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19 de enero de 2025

LA LIMOSNA: QUIEN DA RECIBE GRACIAS


"La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los limosneros tendrán larga vida"
Tobías 12:9

"Exudará tu limosna en tus manos hasta que sepas a quien la das"
Didaje, Capítulo 1.6

"No se deben derrochar de una vez las riquezas, sino administrarlas. Pues bien, la abundancia en la limosna raya en el derroche. Por tanto, la limosna no debe ser abundante".
San Ambrosio

"Da lo que no necesitas, para privarte de lo que sobra"
San Basilio el Grande

Mario Felipe Daza Pérez

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Muchas veces damos bienes, dinero, objetos a otros de cosas que no necesitamos que podemos llamar limosnas (eleemosynam), que en ciertas ocasiones lo determinamos como una connotación peyorativa, que es lo que verdaderamente nos hace falta más en nuestro sociedad, esto significa en el compartir mucho más de lo que ganemos, conforme al proyecto de realización de los más necesitados materialmente hablando pero también espiritualmente en la concepción de la instrucción visto como “recibimiento espiritual”, significado en salir de la ignorancia, que no necesariamente tiene que ver con ayudas que hacemos a otra personas, sino de los pobres en cualquier ámbito. Dice Santo Tomas de Aquino, "La limosna espiritual es de mayor valor que la corporal".

Cuando hagamos una limosna no solamente material sino también espiritual debe hacerse desde lo secreto, dice la palabra de Dios, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda (véase, Mateo 6:3-4), esta justicia distributiva debe ser siempre proporcional a las ganancias de cada quien y según la condición o capacidad de la intelectualidad de cada uno, de lo que puedan proveer, no solo como hemos comentado de ropas, libros, distintos artículos, sino también de información en cuanto a la verdad revelada, consejos, instrucciones, necesariamente en el arte de dar y recibir limosna como lo es el de mendigar (un acto de humildad), ya que se trata de una obra de misericordia, que entra dentro de la virtud teologal de la caridad, por tanto, el limosnero, es un practicante de la piedad del cual permite un acoplamiento seguro al Reino de Dios.

Expresa San Atanasio de Alejandría, en “De las palabras espirituales de los Santos Padres”, Editorial de la Archidiócesis de Suceava y Rădăuților, Suceava, 2003, p. 129:

"¿Ves qué clase de interés tenemos de una fe sin buenas obras? Que también decía a las vírgenes: "¡No os conozco!". Entonces, ¿Qué ganaron con su virginidad con tanto trabajo agonizante, si el Maestro no quiere conocerlas? Y hay también en otros lugares de la Escritura muchos no condenados por la fe, pero atormentados por su vida de maldad. Pero aquellos que no guarden esos mandamientos, igualmente perecerán.

Que tampoco aquellas vírgenes entraron en la vida por fornicación, ni por borrachera, ni por envidia, ni por mala fe, sino sólo por falta de aceite, como las que no daban limosna. Que el óleo de la limosna significa aquello que limpia todo pecado y acerca al hombre a Dios. Que también habéis oído al mismo Señor decir a los despiadados: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno". Y no les recordó ningún otro pecado, sino sólo este les dijo: "Porque no disteis limosna, ni disteis de comer a mis hermanos, por eso no os conozco".

Cuando se traduce "limosna", se desintegra la palabra griega "eleemosynam", del cual el "eleos" es clemencia y piedad, del cual entra el hombre hacia lo divino, que es “dar por amor”, sin esperar recibir nada a cambio, aunque recibe no necesariamente es algo material de otro, pero si conforme a la gracias de Dios, más cuando lo haces a su nombre, seguramente de cuando lo pides también en virtud del Señor, aquí se refleja lo importante que es dar agua al sediento, comida al hambriento, ropa al descubierto, todo ello lo ve el ojo la Santísima Trinidad y lo escucha. Él escudriña nuestros corazones cuando lo hacemos, del cual tiene que ver en su conjunto con lo que llama San Benito como “instrumentos de las buenas obras” en su Santa Regla, siguiendo los fundamentos bíblicos de la misericordia, inclusive en la Patrística, como San Cipriano, San Clemente, del cual está asociado a varios libros de las Sagradas Escrituras, como Tobías, cuya relación está ceñida con la purificación y el perdón de nuestros pecados.

Dice San Agustín en su Sermón 206 que la i) limosna, siempre debe estar acompañada de ii) oración y iii) ayuno, para que sea mayormente potencializada, para que de esta manera sea mayormente útil y despierte además en nosotros un espíritu de celo (fervor) hacia Dios. Nuestra vida no tendría sentido si no nos humillamos, no frente a los demás (acto externo) sino para con la Santísima Trinidad (acto interno), es la humildad es por tanto el centro de la vida contemplativa (hesiquia) y sacramental. Expresamente en el Sermón 207 el Obispo de Hipona indica lo siguiente:

"Las tentaciones de esta vida, las asechanzas del diablo, la fatiga que causa el mundo, los placeres de la carne, el oleaje de estos tiempos tumultuosos y todo tipo de adversidad, corporal o espiritual, han de ser superados, contando con la ayuda misericordiosa de Dios nuestro Señor, mediante la limosna, el ayuno y la oración. Estas tres (3) cosas han de enfervorizar la vida entera del cristiano, sobre todo cuando se acerca la solemnidad de la Pascua. En efecto, limosna es un término griego que significa «misericordia». El ayuno, sin la misericordia, de nada sirve a quien lo practica. No se trata de detestar ninguna clase de alimentos para las personas, sino de refrenar el placer carnal. Esaú no fue reprobado por comer carne de toro o aves cebadas, sino por apetecer de forma inmoderada lentejas. El santo David se arrepintió de haber deseado el agua más de lo que era justo.

En estos días, nuestra oración se eleva al cielo con la ayuda de las piadosas limosnas y los parcos ayunos. No es, en efecto, ningún descaro que el hombre pida misericordia a Dios si él no la ha negado a otro hombre y si la serena mirada del corazón de quien pide no se encuentra impedida por las confusas imágenes de los deleites carnales. Sea, más bien, casta nuestra oración, no sea que deseemos no lo que busca la caridad, sino lo que ambiciona una apetencia desordenada; evitemos suplicar cualquier mal para nuestros enemigos, no sea que nos enseñemos en la oración con ellos, al no poder hacerles daño o vengarnos de ellos. Del mismo modo que nosotros alcanzamos la buena disposición para orar mediante la limosna y el ayuno, así también nuestra misma oración se convierte en limosnera cuando se eleva y se hace no sólo por los amigos, sino hasta por los enemigos, y se abstiene de la ira, del odio y de otros vicios perniciosos".

Los que quieran comenzar a ejercitar la caridad por medio de la piedad deben iniciar siempre con la limosna, sencillamente, con quien necesite, según nuestras facultades, por ejemplo, ¿de qué sirve ayunar, no dormir, si eres codicioso? Es una virtud hueca, así lo presenta entre otros San Basilio el Grande, o muchas veces en sus homilías San Juan Crisóstomo, del cual se refiere en dar en el modo y fin que Dios nos permite dar, no debemos despreciar a los otros cuando nos pidan, sino saber contestar con amor, cuando no podamos o al menos no sea el momento preciso, porque te sientas mal, estés de mala gana, emocionalmente inestable, por ello que debas en todo caso mostrar clemencia, misericordia, compasión frente al prójimo, en todo caso, la imitación de los limosneros debe ser la de imitar a Cristo en su mayor plenitud, esto en uno de los tantos aspectos de la vida que tuvo, o que muestra al menos en el Evangelio, de que no hay una regla única en todo caso.

Como hemos indicado dar limosnas no solo implica el hecho de obtener caridad, misericordia, sino también penitencia, purificación y perdón, gradualmente para el limosnero frecuente o residual, sea de forma material, que es la más aceptada, o la espiritual la más olvidada pero útil, en solidaridad frente a los demás, no solo se tiene de lo que nos sobra (v.g. conocimiento) sino en relación a lo que nos cuesta dar, y que hacemos por amor (ágape/eros), de allí que radique la forma de entregarlo en su naturaleza, recordemos la bienaventuranza de la misericordiosos, (véase, Mateo 5:7), por tanto el que da al pobre en el sentido amplio, no se hará uno, al contrario el que cierra los ojos para dar tendrá maldiciones (véase, proverbios 28:27), en resumen, el que da, siempre recibe gracias e incluso materialidades cuando Dios así lo quiere para tu vida (véase, Hechos 20:35).

Programémonos que cuando hagamos ayuno (viernes), o alguna mortificación (miércoles), penitencia (cualquier día/semana/mes), es allí donde podemos poner mayormente en activación no solo una vida contemplativa arraigada a la oración sino también en dar, limosnas, en el nombre de Dios, esto no solo en conseguir comida para el pobre, o agua al sediento, sino también en atender al enfermo, en visitar al necesitado, o a quien es pobre intelectual en la ignorancia (limosna espiritual), expresa la Didajé, Dichos o Enseñanzas de los Padres Apóstoles cuya instrucción nos enseña sobre el “eleemosynam”:

"No seas de los que extienden la mano para recibir, pero la retiran para dar. Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como rescate de tus pecados. No vaciles en dar, ni murmurarás mientras das, pues has de saber quién es el buen recompensado de tu limosna. No rechazarás al necesitado, sino que tendrás todas las cosas en común con tu hermano, sin decir que nada es tuyo propio; pues si os son comunes los bienes inmortales, cuánto más los mortales".

La limosna está instituida es para dar no para recibir, no se trata de entregar con murmuración, mala gana, es ser atento frente al necesitado cuando lo necesita, para que Dios también te recompense ahora o después, ya que esta debe ser proporcional, según el momento, el modo o la circunstancia, es mejor ser limosnero que codicioso, el primero salva, la segunda condena, por ser un vicio, el último esclaviza, en cambio el pretérito purifica, perdona, solo una buena acción puede ser suficiente para alegrar un hogar, al aliviar las necesidades de una familia, y no meramente por una recompensa, sino por amor, compasión, misericordia, no es para ser vanagloriado como lo hacían los hipócritas, entre ellos los fariseos y ahora el modernismo, que se jacta en las redes sociales de las materialidades en sí, el “eleemosynam” te permite desechar las idolatrías al dinero y demás bienes que destrozan tu alma en las pasiones.

La limosna dice Juan Crisóstomo no es un gasto sino un ingreso, una cuenta de ahorro que ahora uno va guardando como bien celestial, en la adquisición de gracias, aun sin esperar nada a cambio o recompensa, tiene sus réditos porque de alguna manera Dios que está en los cielos, lo ve y escucha todo, y recibes más de lo que das, solo porque lo has hecho por amor, entregas migajas, pero en contraprestación tendrás promesas, tiendes la mano a un necesitado pero en devolución te dan aumento de fe, inmortalidad del alma, sacias al hambriento pero en cambio entras al Reino de los Cielos, hermanos, esto es un negocio eterno, así como lo hacen los demás medios para la adquisición de la gracia del Espíritu Santo: oración, comunión, penitencia, ayunos, mortificación, vigilia, etc, todo ellos sumado es lo que te hace rico y no pobre solo por el hecho de mendigar, de ser limosnero (elenmosyni).