"

 

Repitamos esta famosa jaculatoria ya sea vocal/mentalmente, treinta y tres veces (33x):

 

"Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo"

(Jesu, mitis et humilis corde: fac cor nostrum secundum cor tuum)

 

El que no discute teniendo con que, el que no se enoja sabiendo que le "volaron la piedra", quien está en medio de una pelea, aunque lo haya afectado, saca provecho de ello y se mantiene "manso", téngalo por seguro que tendrá una porción del cielo desde aquí en la tierra, de allí que debamos distinguir la verdadera de la falsa mansedumbre (iracundia), no lo es por tanto, esa persona quien esté pendiente de los vicios, pasiones, deseos mundanos, quienes con una palabrita creen que han arreglado el problema cuando en su corazón se esconde es otra cosa: venganza, retaliación, rencor, etc, recuerden que estamos para servir, no para ser servidos, es por tanto esta "gentileza" una "actitud de humildad", y de "gracia", que va en contra de la "soberbia" y de todos los valores del maligno.

 

Cuando estamos frente a una situación que nos gusta, pero que nos alborota, son esas adversidades de entrenamiento los que nos permitirá enfrentar si somos mansos o no, en esas labores humildes, de aceptar, lo que nos incomoda, siendo ya sea servicial, cortés, así nos hayan tratado mal, aquí no se trata de vencer el mal con el mal, el irrespeto con el orgullo, o el desprecio con la vanagloria, sino al contrario con "caridad" (amor) pensando siempre en "espíritu del prójimo" más que en él de sí mismo, debemos estar descansados en el gozo, la paz y el fruto de la bondad, magnanimidad, y la paciencia, sin llegar a perder esa tranquilidad, siendo el "Espíritu Santo" nuestro guía, quien toma las riendas de los actos, potencias, y facultades de nuestro ser (por esos debemos ser dóciles a sus "santas inspiraciones"), dejando que se aleje el maligno/mal sobre nosotros.

 

Quizás muchos "santos" sufrieron de "actos de ira", impaciencia, de lo que he leído puedo recordar a San Francisco de Sales, o el Santo Padre Pio, en algunas ocasiones, aun así aplicaban la "mansedumbre", ante estos "impulsos naturales concupiscibles", que en ciertos casos era justificado, estos sabían lo que les pasaba, porque moraba en ellos Espíritu Santo, a la final es quien te irradia la paz interna/externa que es lo realmente importante, y no la "impaciencia", el estar "irritado", con "rabieta", esto, no va con Él, por eso es que los "movimientos almaticos" se entremezclen con el "entrenamiento" de la "virtud de la fortaleza" porque sabemos que no es fácil, aun teniendo el "patente de corso" para hacerlo, como cuando cometen blasfemia, o cualquier acción impía contra Dios, hay que saber "corregir", la causa por tanto da pie para irnos en ristre, pero también se debe saber "cómo".

 

San Agustín en estos aspectos en su obra "La ciudad de Dios" como en sus "sermones", se refiere a esta situación de "irritación", con cierta "justificación" cuando existan los motivos, porque si no existiera tal causa no se podría defender en ese mismo momento, igual debería suceder para lo que acontece para la justicia humana, de allí que explica la diferencia entre esta y la "paciencia imprudente" o "paciencia irracional" (este último conceptuado por Santo Tomas de Aquino y San Juan Crisóstomo), que si es viable, porque si no se hace, el "hombre peca", ya que imita la pasibilidad de las faltas, de no hacer nada, del ser omisivo, frente a los males, aun así, recomienda ser manso y humilde (más no tolerante), para tener mayor caridad [justicia] ante el prójimo.

 

Indica el Obispo de Hipona en sus sermones 157.2 y 163 b.3 (en este orden):

 

"Guardaos, pues, hermanos, de que con tales charlatanerías se corrompan vuestras costumbres, de que decaiga la esperanza, se debilita la paciencia y vayáis a dar en caminos tortuosos. O mejor, manteneos con humildad y mansedumbre en los caminos rectos que os enseña el Señor, a los que se refiere el salmo: Dirigirá a los humildes en el juicio, enseñará a los mansos sus caminos. Si no es humilde y manso, nadie puede conservar perpetuamente la paciencia en medio de las fatigas de este mundo, sin la cual no se puede custodiar la esperanza de la vida futura. Es manso y humilde quien no ofrece resistencia a la voluntad de Dios, cuyo yugo es ligero y cuya carga es leve, pero sólo para quienes creen en él, ponen su esperanza en él y le aman. De esta forma, la humildad y mansedumbre no sólo os llevará a amar sus consuelos, sino también a soportar sus azotes, como buenos hijos, de modo que como no veis lo que esperáis, los esperáis por la paciencia".

 

"Por lo tanto, hermanos, si un hombre está implicado en alguna falta, vosotros, que sois espirituales —cualesquiera que seáis los espirituales—, instruidle con espíritu de mansedumbre. Y si levantas la voz, haya amor interiormente. Si exhortas, si acaricias, si corriges, si te muestras duro: ama y haz lo que quieres. El padre no odia al hijo y, sin embargo, si es necesario, le azota; le causa dolor para proteger su salud. Esto es lo que significa en espíritu de mansedumbre. Si, pues, un hombre está implicado en alguna falta y te dices: «No es asunto mío», y al preguntarte yo: «¿Por qué no es asunto tuyo?», me respondes: «Porque cada uno llevará su propia carga», te replicaré: «Sin duda escuchaste con agrado y entendiste: Llevad unos las cargas de los otros». Por ello, si un hombre está implicado en alguna falta, tú, que eres espiritual, instrúyele de esta manera con espíritu de mansedumbre".

 

Además de prescribir la "ley del ayuno", que ya hemos descrito varias veces, como casi siempre la mayoría de las soluciones de estos problemas espirituales [medio para obtener el Espíritu Santo], podemos proponer trabajar la "prudencia", o los actos contrarios conforme repudio de la ira, aun tengamos la razón, demostrando así, "movimientos almaticos" de caridad o de amor, tratar de corregirse casi inmediatamente, o mediatamente.


Por otro lado, tratemos de casi nunca alzar la voz, de guardar el tono, para bien o para mal, esto, para "mantenernos" (mansos) estables en nuestras reacciones. Si recordamos en el Evangelio el pasaje del "dar la otra mejilla" cuando se nos abofeteen, burlen, persigan, denigren, aquí todo ello implica un "acto de mansedumbre", no sólo de soportar dolores sobre todo emocionales, sino también físicos (aunque sea fácil decirlo y difícil practicarlo), soporta los desprecios, es saber entrenarte en ellos, por ejemplo, Diógenes el "Cínico" se dedicaba hablar con estatuas, con el fin de ser "despreciado", ahora, si bien el "fin" es distinto al cristiano, lo que se busca es ser gentil, amable, con el trato para con los demás, controlando las pasiones/deseos con la ayuda de Dios y de tu voluntad esos "movimientos del alma", siendo "rigurosos consigo mismo".

 

Se expresa en Salmos 25:9 que el "Señor" guía a los "manos" y les "enseña" su camino, esto no porque demuestran una fuerza descomunal en sí mismo, sino porque al "escuchar" estarán abiertos a la introducción de la "sabiduría divina" misma, que bien va de la mano con el santo "Temor de Dios" y su "fortaleza", por eso que nos replique Cristo en Mateo 11:29, oigan muchachos/as: "aprendan de mí, que yo soy Manso y Humilde de Corazón", ahora, si quieres ser riguroso, séalo con usted mismo "obedientemente", practicando el "autodominio", pero en todo caso sea amable, gentil, afable para con los demás, y eso es ser "mansueto", cuando esto lo tenga claro, dice San Ignacio de Antioquia, se "desbarata al demonio" porque no tiene nada que hacer, ya que al destinarse como un ser "arrogante", que va en contra de la "humildad" no mora en los frutos, gozos y raíces del Espíritu Santo.

 

Siempre hablaran de nosotros todo el tiempo, esto no quiere decir que no trabajemos en aquello o en lo otro conforme a nuestros defectos, en los falsos honores o deshonores de nuestras virtudes, y por tanto de los vicios/pasiones cuando sea verdad o no lo que digan de ti, lo que único que se debe tener claro es que lo expresen de ti o no, no sea esto el motivo de convertirte en un ser "iracundo", porque lo que se buscará es que el remedio sea peor que la enfermedad, que no seas conocido como "ahí va el irritado", y aún más cuando lo hacen a "adrede", sin justificación.


El "manso" siempre debe saber "controlar" las "emociones", sobre todo su "rabieta", solo de este modo quebrantará la "acción maléfica" del otro, del maligno o del quién lo instó a actuar no tan gentilmente, pues, en primera medida no sabrá que hacer, porque esperará de él lo mismo, pero al no darle la misma medicina la cosa cambiará, es por eso que estas loables acciones se devuelvan hacia ti "digna moradas del Espíritu Santo", "huésped" de esa "alma tranquila" que además es "humilde", paciente, benevolente, pacífica, de allí que los frutos del "paráclito" sea "uno solo" en sí mismo junto contigo (o sino véase, Isaías. 57:15, 66:2, y Mateo. 5:5), llenándose de "gracias especiales" porque resisten al "bellaco", al "soberbio".

 

Debemos ser consciente que si queremos la "santidad" como nos "exhorta" Jesucristo, él no expresa que lo seamos según la condición/capacidad/vocación a la que hemos sido "llamados" (advocare), ya sea como panaderos, soldados, abogados, mendigos, solteros, casados, como quiera que sea, tal cual como se establece en Efesios 4:1-6, pero con humildad, mansedumbre, y paciencia, pero en todo caso, con caridad (amor), conservando el espíritu que nos mantiene todos unidos bajo un mismo corazón, que no puede ser diferente al del resto, "atados" (relación especial de sujeción) al sentir de la "paz", regido bajo un mismo Espíritu Santo, de una sola fe, que debe ser la cristiana, y que no es otra que bajo el rito católico, tal cual como se simboliza en el concepto de la "Santísima Trinidad", Dios uno y trino, en nuestro caso, "santos", por doquier, pero reunidos en "comunión" bajo el mismo propósito, pero eso sí con diferentes "grados" y "gracias".