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6 de abril de 2025

DESARRAIGA LAS PASIONES


“La salud no depende sólo de la alimentación, sino sobre todo de la tranquilidad del espíritu. La vida en Dios, mantiene sano el cuerpo. La inquietud del espíritu y las pasiones corrompen la sangre y perjudican radicalmente la salud. Mantener la salud es un deber. ¡Quédatelo! Porque incluso las personas sanas tienen que pensar en la muerte”.
San Teófano el Recluso

“Cuando desees hacer algo por amor a Dios, pon la muerte como límite a tu deseo. Así, en la práctica, te elevarán al nivel del martirio al luchar con cada pasión, sin sufrir daño alguno dentro de este límite, si perseveras hasta el final y no flaqueas”.
San Isaac de Siria

Mario Felipe Daza Pérez

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El desarraigo de las pasiones puede que sea uno de los temas más difíciles de tratar para el cristiano experimentado, o aquel que está batallando los procesos de combate espiritual desde sus causas, y no tanto del pecado en sí. De esto se desprende que para que un pecado sea considerado como tal, primero tuvo que haber pasado por una pasión (surgida de unas emociones) tomada de los pensamientos, repetitivos, graduales, del cual despierta cierta enfermedad latente del alma, por ejemplo, la ira, la persona que actúa iracundamente frente a una situación la hace porque ya existe en él un cúmulo de deseos ardientes tendientes a actuar de forma contraria a la paciencia, y así podemos decir de los vicios carnales o espirituales, entre ellos la envidia, soberbia, etc. Por tanto, necesitamos curación, pero antes una terapia para sanar estas patologías, entre ellas, el arrepentimiento, el perdón, la confesión frecuente, para que así podamos tomar las medicinas correctas para la corrección (disciplinante) de nuestro ser.

¿Cuál es el camino a tomar? Adoptar las virtudes opuestas a los vicios, y por supuesto a sus originadores como lo son las pasiones, por ejemplo, si actuamos con soberbia, arrogancia, orgullo, debemos aplicar la humillación como método para obtener de ella el valor de la humildad, puesto que nadie se salva siendo altivo, para tener entonces el desapasionamiento que es el estado natural del hombre antes de la caída, debe ejercitarse mucho en lo espiritual, y obtener de ello un diploma que certifique que es apto a entrar al reino de los cielos, pero antes debe luchar, para poder ganarse ese título. De allí que la conciencia entre como un pararrayo antes las actuaciones de nuestra alma, del cual se revierte con el arrepentimiento, que materializamos luego con la confesión, pero antes que esto pase debemos reconocer nuestras faltas, examinándolas, para si obtener misericordia de Dios, teniendo en cuenta que la santidad está llena de altibajos, y su purificación requiere de un fortalecimiento del cuerpo desde los sentidos (externos): ojos, oídos, gusto, tacto, olfato, ya que pueden estar contaminados por el mundo, nuestra propia carne o los demonios, por eso que debemos rechazar y romper toda atadura a la idolatría, impureza, pasión, y apego a lo material.

El arrepentimiento siempre está disponible hasta el último momento de nuestras vidas, como regla general, siempre y cuando no rechacemos la gracia, o seamos negligentes en conseguirla (faltas imperdonables), esto es como el pozo que se va ahondando y cuando quieres ver no puedes salir, por ello quien más peca se le hace más difícil obtener el arrepentimiento, a menos que como trampolín que en esta caso sería la gracia sobrenatural lo catapulte a la tierra (humus) de allí deviene la humildad, por tanto, para poder arrepentirse y hacerse saber que ha actuado mal se necesita "justificación de la gracia" que comienza con el esfuerzo por un lado o por regalo divino por el otro, y es así como se trata las enfermedades del alma, pensemos en el caso de Santa María de Egipto, quien como mujer del mundo, resucitó como mujer nueva, ya no lujuriosa, encarnadas en la impureza carnal, precisamente porque aplica a su vida el examen de conciencia que hizo de sí mismo cuando no se le permitió entrar a un lugar sagrado del cual reflexionó entrando en el arrepentimiento, para luego conseguir el perdón de Dios.

Salir de la ignorancia, es el primer paso precisamente para poder tratar la enfermedad y conocer de nuestros pecados, del cual se debe conseguir con el arrepentimiento constante, inclusive de las faltas ya perdonadas, llorando los pecados de los que habías caído con anterioridad, esto, con tal de conseguir mayor pureza y humildad, ya decía el Padre del Desierto, Abba Isaac, "bienaventurado el hombre que conoce su enfermedad espiritual. Porque este conocimiento se convierte en el fundamento, la raíz y el principio de todo bien". Por este medio, como en otros, sumamos la oración, el ayuno, la mortificación, etc, porque de ellos podemos obtener en si la gracia del Espíritu Santo, y salir de la condenación: limpiando nuestros sentidos de todo apasionamiento de las cosas materiales, entre ellas de las imaginaciones, y pensamientos que siendo espirituales, se mezclan con las del mundo, brotando basuras desde el corazón, impurezas propias de los caídos, debemos por tanto a esforzarnos a ser puros no solo de cuerpo, y alma, sino también de espíritu.

Hermanos, cuidémonos de los sentidos que son bien traicioneros, y lo decimos como experiencia propia, debemos obtener fuerza, no solo de la mente, sino también del corazón, pero sobre todo mantenernos limpio de la materia, la entrada de todo al alma de este mundo sensible son los ojos, que son los que atrapan todo lo existencial, pensamos que David, Sansón, y demás cayeron por este órgano, por eso debemos aguantar, resistir a las pasiones esta es una de los mejores medicinas que podemos tener para ganar santidad, a menos que consigamos el desapasionamiento que es una gracia de Dios, que no lo consiguen todos, sino pidiéndola y dándola a los que El quiera. Ahora, si queremos servir a Dios (Serviam Deus) como verdaderos soldados, atletas, debemos resistir al deseo mundano, invocar (arrodillados) a Dios, a nuestra Santa Madre y decir: "Santísima Theotokos, salvarnos", "Ángel de la guarda, protégenos" o al "arcángel Rafael sananos" esto, para que interceda por nosotros. Tengamos en cuenta siguiendo a San Máximo el Confesor que "los demonios son los que aumentan nuestras pasiones aún más, en cambios los ángeles la disminuyen llevándonos a la perfección de la virtud".

Cuando rezamos el rosario, hacemos la oración de Jesús o recitamos los salmos, estas oraciones nos llevan por la vida sana [orthos-doxa] de la curación de las enfermedades del alma, es una terapia segura contra las pasiones corporales y del espíritu, que nos arreglan cualquier problema espiritual que tengamos. Son estas poderosas armas que siempre están a nuestro alcance contra los pensamientos malvados (logismoi) lo que nos ayudan a salir del fango, por tanto, invoquemos a nuestros amigos, los santos, a la Madre de Dios o a Dios mismo, todo esto hace parte de la guerra espiritual que enfrentamos a diario, no solo contra nosotros mismos (kenosis) sino contra el mundo, y las insidias del maligno, del quien en su guerra asimétrica nos intenta dar batallas con argucias malvadas, para que caigamos, por esto es que no nos podemos descuidar en el rezo, ni tener negligencia por ello (acedia), porque en vez de avanzar nos arrastran con más fuerza hacia el abismo, es el alma-espíritu quien se debe concentrar a través del intelecto (nous) para conseguir los esfuerzos necesarios de la salvación, que bien se consigue producto de la humildad en nuestros actos, virtud que derrota con ahínco a nuestros enemigos que andan en los aires.

Terminemos este articulo con una oración de sanación dirigida al Arcángel de la Sanación:
San Rafael Arcángel, Medicina de Dios, ¡ruega por nosotros, especialmente por aquellos que más necesitan curar sus pasiones desordenadas!.