“¿De qué te sirve ganar el mundo [con codicia, orgullo], si al final pierdes tu alma?”
San Ignacio de Loyola
“Fue el orgullo el que convirtió a los ángeles en demonios, es la humildad la que convierte a los hombres en ángeles”.
San Agustín.
“El Señor resiste a los soberbios [orgullosos]; pero a los humildes da su gracia”
Proverbios 3:34
Mario Felipe Daza Pérez
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El “orgullo” puede ser sin duda la “semilla” de nuestra propia destrucción, debido a que nos aparta del amor [caridad] con Dios, este “antivalor” es lo contrario a lo que se conoce como la “humildad” y a la “mansedumbre” del “corazón”. Un hombre orgulloso, lo que le sigue es: soberbia, vanidad, jactancia, ego, narcisismo, arrogancia, etc, por tanto, no puede conocer el “reino de los cielos”, ya que no es “limpio y puro de corazón” ya que para serlo sea un requisito “sine qua non” la “divinidad” por medio de la “gracia”, por tanto, en el mejor de los casos ser humilde y pobre de espíritu significa participar en el “botín” de los “ganadores”, y no de los “perdedores” como en este caso pretenden los “orgullosos”.
Cuando describimos los ocho (8) logismoi (pensamientos malos) que acompañan y acechan la batalla en la vida del monje o del “asceta” según la visión que nos trae Evagrio Póntico, en nuestros casos como cristianos “contemplativos”, debemos describir como el primero y jefe maldadoso de todos ellos, el “orgullo” visto como sinónimo (en género) de la “soberbia” misma, pero también puede estar referida a subclases, tal cual como lo es la “vanagloria”, en todo caso se refiere al “amor desmedido a sí mismo”. El ser “orgulloso” es un mal, es la destrucción de la vida, la muerte, porque significa además “envidia”, “ira”, es uno de los vicios más despreciables junto a la “codicia”, dice San Pablo que es la “raíz de todos los males”, todo ello confabulado en el amalgama que llamamos “concupiscencia”, (véase, San Agustín en “De Trinitate”) impidiendo la co-redención, nuestras misiones, tareas a las que fuimos llamados, por tanto, a la “salvación” misma de tu alma, todo ello atribuido a un “desorden”, que va en contra de la “virtud”.
La forma correcta para que no pase esto, es el realizar la “auto humillación”, es decir tener el espíritu de la humildad trabajado al 100%, ya lo dice Pseudo Macario, “la perfección no reside en abstenerse del mal sino en alcanzar un espíritu humillado, en dominar a la serpiente que anida detrás del espíritu, más en lo profundo que el pensamiento, que los tesoros y los depósitos del alma. Pues el corazón es un abismo”. Ejercer la “humillación” en cada momento es propicio de nuestro bienestar, ya sea otorgando créditos siempre a los demás aunque nos lo tenga bien merecido, siendo empáticos, positivos en la valoración frente al prójimo, y no por indignidad, sino por práctica del hábito, así mismo ir en contra de la vanidad es una virtud ya que sea cumple con la moderación, y templanza de nuestros actos, pues ya se dice en 1 Juan 2:16: “porque nada de lo que hay en la tierra, dado que los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida proviene del Padre, sino del mundo” y en el mismo sentido Evagrio Póntico, “debido a los pensamientos vanos que permanecen en nosotros y hacen que la pobre mente sucumba a los demonios de la ira, la tristeza y el orgullo”.
No se puede ser humilde, mientras se vive en el mundo [mundano], porque siempre vas a querer fama, deslumbrarte frente a otros, (físicamente, redes sociales, etc) con tal de demostrar muchas veces algo que no eres, eso es jactancia, vanidad, vanagloria, orgullo, y un sin fin de “antivalores”, que puede ser descrito por un “psicólogo del alma” (piénsese guía/padre espiritual), en el extremo de la “superbia” entendido como el exceso, o superioridad de algo falso, solo por un tener que es “material”, lo peor es que muchos caímos en ese juego, o aún la gran mayoría lo hace, solo porque se destaca con bienes, dinero, poder, puestos de trabajo, cuando en fin, no son suyos, sino “prestados” (comodato) estamos por tanto en la era del “Yo”, nos encerramos en el “culto de sí mismo”, es un disfraz, vaciado por dentro por el “ego” interminable de algo que no es ni siquiera de uno, aunque se tenga, complementada con lo ya comentado, inclusive con altanería, altivez, arrogancia, glotonería, etc.
Cuando nos referimos al “orgullo” (como género) es el al amor a sí mismo en contraste con el de los demás, pero visto de forma negativa, situado como una falsedad de algo que no nos compete, ya San Agustín decía que es el amor a lo que hacemos a la “excelencia”, del cual se manifiesta cierto egoísmo irracional, antiético, que además de ser excesivo es despreciable, es más allá que el propio trastorno psicológica del narcisismo, es bajeza, agradecimiento por algo superfluo dentro de lo eterno y divino, de lo que Santo Tomas de Aquino llama “deseo inmoderado de superioridad”, del que no solo afecta la humildad, la mansedumbre, sino también la prudencia, templanza, moderación de las cosas, si se dan cuenta todo se conecta, no solo en los vicios, es decir, cuando se cometa uno se cometen todos, lo mismo sucede con las virtudes (es blanco o negro, no hay grises).
En esta sociedad, estamos pretendiendo ser lo que somos solo por ciertas características cuando ni siquiera investigan por su casusas naturales, muchos de sus resultados provienen porque son heredadas en linaje, genética, por hábitos (epigenética) socialmente, e incluso las habilidades connaturales, no por ello se puede pretender ser mejor que otros, porque otros son mejores que tú en otros aspectos —aunque no se reconozca por “orgullo”—, por ejemplo en la “virtud” y esto sí que vale más que el oro, por tanto no podemos envenenar nuestra mente (en el budismo le llaman “klesha”, en el islam “kbir”, en el paganismo griego, “hibris”) con estas mentiras, que nos llevan a la ruina y a la muerte del alma.
Si se ponen a analizar el Génesis, en la historia de Adán y Eva, aquí podemos encontrar al menos la mayoría de los ochos (logismoi) que nos propone Evagrio Póntico, desde la envidia, codicia, hasta el más desagradable de todos como lo fue el “orgullo”, por eso que Dios no quiere saber nada de los “soberbios”, quiere “esclavos”, “siervos” pero de su “amor” [caridad], voluntariamente hablando (scientia amoris), no en coacción (obligado) ya que la justicia de Él es “inmortal-perenne”, esto quiere decir que su orden divino, es la disciplina del universo u de la naturaleza, ¿pero qué podemos pretender si venimos del barro? Somos inferiores a los gusanos, cuando volvemos a la tierra quedamos peor que estos animales, aunque seamos imagen y semejanza de Dios, solo lo que somos por nuestra alma que es corporeizada ya que vuelve a su estado original cuando termina su ciclo, y no por la carne, sino por el espíritu que mora en el [santo] que se hace virgen y puro, pero para ello necesitamos de un corazón limpio, y si lo ensuciamos con nuestros i) actos del mundo, ii) de lo carnal, como de los aceptaciones de las tentaciones dadas por el Maligno nos destruimos.
El “Satán” (entendido como el que divide, el acusador, adversario), indistintamente de las demás religiones abrahámicas, este, cayó por “orgullo” por querer parecérsele a Dios, al pretender ser como Él, siendo un “ser espiritual perfecto” quería más, por tanto, de allí que se describa como “enemigo de Dios,” pero también de todo lo creado, la naturaleza entre ello el “género humano”. La creación divina más perfecta del Señor, para el “diablo” le es inconcebible arrodillarse o al menos trabajarle a un ser inferior como lo es el “ser humano”, por ello que todo comprenda dentro de la mente de Dios, todo lo que sea la humildad es el lenguaje que debemos hablar con el “infusamente”, nada irracional, desmesurados, sucio, como lo que hicieron los protestantes, entre ellos los creadores de las sectas existentes hasta el día de hoy, como Calvino y Lutero, doctrina que fue reformada en proclive de lo que vemos hoy con la llamada “cultura del Yo”, del “culto a sí mismo” a través de la “codicia” y la “envidia”.
San Gregorio Magno considera la “soberbia”, en este caso el “orgullo” entendido como el rey de reyes de los vicios, jefe de los siete pecados capitales restantes, de los “logismoi” (para nosotros fue un error sacar la “acedia”), igual como todos sus semejantes entre ellos la “vanagloria”. Si una persona es “orgullosa” de sí mismo sea en el sentido positivo o negativo, no le impide en nada que sea también arrogante en consentir que todo lo puede por él mismo, o el considerar que los demás son inferiores, esto lleva a trabajar la parte psicológica, egocéntrica de la persona, en cuanto a su personalidad, de siempre satisfacer sus propio deseos, por lo general sumado de “actos concupiscibles” e “irascibles”, en cuanto a metas, objetivos, malos o buenos, sensatos, sabios, necios o astutos, puede convertirte en una persona bajo el mismo plano hasta “narcisista”, o llevar al deseo excesivo de recibir siempre elogios, y no gustarte los desprecios, el querer la admiración de los demás, aun sin darte cuenta de ello, lo que lleva al círculo nuevamente de la arrogancia y la presuntuosidad.
La sociedad actual no tiene solo complejo de todo lo mencionado anteriormente (prendas, vestimenta, comida, un consumismo aberrante), sino de que se siente contento con ello, no sabe que esto lleva “ruina al alma”, y por tanto a su perdición/condenación. Debemos trabajar a diario este antivalor, constantemente con “ejercicios espirituales”, debido a que no podremos morir con ellos, porque a pesar de venir con el “pecado original”, estos deseos concupiscibles, no nos permiten avanzar hacia la “perfección cristiana”. En todo caso existe varias formas de saber, cuando se sufre de estos males, aunque resulte muy difícil cuando uno sufre uno de estos vicios, del que puede parecer fáciles, pero no lo son, porque muchos de ellos están escondidos, como actos en nuestro interior, por ejemplo como puede ser el creerse mejor que los demás debido a que naciste de una familia rica, de linaje, raza, etnia, por otro lado por haber estudiado tales temas (síndrome de dunning-kruger), o tener más títulos que tus compañeros, ostentar tales cargos, o poder político, por lo que todo esto lleva a lo mismo, vanidad, engreimiento, prepotencia, altivez, o la soberbia, etc.
Algunos podría traducir este “orgullo”, o soberbia (como género) como el “ego” que nos propone los “estoicos modernos”, entre ellos Ryan Holiday, pero ni los medios ni los fines son los mismos, en cuanto a su conceptualización tampoco, teniendo en cuenta que la “filosofía cristiana” va más allá, como la que se propone desde el tratamiento del espíritu y del alma, y no tanto de la mente, no se trata tampoco de hacer una mezcolanza entre paganismo panteísta, ni atea, sino describir con humildad los actos, en contraste con estos antivalores, como lo sería de su némesis de la “magnanimidad”, la cual eleva al “pneuma” en “virtud”, haciendo de ella noble y generosa, una grandeza sana, fuera de toda “arrogancia comportamental” que propone ahora estos “ataráxicos” (véase, Penney, Lisa & Spector, Paul. (2002). Narcissism and Counterproductive Work Behavior: Do Bigger Egos Mean Bigger Problems? o Yang, Ziyan & Sedikides, Constantine & Gu, Ruolei & Luo, Yu & Wang, Yuqi & Cai, Huajian. (2018). Narcissism and Risky Decisions: A Neurophysiological Approach. Social cognitive and affective neuroscience).
El “orgullo” se puede destacar como una valoración apropiada de los logros (aunque no es recomendable su uso), podría cambiarse por “enorgullecer” pero tampoco es loable, ya que sería la acción, “enorgullecida” que puede ser positiva, pero no nos parece correcta. En este caso la “megalopsychia”, traducido de diversas maneras como orgullo apropiado, “grandeza del alma” o magnanimidad es de mejor uso conceptual, del cual conlleva a tener un “ego”, también favorable, que consiste en tener un amor sano a sí mismo, que es ético, espiritual-racional, el que es generoso y noble enfocado en la “humildad”, en el ser un hombre virtuoso del cual va en consonancia con tener una “visión beatífica del cielo” compartida (anticipada) desde la tierra, más no para los orgullosos, ya que se les aparta de todo.
El “orgullo” en su sentido original, “negativo”, del cual se resume mayormente en actos, viene de conductas desplegadas, en vía generacional, tomando sus logros para sí, y mostrarlos, aunque sean ciertos, del cual en su descuido lleva no solo a la “arrogancia” sino también a la “soberbia” como vicio permanente y despreciable. Dentro del orgullo de este último enfoque podemos destacar la vanagloria, entre otras más, como la vanidad, jactancia, altanería, desprecio, petulancia, altivez, presunción, prepotencia, hasta actitud psicológicas como el narcisismo, hasta llegar a su extremos que es la “superbia” que no solo es la cualidad de creerse superior a otros, sino como no bastará, dejar los demás como inferiores como “basura”, y este es el vicio en sí mismo (que es valor satánico), y todos ellos actúan en conjunto, y como “círculo vicioso”, individual o en manadas (demonios).
En todo caso la virtud contraria a todas estas manifestaciones negativas será siempre la “humildad”, recordemos en Génesis a los “nefilim” unos seres “orgullosos” relacionado además con todos los antivalores mencionados, Dios los extinguió por ser “malvados” además, porque conjugar con todo ello te lleva a la “maldad” misma, al “satanismo” (etimológicamente hablando), de allí que la Santísima Trinidad no quiera nada con los “soberbios” porque saben lo que son, y cómo actúan, precisamente les da “gracias santificantes” a los mansos, pobres de espíritu y humildes, y uno de los primeros en hacerlo fue San Miguel, príncipe de la milicia celestial, que siendo uno de los más bajo en la jerarquía angelical, es hoy el más fuerte de los ángeles, lo mismo se predica de la Virgen Maria, como una mujer, que será la que aplastará la cabeza de la serpiente infernal, cuando su inmaculado corazón finalmente triunfe, y ni se diga nada San José, patrono por excelencia de la “humildad”, así mismo podremos mencionar de muchos santos más.
El Magníficat, descrito en Lucas 1:46-55, nos refiere a una “humildad suprema” de su “sierva”, del cual se consigna con su “fiat” a la voluntad de Dios en lo que se refiere a la “obediencia debida” (disciplinarismo) de las órdenes del Señor, en lo que respecta ahora a nosotros en cuanto a nuestra santificación por ello que debemos consagrarnos al Corazón Inmaculado de Jesús y de Maria para estar protegido del orgullo, ya que si no lo hacemos será este un impedimento para nuestra salvación y para la práctica de la virtud. Tengamos claro que casi todos nuestros actos por mucho que conservemos nuestros sentidos estén encaminados al pecado, por nuestra condición original, por ello que escogiendo entre los diversos medios o bienes reemplacemos los bienes temporales por los divinos, quitándonos toda idea de ser unos “dioses”, haciendo un culto de sí mismo, al yo, de nuestros quehaceres vacuos.
Agrupando todas estas faltas mencionadas con el primer vicio de todos dentro de la “concupiscencia”, “orgullo” o no, consiste de todos modos en un amalgamea de excesivo amor por sí mismo, desprecio por los demás, y cualidades negativas que hacen que sea uno un ser repugnante, sobre todo para Dios, a veces, muchas de estos antivalores que llevan disfraces espeluznantes, que hay que descubrir para no avanzar con ellos, como el creerse tonto, queriendo parecerse inteligente, o el feo para hacerse bonito, y demás tonterías, que dan lugar a la “falsa humildad”, de allí que San Bernardo los haya asignado por “grados”, entre ellos por mencionar algunos el de curiosidad, ligereza de espíritu, jactancia, singularidad, arrogancia, presunción, entre otros.
Tomando como referencia los “grados de orgullo” de este mismo santo, destacado en doce (12) de ellos, mencionaremos algunos, como el de curiosidad, que es soberbia en sí mismo, dice Evagrio Póntico que “la curiosidad por las cuestiones más elevadas de la vida espiritual puede ser obra del demonio ya que nos quiere esclavizar y que normalmente sucede cuando se quiere saber qué dicen los demonios soberbios cuando nos ven investigar temas espirituales”. Todos estos problemas dejan abierta ventanas del alma, sobre el conocimiento vano (curiositas), no edificante, ya que son cosas externas (cuerpo) y no por lo interno (espíritu), de este modo estar pendiente que hace el vecino, a qué hora se acuesta, a qué hora sale su compañero de trabajo, esto lleva a una tibieza de espíritu, que impide la “ascesis”, ya que lo entibia (acedia), y hace que te vanaglorias, te jactes de cosas que ni siquiera son “meritorias” creado por así decirlo un “bad will”, mala fama en cuanto a lo que tu quieres representar, cuando el único engañado en esa “singularidad perniciosa” eres tu mismo, presumiendo lo que no eres, creando patología, y trastornos psicológicos como el “narcisismo”.
Como dice San Agustín, “que cada desorden del alma [gula, lujuria, codicia, etc] sea su propio castigo”. Por tanto la “sanción disciplinaria” de cada uno de nuestras faltas, vicios, sea el mismo en la eternidad, por ello que no podamos morir con estos pecados, y deba ser purificados, y santificados en su mayor esplendor y eso requiere de tiempo, que a veces no tenemos mucho [debido a su gran mancha], y siempre estamos atacados sino por los mismas personas, tribulaciones, por los enemigos del alma, de aquí se predica el solicitar siempre a Jesucristo como el “maestro de la humildad” para que nos guie siempre como hacer, ya que él es naturalmente manso y humilde de corazón (Mateo 11:29), por tanto, ser humildes y mantenerse así, prácticamente es estar “predestinado” a la salvación, es no depender de más nada, solo de Dios.
El querer siempre ser el mejor, el primero, lleva a una consecuencias no deseadas, inclusive de superioridad, el de no necesitar ayuda de los demás, ni de Dios, inclusive en creer salir de este mismo vicio, sin su mano amiga, eso es en sí misma “orgullo”, en su máxima expresión, “soberbia”, ahora, no se trata de convertirse en Dios mismo, sino de compartir su gloria, que es diferente, no es hacer culto del “Yo”, tratando de endiosarse, porque no lo seremos jamás, de casos somos polvo y ceniza, gusanillos, carcomidas por el pecado, deberíamos darnos pena, el querer quedarnos con esta “naturaleza”, debemos regresar a nuestro estado original, que se quede si quiere el “maligno” de este modo, pero no nosotros, que somos imagen y semejanza del Señor y es lo que nos quiere compartir con su Reino.
Desde el enfoque del “individualismo metodológico” y “filosófico” cada individuo es responsable de hacer lo que quiera, de eso se trata, pero no lo que otros quieren que tú hagas (y este sería el límite), le llaman “tolerancia”, que en algunos casos es una virtud hasta cierto punto y dependiendo el contexto, así la determinación está en ti, siempre que no te coaccionen. Así que cuando nos referimos a una acción individual que toma sus propios intereses al “orgullo”, en estos casos el hombre no puede ser un fin en sí mismo, sino un medio para la salvación de su alma, a través del cuerpo corrupto, es el volver a su estado primario, por tanto el “egoísmo” está condenado si ese es su propósito, mas no la “grandeza del alma” como lo sería la “magnanimidad”, ya lo dice San Agustín, “la soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”.
Cuando nos “amamos los unos a los otros” (Gálatas 5:14), significa dar todo por el prójimo, pero antes por Dios [caridad], es colocar la misma acción a esa aquella persona, cómo lo pondrías por ti (scientia amoris), por eso que sea difícil, y esto no significa ser “egoísta”, sino “magnánimo”, “grande de alma”, “humilde”, pero tampoco “altruista”, de cierta forma el orgullo en sentido positivo, como lo podría ser el ego, lo que conlleva es un sentido ético, pero también espiritual-racional de la conducta humana, al son de su “antropología”, a la final el término “Yo” no se antepone a la de Dios, sino que va igualdad a su voluntad.
En estos aspectos afirma San Agustín en sus sermones 351.6, 123.1, 354.8 y 351.1 (en ese orden):
“Nunca el enemigo nos derriba más fácilmente que cuando le imitamos en la soberbia [orgullo], ni le derribamos con mayor vehemencia que cuando seguimos al Señor en humildad, ni le infligimos dolores más agudos que cuando sanamos las heridas de nuestros pecados mediante la confesión y la penitencia”.“El principio de todo pecado es el orgullo. Al principio del pecado fue necesario oponer el principio de la justicia. En consecuencia, si fue el orgullo el principio de todo pecado, ¿con qué se iba a sanar la hinchazón del orgullo, si Dios no se hubiese dignado hacerse humilde? ¡Avergüénzate el hombre de ser orgulloso, puesto que Dios se hizo humilde! De hecho, cuando se dice al hombre que se humille, lo desdeña, y es fruto del orgullo el que las personas quieran vengarse cuando alguien las daña”.“Hay, pues, personas castas humildes y soberbias. Las soberbias no se prometían el reino de Dios. La castidad conduce al lugar más destacado, pero quien se exalta será humillado [piénsese en los "tradicionalistas católicos"]. Finalmente, hermanos míos, me atrevo a decir que a los castos que son soberbios les conviene caer, para que se humillen en lo mismo que les procura el orgullo. ¿De qué se aprovecha la castidad si está dominado por la soberbia?”“No piense la soberbia que se oculta a los ojos de Dios, pues Dios conoce las cosas elevadas. Ni se considera tampoco unida a Dios, pues las cosas elevadas las conoce de lejos. Por tanto, quien rehúsa la humildad de la penitencia no piense en acercarse a Dios. En efecto, una cosa es elevarse hacia Dios y otra elevarse contra él. A quien se postra ante él, lo levanta; a quien se levanta contra él, lo derriba. Una cosa es la solidez que proviene de la magnitud y otra la vaciedad de la inflación. Quién externamente está hinchado, dentro está podrido”.
En estos casos, el “amarse a sí mismo”, alimenta un amor excesivo por su propia persona, a la cual termina idolatrando, haciendo culto, al poder del Yo, cuestión que ahora en nuestra era nos quieren vender (concepto vacío traído a partir de la “ilustración”), con los libros de autoayuda, como crecer exitosamente, materialmente, con fines a la codicia, avaricia, la raíz de todos los males, como dice San Pablo. En estos casos San Máximo el Confesor, expresa que “la pasión/deseo de la cual brotan todas las demás ese amor a uno mismo, del cual se alimenta un amor excesivo por su propia persona, a la cual termina idolatrando, el amor irracional al propio cuerpo esto hace que nuestro pensamiento se aparta de Dios”, y esto nos lleva la “superbia” el vicio de todos los vicios, y para colmo volver al estado corrompible y no salir de él como círculo vicioso: “concupiscencia”, por ello que debamos unirnos con Él y a su voluntad en “espíritu santo”, en contraste con cualquier pensamiento alterado, como la gula, la codicia, la vanagloria, y sigue.
Para darle frente al “orgullo” quisiéramos compartir un rezo importante de las “letanías de la humildad” para que las recites conmigo (por lo menos tres veces), es una “oración compuesta” que está atribuida al Cardenal español Merry del Val (en el siglo XX, secretario del Papa Pio X), sobre todo recomiendo hacerla después de realizado una coronilla, el santo rosario, o asistido a la santa misa, o ante el Santísimo, esto, como complemento de los “actos sacramentales”, con tal de darle fuerza a lo que se busca que es la “humildad” en todo sentido, en su “plenitud”. Digamos [antes de una conferencia, charla, examen, entrevista de trabajo, ascenso, etc].
3x: Jesús manso, puro y humilde de corazón, escúchame.1x: Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús.1x: Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser humillado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús.1x: Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús.1x: Que otros sean más amados que yo, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que otros sean más estimados que yo, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que otros sean alabados y de mí no se haga caso, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que otros sean preferidos a mí en todo, Jesús dame la gracia de desearlo.1x: Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda, Jesús dame la gracia de desearlo.Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo.3x: Oh María, Madre de los humildes, ruega por mí.3x: San José, patrono de los humildes, ruega por mí.3x. San Miguel, que fuiste el primero en aplastar el orgullo, ruega por mí.3x: Todos los santos del cielo, humildes de corazón, rueguen por nosotros.
Continuando, todo lo que conlleva a vanidad, egocentrismo, orgullo, trae consigo al “sesgo de información” y por tanto del juicio, desde el nivel científico, se produce no sólo en adultos, sino sobre todo en niños, y no tiene restricción frente a la edad, le puede aplicar a cualquiera, (véase, Hayashi, Hajimu & Nishikawa, Mina (2019). Egocentric bias in emotional understanding of children and adults. Journal of Experimental Child Psychology). Se dice que la actividad del cerebro referido a esta área afectada está en el “claustrum”, y hace que sea actúe como “antena parabólica” desde el cual desde aquí se gestiona los deseos, actos, como los de soberbio/orgullo, del cual participa la conciencia, la memoria o la “autorrealización”, por tanto el “desorden del alma”, pero se ha demostrado que entra en movimiento atravesando todo el “sistema límbico”.
Según estudios parecidos los “millennials,” es decir, los nacidos entre 1980 a 1994 (del cual me incluyo en esta fase), —generación Y— son los considerados más “narcisistas” de todas las eras, de la historia, en cuanto a su presunción sobre todo intelectual va en contraste con su humildad, (véase, “Cognitive and Interpersonal Features of Intellectual Humility” by Mark R. Leary, Kate J. Diebels, et al, Personality and Social Psychology Bulletin. Published, 2017). Si analizamos la mayoría de los estudios que tratan estos temas, son nulos, y los que lo hacen se centran solo en la “humildad intelectual” que es la que les interesa, pero esto falso, una moneda de cuero, porque la “humildad” como reina de todas las virtudes (sobre todo cardinales) es integral, plena, no está enfocado solo en una parte, normalmente cuando un “científico” acepta una verdad o se retracta de una tesis, o bien un jugador de futbol saluda a alguien dicen que “humilde es”, pero en la casa le pega a la mamá, o su esposa le trata mal, y esto no es “humildad”.
Un estudio del 2019, como de los pocos que existen, se hizo una examen para medir los niveles de “arrogancia”, que en este caso como género lo vamos a comparar con el “orgullo” y si es el caso con la “soberbia” ya que nos sirve, e incluso hasta con patologías psicológicas, como el narcisismo, ya que su planteamiento es aplicado para todo esta problema no solo mental, sino vista como enfermedad del alma, la cual implica varias de ellas, una considerada como i) individual, que es lo que se pinta de uno mismo, en cuanto a la riqueza, linaje, habilidades, etc, cuando la verdad es otra, ii) la comparativa, una perspectiva inflada de los rasgos característicos de la persona, y la antagónica, que es la denigración que es cuando conlleva la soberbia o al orgullo desmedido, (véase, Cowan, N., Adams, E. J., Bhangal, S. et al, en Foundations of Arrogance: A Broad Survey and Framework for Research. Review of General Psychology, 23(4), 425-443).
Veamos en el siguiente gráfico que nos trae la investigación [que hemos traducido]:
Se comienza con un primer (1°) nivel llamado “arrogancia individual” la cual plantea tres subniveles que son:
- Información distorsionada y las limitaciones en las capacidades
- Sobreestimación de la propia información y de sus capacidades
- Resistencia a la nueva información sobre los propios límites [no querer aceptar]
Tenemos un segundo (2°) nivel llamado “arrogancia comparativa” la cual plantea dos subniveles que son:
- No considerar las perspectivas de los demás
- Tener una creencia o suposición de superioridad
Y tenemos, por último, el tercer (3°) grado supremo de arrogancia/orgullo, que podemos destacar como “soberbia en sí misma”, llamada “arrogancia antagonista” que es entendida como:
- Denigración de los demás
Expliquémoslo desde una “filosofía cristiana”, cuando uno comete pecado, cesa la libertad, porque entra en el terreno de la mentira y por tanto del orgullo, por tanto abres portales, porque se está diciendo que tu voluntad es mayormente predominante que el la de la Santísima Trinidad (es contraria, es maligna), y todo esta fuerza recae en el conocimiento que se tiene, pero para poder actuar en deber de la verdad, para que ello sea compatible dentro de la capacidad que se posee de escoger dentro del intelecto (nous) de los diferentes medios que tienes de hacer o no hacer tal conducta, de allí que el peso de la i) carne (cuerpo), ii) mundo (sociedad/actos propios) y los iii) demonios (acciones ordinarias/extraordinarias) tengan su peso en esa “determinación” que en parte depende de ti, no del todo.
Sabemos que el “alma” está compuesto en elementos y entre ellos está: el espíritu, la conciencia, la voluntad, el pensamiento, el intelecto, que bien lo podemos desgranar cómo la “mente del hombre” (desde una visión psicologista), de la misma manera pueden analizarse como parte de un todo (holístico), igual que el ojo, o el cerebro pertenecen al cuerpo, pero a ello le llamamos “biología” o “fisiología”, aun así todo está unido a un “pensamiento universal” según los actos/potencias que influyen todo lo que hagamos inclusive en otros, lo mismo sucede en esa unión transformativa (mística) para con Dios, de esto se consigue un hombre interior (que es lo importante) pero también en reflejo a uno exterior (el mundo), para este último la vista sería lo que ve más allá, por ejemplo cuando caminas, la alcantarilla, las calles, el pasto verde, mientras que para el primero, el espíritu sería como “ojo del alma”, actúa y precisa las trampas del enemigo, por eso que toque entrenarlo con la oración, mortificación, vigilia, jaculatorias, sacramentos, penitencia, etc.
Podemos decir desde una visión tomasina-agustina que la “voluntad libre”, no es tan libre porque para que lo sea no debe haber impedimentos no solo externos, como lo que tiene un animal al correr por un parque, sino que se necesita de la construcción de un hombre interno que esté fuera de pasiones/deseos que altera la “psyche”, pero para que sea correctamente espaciada se necesita de la “veritatis” que según el santo angélico pulula entre el defecto y el exceso, es moderada, de allí que marque un importante sentido los pensamientos y las imaginaciones (que por lo general vienen del mal, aunque sean presuntamente buenos, porque son generalmente “distracciones”), ya que en lo divino, se carece de él.
La “libertad” de este modo requiere de una i) disciplina, y de un ii) control, en resumen, una “disciplina del autocontrol” de no cometer pecados, por tanto, esto se le llama “virtud”. Ser un “hombre virtuoso” es lo que nos mantiene en “gracia santificante”, y de allí que todas las “facultades/movimientos almaticos” queden subsumidos interiormente por las operaciones del alma, esto para que no quede afectada por un “juicio erróneo” que podemos llamar sesgado o de forma desordenada a causa de las faltas o los vicios que muchas veces son colocados por el enemigo de nuestra alma, los demonios que andan por los aires pululando, sin forma alguna sin sufrir daño, (hasta el juicio final) terminan tentando a los hombres (por medio de acciones ordinarias/extraordinarias), así como el pecado anda en nuestra cuerpo hasta la muerte física y reluce, así mismo actúa Dios en el “medio/ambiente” a pesar de ello, ya que este “sistema disciplinario” hace parte del “orden divino” para ambos casos (para el bien/mal, material/sobrenatural).
Se expresa en el capítulo 1 del libro de Sabiduría en la Biblia, —valga la redundancia— “sabiamente” que debemos amar la “justicia” pero no precisamente la de los hombres, sino la “divina” conforme a su “orden disciplinario”, ya que la única forma de obtener los “dones sapienciales” es actuar en “gracia santificante”, por tanto, no estar atado a la “esclavitud” de los “pecados”, con tal de conseguir un “espíritu santo” que nos instruya, ya que de lo contrario huye de los “espíritus tibios”, o de los doble/triple moral. Él conoce todos los pensamientos que sean limpios/puros de corazón o no, por tanto, sabrá de antemano quienes son mentirosos, ya que mantiene la unidad de la fe, por tanto, hermanos, tener una vida desordenada es tener una muerte en vida, y en la eternidad, y esto es precisamente lo que trae el orgullo, el más despreciable de todos los vicios en todas las configuraciones.
Estar en una vida desordenada, llena de defectos no se salva ninguno, desde el principio del mundo Dios no se había creado la muerte para nadie, Él nunca quiso que nadie claudicara, sino que por amor tuvo que aplicar la justicia en nosotros para nuestro bien (aunque nuestra mente limitada no lo entienda) en especial una “justicia disciplinaria”, para poder “corregirnos” (pena medicinales), y poder salvarnos, aunque parezca una “paradoja”. Fue así que él mismo participó de esa redención sin tener el porqué, y para qué hacerlo, aún así fue “actor”, en el mundo, antes de esto, estábamos sometidos a la “muerte” (todo el que moría quedada en el hades, o sheol), pero ya no, porque existe una vida después de la muerte física, corporal, mientras que estemos en “gracia”, y esto se debe a que abrió el “seno de Abraham” luego que murió en la cruz, precisamente cuando bajo a los “infiernos”.
Es decir, de esto se predica que fue partir de la “resurrección”, del que podamos decir que existe la “vida” pero “eterna”, pero ya no será tan sencillo como en el Éden, ahora toca sufrir, luchar, para ello nos toca colocar de nuestra parte (sinergia), Él puso el primer peldaño no merecido de la “misericordia” de nuestros pecados, pero también quedó a un lado la “justicia” (que muchos olvidan) que está más allá de la muerte [es perenne e inmortal]. Recordemos que fue el “pecado original” la que nos dañó y con el “orgullo” (soberbia) el rey de todos los males el que trajo la “muerte al mundo”, no solo del cuerpo (a través de sus causas naturales) sino también del “alma” por nuestros pecados [y ahora “vicios” que es una “sistematización” de los mismos], por tanto, sería una doble muerte y no una “vida eterna” en caso de no participar en su “visión beatífica”.
Existe casos que no sabemos si actuamos con soberbia/orgullo o no, por eso que constantemente tengamos que hacer el autoejercicio de “humillarnos internamente” culpándonos por nuestros errores, haciendo la oración de Jesús, pero puede pasar que algo que consideremos nobles sea arrogante, por esto pidamos en oración a nuestro ángel guardián, como a la Virgen (en este caso en la advocación de la “dolorosa”) como al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos diga qué defectos debemos corregir, y en qué estamos fallando, pero para esto debemos “orar sin cesar”, todo esto hace parte del “mecanismo de salvación”, de la “disciplina del orden”, de la “perseverancia final” por tanto “entre más perfectos más humildes”, y “entre más humildes más perfectos”, y esto significa: “santidad”.
La “humildad” como contraria al “orgullo” nos da “claridad de mente”, ser “orgullosos” nos afecta “nuestro juicio” (crea sesgos), ya que no nos deja ver la realidad, como dice Santo Tomas de Aquino se torna como un “movimiento del apetito irascible”, ya que se desea más allá de lo que se puede, juzgando y buscando una excelencia vana, mas no la perfección cristiana, creerse mejor de lo que somos, nos aparta de la fe, de lo que estamos diciendo/haciendo con nuestros actos soberbios y esto es “rechazar la voluntad de Dios” apartándonos de sus planes.
Hermanos/as, el que encuentra “gozo” en la humillación es porque ya ha adquirido esta “virtud”, es como si fuera un medidor de “aceite divino,” y lo sabremos cuando nos humillen y no nos duela lo que nos digan o hagan, es hora de que quitemos todo “apego” por “nuestra imagen”, “fama”, “títulos”, “honores”, esto si que significa ser libre de toda vanidad, ignorancia, curiosidad, conocernos a nosotros mismos, apartarnos del mundo, de la carne y de Satanás, por tanto, es estar en la misma sintonía de la visión beatífica, olvidándonos de nosotros mismos, y esta es la única verdad, de lo contrario seguirá habiendo “imperfección orgullosa”.