“Así como la soberbia es el principio de todo pecado”, así la humildad es el fundamento de toda virtud. Aprendan a ser realmente humildes y no, como los hipócritas [vanidosos], humildes meramente en apariencia [vanagloria]”.
San Buenaventura
“¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!”
(vanitas vanitatum et omnia vanitas)
Eclesiastés 1:2
"Cada palabra de alabanza [honra, gloria, fama, etc] sobre mí reabre las heridas cicatrizadas en mi alma".
San Arsenio el Grande
Mario Felipe Daza Pérez
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Indica el monje egipcio Evagrio Póntico como lema principal de sus planteamientos conocidos como “logismoi”, en lo que respecta a los “vicios”, como primer pensamiento de todos ellos es “el amor a sí mismo” (orgullo, soberbia: “vanagloria”), después de esto, dice, vienen los ocho (8) siguientes. Frente a esto recalcamos que este es el “origen de todos los males” lo que conocemos como el amalgama de la “concupiscencia” por la cual el hombre cayó, pero, —ex ante—, Satanás (y su combo), fue por esta causa que el “género humano” a partir del “pecado original” su “alma” fue afligida (y se vuelve racionalista, empobreciendo su lado “espiritual”), por estos males, en el decaimiento hacia a la “inclinación” de su propia estima, honra, honor, “gloria” pero “vana”, al querer ser dotado de muchas cosas pero a la vez de nada: materiales e inmateriales, como de una sabiduría propia, mundana que es estulticia ante Dios, que nada sirve para el Reino de los Cielos.
La “gloria-vana”, como lo indica su palabra, es un “vicio” que puede configurar “pecado” según las circunstancias, y según la falta a considerar. Esta es una apariencia que hace parte de la vanidad, como particularidad de esta sub-generalidad, siendo todas ellas hijas de la “soberbia”, en su defecto del “orgullo”, y sus parecidos como la “arrogancia”. En todo caso, la “vanagloria” es un medio para cometer pecados contra el espíritu, y no tanto de la carne, pero también se podría (hechos no excluyentes), pero esta más que enfocado a tomar el alma como un todo, para que de ello, todo acto, que se desprenda de él afecte su “ser”, como si de una “trazabilidad transversal” se tratara, según el monje Silouan el Athonita, “Los perfectos [humildes] nunca dicen nada de sí mismos, solo dicen lo que el Espíritu les da para decir” [no son charlatanes].
El problema de la “vanidad” en cualquiera de sus visos, como lo es la “vanagloria” es un tema a tratar en el Evangelio, que se menciona muchas veces como pasa con los “fariseos”, que en casi todo lo que hacen “es para ser vistos por los hombres” (Mt 6,2), buscando gloria propia y alabanza en ello, sin ningún momento tomar sus causas, debido a su “soberbia”. Por ello que San Juan Crisóstomo, San Gregorio Magno, San Agustín, San Juan Casiano, fueron escritores de este tema. Para este último este “vicio” en particular se trata de “alardear” por lo general de algo que no se tiene/posee, o de lo que haces sin significancia alguna, ya sea en cuanto a temas inmateriales o materiales, y esto se debe por falta al amor (caridad) hacia Dios, por tanto, se destaca que de esta falta se ataca no solo la fe, sino también la segunda virtud teologal más importante, como de las cardinales como lo es la modestia, pero también la falta de fortaleza, en toda medida más de lo primero, pues, ya lo dice el Señor “cuando ores encierra en tu cuarto, que nadie se entere”, o “cuando hagas ayuno, lávate la cara y haz como si no lo estuvieras haciendo” (véase, Mateo, capítulo 6).
Este “vicio” es peligroso porque además de ser un problema serio, sea pecado o no, construye fantasías, o halagos innecesarios, e inexistentes, no puede en su caso recoger frutos cuando lo que has construido se ha hecho a través del viento. Para el mismo monje Casiano que ha tratado el tema, cree que la “vanagloria” es una “comida para el alma”, que aparentemente es “deleitosa” para el ser, en este caso espiritual (no tanto para el carnal) pero que a la final se da cuenta que no es nada, sino puro azúcar [veneno], ya que arrastra las virtudes hacia afuera [los oxida], quitando toda obra de los frutos obtenidos, es el arrastre más de ti mismo, por ejemplo, con honores, títulos, poder, para después arrojarse a otros vicios peores, que sin ser mortales te afecta el “espíritu”, en Jeremías 1:16 se indica que el Señor castiga todo acto, que ofrezca adoración (incienso) a otros dioses (ídolos), como la obra de sus propias manos (culto al Yo).
En el caso de la “lujuria” que directamente no tendría que ver, pero si indirectamente, porque el cometer impureza sería significado de la soberbia del cuerpo, es querer manifestar que el “templo del espíritu santo” es tuyo, y no de Dios, y te vanaglorias para con ello en decir “tácitamente” [implícitamente] que tienes “libertad sexual” para decidir, y cometer cualquier acto abusivo contra él, piénsese, también en hacer halagos a otros hombres tras de nada, cuando nunca recuerdas en tus acciones a tu creador, de allí la consigna, “maldito el hombre que confía en otro hombre”, y el que lo haga y más si es repetitivamente, sabe que está enfermo [del alma], de allí que Casiano vea en la “vana-gloria” sea como la cebolla, aparentemente entre más láminas le quites, encuentras otra y otra, hasta que al final te quedas sin nada que mostrar.
Igual que en las demás virtudes, cuando se trata de conservarlas, lo mismo sucede con los vicios, toca estar atacándolas, en la primera de ellas, defendiéndose, mientras que en todas estas faltas, toca estar vigilante (nepsia), porque podemos fallar ya sea por nuestra concupiscencia (carnal), por cosas del mundo [mundano], o por actos mismos del maligno, en todo caso, uno lleva a lo otro, puede ser confabulado, para esto proponemos: la vigila, la oración, la caridad, el ayuno…, ya que son medios que destruyen todos estos males, y esto se debe porque no los deja consumir [al menos no del todo, evita la acedia]. Cuando surge esa lucha ascética, día a día, una vez descubierto tus defectos (conociéndote a ti mismo) a veces pareciera que estuviera ganando, o perdiendo, en todo caso toca tener esperanza y no desfallecer, porque a veces no es lo que parece.
La particularidad de la vanagloria, es que aparece como una especie de la vanidad, consistente en la falsedad de glorias, es una hija de la soberbia, y se presenta de forma especial, no como lo puede ser la lujuria, sino que ataca de forma aislada, en actos, normalmente que pueden ser repetitivos, pero no tan constante, como la gula, la primera puede ser tomado de distintos frentes, porque bien su contorno es espiritual mas no carnal, como la concupiscencia, del cual puede caer en cualquier forma, de allí que valga de la mano practicar la humildad, en efecto la “humillación”, para ir bajando los niveles de “aceite” o medidor de altivez, jactancia, presunción, obstinación, hipocresía, sarcasmo, ostentación, (hija de las hijas de la soberbia) que tengamos, del cual se repercute como otros de los familiares del “orgullo”. Veamos su "transversalidad".
El peligro de todos ellos es que se mete hasta sin saberlo en la columna de “nuestras almas”, sin percatarse muchas veces, hasta la médula, ya actúa como un extraordinario destructor de “buenas obras”, que bien puede aparecer cuando recibimos muchos aplausos, honores, halagos (sin saberlo), la cual puede separarse de la gracia con Dios (practiquemos a menudo las “letanías de la humildad”). Por tanto, se debe alejar lo que más se puede la alabanza de nuestros logros, se trata de hacer, y continuar, sin tener que recibir glorias de ningún tipo, ni complacerse nunca de ellos, debiendo tomar la actitud de no ser recibidos por ti, ni merecidos, pues toca declararle la guerra, (tal cual, como consideran los estoicos frente a estos hechos, “recuerda que morirás” —memento mori—), ya que la “vana gloria mortifica a los hijos de Dios”, dice Crisóstomo mas no los del diablo porque ya están perdido, (véase, Catena Aurea).
Neurocientificamente, existe algo llamado como la “paradoja de liderazgo” a la vez de ser “altivo”, que en muchos casos esta clase de comportamiento se ha dado por la crianza que les ha dado los padres, (véase, Walker, D. O. H., Reichard, R. J., Riggio, R. E., & Keller Hansbrough, T. (2020). Who Might Support a Tyrant? An Exploration of Links Between Adolescent Family Conflict and Endorsement of Tyrannical Implicit Leadership Theories), de allí que se pueda moldear para evitar este tipo de conductas desde edad joven, lo que denominan “conflictos tiránicos”, estos problemillas se podrían evitar para conseguir luego vanaglorias a edad adulta.
Por otra parte, si se toma según los estudios que se hacen, sobre la “humildad intelectual”, según la escala existente, se determina que estas personas tratan de reconocer sus errores y en aceptar que son sujetos falibles, (véase, Leary, M. R., Diebels, K. J., Davisson, E. K., Jongman-Sereno, K. P., Isherwood, J. C., Raimi, K. T., Deffler, S. A., & Hoyle, R. H, 2017. Cognitive and Interpersonal Features of Intellectual Humility) esto se daba en la forma de pensar que se propone es no creerse grande, ni tan bajo, para no caer en arrogancia, ni en autodesprecio, sino lo que sea correcto según la situación, pero a nuestro criterio esto es una visión falsa de tomar la “humildad” ya que se debe tomar como un todo (holísticamente).
Tenemos que en otros estudios parecidos se ha demostrado, que no es cierto que los hombres sean más inteligentes que las mujeres, sino que tan solo es una percepción, ya que no existen diferencia de sexos, la cuestión viene por la “sobrestimación de las capacidades”, y esto no se debe al “machismo” como se podría decir desde el punto de vista de “feminista” sino por la “vanagloria” del “género humano”, por la “soberbia” (inclinación al mal) impresa en nuestro ser (antropológicamente hablando), y esto pasa entre los mismos y diferentes sexos, ya que estamos a sobrestimar (más el “masculino”) en cuanto a los talentos, habilidades, muchas veces sin llegar a tenerlo, causando para ellos arrogancias, o faltas de modestia, prudencias, fortalezas, como en reconocer las limitaciones, (véase, Furnham, Adrian & Hosoe, Tatsuro & Tang, Thomas, 2001,. Male hubris and female humility? A crosscultural study of ratings of self, parental, and sibling multiple intelligence in America, Britain, and Japan), en todo caso se debe a una “autoimagen [egocéntrica] inflada de la excelencia”.
Por último, si seguimos, tenemos que el nivel de conocimiento, sabiduría humana, cambia según la situación, ambiente, por tanto, si estamos con amigos o no, no es lo mismo, esto pasa con lo que vamos a decir en el momento preciso, del cual se afecta por el “entorno” que tengamos o con quien compartamos, de allí pensemos que algunos son más sabios que otros solo por ser eruditos cuando en verdad lo son según las características especiales, que son variable, y no constante, a menos que se trata de una “sabiduría divina” (que es una gracia permanente), por tanto, se trata de una suma de capacidades que muchas veces puede estar sobrevaloradas en el sujeto y causar “vanagloria”, y no “humildad intelectual” de allí que nuestro diario vivir afecta nuestro carácter, personalidad, temperamento y el modo de razonamiento que tengamos y actuemos con sus medios. (Véase, Grossmann, I., Gerlach, T. M., & Denissen, J. J. A. (2016). Wise Reasoning in the Face of Everyday Life Challenges).
En este sentido, ahora teológico, expresa Santo Tomas que la “vanagloria” presenta “logros por sí mismo, no por la gloria de Dios, o del prójimo” sino es vista como un “culto al Yo”, que es contrario a la pusilanimidad, que también es mala, o llevada una humildad falsa, mal entendida, no hacer brotar los talentos, capacidades que Dios te ha entregado (biológicamente o sobrenaturalmente), por tanto, toca saber manejar la prudencia, conforme a la “magnanimidad”, ya dice San Jerónimo, “debemos gozarnos y alegrarnos porque se nos prepara un premio en el Reino de los Cielos, el cual no podrán conseguir los que siguen en la vanagloria”. En todo caso lo “vano” como generalidad de casi todo, es cuando pretendemos buscar algo mundano con mentiras, astucias o cosas inútiles, sin sentido (las 48 leyes del poder es un ejemplo de ello), la cuestión es ser moderado con lo que se hace, se dice, o piensa, según las condiciones o capacidades de cada quien, pues en todo caso se debe considerar los aplausos, o halagos como algo fastidioso más que fructífero.
Aunque se suele asociar la “soberbia” como sinónimo de “orgullo” no lo es, el primero se trata de un “orgullo excesivo” del cual comprenderá en todos ellos “vanidad de vanidades”, y entre ellas la “vana-gloria”, como su nombre lo indica que sería una “exhibición” pero “excesiva” de las cosas sobre todo “materiales” o “inmateriales”, en este caso logros, títulos, honores, méritos, etc. por lo general sin causa, de allí que aparezcan sus primos, como la presunción (autoevaluación exagerada), arrogancia (comportamientos altaneros/despectivos), hipocresía, desobediencia, jactancia (impresión alardeada), terquedad… y todas aquellas que se esfuerza en sobreponer de manera injustificada, imprudente, necia, etc., la excelencia suya por encima de los demás, y de Dios.
¿Cómo podemos atacar este vicio?
Tenemos varios remedios, que podemos indicar como principales, entre ellos, la “humillación”, que es el antídoto estrella sobre todo de su clase “interna”, y por tanto otros, más o menos efectivos, como las “buenas obras”, entre ellos practica del silencio, la humildad, limosna, ayuno, dar con “amor”, ex ante, no por ser bueno para ti, sino para la otra persona como para Dios y por último tener una vigilancia de la conducta (antes de hacer/decir algo) realizar las “letanías de la humildad” y pensar cómo se va actuar, esto conlleva adelantársele al “acto de voluntad”, pues ya decía Santo Tomas Moro, “Dichosos los que piensan antes de actuar y Rezan antes de Pensar, evitarán muchas tonterías”, de allí que en 1 Samuel 16:7 se diga que "Dios no ve cómo ve el hombre; el hombre mira las apariencias [vanidades], pero el Señor mira el corazón [pensamientos, alma]".
Hermanos, la intención tiene que estar necesariamente amarrada a la contrición, a la humillación, a la tristeza santa, a lo “noético”, al pensamiento glorioso pero para con Dios, no para el hombre, reconociendo primero que somos unos viles pecadores (todo el tiempo) y que no merecemos nada, sentir apatía ante las glorias, aplausos, las gracias, por tanto, lo que único que debes realizar es intentar imitar a Jesús, María, José, o San Miguel (según nuestras condiciones/capacidades), y a nuestro santos de devoción, ejemplos puros de humildad. En caso de haber fallado o cometido el acto de vanagloria, rectificar la acción con otra, o actualizar el conocimiento y la voluntad del mismo, buscando luego una “gloria” para el Señor (como acto contrario). Ya se dice en Filipenses 2:3-9: “Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás, nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
Por tanto, si analizamos bien, la “vanagloria” no solo afecta la virtud cardinal de la “fortaleza” como dice Santo Tomas, sino también el de la “modestia”, del equilibrio del orden, como de la disciplina, y de la prudencia, porque si bien puede haber logros o no, no es malo en decirlo, sino como, cuando y que decirlo, y justificadamente bajo un fin específico glorioso hacia Dios o al prójimo o un interés santo, comunitario, al bien común no para el hombre, de la mismo forma puede producirse este defecto, que puede rayar en el vicio cometido bajo sus hijas ya sea de falso victimismo, jactancia, presunción de manera orgullosa o no, lo mismo sucede en asuntos espirituales, con tal de ganar una gloria falsa, estatus social, poder, dinero, y ese es el problema.
La “vanidad” como defecto (es un vicio encubridor), de por si no es pecado, pero puede serlo, ya que son cosas del mundo lo que te motiva hacerlo, lo cual te pone en riesgo de cometer alguno/algunos en cualquier momento y hasta de llevarte a un vicio como la “vanagloria” su “hijo primogénita”, y esto se debe no solo falta de fe, de caridad, sino de “temor de Dios”, uno de los dones del Espíritu Santo (principio de la Sabiduría), del cual te permite tener armonía, y amor para con Dios, y por tanto con el prójimo. Siendo entonces un problema del alma, es una “enfermedad del espíritu” y no tanto del cuerpo, una persona que radica su actuación, conversación, en la jactancia, presunción, terquedad, hipocresía, por lo general es necia, en conclusión, no sabía.
Hermanos, por lo general muchas de las dificultades y problemas que tenemos en la vida, son producidas por la falta de desprendimiento, o el apego que tenemos a las cosas, y entre ellas de nuestra propia imagen que no es nada, porque el “good will” que queremos mantener es frente al mundo, al hombre, no para con Dios, y esto lo causa la “vanidad”, en su defecto la “vanagloria” que es un vicio en sí mismo vacío, vacuo, que aparenta maquillajes, para estar en nuestra zona de confort, placer, del que dirán, de lo que piensan los demás de nosotros y no esto lo quiere en nada el Reino de Dios, porque va en contra de la virtud de la humildad.
Decía San Silouan el Athonita, "Los perfectos nunca dicen nada de sí mismos, solo dicen lo que el Espíritu les da para decir", y esto es precisamente “fruto de la humildad”, ya que su conservación se mantiene con la “humillación constante” y la “renuncia a sí mismo”, practicando el ayuno, el desprecio…, todo es una reducción de la idolatría, del endiosamiento, de lo mundano, del “culto Yo”, que solo se construye ahora entrando a lo espiritual a través del cultivo de la fe y la caridad, es así que se tiene esperanza, lo que uno quiere en todo caso es imitar las virtudes de Cristo, como “medio” para la “adquisición del Espíritu Santo” para mantenerlo, poseerlo, según la condición en que estés, purificando, iluminándote o transformante, en esa búsqueda constante de la perfección cristiana, y esa es la única “ambición” que debemos tener del amor por lo divino (scientia crucis), una participación anticipada de la naturaleza del cielo aquí en la tierra (consortium divinae naturae).
Repetitivamente leemos en la Biblia que “la gracia se da solo a los humildes y mansos” mas no a los soberbios, de esto se destaca que la humildad en sí misma nunca es una virtud humana, sino divina, que si se pretende tener se le debe pedir a Dios, que al igual, en su sentido opuesto, el orgullo, la vanagloria son vicios que trascienden al ser transversalmente, su némesis, en su efecto maligno, es esta virtud sobrehumana, sobrenatural, la reina de todas ellas, es una gracia de Dios, "gratia gratis data", que guarda en el banco nuestros tesoros conquistas a través de la “virtud” dentro de las las riquezas del Reino del Cielo, que solo se dan solo a los pobres de espíritu [ricos o no, materialmente hablando], dado que la única autoridad a la que están atados es la de Dios, ni siquiera a la de ellos mismos, sino de la “Ciencia de la Cruz” (scientia crucis), conforme al abono de su amor (scientia amoris) .
Para estos efectos queremos compartir una oración de San Silouan el Athonita con tal de obtener humildad o una “humillación interna”, que es la siguiente (tratemos de hacerlo al menos tres veces):
“¿Qué te daré, Señor, ¿por haber derramado tanta misericordia sobre mi alma? Te ruego que me concedas ver mis iniquidades y llorar siempre en tu presencia, porque Tú estás lleno de amor por las almas humildes y les concedes la gracia del Espíritu Santo.
Oh Dios misericordioso, perdóname. Tú ves cómo mi alma se siente atraída hacia Ti, su Creador. Has herido mi alma con tu amor, y ella tiene sed de Ti, y se cansa sin fin, y día y noche, insaciable, se extiende hacia Ti, y no tiene deseo de mirar este mundo, aunque lo amo, pero sobre todo te amo a Ti, mi Creador, y mi alma te anhela.
Oh Creador mío, ¿por qué yo, tu pequeña criatura, te he contristado tantas veces? Sin embargo, no te has acordado de mis pecados. Gloria al Señor Dios que nos dio a su Hijo Unigénito por nuestra salvación. Gloria al Hijo Unigénito que se dignó nacer de la Santísima Virgen, y sufrió por nuestra salvación, y nos dio su Purísimo Cuerpo y Sangre [Llagas] para vida eterna, y envió a su Santo Espíritu [Paráclito] a la tierra.
Oh Señor, concédeme derramar lágrimas por mí y por todo el universo, para que las naciones te conozcan y vivan eternamente contigo. Oh Señor, concédenos el don de tu humilde Espíritu Santo, para que podamos comprender tu gloria”.
Bajo estos mismos efectos contemplativos, y siguiendo, dice San Agustín en su texto, “Combate entre los vicios y las virtudes” (véase también el Sermón 144):
“Hay que entender otra persecución distinta que es mayor y más dañina, hecha por un daño que no es mortal y engendrada por la adversidad de los vicios. ¿Qué otra cosa se desencadena que una persecución cruel contra los que viven piadosamente en Cristo y contra los ejércitos de las virtudes en formación, cuando luchan la soberbia contra la humildad, la vanagloria contra el temor del Señor. Dice la vanagloria: haz el bien que puedas, muestra a todos el bien que haces para que digan que eres bueno, para que digan en público que eres santo y venerable, para que seas llamado elegido de Dios, para que nadie te desprecie ni te menosprecie sino que te rindan el honor debido”.
“Pero el temor del Señor, responde: si haces algo bueno, no lo hagas por ganar honores pasajeros, sino por ganar los eternos. Oculta lo que haces todo lo que puedas, y si no puedes, que tu intención esté en hacerlo, y no tendrás que temer ninguna ostentación y no será un crimen mostrar algunas veces lo que quieres tener oculto. De este modo se verá que cumples las dos sentencias del Redentor casi contrarias entre sí, en las que se dice: tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. Y: vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Cuida más bien que no se refiera a ti lo que se dice de los hipócritas: hacen todo su trabajo para ser glorificados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa”.
“Fíjate en todo lo que haces, no vayas a oír, ensalzado por la vanidad, lo que se decía de los que se gloriaba de sus milagros: veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Sucedió con el fin de que aquella suciedad preservase en él la pureza de corazón, para que no le ensuciarse el astuto enemigo con la mancha de la vanagloria, tal y como le sucedió a Pablo, quien tuvo un aguijón en su cuerpo para que no se ensoberbeciere por lo magnífico de sus revelaciones”.
Los padres del desierto, de la Iglesia, fueron muy enfáticos en destacar la “humildad” como la virtud estrella de la “ganancia divina” y la medicina que derrotaría al final al “demonio”, porque es la contra de su revelación inicial tal cual como lo fue la “soberbia” y todas sus hijas, entre ellas la “vanagloria”, ahora, tomando nuevamente a San Agustín, y su libro insignia, “confesiones” (véase, libro X, Cap. XXXVIIII) indica sobre este vicio en el desprecio que le tiene por lastima hacia esos hombres arrogantes, que están expuestos a las alabanzas, al amor a sí mismo, a la excelencia, son unos mendigos, en todo caso toca reprenderlos, ya que generalmente se glorían en “vanidades”, según las razones humanas mas no divinas, causados por la ceguera, la publicidad de sus cosas, de las acciones, del cual desprende encubriendo otras faltas que puedan surgir, como el odio, la ira, la venganza. Por tanto, hermano, si queremos tener una heredad en el cielo huyamos de este antivalor adquiriendo una pobreza de espíritu, de alma, de cuerpo, renunciando de sí mismo, negando de los placeres mundanos, no en agrado del hombre corrupto, sino de la entrega de nuestro ser a Dios, en “humildad”.
Una de las cosas que advierte Evagrio Póntico una y otra vez, para esas almas que han alcanzado la pureza, la castidad, es evitar llenarse de “vanagloria”, y “orgullo” [que normalmente sufren los “tradicionalistas”], que viene ahora su acción del “espíritu maligno”, ya que cambia de estrategia, porque al dominar y tener fortaleza contra la lujuria no tiene nada que hacer, este dice exactamente, citando para ello Esdras 9:11, “Para el alma que ha alcanzado el señorío de sí y la pureza luego de duras batallas contra los pensamientos de fornicación: La tierra en cuya posesión vais a entrar es una tierra manchada por la inmundicia de las gentes de la tierra [mundana], por las abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro con su impureza”, por tanto, exclama: “La victoria sobre los pensamientos de fornicación no es aún la conquista de la tierra prometida de la curación de las pasiones. Por eso el texto bíblico que se evoca aquí pareciera invitar a mantenerse humildes ante la pureza alcanzada y a no pasar de los pensamientos de la fornicación a los de la vanagloria”.
Tal como comenta en 1 Samuel 18: 23 debemos indicar que somos unos hombres pobres [humilde] y ruines, “criminales pecadores”, la “vanagloria” lo que hace pensar es todo lo contrario, nos “carcome” creer que estamos salvados debido a nuestra “gnosis”, “habilidades”, “nous”, pero pura tonterías, debemos poner nuestra “mente en el infierno”, para saber lo que nos espera si no estamos en “gracia permanente”, debemos quitar todo paso de gloria pasajera, y buscar la eterna, pues los demonios también conocen los que sirven al Señor (sobre todo los consagrados), saben de sus defectos, y trabajan mancomunadamente en contra del hombre para que caigan, y es por supuesto la “gloria-vana” un impedimento para ello porque impide conocer la visión beatífica de Dios, debido a sus pensamientos/actos vanos, esto hace que se le peguen más vicios, como la ira, o la tristeza, y un orgullo excesivo que podría convertirse en soberbia (sin que nada de esto sea excluyente).
Como parte de nuestros “ejercicios espirituales” con tal de combatir el “orgullo” en este caso la “vanagloria”, los invito a repetir esta “jaculatoria” muchas veces, teniendo en cuenta para este momento presente el libro de Jeremías, sobre todo el capítulo 17, comenzando con su clara consigna en el versículo 5 que dice: “maldito sea aquel que fía en el hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios se aparta en su corazón”, ahora tomemos su versículo 14 para su consigna:
“Cúrame, Dios, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi “gloria” eres tú”
El demonio es muy astuto, lo mismo sucede con las cosas del mundo a través de las personas (naturales o jurídicas) pues con tal de hacernos famosos o ellos, son capaces de muchas cosas [inmorales, depravadas, etc.], con tal solo conseguir su fin “glorioso vano”, la cual conlleva a la perdición del alma, pero no necesariamente todo es así, porque muchos gobernantes del Reino de Israel, como príncipes, reyes en la historia contaron con cierto “honor”, como Santa Isabel de Portugal que dijo: "La única razón por la que Dios me elevó al trono fue para que tuviera medios para ayudar a los necesitados", a la vez estos eran considerados sabios, humildes, hasta justos, el problema de todo esto está cuando tú mismo lo consideras así, y no Dios, que es Él quién te ha puesto allí, por tanto, está bien hacerlo, pero también aplicar lo que se dice, hacer justicia “glorificándolo”, que según el evangelio, no es para que te vean, o guardar apariencias, sino porque trae honor, estima para el Señor.
Expresa nuevamente el monje egipcio pluricitado siguiendo las escrituras, según lo mencionado por San Pablo en 1 de Corintios 3:19, “La sabiduría de este mundo, estulticia ante Dios”, por tanto para el alma que es atormentada por la vanagloria y desea aprender la sabiduría de los griegos, ya que lo que proviene de los hombre es otra cosa: astucia, necedad, insensatez, y solo Dios conoce “los pensamientos de los sabios” de los verdaderos no de los que son vanos, comenzando con quien se gloríe de sus honores, títulos, cuando todo lo que tiene es por Él, por tanto, no lo tratemos hacer ni siquiera de una buena conducta, o en cosas espirituales, y menos que en las materiales, porque todo eso es inservible, busquemos solo agradar a Dios no a los hombres.
Amistad con el mundo, es estar en contra de la Santísima Trinidad, precisamente la “vanagloria” impide ese desarrollo, porque la gloria, vana, nace mayormente de las cosas mundanas, como deleite, deseo, o pasión vana, de las cual impiden lo virtuoso, y por tanto se consolida lo soberbio, como rayo que te paraliza para seguir adelante, es una persona que trabaja sin paga de bienes divinos, mejor dicho gratis, que se esfuerza pero tras de nada, porque lo perderá todo por la fama pasajera, cuando llegue el día y la hora, las riquezas se deben guardar para cuando sea el momento propicio sacarlas, sin quejas, no expresar de las fatigas males, el cansancio de ese esfuerzo porque todo lo ve Dios, no importa que lo vea el hombre, todo se debe hacer con hesicasmo, silencio, que es la “cruz misma”, en la que callamos nuestro “ego” (decía San Serafín de Sarov) ya no es potencia de espíritu sino de vigorización de la mente compartía con Dios, sin olvido alguno, toda actividad, comida, recreo en acordanza con él en consonancia con la práctica de las virtudes (que es eterno, banco deposito): ¡Tengamos [permitamos] un "aguijón" [skolops] en el cuerpo [acciones ordinarias/extraordinarias del demonio] como San Pablo".