“Sigue el consejo de los prudentes y no desprecies ningún buen consejo [saludables, útiles]”
Tobías 4:18
“El ejército en el frente sirve de poco si no hay asesores adecuados en la retaguardia”
Cicerón
“Al hombre le parecen rectos todos sus caminos, pero es Dios quien juzga los corazones”
Proverbios 21:2
“Pidamos consejo los dos (2), no el de un sabio, sino el de la Sabiduría misma. Quien quiere recibir un consejo, quiere recibir algo que le es provechoso a él, y quien da el consejo mira por el bien del otro”.
San Agustín, Sermón 60 y 389
Mario Felipe Daza Pérez
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El Don del Consejo (en hebrero, “etzah”, en griego “symboulía”, en latín “consilium”) puede considerarse como la gracia que entrega el Espíritu Santo naturalmente al ser humano, al nacer (aún sin explotar) pero también sobrenatural (visto como hábito), elemento final de los llamados dones sapienciales. Puede existir cierta confusión con otros términos, como lo puede ser el concepto de exhortación, recomendación, que de por sí va ligada más que todo a la experiencia humana, como a la sabiduría desde lo terreno, a su vez intrincada con la prudencia como virtud cardinal, no directamente a lo divino, cuyo aconsejar se torna distinto, (véase, el capítulo 9 del libro de Proverbios), pensemos en el Arcángel Rafael cuando guio (asesoró) al joven Tobías, en su camino.
Se debe destacar que no todo consejo humano es bueno, en cambio todo consejo divino devenido del Espíritu Santo, siempre lo es, debido a que no está corrompido por el espíritu del hombre, recordemos que nuestros primeros padres terrenales fueron seducidos, aconsejados por el maligno, por ello es que con estos bellacos nunca se debe dialogar, Adán y Eva fueron atraídos por el consejo concerniente a los vicios, en especial de la ambición, codicia-avaricia (asesorados), lo mismo hizo el Diablo para con Jesús, en el Desierto, invitando a la injusticia, a la desobediencia, de este modo podemos decir que las tentaciones son sugerencias, o consejos malos, ya decía Sófocles, “No hay peor enemigo que los malos consejos”, que nos hacen los enemigos del alma, para perdernos, y Aulio Gelio indica que “Los malos consejos perjudican sobre todo al asesor”.
Indistintamente de la exhortación ya sea del hombre, de los demonios o del consejo divino, puede existir algunos puntos en el que convergen frente a una circunstancias los buenos consejos, como la que se predica a partir del perdón, la reconciliación, el obrar bien, que son connaturales al ser humano, y por tanto de beneficio, utilidad, saludables, sea como vengan, de la caridad, del amor, de la misericordia, del cual no tiene precio, pero si riqueza eterna, siendo para todo esto ayuda en todos los frentes, decía Pitágoras, no hablen de cosas sabias [abstractas] a la gente vana, y Tales de Mileto, toma para ti los consejos que les da a otros, puesto que no tiene sentido decirlos si tu no los aplicas para tu vida.
Mientras que los consejos humanos, pueden ser positivos, negativos, correctos e incorrectos, buenos o malos, etc, el consejo divino siempre es útil, saludable, porque se trata de una prédica misma (infusa o racional allegada la psyche o por medio de otros) del Espíritu Santo, en cuanto a lo que son nuestras preferencias temporales relacionado a las acciones espirituales y humanas, lo que implica que su mensaje es bidireccional, es una iluminación que se refleja en el entendimiento como respuesta a las dudas, preguntas, respuestas, dirección, operaciones…, que tengamos, por ello que este don se refleje como una gracia sapiencial porque perfecciona en ellas la prudencia como resultado de la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría, bajo el santo temor de Dios, escogiendo la respuesta ideal en las acciones y las palabras, en el modo/lugar/circunstancias: cómo, cuándo, y el que.
Según Luis Maria Martínez, Arzobispo Primado, en su libro los “Dones del Espíritu Santo”, (p. 84) nos dice que el Don del Consejo es pura “prudencia divina” porque viene comunicada por un ser superior, el Paráclito no da un consejo cualquiera propio del raciocinio humano, no es pasajero, sino celestial, de allí que la virtud de la prudencia se incline en esta última, porque está sustentada en el Logos, en la mera esencia sobrenatural, es un acto de habla con el pensamiento divino, que nos dice que debemos hacer nosotros principalmente, pero también reservados a otros, son decisiones sabias, rápidas, eficaces, que no sigue la razón efímera, sino la divina, esto implica que cuando el espíritu te mande hacer algo, eso es consejo, por ejemplo, cantar, alabar, evangelizar, pero para ello debes conocer de este lenguaje, porque puede estar equivocándote, debido a que como don natural se da según la condición/capacidad de que cada sujeto (gradual).
Este tipo de consejo es difícil de conseguir “cuncta res difficiles", ya que se mira como un hábito, e inclusive en el humano bien dado (saludable), además de que se trata de una responsabilidad, ya decía Tácito: “Todo el mundo da consejos con facilidad, pero pocos se responsabilizan de ellos”, todo esto puede depender del hilo de la acción de otro, o de ti mismo, porque no solo es conocer la voluntad de Dios, sino seguirla, (porque no te obliga) cagar o no la cruz, es ir por ese camino que te ha sugerido, se justifica de un resultado final de todos los dones recibidos, sobre todo los sapienciales, como si de prueba se tratara, es el circuito de la estructura, del cual en todo caso nos lleva a Dios, cuyo intermediario virtuosamente es la prudencia (virtud reguladora) no sólo en cuanto a lo divino, sino también para las cosas del mundo, lo cual implica en si, su uso sabiduría en todas sus formas, porque es dejarse llevar por Él, según las operaciones divinas del Espíritu Santo.
Compartimos ahora una oración para pedir el Don de Consejo al Santo Espíritu:
“Espíritu Santo, guíame e instrúyeme en lo que sea virtuoso, acrecienta en mí el Espíritu de Consejo a fin de que yo viva de acuerdo a tus operaciones y voluntades divinas, ayúdame a discernir lo correcto de lo correcto, lo moral de lo inmoral, lo bueno de lo malo: ilumina mi corazón, mente, y alma, aparte de mi la duda, los errores, y lleva mis pensamientos y acciones hacia tu luz, no permitas que mi voluntad se aleje de la tuya”.
Compartimos también dos jaculatorias para pedir el Don de Consejo al Santo Espíritu:
“¡Espíritu Santo, ilumíname y aconséjame, instruye mi voluntad!”“¡Espíritu del Consejo, ilumíname!” (forma más breve)
Todo consejo divino puede contener una exhortación (como la que nos hace el Papa Juan Pablo II en "Redemptionis Donum", o la primera de todas ellas hecha en la Iglesia Católica, por Pio X, llamada "Haerent Animo"), dicha recomendación no necesariamente viene agarrada de la mano con gracia ni siquiera en las encíclicas puede que lo haya (inexorablemente o no), en todo caso, todo consejo divino lleva el don de aconsejar, en cambio, el que viene del hombre está llamado a comunicar opiniones según el nivel de experiencia que tenga o haya tenido en su vida, seguido de facultades racionales, estudios, habilidades duras/blandas, y demás entornos (ambientes, epigenética, etc), en todo caso será especializada según la situación específica, ya sea personal, profesional, técnica, institucional, piénsese en la sugerencia que hace el director de tesis sobre tu investigación, la consulta respondida como abogado, o la respuesta a la petición en cierta entidad, el asesoramiento en estos casos puede que no sea vinculante, y si lo es, no tiene el toque si o si divino, ya que se trata sobre un acto de habla según lo que nos expresa la filosofía del lenguaje.
Por lo general solemos recurrir a los más antiguos, ancianos (Staretz, Elder, Geronta, Abad, etc), padre de familia, al líder de tal grupo para pedir consejo, pero puede que se equivoque, incluso dentro de la misma Iglesia, puede ocurrir, no pasa lo mismo cuando dentro del sacramento de la confesión, el confesor siempre iluminado del Espíritu Santo te sugiera hacer ciertas penitencias, enmendar tales errores, porque dicha facultad viene de Cristo mismo no de él, el problema está cuando se sale de su ropaje o se desvía hacia lo mundano, por ello es que el Don de Consejo sea difícil de obtener, mantener y de habituar como práctica constante, porque no siempre es permanente, la ayuda divina necesita de tu esfuerzo, porque viene de lo alto, es decir, para esto es necesario la oración frecuente (hesicasmo), la lectura santa continua y la comunión, para que sea transmitida por el canal infuso, ya decía Eurípides, “Es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad”.
Del término consejo podemos extraer varios acepciones, de hecho, de él devienen otras sub nociones, como cónsul, concejo (con c), consulta, deliberación, asamblea, Ecclesia (nuestra Iglesia), asesoramiento, gobiernos, todo lo que se refiere al populus, etc, todo ello se trata de dar consejos con cierto halo de responsabilidad, por ejemplo el párroco en su homilía puede hacerlo, y esto acarrea deberes, que se da a la comunidad y no necesariamente por la invocación del Espíritu Santo, sino de su propio juicio, por el raciocinio de su mente, no pasa lo mismo si lo que aconseja viene directamente de la palabra misma, o de la Santa Tradición Teantrópico, que aunque en ese momento no recibas la epíclesis (el sujeto), es sabia la respuesta, y por tanto indirectamente consolidada con el don natural, bien, como se dice en Proverbios 12:15: “Pero los que escuchan el consejo son los sabios”, v.g., como cuando tomamos el libro de Sabiduría o Salmos y se lo recitamos a alguien, esto es sabio y aconsejar según la fuente viva [escrita] de la palabra de Dios.
Desmenuzando el contenido de este articulo, tenemos que al nacer venimos de fábrica con ciertos dones, que son activados con el bautismo, y puesto en marcha con la confirmación (renovación bautismal), esto no implica que no se tenga ciertos dones humanos (que a veces podemos llamar talentos): genéticos, epigenéticos, pero también espirituales, lo que se quiere decir frente a esto es que el Don de Consejo es una gracia natural que a pesar de las facultades desordenadas del alma del ser humano desde su caída, aún se mantiene para el género, por bondad y misericordia Dios, aun así, se puede aumentar en su forma ordinaria, o recibir de forma extraordinaria, es decir, sobrenaturalmente, como sucede con los demás elementos sapienciales, para que esto puede volverse más o menos permanente (habitual) y se pueda conservar así la gracia del Espíritu santo, con trabajo arduo (piadoso), y por supuesto con nuestros esfuerzos en la práctica de las virtudes/sacramentos. Veamos.
Si se dan cuenta el Don de Consejo lleva consigo si o si, a la virtud de la prudencia, pero en una versión que es mejorada, que no viene de ti, sino del espíritu de Dios, es el que guía al hombre ya no tanto por la razón, sino por los dones sapienciales, para determinar lo que se debe hacer (discernimiento), es comprender [verstehen], con causa ajenas fines específicos, ya sea para ti mismo, o la conversión de otros, en predica de la palabra, misiones, ejecutando un apostolado, es decir, eres un medio, un instrumento para un fin (Serviam Deus), esto hace que tus facultades desordenas se ordenen hacia el objetivo que es la ayuda en la cooperación que hace principalmente el Espíritu santo en el mundo, como parte de la oikonomía, del plan de salvación del hombre, en la coredención, cooperación, de la victoria de Cristo para su Reino, por ello que Santo Tomas y San Agustín, lo asocien con la bienaventuranza de la misericordia (Mateo 5:3-12) y sus frutos se conocen igual como sucede con la fe, por medio de los instrumentos que se haga de ella, ya sea corporales o espirituales.
¿Cómo saber si se cuenta o no con el Don del Consejo? Ya lo dice Santiago 2:14-19, “por medio de la obras”, sino sería fe muerta, de la misma forma un asesoramiento de la providencia divino, se obtiene por su accionar en el pensamiento y luego en la conducta, por ejemplo, por el amor [caridad] que se tenga de dar beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos, dar de comer al hambriento, enterrar los difuntos (como lo hacía Tobit), enseñar el que no sabe, corregir al que se equivoca, perdonar, consolar, sufrir con paciencia, rezar por los vivos y muertos (actos de piedad) y dar buen consejo a quienes lo necesitan, por tanto, su resultado está marcado mayormente con los bienes espirituales que con los del cuerpo (en todo caso no son excluyentes).
Entre más ejerzas estos ejercicios de piedad, sobre todo los espirituales para el caso del Don de Consejo, en demasía se te dará tesoros, talentos, habilidades, habrá una comunicación [canal racional o infuso] con el Espíritu del Consejo, por la acción que estás realizando, y a esto se le suma los demás dones sapienciales, que van de la mano, como el de la ciencia, entendimiento y sabiduría, que siendo intelectuales todos ello dan mayor claridad sobrenatural del asesoramiento de la providencia divina a través de la entrada del Santo Temor de Dios, del cual debe ser sumado a prácticas de las virtudes, el hesicasmo (oración incesante), penitencias, mortificaciones, humildad/obediencia, lecturas, aprendizajes continuas, enseñanzas a otros, conectado todo ello a las obras del alma.
Podemos llamar también el Don de Consejo como un "Don de Discernimiento Prudencial Divino [Providencial]", del cual va atado a las personalidades, temperamentos, de los humanos (por su condición almática), pero que es transmitido por lo divino, del cual varia no tanto por su contenido, sino por su forma, esto, dependiendo de la formación de cada quién, de su piedad y justicia. Son acciones operativas que deben ser medidas según el contexto, circunstancias, personas, vocación, ministerio, y un sinfín de características misteriosas, porque no es lo mismo el consejo que te pueda dar el Sacerdote como Padre, o Guía, que el del un albañil en cuanto a lo que debe realizar con respecto a algo de las cosas del hogar, del cual se puede desprender una sabiduría divina, proveniente de la palabra o del momento iluminado —temporalmente—, sobre una recomendación celestial que necesite ipso facto.
Es difícil obtener el Don —habitual— del Consejo (permanencia), ya que por lo general se presentan son destellos, en estos casos el Espíritu Santo se aprovecha de tus condiciones académicas, y hasta profanas, para ofrecer una respuesta acorde a lo que necesitas, siempre con humildad/obediencia, en todo caso, dichos asesoramientos siempre están dotados de persuasión, y lo sabes porque la gente se transforma inmediatamente o con el tiempo, ya que le llega el mensaje al alma, ya que estos actos de habla son eficaces [útiles] en lo referente a su operación militar, y se alinean a los deseos de Dios, lo mismo nos pasa a nosotros mismos, cuando el Paráclito nos consola ante motivos de ira, o tentaciones, somos recibidos en el arrope de su gracia, por ello que sea necesario también pedir a nuestra madre, la Madre de Dios, en su advocación especial del Buen Consejo, en todo momento [orad sin cesar].
El Consejo como un "don de resultado" de los dones sapienciales, además previsto como acto de prudencia y discernimiento pero divino, conlleva a la elección de preferencias temporales (y difícilmente permanentes) para nosotros y para otros en cuanto a cómo/cuándo/qué hacer, en una situación dada: fines específicos o amplios, va importar si estamos en gracia, esto, para saber en algo si estamos siendo gobernados por el Espíritu Santo (y puede que tu no lo sepas), tener el manejo no siempre depende de ti, dentro de las elecciones aun para no creyentes, ateos o agnósticos, algunas acciones están encintas a la sabiduría, la ciencia y el entendimiento puntual (de balbuceo) en cuanto al plan de salvación, con el objetivo de poder comprender mejor su “habla divino”, a pesar de nuestra ignorancia, negligencia y olvido, podemos ser cooperadores de la gracia, por ello que debamos esforzamos en tener una pureza, y docilidad para que pueda agigantarse dichos componentes en nuestra ser. Veamos.
El Don de consejo, ya sea como como gracia natural, sobrenatural, directo, indirecto, habitual, temporal, racional o infuso, sirve sus clases (características) para muchos propósitos sanos, siempre positivos, correctos, pero también está destinado en la tarea de poder conseguir la meta del cual permite aun sin saber por medio de la razón que se allegan razones fundadas en el —sano, buen correcto juicio— que se hace con prontitud, eficacia y acierto. Aún así, dicho entendimiento o iluminación de conciencia se traduzca en la filosofía humana como falacia o sesgo cognitivo (errores de la comunicación), eso no importa en el plano celestial, por tanto la cuestión es poder perfeccionar el discernimiento y la prudencia para así analizar el raciocinio iluminado de nuestra fe, a través de un espíritu santo (theosis) que nos hace el Espíritu Santo (Paráclito), del cual converge con las operaciones de Dios (consagración y voluntad a su corazón) para que así podamos entrar la gracia de aceptar su luz en nuestra alma y poder aconsejar a otros en forma justa, piadosa y sabia, conforme a la ciencia no de los profanos sino de los santos (scientia crucis).
En todo caso, el asesoramiento humano, pero mayormente el divino, se perfecciona a mayor prudencia y discernimiento (se trabaja constantemente), pero antes, ante el control de nuestras pasiones, deseos, emociones, de nuestra habla y eliminación de las desobediencias, en camino a la purificación (catarsis), como medida de antesala de la iluminación (theoria), a la tarea última del hombre, que es la salvación de su alma, enseñada a través de la Santa Tradición y luego de su Palabra escrita, es esa oralidad la que nos dejó Jesucristo luego plasmada en papel (positivizada) en una verdad que es revelada, el camino para llegar a la vida eterna en cuanto al sano y buen juicio de la acción correcta/virtuosa (ortodoxa), ya se dice en Proverbios 27: 5-6: “Mejor es la reprensión franca [parresia] que el amor encubierto, fieles son las heridas del amigo, pero engañosos [falsos] los besos del enemigo”.
El que ostenta el Don de Consejo temporal o habitualmente, obtiene la facultad de la sabiduría práctica, que no es otra que el del discernimiento prudencial divino, escucha el consejo no solo que le da el otro con paciencia, sino para sí mismo, ese que le ha entregado el Espíritu Santo que lo corrige [disciplinarismo] constantemente, esto es, con ánimo amoroso natural/sobrenatural, se transporta, en distintas operaciones de la vida, según su ministerio, apostolado, misión, etc, para que no se tenga forma de equivocarse (o al menos disminuir sus tropiezos), por esto que las consagraciones siempre (del santo que sea) vayan unidas con la voluntad de la Santísima Trinidad en cuanto a las operaciones disciplinarias, estructura, jerarquía, orden (ordo), belleza (pulchrum) del Reino, quitando así todo tipo de temeridad, ociosidad, precipitación, afán, impulsividad, y locuras de tus emociones/deseos/pasiones, de allí que nuestras esfuerzos estén acompañadas siempre en el trabajo hacia la virtud.
Obtener el Don del Consejo ya no solo acrecentándolo de forma natural por medio de nuestro esfuerzo y gracia gradual sino ahora sobrenatural (de bombazo) es lo ideal, y esto resulta curioso, porque si lo tienes, significa que además es de saber que el alma se encuentra en comunión con Dios (theosis), y de esto se puede deducir con lo que has adquirido, en la cierta prudencia y discernimiento de espíritu, conforme a las decisiones sabias y juicios rectos que tomes para ti como para otros, son todo ello una perfección de los estados sapienciales, es decir, te da a conocer los otros dones que también te han sido transmitidos en grados, esto no para vanagloriarse (logismoi), sino para tener en cuenta en fin de nuestra salvación (spes) y aumento de la fe, en todo caso, en su mantenimiento teologal.
Expresa San Agustín en su Sermón 60 en su punto 1:
“Toda persona que se halla en alguna tribulación y sin salida en algo que le concierne personalmente busca a otra entendida [sabía, ilustrada, habituada] que le aconseje para saber cómo actuar. Supongamos, pues, que el mundo entero es un solo hombre. Pretende sortear el mal, pero siente pereza para obrar el bien. Por ello, al acrecentarse sus tribulaciones y no ver salida a su problema, a la hora de pedir consejo, ¿Qué persona puede encontrar más capacitada que Cristo? Encuentre a otra mejor y haga lo que quiera. Pero, si no tiene dónde encontrarla, venga a Cristo [gracia directa], consúltese dondequiera que le halle, siga su acertado consejo, guarde su justo mandato, evádete del gran mal”.
Expresa San Agustín en el Sermón 389 en su punto 2:
“Necesitamos el consejo sobre cómo llegar a Él para saciarnos del pan [palabra] del que ahora apenas recogemos unas migajas, para no perecer de hambre en este desierto; sobre cómo llegar a la hartura de ese pan del que dice el Señor: Quien coma de este pan no tendrá más hambre y quien beba la bebida que yo le daré no tendrá sed nunca jamás, prometiéndonos una cierta hartura y saciedad sin náusea. Necesitamos, pues, el consejo sobre cómo conseguir esa saciedad de pan al hallarnos hambrientos lejos de ella. Si menospreciamos el consejo, inútilmente llamaremos a las puertas de aquel Pan. Más aún, si alguno desprecia este consejo que os voy a dar o, mejor, que voy a recordaros —pues no es de mi cosecha lo que con vosotros he aprendido—, no digo ya que llama inútilmente, sino que ni siquiera llama. Llamar no consiste en otra cosa más que en seguir y actuar este consejo”.
San Agustín, como los diferentes Padres de la Iglesia, y del Desierto [Yermo] nos ayudan a entender mejor este Don, que se sintetiza en el análisis de lo que es el asesoramiento interno/externo como medida a una acción, ya directa/indirecta/mixta, siempre devenido de Cristo, en su palabra, esto no implica que puedas acoger en sí el asesoramiento de tu amigo sobre un tema del mundo o espiritual del cual se sirve de instrumento, en algunos casos, pero en otros no de allí la importancia del discernimiento. Siempre debemos de tener de presente aceptar la sabiduría de Dios y no rechazar sus mandatos [obediencia], puede que por buscar el agrado humano, termina siendo perjudicial esa recomendación que te han dado para tu alma, por tanto, parte siempre de la pureza del corazón [como indicador], iluminadamente, la mente la preserva para su comunicación, la cuestión es no aceptar dichos exhortaciones por dinero, placeres, etc, sino por un bien superior, como lo es la fortaleza de resistir [katejon], a lo fácil, ya decía Tomas Kempis, “Toma consejo del hombre sabio y de buena conciencia; y apetece más ser enseñado de otro mejor que seguir tu parecer [necio]”.
Hermanos, es preferible, tal cual como lo dice el Evangelio decir la verdad con amor, que echar mentiras, de nada vale aconsejar a un hermano, sino es lo mejor para a sí mismo, así no le gusta lo que le digas díselo de frente (parresia). Es el aprovechamiento del asesoramiento y más si es divino alcance el que permite intuir/saber si una persona es sabia o no, y no porque tenga mayores conocimiento profanos sino que en medición a sus resultados [obras] se ha transformado (metanoia), por tanto, se trata de escuchar, y aplicar, practicar, los buenos consejos que vienen de un espíritu santo (theosis), del cual instruyen, sanan, hacia la correcta doctrina (ortodoxia), como los que no trae los llamados “consejos evangélicos” (exhortaciones) de San Pablo en sus cartas, por ejemplo, en cuanto a la aceptación o no de los votos de obediencia, pobreza y castidad, en la imitación de Cristo, según la condición de cada quien (capacidad) u orden religiosa, fraternidad laica u hombre ermitaño.